viernes, 4 de junio de 2010

786 Queridos papás: no sean tan pesados

786    "LA CHISPA"                                          (29 abril 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
QUERIDOS PAPÁS: NO SEAN TAN “PESADOS”
      En el tema de la sicopatía se trataron algunos aspectos tangenciales que pueden ser indicativos claros de cuál es el grado de nuestros desórdenes de la personalidad. También se señaló un método bastante sencillo para diagnosticar la condición de sicópata, siempre y cuando se tenga voluntad e interés. Porque si el mal está más allá de la reflexión, es pleito perdido; es la situación de las personas obsesivas que están convencidas, en mente y corazón, de que son perfectas y ejemplares; que no admiten defecto alguno en su conducta y creen que todos los demás deben plegarse a sus patrones de comportamiento. En estos casos estamos ante trastornado sin retorno y, lo que es peor, tremendamente dañinos a la sociedad y sus propias familias. Personas “pesadas” que hacen sufrir a todos los que entran en su esfera de influencia; y cuanto más poderosos sean (social o económicamente), más peligrosos y molestos resultan para los demás. Pero donde más perjudicial es su presencia es dentro de su parentela, cuando son cabezas de estas: el papá o la mamá. Parece mentira que quienes deberían ser los seres más buenos y tolerantes; más amorosos y equilibrados para guiar a su prole, resultan ser sus peores enemigos, torturadores y creadores de todo tipo de miedos, inseguridades y rencores. Este tipo de padres es lo peor que le puede pasar a unos niños. Son los promotores de nuevos desquiciados.
      Queridos papás: si ustedes viven apegados al pasado, a lo mejor que era y al recuerdo de “lo bien que fueron criados por sus padres porque les dieron garrote”, tienen que empezar a creer que algo puede andar mal. Si son seguidores de patrones en forma obstinada y no someten a libre juicio sus ideas acerca de la formación de los hijos, es tiempo de que lo empiecen a hacer. Si consideran que “la autoridad” paterna debe prevalecer en toda circunstancia hogareña, algo anda mal en ustedes y son sospechosos de conducta inapropiada. “Así me criaron mis padres y así debo hacerlo yo”, es uno de los tantos dogmas que indican severas fijaciones que impiden el juego de ideas, discusión y búsqueda de nuevas metodologías aplicables a los tiempos que vivimos. NO es cierto que todo lo de antes fue mejor. Hubo cosas que en su tiempo parecían mejores, pero infinidad de ellas eran, indudablemente, peores. Como aquello de que “la letra con sangre entra”. Centenares de maestros que el mito ha endiosado eran verdaderos torturadores que hoy serían recluidos en manicomios por agresores.
La autoridad es algo que se reputa como lo más importante en los grupos, y debería serlo; pero cuando esta es ejercida de manera brutal e irrespetuosa, se convierte en autoritarismo que ofende, daña y produce resentimientos que llevan a resquebrajar el principio que debe ser la base de la unión familiar: el cariño. Y eso se produce cuando la persona que ejerce esta posición es un sicópata convencido de que él es ejemplar, el modelo perfecto que todos deben seguir. Alguien que no reconoce el derecho a la individualidad y que niega toda forma de disensión por leve que sea. Son los tatas que no aceptan que los hijos puedan tener la mínima desviación de lo que ellos consideran “correcto y de acuerdo con la tradición familiar y las buenas costumbres”.
      Por su parte, los progenitores más equilibrados abren el campo al intercambio de ideas, proyectos y formas diferentes de ver las cosas; porque después de todo, cada chico tendrá que hacerse cargo de su propia existencia, y lo hará por su cuenta, utilizando su libre albedrío. Por eso, estimados padres de familia, no sean tan pesados. No traten de imponerles sus ideas a sus hijos. Propónganles alternativas, vías, modos y procedimientos, pero no los obliguen. Sobre todo, cuando ni siquiera están seguros de que tal o cual cosa realmente funcionó con ustedes. Investiguen con ellos sin menospreciar sus iniciativas o considerarlas erradas o tontas simplemente porque a ustedes NO les gustan. Son ellos los que están eligiendo para sus propias vidas y no las de sus padres. Solo ayúdenlos a hacer la mejor escogencia. Es la tarea de ellos, no la de ustedes.
      A los sicópatas les encanta “dar consejos” autoritativos y ponerse como ejemplos; sin importar que sus vidas sean estropicio y nada digno de imitar. No cometa ese error con sus chamacos. Escúchelos, sea su cómplice, sugiera, sea sutil y en ningún momento les diga que su opinión es la mejor porque es el padre o más viejo; o que tiene más experiencia o es más maduro y conoce más. Eso es pura paja, pues para ellos usted solo es un roquillo démodé, old fashion, pasado de época. Además, el talento, éxito y felicidad no se mide por los años vividos, sino por el cómo se vivieron. Haga un inventario de su propia existencia, y así tendrá un respaldo sobre el cual fundamentar sus “consejos”… o evitarlos.
     No martiricen a sus vástagos con necedades que, a la larga, nada significan. Todo el cuento de “los buenos hábitos” no son más que majaderías: andar bien peladito, cepillarse los dientes, limpiarse las orejas, andar bien peinado, bañarse, ponerse talco, lavarse las manos a cada rato y otras tonterías, cuando se convierten en obsesiones maternales, empiezan a crear las condiciones para la formación de los futuros chiflados. Recuerde que un maniático NO puede dar ejemplos o consejos acerca de una buena conducta. Un borracho no puede dar cátedra sobre abstinencia. Si en realidad le importa la educación de sus niños, SEA EJEMPLAR. Sin palabras, sin baladronadas y sin valerse del principio de autoridad para intimidarlos. Sea ejemplar, y ellos NO necesitarán consejos suyos ni de nadie. No les pida lo que usted NO ES VERDADERAMENTE. Está bien que apunte siempre hacia algún ideal, pero no pretenda engañarlos diciéndoles que usted es esto o lo otro. Ellos conocen a sus padres mejor que estos a sus críos. Ámelos (si puede) y hágalos sentirse en casa, en el regazo de amor que se supone es el hogar; como se sienten los polluelos en su nido, e incluso las peores alimañas en sus cubiles familiares. Todos tienen un destino que cumplir y lo realizarán, a despecho de lo que los padres deseen. Entonces, no se los haga más difícil. No se convierta en un lastre para ellos, pues los recuerdos y torceduras de la casa paterna los acompañarán para siempre, para bien o para mal. Estimados padres: No sean tan “pesados” con sus hijos; y mientras naden con ellos en el río de la Vida, sean agradables, esa es la mejor educación que les pueden dar. “Mi tata y mi mama eran unos rocos vacilones”. ¿¡Qué mejor tributo puede haber a la memoria de los padres!?

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