miércoles, 16 de junio de 2010

175 El fútbol y sus reglas

175 “LA CHISPA”                                                        (25 septiembre 2005)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.
EL FÚTBOL Y SUS REGLAS.
     Independientemente de lo que pase hoy 25 de setiembre, la selección juvenil de fútbol nos dio un destello glorioso de lo que debe ser el fútbol entre nosotros. Del fútbol autóctono que nace de la calle, de la plazoletita, de las canchas abiertas, en donde nadie castra el genio de nuestros jugadores. Al latino en general le sobra ingenio para ese deporte, pero se lo están matando a base de tanto “sistema táctico” importado de Europa. El futbolista de esas latitudes es bastante limitado en esa capacidad mágica de improvisar que tiene el latino; es por eso que tienen que compensar su falta de habilidad con tecnología, métodos, sistemas tácticos y enorme preparación física. Su fútbol casi robotizado es absolutamente predecible, así que triunfan los equipos que son mejor aplicados en la ejecución de sus programas computarizados con los que juegan este bello deporte. El latino, por su parte, tiene la capacidad innata (¿en los genes?) de hacer diabluras en el campo de la improvisación. Solo necesita que le den libertad a su genio creativo, sin someterlo a sistemas rígidos que lo convierten en un piñón más de un engranaje. Eso está bien para los europeos, pero no para los nuestros.
Sin embargo, hay una corriente poderosísima en nuestro medio para imitar todo lo europeo. Se puede decir que es una especie de manía tercermundista que nos hace creer que “todo lo europeo o gringo es mejor”. Y eso nos ha conducido a una especie de servilismo en donde los únicos beneficiados son los europeos, cuando se enfrentan a equipos latinos que se han sometido a las “tácticas y métodos europeos”. Ellos suelen ser más altos, metódicos y con una disciplina férrea en la aplicación de sus sistemas. Por lo tanto, si nos ponemos a luchar en su terreno, llevamos las de perder. A ellos debemos oponerles nuestro genio particular en la ejecución del juego: la picardía personal. Es cierto que el fútbol es un juego colectivo, pero si se hace demasiado “colectivo” cae en el fastidio y en la monotonía de lo predecible. Y eso deja de ser divertido. La magia del fútbol está en lo inesperado, en la improvisación, en la genialidad del individuo para resolver una situación, basado en un toque de creatividad personal y único que no puede ser el producto de método alguno. En los manuales europeos de fútbol no existe el capítulo de “GENIALIDADES”. Solo en la mente y corazón del futbolista latino.
      Jamás veremos en un conjunto europeo, selección o club, un gol como el que Maradona les hizo a los ingleses en el último campeonato mundial de México. Todavía no han podido reponerse de la sorpresa. Un mágico “solo” de fútbol que los dejó con la boca abierta. Mejor dicho, NOS dejó con la boca abierta. Esa maravilla de jugada no está en ningún manual europeo de fútbol; ellos no pueden concebir semejante maniobra de individualidad que va en contra de todas las teorías acerca de lo que es un “equipo”. Es claro que tampoco esa conducta está explícita en las escuelas latinas. Pero eso sí, en el corazón, mente y habilidad de nuestros jugadores... incluso de nuestros técnicos. No lo dicen abiertamente, pero cuando un jugador hace algo parecido a lo que hizo Maradona se sienten felices. ¿Por qué? Porque también son como nosotros, enamorados del fútbol-arte, de los magos, de los genios que se salen del monótono esquema y trazan nuevos derroteros dentro de este bellísimo deporte que todos llevamos en la sangre. Allí está Ronaldinho, el genio deslumbrante, que aunque no haga tantos goles como algunos europeos, es el ícono sobre el cual están puestos todos los ojos del mundo cuando juega.
Esos fueron los destellos que vimos en nuestros güilas en Perú. Si fue disposición del técnico, ¡qué acierto! Y si fue decisión de ellos, ¡qué maravilla! El caso es que nos dieron un espectáculo no solo de buen juego colectivo con perfecto entendimiento entre las líneas, sino que algunos de ellos, como Solórzano, Elizondo y otros, dieron cátedra de juego creativo, individualista y de gran capacidad de improvisación sobre la marcha. Ante las gambetas, recortes y cabriolas de nuestros chicos, la defensa peruana empezó a “hacer aguas” por todas partes, y el terror se apoderó de ellos ante los embates de la “tri” infantil. Ese es el fútbol nuestro: imaginativo, de magia, individual y colectivo, matizado con puntadas geniales de los que son capaces de hacerlo. No debe ponerse grilletes a la creatividad de nuestros jugadores; no se les debe colocar en el cepo de los sistemas rígidos y tediosos del fútbol europeo. Hay que darles libertad de improvisación para que manifiesten su talento individual. Una genialidad de esas puede decidir un partido en una fracción de segundo. Con los métodos talvez se ganen algunos partidos, pero ¡qué aburrimiento!
       Mucho he oído del famoso “juego de primera intención”, algo así como que deben deshacerse de la bola como si esta fuera una brasa o estuviera infectada de dengue. Pero el fútbol no es eso; el jugador debe acariciar la bola, sentirla, pensar con calma, conducirla y, al final, pasarla al que esté mejor colocado; pero sin prisa sistemática que no le permita imprimir al espectáculo su sello personal. Yo soy hincha del Barcelona, y veo a ese equipo por ver a Ronaldinho, sin importar que el equipo gane o no. Jamás veo un juego entre equipos alemanes, ingleses, holandeses o suecos, no importa cuántos goles metan porque sus jugadores son robots sin alma. Y aparte de sus depurados sistemas tácticos y el derroche de fortaleza física durante los noventa minutos, no tienen nada que me guste. Nada que satisfaga al modesto hincha que llevo adentro y que exige de su deporte favorito, además de ganar siempre, la magia del espectáculo individual y colectivo. Y eso nos dio la “tri” de los chiquillos, sin importar lo que pase hoy o mañana. Si hoy caen jugando como lo hicieron ante Perú, poco importa. Habrán dado una bella lección de lo que es jugar para el público, para ellos mismos, para la historia; pero por sobre todo, para EL FÚTBOL-ARTE. Para el deleite de los millones que los vimos realizar una faena inolvidable del “juogo bonito” como dicen los brasileños. Y que nosotros podríamos decir: el juego “pura vida”. Felicitaciones, muchachos, ustedes ejecutaron una filigrana que se habrá de conservar en el recuerdo por muchos años.
IS

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