lunes, 14 de junio de 2010

200 La gordura: un problema de glotonería

200    “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA GORDURA: UN PROBLEMA DE GLOTONERÍA.

ÚNICA VÍA DE SALVACIÓN: SEGUIR LA REGLA DE “LA MITAD MÁS EL DOBLE”.

      Antes de iniciar cualquier tratamiento adelgazante, debemos enfrentar honestamente ciertas verdades innegables; aunque no nos guste.
1) La primera de ellas es admitir que somos glotones. Nadie se engorda por “nervios”, “estrés”, por el clima o la caída del dólar ante el euro. Solamente hay una causa para la gordura: comer en demasía. ¿Y por qué comemos en exceso? Esa es la pregunta ante la cual debemos enfrentarnos honestamente todos los gordos. Es un problema de la mente, y es únicamente allí en donde podemos librar la verdadera batalla en contra de esta pesadilla. La gordura es un estado mental. Los materiales vienen de fuera, pero la causa está dentro de nosotros, en nuestra mente. Somos gordos porque comemos más de la cuenta. Todo lo demás son pretextos bellamente maquillados por los llamados “dietistas” y el enjambre infinito de vividores que se están haciendo millonarios con esta enfermedad. Desde luego que la falta de buen juicio en la escogencia de los alimentos, es otro factor que nos conduce al desastre de la obesidad. Una alimentación inadecuada y artificial, impuesta por la masiva industria alimentaria, es el factor decisivo que ha conducido a millones de personas al borde del precipicio. Comer ha dejado de ser una función vital básica para convertirse en un acto social exhibicionista. En un motivo de carnaval. Si no se tiene el sazonador tal, el colorante cual, el saborizante “Chuay” o la última salsa de la marca tal, usted no está en nada. Los hongos enlatados marca “Frossieur”, son lo máximo; las pastas “Rhiggetti” son lo último para preparar lo mejor de la comida italiana. En nuestro medio la gordura es la enfermedad de los nuevos ricos. De aquellos hijos o nietos de cogedores de café, que ahora son profesionales y ganan buenos salarios. De los esnobistas de “la buena cocina”. De los fanáticos de la Fast Food y de los Mac Donalds. De los compradores de supermercados en donde encuentran todo tipo cochinadas enlatadas que TIENEN que comerse antes de que llegue la fecha de “vencimiento”. De los que tienen miedo al recuerdo de las hambres ancestrales o de la niñez.
       La filosofía con la que generalmente se enfrenta el problema, es una forma de evasión que le sirve al gordo para justificarse. Y esa es una tregua que no se le debe conceder, una indulgencia que no nos debemos permitir. La persona gorda DEBE SABER que la gordura mata con más frecuencia y certeza que el cáncer o cualquier otra enfermedad, aunque claro está, nadie “se muere de gordo” en el dictamen forense. Y ese es, posiblemente, el principal peligro de esta insidiosa enfermedad que lleva a pensar a las víctimas de este mal, “que nadie se muere de gordo”. Y que todos los gordos son felices. A la persona con esta desgracia, no se le debe dar margen alguno para que considere su estado como natural e inevitable, y que con ropita holgada se puede disimular e ir pasando la vida en forma normal y tolerable.
La gordura no solo es fuente de infinidad de males físicos, sino que nos destruye moralmente; nos humilla, nos aplasta el alma de la misma forma que el sobrepeso a nuestros tobillos. La gordura nos impide gozar plenamente la vida, a tal punto que infinidad de estas personas, en algún momento piensan en el suicidio o en dejarse morir. Incluso el sexo se complica de una manera que lo hace intolerable o casi imposible. Por lo menos, lo dificulta de manera más o menos engorrosa y ridícula. Para una persona gorda desnudarse ante su amante a plena luz, es una pesadilla digna del marqués de Sade.
2) Hay que entender que ante esta plaga NO HAY CURAS FÁCILES NI MILAGROSAS. Todas las dietas existentes son inútiles, a menos que estén en concordancia con la regla “la mitad más el doble”. No importa lo que se coma ni las cien mil combinaciones que se hacen en el infinito número de dietas de todas las clínicas del mundo. En realidad, poco importa lo que comamos, pues estas recetas médicas o de los dietistas, no son más que distractores para sacarles el dinero a aquellos ingenuos que creen que hay una salida fácil a su problema. NO HAY ESCAPE FÁCIL DE LA GORDURA. No existe aparato que nos adelgace milagrosamente. No hay crema, pastilla, baño, masaje o terapia que nos devuelva la figura perdida. Hay que ser realistas y no dejarnos sorprender por nuestra propia ansiedad, pretendiendo lo imposible o improbable. Debemos aceptar la raíz de nuestro mal: que somos glotones y que este mal hábito no se cura con pastillas, dietas, aparatos, remordimiento o buenas intenciones. Es un problema de actitud mental ante la vida. Su génesis está en nuestra mente, y debemos entender que tenemos un problema muy serio, tanto o más que ser adictos a la cocaína. En esencia, tenemos que admitir que el camino de retorno es laborioso, difícil y lento, y que nunca volveremos al punto exacto de partida. Lo que se fue, se fue, y eso nos lleva a la tercera regla del sistema “La mitad más el doble”.
3) JAMÁS VOLVEREMOS A SER COMO CUANDO TENÍAMOS VEINTE AÑOS. No importa lo que hagamos. Este es el peor problema que enfrentan las mujeres en relación con la obesidad: creen que adelgazar significa recuperar la figura que tenían cuando eran chamacas. Ese es un disparate en el que nunca se debe pensar. El esqueleto de una persona obesa durante 10, 15 ó 20 años, ha sufrido deformaciones sin reversa. Por lo tanto, no importa cuántas libras podamos perder, nunca volveremos a tener la figura primaveral que tanto deseamos. Ese encanto y turgencia de la carne joven, solo se tiene en esas edades. Así, pues, que hay que ser realista ante las posibilidades de lo que debemos esperar con cualquier sistema de adelgazamiento. Si una persona joven se engorda y luego se adelgaza, es posible que llegue a recuperar casi el mismo cuerpo que tenía uno o dos años atrás, antes de engordarse. Pero el que ha sido obeso durante mucho tiempo y ya ha pasado la línea de los cuarenta o cincuenta, JAMÁS volverá a tener una estampa lozana. ¿Por qué? Porque la edad es implacable; la piel no deja de crecer, el esqueleto en general se agranda y la flaccidez muscular es un fenómeno irreversible, aunque no nos guste. Hay que aceptar con el poeta: “Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver...”
4) LA CUESTIÓN DEL TIEMPO. Toda persona gorda es más o menos angustiada y piensa que es posible recuperar su “peso normal” en corto tiempo. Y los gurúes de la delgadez están allí con su mundo de fantasías, ofreciéndoles todo tipo de tratamientos para ponerse como Thalía o Shakira. Eso es puro cuento. Ante la gordura debemos ser realistas. Una persona que se ha convertido en obesa durante veinte o treinta años de hartazgos, NO PUEDE, NO DEBE pretender un adelgazamiento en dos, tres o cuatro meses; ni siquiera en un año. Hacer tal cosa es una pretensión absurda y terriblemente frustrante. Si hemos comido como chanchitos durante treinta años, es una locura pretender revertir semejante proceso en los treinta días de la dieta maravillosa de “Adelgazín”, la pastilla milagrosa que a la gordura pone fin... El que ha sido gordo debe entender que esto no es cuestión de una dieta de tres, seis o nueve meses. Ni siquiera de un año o dos. Es una batalla que deberá librar por el resto de su vida, contra una enfermedad que no solo está en cada una de las células de su tejido adiposo, sino que tiene su “headquarter” nada menos que en el núcleo principal de su mente: el centro de los deseos. No se mata la gordura con una dieta y ya soy flaco para siempre; o que puedo seguir comiendo como cerdo. Creer eso, es abrirle camino al derrotismo y la amargura. Es afirmar en nuestra mente lo que ella quiere que aceptemos: que toda lucha es imposible y que, lo mejor, es abandonarnos a nuestra suerte de ser obesos.
     En el arsenal de pretextos de los gordos, hay un billón de justificaciones para serlo. Sin embargo, el problema tenemos que enfrentarlo en el terreno que legítimamente le corresponde: en la mente. Ese es el campo de batalla principal ante esta pandemia que es la causa directa e indirecta de la muerte de más personas gordas, que todos los flacos que mueren de todas las otras enfermedades juntas.
Recuerden que de las cárceles y campos de concentración nadie sale gordo porque ahí nadie come en exceso. Y ahí sufren todas las torturas que conducen al estrés y la angustia, dos de las supuestas causas de la glotonería. Entonces, no son estos los factores determinantes de la gordura. Y para corroborar esta tesis, allí están MIL MILLONES DE HINDÚES, que pese a todas las preocupaciones que tienen, entre ellos la gordura no es un azote. Y otros mil millones de chinos también son flaquitos y bien proporcionados, a pesar del comunismo y del “aloz”.
     En las próximas “Chispas” continuaré hablándoles del sistema “La mitad más el doble”, único camino que puede conducir a los gordos a recuperar algo de su antigua figura. “Guarantee or your money back”.

Saludos gorditos y cordiales

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