79 “LA CHISPA”
LEMA: “En la indolencia cívica de ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”.
LA PIRATERÍA DEL SOFTWARE
Todos
estamos informados de que la diversión o trabajo mediante computadoras es una
ocupación cara, que tiene sus costos.
Sin embargo, es discutible la legitimidad que tienen ciertos precios de
los insumos en el mercado nacional. Y es
bueno hablar sobre este asunto porque es, precisamente, lo que conduce al gran
problema que enfrentan los fabricantes de software como la Microsoft, el
gigante monopolista de estos productos.
Aceptamos que producir el prototipo de un programa como “Windows 2000” o cualquier otro, es
caro. Pero una vez que se ha hecho, su
costo es apenas el del CD (cidí, como dicen los que saben) en el cual se
graba. No es que se pretenda que
Microsoft nos venda un programa como el “Windows Vista o 7” en dos mil
colones, claro que no; pero de allí a que nos cobren varios centenares de
dólares por algo que el próximo año será parte del parque jurásico, es un
abuso. Este terreno de arenas movedizas
en donde a cada rato nos quedamos obsoletos con la computadora y sus programas,
debe de ser un poco más humanizado en cuanto a los costos. ¿Y por qué?
Porque esa es la causa única que conduce a la piratería: la
imposibilidad de pagar los precios abusivos que fijan el MONOPOLIO DE
MICROSOFT, en contubernio con los comerciantes locales. Y sí no queremos comprar MICROSOFT a sus
precios exagerados, ¿qué alternativa tenemos?
MICROSOFT, pa’ que no nos falte...
Tan poderoso y lucrativo es ese monopolio que ha logrado
que, mediante las presiones del gobierno de Estados Unidos, se aprueben leyes
internacionales que facultan a esa nación a intervenir directamente en la
persecución del delito de piratería en cualquier país. Y en el caso de Costa Rica, obligaron al
gobierno a aprobar una legislación específica, la cual será puesta en acción
mediante la “Escuela de la Democracia” que, para la vigilancia de los intereses de los Estados
Unidos se abrirá en Alajuela. Y financiada
por los ciudadanos de Costa Rica.
¿Qué recurso le queda a un estudiante de un hogar
pobre ante el dilema de comprar una serie de programas de trabajo, que igualan
o superan el precio del computador?
¿Cuánto vale una versión moderna de AutoCad? Centenares de dólares. ¿Cuánto vale la pirata? Cinco mil colones a
lo sumo. Cualquier persona, después de
que ha invertido unos trescientos mil colones en un CLON cuyas partes
han sido fabricadas en Hong Kong, Singapur, Honduras, China, Taiwán y Bolivia,
bien puede cargar su computadora con todo tipo de programas con unos veinte o
treinta mil colones de pirateados, junto con el respectivo disco
“quemado” a domicilio. Entonces, ¿cuál
es la escogencia obligada?
Sabemos
y aceptamos que los derechos de autor son sagrados, y que no es justo que haya
parásitos que se aprovechen ventajosamente del trabajo intelectual o científico
de otros. Pero tampoco es justo que se
imposibilite el acceso a la cultura a la gente que no tiene los medios para
pagar unos insumos que no deberían tener precios tan exagerados. Un CD con el programa de “Windows” no debería
de costar más de $ 20 ó 25 dólares, con lo cual, produciría enormes ganancia a
Bill y al fisco norteamericano, pero sin llegar al abuso. Un programa antivirus debería costar unos
diez dólares. En fin, una dotación
completa para que una persona, estudiante principalmente, trabaje con varios
programas y comodidad, no debería superar los ciento cincuenta o doscientos dólares;
talvez trescientos. Pero que los programas
de trabajo resulten más caros que la computadora, es inadmisible.
Con
los precios actuales del MONOPOLIO, y a pesar de la piratería, las
ganancias de MICROSOFT son exorbitantes. Esa es la razón por la cual el señor Bill
Gates y su equipo de contadores, son incapaces de contabilizar los centenares
de millones de dólares que le entran diariamente por concepto de su MONOPOLIO. Es tanto ese dinero y sus impuestos, que el
propio gobierno de los Estados Unidos está decidido a declarar terrorista a
cualquier Estado que no persiga encarnizadamente a los piratas del Software.
Cualquier país que se niegue a hacerlo, puede ser clasificado como
terrorista del software, que atenta contra la “seguridad del mundo libre” y ser
bombardeado a discreción. La nación que
no se ajuste a los dictados del MONOPOLIO MICROSOFT, puede ser incluida
dentro del Índice, sacada del TLC y sometida a un bloqueo económico. Pero si la avaricia de esa empresa y sus
distribuidores no fuera tanta, el mercado funcionaría mejor, con suficientes
ganancias para todos, y con la eliminación natural de unos intermediarios que
resultarían innecesarios. Si yo pudiera
comprar un programa original y seguro por cien dólares, con garantía y todo lo
que eso implica, JAMÁS CORRERÍA EL RIESGO de introducirle a mi ordenador
uno pirateado que me pueda causar problemas tanto funcionales como
jurídicos. No existen los terroristas
“por diversión” o por puro gusto de serlo.
Ese es el recurso final cuando todos los otros caminos han sido
cerrados. Los precios del software de
Microsoft pueden ser justos y normales dentro de los Estados Unidos,
pero NO en Honduras o Bolivia, en donde el costo de
uno de esos programas puede equivaler a SEIS
MESES de trabajo de un obrero o estudiante.
En nuestro medio hay piratas de software y los habrá mientras los
precios de este sean tan desproporcionados y abusivos.
Un
ejemplo ligeramente distinto de ese abuso es el de otros insumos. Yo tengo una impresora Hewlett Packard (H.P.) de la serie 510 C, que me imprime unas
trescientas cincuenta páginas por cartucho.
Y como tenía una reserva de estos que había comprado desde el año 2002
cuando los adquirí a razón de seis o siete mil colones cada uno, no tenía idea
de lo que estaba pasando en ese volátil mercado. Así que ahora que fui a comprar uno, me
dijeron que el costo por unidad era de DIECISÉIS MIL TRESCIENTOS COLONES. Eso es un abuso incalificable aquí y en
cualquier parte. Casi la prima de una casa por un mísero tarrito de
tinta empacada en Singapur, en donde les pagan a los obreros unos
cuantos centavos de dólar por hora de trabajo.
En la tienda me dieron toda clase de explicaciones para justificar ese
atraco, pero ninguna resulta convincente, ni siquiera la de la DEVALUACIÓN. También como en el caso del software, el
prototipo de ese cartucho puede haber sido caro, pero después, su costo en
plástico, circuito impreso, tinta y mano de obra, es apenas de centavos. NO PUEDE SER QUE EL PRECIO DE UN MISERABLE
CAJONCITO DE TINTA SEA DE $ 38.80
(treinta y ocho dólares con ochenta centavos). Incluso le dije al
vendedor que, si ese era el precio, bien podrían regalar la impresora por cada
tres o cuatro cartuchos que compre el cliente (víctima). Esa sería una buena promoción.
Ante
semejante atentado, decidí guardar mi HP y comprarme una Epson Stylus C 43 UX,
que vale menos que dos cartuchos de tinta de la Hewlett Packard mía. Y aunque los de esta nueva impresora valen solo
cinco mil setecientos colones, resulta que únicamente alcanzan para
imprimir ciento veinte páginas. ¿Entonces? No hay escape; de todas maneras nos explotan
los fabricantes de computadores, software e insumos. ¿Qué caminos nos dejan? Pues simplemente, LA PIRATERÍA y el
“relleno” de cartuchos, con todos los riesgos que eso implica.
Mientras
no haya justicia y cierta equidad entre los MONOPOLIOS (con todos sus
secuaces locales) y los consumidores, seguirá floreciendo la piratería, a pesar
de que nos amenacen con sanciones, bombardeos y la etiqueta de
terroristas. O nos beneficiamos todos, o
nos jodemos todos.
Si
le gustó esta “Chispa” y quiere agregarle alguna experiencia personal,
hágalo y distribúyala entre sus amigos y conocidos, pues este es un claro abuso
del Poder económico, que solamente mediante el interés ciudadano de los
consumidores, será posible resolver de manera justa.
Fraternalmente
Ricardo
Izaguirre S.
Correo electrónico: rhizaguirre@gmail.com
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