lunes, 14 de junio de 2010

277 El futbolista DEBE ser inteligente

 27“LA CHISPA”                                                 (29 de marzo 2009)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

EL FUTBOLISTA DEBE SER INTELIGENTE

    La inteligencia es un don que no se da en almácigos ni se puede comprar en el mostrador de una botica. Tampoco se “cultiva” en la escuela, colegio o universidad. Es un “gift” que, como dice el anuncio del güisqui Chivas Regal: “se tiene o no se tiene”. Se puede pulir, dirigir, concentrar y potenciar en cierta dirección o segmento de las actividades personales; pero no se le puede crear como si se tratara de la masa muscular. El que es burro… es burro. Y el que es dotado del toque espiritual de la inteligencia, es un Elegido, un hombre superior, aunque a los democratistas del pensamiento les guste decir que todos somos iguales y con el mismo potencial. Que solo es cuestión de promover adecuadamente la “diversas inteligencias emocionales” y ya estamos ante un genio. Por lo tanto, NO se puede cargar en el disco duro de un futbolista un programa de “inteligencia”. Se le puede llevar al máximo de su potencialidad física (que también tiene un límite) en el deporte; es posible enseñarle técnicas, tácticas, tipos de jugadas, planteamientos ofensivos y defensivos pero, en última instancia, SERÁ SU INTELIGENCIA la que determinará el éxito en la aplicación de lo aprendido. Y es esta capacidad o falta de ella, la que lo convertirá en uno de los grandes, o en un robot cumplidor y laborioso.
       Las armas de la instrucción que cada uno recibe de su entrenador son colectivas y, por lo general, de buena calidad, pero será el factor X (la inteligencia) el elemento que hará la diferencia entre un “jornalero del fútbol” y uno de los privilegiados, de los tocados por los dioses. De los primeros están llenas todas las actividades humanas, incluyendo el fútbol. Pero los segundos son los excepcionales, esas raras avis que aparecen de cuando en cuando para rutilar con brillo propio en el universo de este bellísimo deporte. Entre una y otra punta, se encuentra el montón de los grises y mediocres. Es aquí donde entran en juego los que “tienen el ojo” para descubrir entre la masa informe, a aquellos que tienen la chispa de la divinidad en su cerebro. Son los que tienen el “tercer ojo”, los encargados de la selección, cuido y pulimento de los que apuntan a cosas grandes dentro del deporte. Así, pues, el juego del fútbol no es una cuestión superficial que se basa en la escogencia de unos cuantos atletas que ya “militan” en equipos de primera división. Esa es una rutina bárbara que puede hacer cualquier computadora de las viejas.
    La escogencia (selección) de un Equipo Nacional, debe comenzar con los abuelos del atleta en ciernes. Y en el caso específico del fútbol, debe iniciarse con la búsqueda de la inteligencia en los antepasados del candidato, pues siempre hay vestigios que indican la posibilidad de ese brote en alguna familia. Y aunque esta no es directamente hereditaria, las tendencias existen. Ese es el trabajo más difícil de valorar, pues se trata de un intangible que no obedece a reglas fijas ni predecibles. Es un “toque” de genialidad que debe captarse mediante la intuición del caza-talentos (caso Messi), y por los destellos que los privilegiados suelen emitir. Es una tarea de años, de paciencia, de fracasos y frustración permanente. Pero cuando se encuentra esa chispa excepcional, basta una, una sola para marcar toda una época (Pelé, Maradona, Riquelme, DiEstéfano, Messi).
      También es necesario recordar que a los dioses no se les puede meter dentro de moldes rígidos, porque el genio no se embotella ni se encajona. Ningún método o sistema avala el “solo” de fútbol mágico que realizó Maradona contra Inglaterra, pero lo hizo. Se salió del libreto y escribió una Historia que será recordada por decenios, con rencor y amargura por los británicos, y con embeleso por el resto del mundo.
Ese es el primer paso en la escogencia de la Selección Nacional: buscar jugadores inteligentes. No basta que sean fuertes, rápidos, altos y elásticos; TIENEN QUE SER INTELIGENTES. Y aunque es casi imposible conjuntar a once o más genios, sí es necesario contar con unos cuantos individuos que tengan el mayor grado de ese tesoro. Hay deportes (como el boxeo) en los que casi basta con ser un estupendo atleta, es decir, un fortachón; pero no así en el fútbol. Este deporte requiere inteligencia en cantidades masivas; y luego, todos los atributos físicos que hacen el complemento de un gran futbolista. Así que el arranque debe estar dirigido a la localización de la mayor cantidad de ese ingrediente en las cabezas de los candidatos a integrar la Selección Nacional; no se envía a representar al país a una serie de personas carentes o deficitarias de ese elemento. Recordemos que un burro siempre lo será. Es por eso que las Selecciones deben exigir de los aspirantes a integrarla, ser BUENOS ESTUDIANTES. Deben pasar por pruebas sicológicas y de inteligencia para tener la certeza de que en ellos se encuentra esa característica. La improvisación y la creatividad a velocidad meteórica son pruebas evidentes de la genialidad. Luego, la perfecta ejecución de la obra, será determinada por la dedicación, el entrenamiento y los recursos teóricos con los que se arme al candidato.
    Recordemos que al equipo que representa a la Patria se le llama “SELECCIÓN”. Y en su integración no deben intervenir otros aspectos que no sean los de la excelencia. No se incluyen dos o tres indios, negros o chinos porque son minorías con derechos a estar representadas en la “Tri”. La Selección Nacional NO ES UNA DEMOCRACIA, sino la ARISTOCRACIA del fútbol. Un lugar de privilegio en donde solo están los mejores, sin importar de qué color o creencias religiosas sean. Y el concepto de mejor implica, en primer lugar, los más INTELIGENTES. Les guste o no a los populistas de la inteligencia.
Futboleramente ante un fracaso más
RIS.

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