708 “LA
CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
Hay
animalitos en la naturaleza que realizan ciertas obras a la perfección:
hormigas, abejas, avispas y termitas. A
base de tanta repetición, por millones de años, su trabajo es óptimo, pero son
incapaces de introducir alguna novedad o variante en su monótona labor; son
predecibles y siempre hacen lo mismo. Así somos los latinos: incapaces de
aprender alguna nueva conducta en relación con los problemas sociales centenarios
que nos aquejan. Y el peor de ellos es
la política (como la entendemos nosotros), ante la cual no tenemos ninguna
respuesta racional, a pesar de que sabemos bien cómo se lleva a cabo este juego
de unos pocos pero que nos afecta a todos.
Conocemos bien cómo funciona la maquinaria política, quiénes la manejan
y hacia dónde se mueven los resultados económicos de esta actividad, y parece
importarnos un chayote. Impávidos vemos
maniobrar a esta gente, como si no nos afectara su maligna labor.
Como borregos seguimos el ritual,
hipnotizados por palabras y promesas que nunca se cumplen. Y con la indolencia propia de una raza
decadente y destinada a la desaparición, observamos los resultados con la resignación
de los cristianos que mandaban al Coliseo.
Hemos renunciado a la agonía (lucha) y toleramos que otros jueguen con
nuestras vidas como si fuera un asunto baladí.
Dejamos que otros decidan sobre cuestiones vitales que afectan nuestra
existencia y la de nuestras familias. Hemos
permitido que pequeños grupos de cabrones se hayan hecho dueños del Poder en
forma permanente y que, mediante un sistema falaz, nos hagan creer que todos
participamos en la escogencia del Gobierno y el rumbo de los negocios de la
nación. Hasta el más torpe de nosotros conoce la mecánica básica de nuestro
sistema político y está enterado de cómo funciona y en manos de quiénes
está. Sin embargo, tanto el bruto como
el hombre culto, son víctimas de la misma abulia ante los asuntos del
Estado. Todos nos hemos entregado a la
fatalidad, y eso ha permitido que cualquiera pueda ser candidato y,
eventualmente, gobernante de nuestros países.
Basta con tener dinero en abundancia, y cualquier partido los nombra y hace presidentes… o vicepresidentes.
No
es necesario que los conozca el pueblo, tampoco se precisa una vida pública al
servicio de los conciudadanos; basta ser banquero, tener mucha plata para
comprar la nominación ¡y listo! La
política en la América Latina es una subasta en la que participan siempre los
mismos: los que tienen la chochoska
para comprar lo que les gusta o con lo que quieren hacer negocios. Solo
es cuestión de tener sentido de la oportunidad. Por ejemplo, el candidato a vicepresidente
por un partido político, un ABSOLUTO
DESCONOCIDO para el pueblo, salió “elegido” sin hacer el menor esfuerzo
cívico o de proselitismo por ganarse los votos que recibió. Fue suficiente que asistiera a dos o tres
desfiles de la candidata, y ya. En un sistema democrático de escogencia
directa, este señor solo hubiera sacado UN
VOTO. Entonces, ¿cómo es que la
gente no entiende O NO QUIERE ENTENDER
la trama de semejante mascarada a la que le llaman “democracia” con libre elección de los gobernantes? Y no se puede alegar el interés de triunfar,
porque eso no es más que un cuento. ¿En
qué triunfa el pueblo cuando alguno de esos individuos es elegido? ¿Cómo es posible
que alguien pueda ser vicepresidente de la República con solo un voto? Tecnicismos
de la “democracia formal”… ¿Lo habían
pensado? Estribillo:
“Nos preocupa el pueblo”
Todos
los políticos nos dicen lo mismo, nos prometen lo mismo y siempre hacen lo
mismo por nosotros: NADA. Tan indolentes nos hemos hecho ante esta
situación, que todo nos parece un chiste que debemos repetir cada cuatro
años. Sabemos que son mentirosos y que
nada les importa la suerte de los pueblos, pero seguimos participando y
legitimando esta farsa eterna con nuestros votos. Somos
dóciles como ovejas, y ellos lo saben.
Por eso hacen lo que les da la gana. Pero hagan lo que hagan, los latinos NO APRENDEMOS y siempre estamos
dispuestos a poner el otro cachete. Hablar
de corrupción y mentiras de los políticos ya no tiene sentido, nuestros
gobernantes han entrado en otra dimensión de cinismo imposible de clasificar; su
desfachatez va más allá de cualquier
denominación. Veamos un ejemplo que creo
talvez sirva para ilustrar lo que digo en relación con la actitud de los
políticos. Jingle político: “Estamos escuchando al pueblo”.
Hace
tiempo recibí un bellísimo proyecto legal que era un propósito nacional para
crear los mecanismos y entidades capaces de poner freno a la corrupción estatal
de manera eficaz: “Conferencia Nacional
para la Presentación de la Legislación para Prevenir la Corrupción”. Era un proyecto extraordinario que
contemplaba casi todo lo necesario para crear instituciones que velen en forma
eficaz por la transparencia en los asuntos del Estado. A los que no lo hayan leído y quieran
estudiarlo, se los puedo enviar para que lo valoren. Fue leído ante altas autoridades como la
presidenta de la Corte Suprema de Justicia y el delegado de la OEA en Costa Rica el día 5 de julio del
año 2001. Es una verdadera pieza
jurídica destinada a poner los controles necesarios para prevenir la corrupción
en el Estado. Discurso adornado con
citas de Séneca, Aristóteles y uno que otro personaje moderno, daba la impresión
de ser una seria tentativa para ponerle coto a la corrupción. Pero parece que se quedó en nada, como todos
los proyectos políticos que puedan comprometer a sus proponentes en algún
momento de su carrera como funcionarios.
¡Ah! Este discurso fue leído por
el Presidente de la República en ese momento, don Miguel Ángel Rodríguez. (¿La seguridad ciudadana?)
Parece
que los latinos estamos incapacitados genéticamente para aprender nada sobre
política, y mucho menos, sobre politiquería. Somos tan dóciles que en realidad damos la
impresión de ser como dicen que dijo don Pepe: “pueblos domesticados”. El
jolgorio de las campañas políticas nos vuelve locos, sobre todo, si hay
cimarronas y buen guarito de por medio.
Lo que importa es “ganar las elecciones”, y mañana, ya veremos…
Esa
es toda la filosofía que anima
nuestra actividad cívica. Todo el mundo
nos agarra de chanchos. ¿No tenemos
capacidad alguna para discernir?
¿Seguiremos haciendo lo mismo hasta que desaparezcamos de la faz de la
tierra? Por desgracia, hacia ese final
apuntan todos los indicadores. Somos
una raza mansa.
Hormiguescamente
¿Sucede
algo parecido en su país?
Ricardo Izaguirre S.
E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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