miércoles, 11 de enero de 2012

612 En la indolecia cívica del ciudadano...


612    LA CHISPA        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EN LA INDOLENCIA CÍVICA DEL CIUDADANO…
            Entre el arsenal de vocablos de gran utilidad en la democracia formal, figuran MAYORÍA y MINORÍA, como dos referentes para expresar lo que es justo o no, de acuerdo con los consensos acerca de algún tema de interés general.  Pero el alcance de estos términos debería ser bien definido según el asunto que se discuta, tal es el caso de las elecciones presidenciales, en las que el voto no es acción facultativa sino un deber cívico cuya omisión debe ser penalizada como un delito.  La indolencia del ciudadano ante este mecanismo de selección de gobernantes puede conducir a la distorsión total del sistema, ya que puede llevar a la presidencia al representante de una minoría.  Cada ciudadano con capacidad de votar debe hacerlo, y tiene que hacerlo por alguien, pues el voto en blanco es una burla al sistema y a la sociedad que hacen posibles estas justas cuyo objetivo es elegir a un gobierno representativo de la voluntad popular mayoritaria.  Con todos los defectos de la “democracia formal”, es el instrumento mediante el cual el ciudadano se hace sentir.  No debe existir ese portillo de los votos válidos o nulos por cuestiones triviales como una mancha de tinta o cualquier otro accidente de la mecánica seguida.  TODOS los votos deben ser válidos.  No es justo ni correcto que un padrón que registra tres millones de votantes, lleve a la presidencia de la república a un tipo con menos de UN TERCIO del total de los electores.  Votar en blanco es favorecer un sistema fraudulento, y de ninguna manera constituye una PROTESTA cívica. 
 Imagínense: un Presidente con el 33% de los votos de los ciudadanos NO SERÍA UN PRESIDENTE LEGÍTIMO.  Puede que lo sea desde el punto de vista “legal”, pero NO  SEGÚN LA VOLUNTAD POPULAR.   Si este mismo sujeto logró derogar un artículo constitucional mediante el voto de cuatro gatos de la Sala Cuarta, y de esa manera llegó al Poder mediante un tercio de los votos, tiene que ser ilegítimo desde la perspectiva de los ciudadanos.  ¿Y por qué sucede una situación tan absurda?  Por la indolencia cívica de los ciudadanos.  Porque permitimos que otros tomen decisiones por nosotros.  Nos hemos abandonado a la voluntad de los políticos y les hemos extendido un cheque en blanco en relación con aquello que son nuestros intereses a los que nunca deberíamos renunciar.  Revisen la estructura de la Constitución con ojo crítico y entenderán lo que les digo.  La mayor parte de sus artículos son puro lirismo; y las que contemplan asuntos de mayor seriedad, están fuera del alcance del ciudadano.  El constituyente se reservó el derecho de ponerlos en un terreno solo de la competencia de la Asamblea, es decir, del Gobierno y la clase gobernante. 
Abroquelados con “el orden constitucional”, la clase dominante puede hacer lo que le dé la gana en contra de la voluntad e intereses de ese pueblo que les delegó la función legisladora (por disposición expresa de otra asamblea constituyente).  Veamos el caso de las garantías individuales en su capítulo primero.   Los artículos 22, 23, 24, 26, 28, 29, 30 y 37 confieren ciertas garantías inherentes a la condición humana.  Pero resulta que el artículo 121 señala entre las atribuciones de la Asamblea Legislativa, la suspensión de esas garantías cuando ella lo estime: “… en caso de evidente necesidad pública”.   ¿Quiénes y cómo se determina que algo es de “evidente necesidad pública” y no de los intereses de la clase poderosa?  Es claro que las garantías individuales, según el artículo 121, no son más que un juguetito que la Asamblea le presta al pueblo mientras este no cause ningún problema.  Es una teoría inocua que se mantiene mientras la gente no viole “el orden constitucional”.    24) Pero si este protesta en la forma que debiera hacerlo, el Gobierno tiene derecho de violar nuestra correspondencia, comunicaciones orales, escritas y de cualquier otro tipo.  El portillo está abierto para que hagan lo que les dé la gana.  26) Se suspende el derecho a reunirse a discutir asuntos políticos y examinar la conducta de los funcionarios.  Cero críticas al Presidente, Diputados y todos los funcionarios, por ineptos que sean.  28)  Entonces usted puede ser inquietado y perseguido por manifestar sus opiniones.  Ley del silencio, el Estado se vuelve intocable gracias “al Orden Constitucional”.  Art. 29) A partir de su suspensión, usted NO puede comunicar su pensamiento ni de palabra ni por escrito, y estos deberán ser censurados por el gobierno.   Art. 30)  Se le cierra el acceso a toda información gubernamental.  Art. 37) Usted puede ser arrestado arbitrariamente sin que medie orden de juez o autoridad competente.  Cualquier militar lo puede meter a la cárcel si usted es alguien “incómodo” para el sistema.   ¿Le parece una broma?  Pues no lo es.
Todo eso está consignado en nuestra Constitución y a nadie parece importarle.  Todos dan por un hecho que eso nunca va pasar… pero ¿qué tal que sí?  Antes se enseñaba en los colegios una materia específica que se llamaba “CÍVICA”, pero como esta se prestaba para que los alumnos pensaran, preguntaran, dudaran y propusieran, desapareció del calendario escolar.  ¿Por qué?  Ustedes saben la respuesta.  Hace muchos años, cuando todavía estaba en pleno apogeo la Guerra Fría, los colegas profesores de Estudios Sociales recibieron una orden tajante del Ministerio de Educación: que debían saltarse o ignorar todos los capítulos del programa que hablaran sobre el comunismo.  Y todos lo acataron.   Indolencia cívica de lo más bárbara.   Y esto NO sucedió en la Nicaragua de Somoza o El Salvador de los militares; el Brasil de Getulio o el Chile de Pinochet.  Fue en la Costa Rica democrática de un presidente democrático que decidió, por toda la ciudadanía, por todos los educadores y educandos, la mejor manera de “combatir” el comunismo y cooperar con el “Mundo Libre” liderado por los Estados Unidos.
¿Qué tal si revivimos la Cívica en los colegios y escuelas?  Y ¿qué tal si todos nos dedicamos a estudiar un poco ese documento que conocemos como Constitución Política?   Todo eso sería bueno, pero la realidad es que mientras el pueblo siga siendo indolente y solo se preocupe por sus problemas individuales, nunca daremos el paso necesario para ser ciudadanos activos que participan en la formación de la democracia real.  Mientras solo nos preocupemos por lo propio y sin sentido fraternal, seguiremos siendo víctimas de ese “conveniente” individualismo tan ponderado y auspiciado por algunos.
Cívicamente                                                                      E-Mail: rhizaguirre@gmail.com       
                        Ricardo Izaguirre S.    
Blog:     La Chispa       http://lachispa2010.blogspot.com/    con link a    Librería en Red
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