617 “LA
CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA SEDICIÓN EN LA AMÉRICA LATINA
Ya
vimos que la sedición es “El alzamiento
colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina
militar sin llegar a la gravedad de la rebelión”. También, en sentido figurado, “La sublevación de las pasiones”. Eso nos lleva a una coincidencia de
conceptos, y nos encontramos ante un problema de carácter lingüístico, pues el
diccionario también nos dice que sublevar es “Alzar en sedición o motín”.
También en derecho se dice que rebelión es “delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la
militar, consistente en levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de
derrocarlo”.
Ahora bien, ¿quién califica el
delito, su gravedad y, además, aplica las penas? El Estado.
¿Para qué lo hace? Para
salvaguardar su integridad y no la de los ciudadanos, aunque ese sea el
pretexto. Ante el levantamiento o el
desacuerdo popular masivo, el Gobierno, en defensa de sus intereses y los de la
clase que representa, toma una posición que siempre es antagónica a la de los
trabajadores. Siempre minimiza el valor de las protestas y
las atribuye, invariablemente, a “grupos agitadores”, a “cabezas calientes” o a
“terroristas al servicio de intereses extranjeros”. Ya se trate de problemas laborales,
salariales, de impuestos o lo que sea, el Estado siempre se acomoda al lado de
la Oligarquía y esgrime los bozales del orden constitucional. Todo es válido para mantener el “orden público”. Desde las leñateadas hasta los
encarcelamientos, despidos e intimidación oficial. Además, la inclusión en las listas negras
específicas que facultan a los Gobiernos a cometer abusos en contra de aquellos
que son etiquetados como “molestos” (para utilizar un término benévolo). Y ¿por qué los ciudadanos tienen que llegar
hasta esos extremos de violencia ante los problemas sociales que los
acongojan? Porque NADIE los escucha individualmente.
El silencio oficial ante la angustia de los pueblos latinos es terrible,
desesperante y generador de rabia y frustración. Como los colectivos no tienen poder
económico ni cohesión social, es fácil ignorar sus quejas por separado. Solo cuando furia rebasa los límites de la
paciencia, se levantan violentamente
para expresar su incomodidad y angustias de la única manera que les garantiza
que serán escuchados. Es su último
recurso, pues no tienen otra opción ante la indolencia de los “dirigentes”
políticos por los problemas de las clases pobres.
La figura jurídica de la
sedición es el arma del juicio final
que esgrimen los gobiernos en contra de todos aquellos que no se plieguen
dócilmente al orden constitucional. Aunque este esté plagado de injusticias.
Pero ¿qué es lo que conduce a la
sedición o rebelión de un pueblo? ¿Cuando
está feliz y con todas sus necesidades satisfechas? ¿De
qué otra manera, que no sea por la vía de la sedición, puede una
colectividad hacerse escuchar de un gobierno sordo, insensible, inepto y
elitista que solo se ocupa de la minoría de privilegiados? ¿Mediante los inocuos “desfiles” que organiza la COSEP, DEMAC o los sindicatos blancos? ¿Alguien los escucha? ¿Se resuelve algo mediante esas folclóricas y pacíficas manifestaciones
que suelen contar con el beneplácito de las autoridades, porque estas saben la
inutilidad de tales actos? Aunque esto
parezca majadería, debemos repetirlo hasta el cansancio: los Estados solo atienden
las órdenes que dan las oligarquías. Recuerden la aprobación del TLC. Entonces ¿qué le queda a la población para
hacerse oír? El levantamiento, la
protesta airada, la organización, la rebeldía.
Cuando todos los caminos hacia la justicia le son cerrados por la eterna
abulia oficial, no le queda más camino que la violencia. Y como se trata
de supervivencia, esta adquiere el carácter de legítima. Porque
el pueblo es el que manda.
Analicemos
esto, ¿cuáles son las causas por las que la gente puede organizarse para protestar? Primero, que tenga necesidades vitales sin
resolver: trabajo, vivienda, comida, vestido, educación, salud y
seguridad. ¿Y cómo se crea consciencia
colectiva de esta situación? Mediante la
convocatoria de los líderes comunales.
¿Y esta convocatoria qué es? SEDICIÓN. Hemos llegado al punto que le preocupa a los
que detentan el PODER (la
Oligarquía). Entonces se aplica la figura jurídica que considera al liderazgo
de todo movimiento cívico en busca de reivindicaciones como un acto de sedición, que es calificado por las mismas
autoridades. Tan importante es esta arma
de disuasión en las democracias formales, que en todas las constituciones se
aseguran de que quede bien claro este atemorizante “delito”, que en realidad no
es más que un bozal con el que se asegura la docilidad y silencio de la
población.
La soberanía reside SOLO en el pueblo; eso lo repite todo
el mundo, pero nadie pone en acción esta fuerza avasalladora porque los partidos políticos han usurpado la
capacidad de decisión de la gente. Han alienado a los ciudadanos haciéndolos
creer que solo mediante la agrupación partidaria es posible obtener justicia y
atención del Estado. De esa manera, el
individuo cede sus privilegios cívicos para que otros los administren. Y cuando el hombre “delega” y cree que los
diputados van a resolver sus
problemas está perdido, pues ha puesto su destino y sus intereses en manos de gente
a la cual él nada le importa. Y si esta
forma de dominio falla, al Poder le quedan los bozales del “orden jurídico”
mediante los cuales se atemoriza a todo el que intente rezongar. La
sedición le puede costar años de cárcel.
De esa sutil forma, el Poder se
asegura de que nadie se atreverá a convocar, guiar o sublevar los ánimos de los habitantes en su lucha por conseguir la
parte que le corresponde según el mandato que dice: “El Estado procurará el más adecuado reparto de la riqueza”, del cual hablan todas las constituciones. Pero
si este no cumple con ese deber y solo se preocupa por los negocios de los ricos
(que son los mismos que controlan el poder político), ¿qué puede hacer el
ciudadano? ¿Una campaña televisiva, por
radio (estilo CANARA) y la
prensa? ¿Qué recurso le queda a este
cuando nadie lo escucha? La organización, la cual NO se puede lograr si no hay exaltación
de los ánimos en relación con una causa común y apremiante; y esto es SEDICIÓN, según el legislador. La segunda etapa es la REBELIÓN, en donde ya no importa nada, porque el Gobierno se
derrumba. (¿Sucede esto en su país?)
Sediciosescamente
Ricardo Izaguirre S. E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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