viernes, 30 de septiembre de 2011

148 ¿Qué hay después de la muerte?

148   “LA CHISPA     
 Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ HAY DESPUÉS DE LA MUERTE?
            Esta no es una pregunta retórica o de intención meramente religiosa; es una exigencia de la mente humana, como producto de lo que la educación le ha enseñado al individuo en el grupo social en el cual nació.  En el Oriente no suele alcanzar los ribetes de importancia y terror que inspira en la gente occidental, pues ellos suelen tener una idea más clara de lo que significa la muerte.  Otra cosa es en occidente, en donde la ciencia parece tener respuestas para todo y así se lo hace creer al individuo, pero ante el fantasma de la muerte guarda cuidadoso silencio, adopta una actitud sarcástica y de menosprecio o simplemente pretende ignorar el tema, como si no le atañera o careciera de importancia.  La muerte es un asunto que preocupa, inquieta y aterra a cientos de millones de personas y, por lo tanto, debe ser un tema de investigación por parte de la ciencia.  Pero de estudio serio y profundo; sin fantasías complacientes, pero sin menospreciar ningún elemento de juicio que pueda orientar.  Incluyendo la brujería, el hipnotismo, el ocultismo, el misticismo, la astrología y la magia.  Es cierto que hay miles de charlatanes en esos campos (igual que los hay en la ciencia), pero no puede ser que tantos hombres, por tanto tiempo, hayan estado errados en sus conclusiones sobre el mundo de los muertos.
            La ciencia ha mantenido una actitud de arrogancia ante el fenómeno social de la muerte.  Nosotros, han dicho los científicos, llegamos hasta allí, cuando el individuo expira.  Pero resulta que la muerte es un tema mucho más importante que el cáncer, los rayos láser o la conquista del átomo o del universo.  La muerte es un problema vital (o mortal) que ocupa la atención de billones de personas en el mundo.  Y como genera más angustia, dolor y preocupación que todas las enfermedades juntas, DEBERÍA ser un tema obligado en la agenda de la ciencia.  Pero no con los prejuicios que siempre lo hace; no con la altanería burlesca con la que siempre pretende desvirtuar la fe, suposiciones y conocimientos que el hombre ha adquirido sobre este tópico a través de los milenios.  Todas las literaturas, mitos y religiones están plagadas de referencias, historias y leyendas relacionadas con el mundo de los muertos y su condición allí.  ¿Estarán equivocados todos, y solo un grupo de “científicos” tiene la razón?  ¿Y cuáles son las pruebas DE VERDAD que la ciencia ha presentado sobre las inconsistencias acerca del ámbito de los muertos?  ¿Ha aportado la ciencia pruebas contundentes de que todo acaba allí?  Y no me refiero al escepticismo burlón sacado de un aparato de rayos X o de una tomografía del cerebro de un cadáver, sino a pruebas científicas irrebatibles.  En este dilema la “ciencia” siempre ha aplicado el principio de autoridad para negar, nada más.  El interés de millones de personas debería merecer de la ciencia un enfoque más serio, más profundo, tolerante y científico.  Pero no se trata de ser condescendiente con los mitos, o indulgente con la fe, sino de embarcarse en un intento serio por encontrar respuestas “tangibles”.
            Es un hecho que cuando soñamos, la consciencia se traslada a algún vehículo apropiado que tiene la capacidad de retirarse cerca o lejos del individuo que sueña.  Es un hecho que soñamos o no.  También es cierto que el cerebro suele ser uno de los centros de esta actividad, puesto que él es el núcleo de la consciencia humana en cada persona.  Pero ¿son todos los sueños producto de la fisiología cerebral o de lo que comimos en la noche? ¿O existe un ámbito en donde la consciencia se proyecta más allá del cerebro?   Y de existir ese medio, ¿qué cosa es y de qué materia está formado?  La materia no parece tener límite “hacia arriba o hacia abajo”, y esto deberían saberlo muy bien los hombres de ciencia.  Apenas ayer, en términos históricos o evolutivos, se creía que todo lo que estaba más allá de la visión humana no existía.  No existía el átomo ni las partículas subatómicas.  Eran fantasías e infantilismos de Leucipo y Demócrito.  Y para los efectos prácticos de la casi totalidad de la gente, SIGUEN SIN EXISTIR.  ¿Entonces?  ¿No sería posible que haya un mundo que, debido a la pequeñez de sus partículas, nos compenetre y nos envuelva sin que nos demos cuenta? Imaginemos una clase de materia tan sutil cuyos átomos sean tan diminutos, que su relación con los de la materia física que conocemos, sea como son nuestros átomos en relación con el átomo del cual el Sol es el núcleo.   Entonces sería muy fácil entender la razón por la cual no podemos observar esos “núcleos MATERIALES de consciencia” que forman los muertos.  ¿Por qué no puede ser real el orbe de las ideas de Platón, del mismo modo que lo es el microcosmos “fantasioso” de Demócrito y Leucipo?  Parece que el único problema es una cuestión de tamaño.  Pero no para la Naturaleza, sino para el hombre, que no cuenta con los medios físicos para poder observarlo; por eso es un misterio o un plano inexistente; como era el universo de los microbios hasta la invención del microscopio.
            ¿Por qué se cierra la ciencia ante esa posibilidad tan científica o más, que la teoría de los agujeros negros que se tragan la luz?  Es la ELECTRÓNICA (la magia moderna) la que está llamada a proporcionar los instrumentos que en el futuro no muy lejano, habrán de posibilitarnos la observación y comunicación con los muertos; eso es seguro.  Pero es toda la comunidad científica la que nos tendrá que dar respuestas prácticas y “físicas” acerca de ese universo misterioso que hasta hoy solo es del dominio de los místicos y ocultistas, que pueden trasladar su conciencia a voluntad, hacia ese espacio que el escepticismo “científico” ha negado con una obstinación que es impropia incluso de cavernícolas.  Y cuando abramos esas ventanas ¿se imaginan todo lo que podremos ayudar a nuestros muertos?  ¿Pueden calcular todo el innecesario terror que desaparecerá de la humanidad?  El fundamento de las religiones se estremecerá y rodará hecho añicos, y sobre sus pavesas renacerá la religión primigenia, la religión de la VERDAD.  A partir de ese momento, la visión que el hombre tenga sobre la vida y su papel en el programa general de la Naturaleza, alcanzará alturas jamás soñadas más que por los místicos que, desde siempre, parecen conocer la mecánica del sistema. 
            Entonces, parece que hay dos caminos para acceder al territorio real y físico de los difuntos: uno es morir pero sin prejuicios ni miedos religiosos que condicionen la percepción que el individuo tenga de ese mundo.  Y el otro es penetrar allí sin fallecer; como lo han hecho desde siempre los ocultistas.  Y como lo harán los científicos cuando, desprovistos de prejuicios y poses vanidosas y arrogantes, decidan encarar con seriedad la aventura más apasionante que ha cautivado la mente del hombre desde que dio sus primeros pasos sobre la tierra, y su consciencia empezó a plantearle este gran Enigma que ha sido la obsesión de filósofos, religiosos y hombres ordinarios: ¿Qué hay después de la muerte?  ¿Residen Dios, Cristo y los ángeles en ese mundo?  Las religiones siempre nos han dicho que allí nos están esperando, bien sea para quedarnos con ellos, o para remitirnos a los dominios de don Sata.  ¿Podremos verlos mediante el “ultramicrovisor” de ochocientos megabytes?  ¿O necesitaremos más memoria y programas más poderosos?  ¿O simplemente aprenderemos a trasladar nuestra conciencia a ese y otros planos más sutiles todavía?
            ¿Cree usted que el reino de los muertos es algo “divino y mágico”, o que es un espacio físico semejante al nuestro?  Estudie todas las posibilidades y no se conforme con las posiciones dogmáticas que le han planteado en la religión o en la ciencia materialista y burlona.
           
             Ricardo Izaguirre S.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

69 El Metro josefino

69     “LA CHISPA           (4 de junio de 2003)

LEMA: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL METRO JOSEFINO

            San José es una ciudad colapsada.  ¿Ya lo había dicho?  ¡Claro que sí!  ¿Y eso quién no lo sabe?  Así que el problema no está en definir su magnitud o peligro, sino en buscar una solución definitiva no solo al tráfago vehicular, sino a la terrible erosión económica que representa la factura petrolera.  Se trata de cómo podemos reducir esos grilletes que nos encadenan a la larga lista de países esclavos de las transnacionales del petróleo.  Tenemos que aprender a ser autosuficientes en materia de transporte, porque tarde o temprano, la adquisición de combustibles fósiles se irá haciendo no solo más cara, sino difícil.  Si meditamos bien la situación, veremos que el futuro del transporte comercial y de pasajeros está en los trenes.  Y esto no es un sueño o profecía, es sentido común.  Nadie sabe qué habrá de pasar en los próximos años en cuanto a ese carburante, que puede convertirse en el arma de dominación total en manos de sus monopolizadores.  Pero una cosa es segura, cuando las reservas del oro negro empiecen a declinar, los Estados Unidos será el único país que cuente con él.  A las buenas o a las malas, serán los últimos en quemar la última gota de petróleo del planeta.  Y si esperamos hasta entonces, ¿qué haremos?  ¿Por qué no ir buscando desde ahora la solución a ese problema que, TARDE O TEMPRANO se nos vendrá encima?  La pregunta no es si esa situación se dará o no, sino cuándo.  Aquí no tenemos ese recurso, por lo tanto, debemos buscar una alternativa viable (estamos obligados a eso) no solo para el presente, sino para el futuro.  Y ¿cuál es esa opción?  La ELECTRICIDAD.  Eso es algo que también todo el mundo sabe.  Entonces ¿por qué invertir más dinero en la construcción de carreteras malas, costosas y de poca duración?  ¿Por qué invertir en algo que nos esclaviza cada día más?
            Es un estribillo que se repite todos los días en la prensa: “aumento en la gasolina”, “aumento en los taxis y autobuses debido al aumento en la gasolina”, “aumento del crudo en todo el mundo”.  ¿Adónde iremos a parar a ese ritmo?  Llegará un momento en que ni todas las exportaciones del país alcanzarán para pagar el crudo que importamos, y de esa manera, estaremos en manos de aquellos que controlan ese mercado en forma monopolística (Estados Unidos).  Estos ya son dueños de Arabia Saudita, los Emiratos, Kuwait e Irak, Venezuela, México e, incluso, del petróleo ruso; únicamente les falta Irán.  Y una vez que lo logren, podrán dictar sus términos de rendición al mundo entero.  ¿Parece una broma?  No lo crean.  El panorama es sombrío; pero nosotros tenemos una alternativa mediante la cual podemos resolver del setenta al ochenta por ciento de nuestras necesidades de transporte de una manera barata y limpia; además, inagotable: la electrificación.  Véase que tenemos la infraestructura necesaria, pues casi no hay lugar del país que no esté cubierto por un buen servicio eléctrico.  Y eso no lleva a la conclusión siguiente: no hay sitio de Costa Rica adonde no podamos llevar el ferrocarril eléctrico.  De mar a mar y de frontera a frontera.  Y por dicha la mayor parte de la población del país se encuentra concentrada en un  espacio pequeño que bien puede ser servido por un eficiente servicio de tren metropolitano. 
            San José todavía es una aldea grandota, sin muchos problemas de edificaciones altas y costosas, lo cual simplifica de manera importante la construcción del Metro.  En el círculo por donde pasaría el anillo periférico del Metro, solo se encuentran casuchas, casitas y viviendas de un piso y mediana calidad.  El precio de estas habitaciones es relativamente bajo y no significaría una suma fuera de las posibilidades del Estado. Además, como el Metro sería suspendido, únicamente habría que incautar y comprar los sitios en donde se levantarían las patas de los carriles.  Y a partir de este anillo periférico, saldrían varios ramales de servicio en diferentes direcciones.  Una hacia el este que llegara hasta Cartago y Paraíso; otra hacia el nordeste que cubriría Guadalupe, Moravia y Coronado.  Otra hacia el norte, que se extendería por Tibás, Santo Domingo, Heredia y Alajuela.   Otro ramal hacia Pavas y una serie de pueblos y barrios ubicados en esa dirección; y luego, otras tres líneas hacia las poblaciones situadas al sur, sureste y suroeste de San José.  Eso resolvería casi la totalidad del transporte de pasajeros hacia dentro y fuera del área metropolitana.  Y cuando fuera necesario podrían crearse más ramales a partir del periférico hacia todas aquellas zonas que ameritaran ese servicio.  Es decir, tendría una proyección futurista.  Y a partir de las estaciones alejadas del Metro, se ubicarían los servicios de buses y taxis hacia los sitios que el tren no pudiera servir.  Todas estas líneas férreas serían de doble vía, con lo cual el servicio sería mucho más fluido, rápido y sin riesgo alguno de choques.  Y también a partir de ese anillo suspendido, vendría el servicio hacia el centro de la capital.  ¿Cómo sería este?  Pues muy sencillo: una serie de rutas dobles este-oeste y norte-sur, distribuidas de manera adecuada para que las estaciones se encuentren en lugares estratégicos, accesibles y cercanos a todos los puntos importantes de la ciudad.   Nótese que fuera de la avenida central y las dos que le siguen paralelas al norte y el sur, no se encuentran edificaciones costosas ni de importancia histórica.  Todas son casuchas que bien pueden ser derruidas para dar cabida a las estaciones del Metro.  Y dado que este será suspendido dentro de la ciudad, ni siquiera habría que inutilizar las calles por donde circule el tren.  Algo así como el metro de Chicago y tantas otras ciudades de Estados Unidos y Europa.  Allí está la solución no solo al transporte masivo de pasajeros y carga, sino la salvación de esa vital dependencia de un combustible que no producimos y que cada día es más caro y problemática su adquisición.  Y los que tienen carro, ¿se imaginan el enorme descanso que significaría viajar desde Cartago a sus oficinas en San José, completamente tranquilos y sin preocuparse por los embotellamientos y otros problemas terribles que afrontan los conductores?
            Veamos cómo sería esa distribución urbana: desde el anillo periférico, para servir a todo el centro de San José, bastan cuatro rutas este-oeste y dos norte-sur. Y mediante una serie de estaciones adecuadamente situadas para hacer todos los cambios posibles, no quedaría un solo lugar de la ciudad al cual no se pudiera ir por una combinación del Metro y un máximo de cinco cuadras a pie. 
            Este sistema podría operar las veinticuatro horas del día variando su intensidad según las horas laborales.  Además, suministraría muchos de puestos de trabajo entre los maquinistas, conductores y policía de vigilancia en las estaciones y en el propio tren.  También los estacionamientos debajo del Metro producirían buenas ganancias a la Municipalidad.  Y las posibilidades comerciales de las estaciones son muy variadas.  Entonces, ¿por qué no podemos realizar ese proyecto que nos traería enormes ventajas a mediano y largo plazo?  ¿Qué nos impide liberarnos de la esclavitud del petróleo?  ¿Los intereses de unos pocos nacionales y de las empresas transnacionales?
            Por favor, suplico a algún interesado que me diga por qué no podemos llevar a cabo ese proyecto que sí resolvería el problema del transporte de pasajeros, y esa pesadilla de los embotellamientos en una ciudad agresiva contra el ser humano.  San José es una ciudad despiadada con el peatón; violenta, deshumanizada.  Y no es haciendo más carreteras o ampliándolas como se va a resolver ese problema.  La prueba irrecusable de este aserto está en los Estados Unidos.  Todos los años construyen cientos de miles de kilómetros de “freeways” de todos los tamaños y número de carriles, y de inmediato, aparecen nuevos millones de autos para congestionarlos. Podrán pavimentar todo el territorio de ese país, pero siempre habrá más y más carros.  JAMÁS resolverán ese problema si en cada familia hay tres o cuatro carros, o mientras los gringos se nieguen a hacer uso del transporte masivo.  Pero si ellos tienen el Poder para dilapidar los recursos colectivos de la humanidad, nosotros no.  ASI QUE LA SOLUCIÓN NO ESTÁ EN HACER CALLES MÁS ANCHAS O MÁS CARRETERAS.  Esa es una falacia claramente desmentida por los Estados Unidos, el país que tiene las mejores y más abundantes carreteras del mundo.  Sin embargo, también tiene los más serios problemas de congestionamiento vehicular.  Hay que manejar en Los Ángeles o Nueva York para saber lo que es el infierno.  Construir más carreteras no es la solución como creen algunos simplistas.  Esa vía nos esclaviza más a una dependencia muy cara y peligrosa que no podremos seguir sufragando indefinidamente.
            La solución a ese problema está en brindar al usuario una alternativa de transporte eficiente, seguro, rápido, puntual y barato.   ¿Qué necesidad tendría un dueño de carro de llevar su vehículo hasta el centro de San José, si el Metro lo puede llevar hasta allí de manera confortable y segura?  Si yendo en el Metro se economiza tiempo, pago de estacionamiento, derrame de bilis, riesgos personales y tranquilidad, ¿por qué no utilizar este servicio?   ¿Por qué ir a meterse dentro de ese infierno vehicular del centro de la ciudad si en el Metro puede ir tranquilo, sin riesgos, leyendo el periódico u oyendo música?   No se trata de prohibir el uso de carros particulares o públicos, sino de desestimular, racionalmente, su uso innecesario.  Aunque, desde luego, tendría que establecerse una zona de exclusión total de vehículos motorizados a partir del punto cero de la ciudad (cruce de avenida central con calle ídem) para garantizar la seguridad de los peatones.  Y allí si podría entrar la solución parcial del uso de bicicletas, que la gente podría llevar consigo en el Metro.  Podrían montarse decenas de ciclos de alquiler de esos vehículos.  La panacea.  ¿Afirman que no se puede?  Que alguien me diga por qué no. ¿La inversión inicial?   Si el Estado reparte semestralmente MILES DE MILLONES DE COLONES del erario entre los beneficiarios de los CAT, ¿por qué no se podría hacer esa inversión que sí sería recuperable en quince o veinte años?  Mientras los CAT son pérdida total para el pueblo, el Metro es una inversión invaluable que pasaría a formar parte del patrimonio nacional.  En todo caso, también podría encargarse a una empresa internacional que lo hiciera, administrara y pagara los impuestos respectivos.  Y como es seguro, consumiría electricidad suministrada por el ICE.  Además, generaría gran cantidad de puestos de trabajo.
            En otros países como Estados Unidos, las entregas de mercancía a los comercios se hacen durante la noche (de 12 m a 4 a.m.).  Entonces, ¿por qué aquí vemos que ese reparto se hace durante las horas de mayor congestión peatonal y de vehículos?  ¿Por qué no es posible meter en cintura a esos comerciantes y transportistas?  ¿Cómo es posible que un enorme armatoste repartidor de agua embotellada ande bloqueando las calles más céntricas a las diez u once de la mañana?  ¿Por qué se permite que un camión con botellas de gas propano (o lo que sea) ande haciendo su reparto en las horas llamadas “pico”?   Y peor todavía, ¿cómo se tolera la criminal acción de que un tanque gigantesco de gasolina ande circulando de día por las calles de San José, repartiendo ese combustible en las gasolineras?  Unas auténticas bombas ambulantes brincándose altos y estacionándose donde les da la gana, y poniendo en peligro la vida de tanta gente.  ¿Cómo es posible que las autoridades sean tan ineptas que no puedan hacer que la colecta de  basura se haga enteramente durante la noche?  Esos horribles carretones que dejan una estela de basura por donde pasan, no solo son malolientes, sino que causan embotellamientos indescriptibles.
            ¿Qué hace una carreta humeante (autobús) de bario La Cruz circulando por toda la avenida tercera; estorbando por el Mercado Central y causando grandes presas en las diversas paradas?  Hay que racionalizar el servicio de transporte público; pero también hay que obligar al usuario a entender que este no puede llevarlo hasta la silla de su oficina.  Que es bueno y saludable caminar unas diez cuadras al día.  No es un asunto de reformar la constitución, sino de poner orden, de la forma que sea necesario.  Ningún autobús o taxi debería andar por las calles o avenidas del centro.  ¿Qué hacen esos centenares de taxis por el Banco Central o el Mercado?  Hay muchas soluciones para el problema del congestionamiento; es solo cuestión de voluntad el ponerlas en acción.  No sé para qué tantos asesores presidenciales y ministeriales si son incapaces de resolver ni siquiera problemas como este.  Por eso estamos como estamos.  Vean a la ex ministra de Educación que con CINCUENTA ASESORES BIEN PAGADOS, según la diputada Nury Garita, fue incapaz de arreglar un problema de planillas de pago en ese Ministerio.  Y eso durante varios meses.  Por eso estamos como estamos.
            Si le gustó esta “Chispa”, sóplela para que pueda producir el incendio de la consciencia que todos necesitamos para poner al país en marcha de verdad.

                        Fraternalmente
                                               Ricardo Izaguirre S.                         E-mail:   rhizaguirre@gmail.com                                                                                                    

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jueves, 22 de septiembre de 2011

49 ¿Existen las razas inferiores?

49   “LA CHISPA         (abril, 2003)     

LEMA: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”


¿EXISTEN LAS RAZAS INFERIORES?  II PARTE

            Los teósofos y amantes convencidos de la Teosofía, sostienen una teoría que habla acerca de una raza elegida para formar la grande y luminosa humanidad del futuro; y esa es, según sus enseñanzas, la llamada Quinta Raza Raíz o Aria.  La anterior, a pesar de ser mayoritaria todavía, no parece contar para nada en ese esquema.  Forman la Cuarta Raza o Atlante.  Sus restos están diseminados por todo el mundo y son los japoneses, chinos, americanos indígenas y un sinfín de pueblos con esas características mongólicas.  Los Arios se inician con los hindúes como la rama básica, que luego se extiende y forma una serie de subrazas que incluyen a los iraníes, semitas en general (judíos y árabes), griegos y romanos, germánicos y sajones.  Y de los ingleses y otras razas europeas, se forma la nación norteamericana, portadora de la semilla elegida de la Quinta Subraza Semita (no árabe o judía) de la Cuarta raza raíz.  Y del núcleo de esos portadores de la antorcha, habrá de salir la  SEXTA SUBRAZA RAÍZ
Esa elaborada teoría de las razas, parece constituir el meollo mediante el cual los amantes de la Teosofía explican la SUPERIORIDAD DE LA RAZA BLANCA.   Es, pues, una teoría etnocentrista y europeísta, fundamentada en el color de la piel; y sus autores son, desde luego, europeos.  Encabezados por la ilustre Mme. Blavatsky, la Dra. Annie Bessant, el coronel Olcott, Mons. Leadbeater, A.P. Sinnet y muchos otros personajes de gran relevancia (europeos todos), obsequiaron al mundo su versión justificativa del asunto racial, matizada con ciertas puntadas de carácter sagrado y de voluntad divina.  Y este, junto con la Biblia, es el material básico que han seguido infinidad de racistas de todo el mundo para justificar las barbaries que los blancos, especialmente ingleses y gringos, han cometido en contra de todos aquellos pueblos a los que juzgan “razas inferiores”.   Para ellos la Biblia justifica el racismo; la religión mormona también lo aprueba y ve con menosprecio a los negros; la Teosofía lo admite aunque tan solo sea como explicación cósmica del fenómeno evolutivo humano.
            Ahora bien, ¿son inferiores los árabes?  ¿Es esa la causa única del odio irracional que los gringos y judíos sienten en contra de ellos?  ¿Y cómo es que los gringos quieren, defienden y apoyan tanto a los judíos, quienes pertenecen exactamente a la misma subraza que los árabes: EL TRONCO ARIOSEMÍTICO?  ¿Entonces?  ¿Se trata de una cruzada religiosa liderada por los judíos en contra de sus primos cananeos, y pagada con dinero y sangre de norteamericanos (principalmente negros y latinos)?  En la Biblia lo confirma el cronista del Deuteronomio cuando en el capítulo II, versículo 8, dice: “Y nos alejamos del territorio de NUESTROS HERMANOS, los hijos de Esaú, que habitaban en Seir...”   El versículo l9 de ese mismo capítulo ratifica la consanguinidad de todos los pueblos del medio oriente.  Pero aparte de las cuestiones religiosas, la antropología ha probado sin lugar a dudas, que todos esos individuos, judíos y árabes, pertenecen al mismo tronco racial.  Basta con verles la cara. A los judíos de verdad, desde luego, NO los cruzados con alemanes, gringos o europeos en general, pues estos ya tienen OJOS AZULES, SON RUBIOS Y POSEEN UNA PIEL ABSOLUTAMENTE BLANCA, lo cual es una anormalidad entre los judíos auténticos.
            ¿Es una cuestión religiosa la causa de ese odio del occidente judaizado en contra de los árabes?   ¿Es un prejuicio y una especie de miedo hacia una religión que se expande vertiginosamente?  Porque quiérase aceptar o no, lo que subyace detrás de todo este aparentemente complejo problema del MEDIO ORIENTE, es un añejo bochinche religioso entre dos tribus semitas: JUDÍOS Y ÁRABES.  Y la Biblia es el testimonio certificado de esta afirmación.  Nada más que ahora el alboroto es a escala global, dada la judaización de los poderosos fans de uno de los contendientes.   Es algo así como el que siempre ha existido entre turcos y curdos, o entre iraquíes y curdos.  Un problema que a nadie le importa un chayote, salvo a los protagonistas.  Pero si los gringos o el occidente se hubieran “aturcado o curdizado”, entonces tendríamos allí, una copia exacta del problema árabe-israelí.  Una vieja camorra familiar, magnificada por el fanatismo religioso de occidente y por la bibliomanía empedernida de los yanquis. Desde luego que para los gringos existe el estímulo adicional del petróleo, y las bases que pueden construir en tan estratégica zona situada en el costado y espalda de China y Rusia.
            Y no debemos olvidar que esta “solución final” contra el pueblo árabe se ha venido implementando desde hace unos sesenta años en Hollywood, ese micro reino judío enquistado en el corazón de América, y desde el cual se le señala al norteamericano término medio, cómo debe pensar en relación con los árabes y los intereses judíos.  El estereotipo del árabe malo, terrorista, criminal y fanático, le ha sido impuesto a la mente del gringo a través del cine y la televisión por espacio de más de medio siglo.  Y como todo el cine y la televisión de ese país están en manos de judíos, el resultado está a la vista: esa es la imagen que el gringo tiene del árabe.  Alguien que pone en peligro no solo sus vidas, sino lo que es peor: su FE.  En contrapartida, el judío se presenta ante el gran público yanqui como el humilde, bueno, perseguido, sufrido y pobre miembro del “pueblo elegido”.  En sus películas, desde luego, porque el gringo promedio, por idiotizado que esté con los cuentos de la Biblia, percibe al judío como lo que realmente es: un intrigante y despiadado agiotista y manipulador que detenta casi toda la riqueza de ese país, y que ha conducido a miles de norteamericanos a pelear y morir en una guerra que no es de ellos.   Como el mono del cuento, han puesto al gato gringo a sacar las castañas del fuego por ellos. 
            ¿Son los árabes una raza inferior?  ¿Son esos tontos gritones, criminales furiosos y alocados que vemos en todas las películas judías que nos llegan de Hollywood?  ¿Somos todos los latinos esos Panchos perezosos, idiotas y simplones que aparecen tirados en sus hamacas, con su enorme charro y su botellón de tequila?  ¿Son todos los negros esos tontos de ojos pelados que salen en las películas de Tarzán, o en aquellas del tiempo de Harold Lloyd?  ¿Son todos los negros esos narcos asesinos que los judíos siempre sacan en sus películas como paradigmas de la maldad, corrupción y estupidez?  ¿Son todos los negros esos zonzos que salen (en todas las películas judías de Hollywood) en los filmes ambientados en el sur diciendo a los blancos: “Sí, amito, como usted diga amito”?
            ¿Son los árabes, en realidad, esa raza malévola que el cine y la televisión judía de Estados Unidos ha impuesto al mundo como un concepto general?  ¿Es el Islam un peligro para occidente?  Esta religión, como gran parte del pueblo que la profesa (árabes) ha sido satanizada desde Hollywood por el cine judío.  Y haciendo eco de la voz cinematográfica y televisiva del “pueblo elegido”, millares de sectas bibliómanas de todos los Estados Unidos se dedican a denigrar al mundo musulmán sin hacer ninguna diferencia entre lo que significa o representa esta religión, y cualquier acto terrorista de algún individuo que pertenezca a ella.  Algo así como si dijéramos que el catolicismo es satánico porque Franco y Mussolini profesaban esa religión.  O que el mormonismo es malo porque José Smith tenía infinidad de esposas.  O que el protestantismo es corrupto porque Jimmy Swaggart se dedica a actos inmorales.
            ¿Son los chinos una raza inferior, de acuerdo con los papeles que el cine judío de Hollywood  les adjudica en sus películas?  ¿Son todos los chinos esos tontos cocineros que siempre salen haciendo papeles de simples?
            Muchos de los conceptos que tienen los gringos acerca de las “razas inferiores”, se originan en el cine  judío de Hollywood; pero son conceptos absurdos, inexactos, prejuiciados y dirigidos hacia intereses que son de la incumbencia exclusiva del “pueblo elegido”: como la destrucción de Irak, Siria e Irán.  Pero lo más triste y lamentable de esta actividad de difamación que los judíos llevan a cabo en contra de sus “hermanos árabes”, es que millones de negros, latinos y asiáticos se crean esos cuentos.   Causa verdadero dolor escuchar que haya latinos que aplaudan a los gringos y que vitoreen la masacre que han llevado a cabo en contra de Afganistán e Irak; y que se muestren impacientes ante la futura agresión a Siria.  Pero ese es el efecto natural de una buena campaña publicitaria, que le da validez permanente al dicho de Paul Joseph Goebbels que aquí parafraseamos: “Miente y miente, que al final, algo queda en la cabeza de los bobos”.
            ¿Existen las razas inferiores?  No lo sabemos con certeza, pero una cosa sí es innegable: creer ese concepto, o hacerlo creíble, jamás conducirá a la convivencia armónica, pues siempre habrá quienes se consideren “superiores” y con derecho a humillar y explotar a los de abajo, lo que nunca ha traído paz.  Y esta, desde luego, no ha sido, no es ni será un objetivo de los guerreristas judíos, ni de la nación que es la cuna de la mayor industria bélica que haya existido sobre este planeta.
           
                                  
                                               Fraternalmente

                                                                       Ricardo Izaguirre S.

E-mail: rhizaguirre@gamil.com


Blogs:                     La Chispa       http://lachispa2010.blogspot.com      con link a        Librería en Red

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miércoles, 21 de septiembre de 2011

752 Dr. House II


752   LA CHISPA                (30 enero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
Dr. HOUSE II
            En la primera “Chispa” se hizo un comentario cinematográfico de lo que es esta seguidilla y sus personajes.  Pero ahora me voy a ocupar de un aspecto que, si lo analizamos bien y aparte del contexto fílmico, resulta aterrador.  Aparte de que ya la judaizaron por completo (Wilson es judío, Cuddy también, y House es un experto en asuntos judíos), la serie denuncia algo inusual en este tipo de películas.  Y mucho debe haber de cierto puesto que nadie ha levantado la menor protesta en cuanto a lo que estos personajes interpretan en relación con la práctica de la medicina.  En eso difiere “House” de la infinidad de rollos hospitalarios que nos pasan por la tele.  En todos ellos, la visión que nos han grabado de los doctores es de la perfección.  Estos son sabios, todopoderosos, seguros, éticos, sin fallas ni errores.  Uno puede llegar muriéndose al hospital, pero una vez que ellos se ponen en acción, todo está resuelto.  “Radiografía de tórax, diez mililitros de no sé qué, suero intravenoso, una diazepán y un TCC seguido de un ecocardiograma”.  Ese es el patrón en todos esos filmes.  En ellos, los protagonistas son sabelotodo y nunca se equivocan.  Al menos, JAMÁS los enfocan desde esa perspectiva.  Así que nos han adoctrinado para suponer que estos profesionales son como dioses: infalibles.  Y eso es lo que esperamos de ellos.
            Pero aquí es donde viene la parte diferente de “House”.  Es indudable que el loco Gregory es un galeno genial, intuitivo y poseedor de una lógica aplastante en la cual no hay cabida para sentimentalismos ni otro tipo de pasiones que puedan confundir su juicio profesional; pero se equivoca y mata gente al tomar decisiones erradas.  Y lo que es peor: no le importa.  También su equipo está formado por hombres brillantes como Chase, Foreman y la emocional Cameron.  Además, cuenta con la asesoría del pausado, sensato e inteligente doctor Wilson.  Pero todos meten la pata y matan gente por culpa de diagnósticos equivocados y, lo que es peor, algunas veces por caprichos y vanidad profesional.  Y hasta el momento, ninguna organización de médicos ha hecho una protesta o algún comentario por el enfoque que la serie hace en relación con este aspecto ético de la profesión.  Nadie contradice las situaciones ficticias (pero probables) que “House” analiza, lo cual es una especie de certificado de veracidad de la temática expuesta.  Toda la supuesta infalibilidad de estos profesionales es puesta en tela de juicio.  House y compañía juegan a la gallina ciega con la vida de los pacientes.  Emiten teorías tan volátiles que no tardan más que horas para ser desechadas y sustituidas por otras igualmente equivocadas o no.  Y esa es la parte que nos atemoriza.  ¿Es así como esta gente enfrenta los dilemas de la salud?  En realidad lo que hacen es un juego malabarista fundamentado en ciertos síntomas visibles y sus posibles causas registradas en los libros de texto y en trabajos experimentales de otros colegas. 
            Parece que existe un catálogo de enfermedades, síntomas y medicinas y, a partir de él, se diagnostica (adivina) lo que ese paciente podría tener.  Y eso es temible.  Un día de estos vi un capítulo en donde Foreman, basado en un juicio errado, decide arrancarle un ojo a un paciente para salvarlo de una supuesta enfermedad que no tenía.  ¿Es así como funciona el diagnóstico?  ¿Es así como nos cortan una pata, nos arrancan un riñón o nos taladran el cerebro?  Y fíjense que estamos hablando de un hospital del más alto nivel científico-pedagógico en donde los doctores son personas que “saben de verdad”, según los alegatos que emplean en cada historieta.  Pero aun así, resultan ser unos bateadores a los que, por casualidad o las puntadas geniales de House, les resultan bien algunos casos.  El Plainsboro Hospital es un prototipo de avanzada, con lo mejor de lo mejor en gente y equipos y, sin embargo, salir vivo de ahí es como ganar a la lotería.  La película nos muestra a unos seres humanos muy realistas: que dudan, que no saben, que se dan por vencidos y que juegan a la ruleta rusa con la vida de los pacientes; que siguen corazonadas y que cruzan los dedos para “ver qué pasa” ante la aplicación de un determinado medicamento sobre el cual no tienen seguridad alguna.  Y esa debe ser la realidad de la medicina alopática, la cual se basa sobre una infinidad de dogmas sobre los que no permiten el menor análisis.  Esa es la fase honesta que nos presenta a esa gente como seres humanos falibles.
            Entonces, si eso sucede en ese hospital de vanguardia, con esos genios graduados en universidades de campanillas, ¿qué pasará en los nosocomios de la América Pobre?  Vean que en el de “House” todo ese excelente equipo se dedica a un solo enfermo durante todo el tiempo que precisan, y aun así, la riegan.  Durante días meditan, discuten, proponen, hacen exhaustivos exámenes técnicos, teorizan y se pelean sin llegar a conclusiones unánimes sobre UN SOLO PACIENTE.  Eso produce recelo cuando meditamos que en nuestros hospitales un solo individuo examina, diagnostica y receta las consabidas pastillas del Seguro Social a diez, quince o veinte pacientes en el mismo día.  Casi sin verles la cara y sin el equipo adecuado, este doctor sabe qué es lo que tienen y les da otra cita para dentro de dos años.   ¿Cómo hacen para superar en esa cantidad y calidad al personal de “House”?  ¿Son tan superestrellas nuestros galenos, o es que la serie esa no es más que un montón de mentiras dramatizadas?  Pero de ser así, significaría una calumnia con la que se desprestigia a esa profesión, y ya deberían haber sido demandados por la asociación médica de USA.
            Da miedo ¿verdad?  Pensar que por arrogancia o incapacidad de esos profesionales mueran miles de personas con tratamientos equivocados o intervenciones quirúrgicas innecesarias, es algo que produce escalofríos.  Por lo menos en los Estados Unidos son efectivas las demandas por mala praxis y la gente es recompensada (o los deudos) con buenas sumas de dinero; pero en nuestros países los médicos son INTOCABLES, se tapan entre ellos y ninguno acusa a otro aunque esté seguro de que su incompetencia acabó con la vida de alguien.  Sus sindicatos (colegios) son algo así como el Sacro Colegio Cardenalicio, no están sujetos a ninguna Ley; están por encima de ella y más allá de sus efectos.   ¿Serán mejores los nuestros que los del Hospital de House?  ¿Cómo diagnostican los nuestros?  ¿Cómo saben de qué padecemos, y quién o quiénes lo confirman?       Da miedillo… ¿no es así?                (¿Cómo funciona este asunto en sus países?)
            Housescamente
                                               Ricardo Izaguirre S.                        E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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martes, 20 de septiembre de 2011

738 Ni siquiera hablan bonito


738    LA CHISPA     (24 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
NI SIQUIERA SABEN “HABLAR BONITO”
            Hasta donde la memoria me da con cierto grado de consciencia, me acuerdo de los apasionados y elegantes discursos políticos del doctor Calderón Guardia.  De la entrañable relación que establecía con aquellas multitudes que lo seguían y lo amaban por encima de toda razón.  Era una comunión de afectos entre el líder auténtico y un auditorio entregado que conocía la obra del hombre.  De una sociedad que no había sido alienada por campañas ficticias de publicidad.  Era gente que conocía a sus guías.
            Y ni qué decir de don Otilio Ulate (el Mono, como le decían cariñosamente); seguidores o contrarios, no podían substraerse al embrujo de la palabra de este gran hombre, situado en la trinchera contraria del doctor.  Un señor inteligente, brillante, de verbo envolvente y cálido.  Un orador nato que podía hablar horas sin perder el hilo y sin necesidad de un teleprompter.  Como no había televisión ni esas tecnologías de la pregrabación y los moduladores que hacen de cualquier bombeta un gran orador, era necesario hablar correctamente de una sola vez; no existía el reprise corregido.  Eran épocas en donde el candidato tenía que enfrentarse cara a cara con su gente y demostrar no solo el valor de sus tesis, sino la correcta manera de expresar su pensamiento.   Y don Otilio era un maestro para establecer ese vínculo con su gente, sabía llegarles al corazón. 
            Hoy día, cualquier idiota puede leer por televisión un discurso político en el telepromter y dar la impresión de que sabe hablar.  O que es capaz de pensar unas cuantas tonterías de esas genéricas que escriben los publicistas y técnicos en fabricar “imágenes públicas”.  Cualquier retardado puede decirnos lo que dicen todos, con más o menos habilidad, si es que sabe leer el aparato en donde está escrito el discurso que otros le escribieron.    La tecnología permite esos fraudes de la oratoria política.  En el tiempo de aquellos caballeros no solo tenían que saber de lo que iban a hablar, sino que debían improvisar, crear las emociones con las inflexiones de la voz, transmitir el estado interno de su ser a los escuchas.  Eran épocas gloriosas en donde los líderes demostraban con su palabra de qué madera estaban hechos.  Y sin importar que fueran contrarios, la gente no dejaba de reconocerles sus méritos en el dominio del discurso.
            En esa misma línea estaba don Mario Echandi, ese elegante señor que era un verdadero artista en el arte de la dialéctica.  Deleitaba con su voz y la trabazón de sus ideas.  En la Asamblea se hizo admirar por sus colegas y caló profundamente en el pueblo; tanto así, que este lo hizo Presidente de la República.  Sus contrarios lo acusaban de demagogo, pero no pudieron impedir que, bajo el embrujo de su oratoria, miles de conciudadanos lo convirtieran en el primer ciudadano del país. 
            En categoría parecida se encontraba don Chico Orlich, hombre de voz grave y poderosa, transmitía una especie de confianza y paz que contagiaba a todo el mundo.  ¿Y don Quincho Trejos?  Un típico patricio, simpático, mesurado y caballeroso a más no poder.  Hablaba con ponderación y la serenidad característica de aquellos que han sido elegidos para guiar, pues él hizo de Costa Rica toda, la prolongación de las aulas que en la Universidad constituían su mundo de docencia.  Entre estos brillantes oradores también se encontraba don Daniel Oduber, de verbo incendiario, inteligente y bien articulado, este caballero tenía el don de la convicción en sus palabras.  Antipático y amado, era un máster indiscutido de la oratoria.   Y finalmente tenemos a don Rodrigo Carazo, talvez el más apasionado de todos los presidentes de Costa Rica.  A él si le cabía el eslogan de Honesto y Firme en el verdadero sentido de esas palabras.  Pero además de las virtudes morales que lo adornaban, su palabra era el toque mágico con el que arrastró a multitudes de personas a embarcarse en la gran aventura del rescate de las instituciones y la dignidad de la República.  Don Rodrigo hacía que la gente “sintiera” su alma y carácter a través de su voz; su sinceridad no era una careta política sino una forma de ser de uno de los últimos grandes presidentes que ha tenido este país.
            Pero ¿qué pasa ahora?  Ninguno de los candidatos sabe “hablar bonito”,  aunque todos saben usar el teleprompter.   Son robots leyendo las mismas babosadas que les escriben los “creadores de imagen”.  Todos repiten las mismas cosas, las mismas mentiras e idioteces; todo es el mismo estribillo sin imaginación ni colorido, pero sobre todo, sin “toque”.   No tienen alma ni nada que conmueva al votante, son discursos tan poco imaginativos como los de cualquier jabón o pasta de dientes.   Incluso más sosos que los estúpidos comerciales del arranca pelos “Veet”.   Seguridad ciudadana”, “Mano dura”, “Fulano me da seguridad”, “Estamos escuchando” y una media docena más de anuncios con menos suspense y gracia que los de Mac Donald o los de la Municipalidad de San José.  En sus rostros se adivina que lo que dicen nada tiene que ver con los programas que tienen en mente.   Son demasiado tiesos y artificiales, producto de mucho cincel.
            Los candidatos de antes tenían que ser espontáneos y, de esa forma, se sinceraban con el pueblo; se comprometían, pues las palabras que salían de sus bocas llegaban al corazón de sus seguidores, sellando de esa manera, un acuerdo de honor que no podían violar.  Hoy hablan por televisión, leyendo en el teleprompter discursos genéricos que se utilizan en las campañas políticas de Argentina, Chile, Panamá, Estados Unidos, Perú, México o Paraguay.  Da lo mismo.  No son para un pueblo específico sino para una masa sin rostro y sin mente.  Las campañas ya no son una comunión entre el candidato y los seguidores, sino una secuencia aburridora de temas tan trillados en los que ya nadie cree ni les hace caso.  Son impersonales, sin vida, a través de la pantalla; es como ver una película de hace diez, veinte o cien años; no existe ese abrazo fraternal con el que los candidatos apresaban a sus oyentes en algo que era mucho más que un discurso político.  Sus palabras eran una promesa de viva voz, cara a cara.  No, los candidatos modernos no saben “hablar bonito”.   No emocionan, no nos “tocan”, solo nos afligen y nos producen una sensación de pesimismo, tristeza, aburrimiento y desconfianza.  Ni siquiera saben fingir con sinceridad.   Solo saben leer el teleprompter, y eso lo hace cualquiera.   Pero para los rebaños que ya están formados y amaestrados, eso parece ser suficiente.
            Electorescamente                                                                 Blog:  http://lachispa2010.blogspot.com/
                                         Ricardo Izaguirre S.                               E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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266 Los dioses NO nos "quieren"


266     LA CHISPA   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LOS DIOSES NO NOS QUIEREN

            La religión hindú nos dice que Dios (el Ilimitado, el Inmanifestado, el Infinito e Incondicionado, como le dicen ellos) no tiene, no puede tener relación alguna con los humanos.  Un principio básico de la filosofía moderna: “Lo Infinito (Dios) no puede tener relación con lo finito (el hombre)”.   Así se lo hace saber el señor Krishna a su primo Arjuna en el bello poema conocido como el Bhagavad Gita (Canto al Señor) uno de los grandes pilares de la fe india.  Si Dios es Infinito, como todos lo aceptamos, resultaría que la definición inda es cierta y que la Deidad (Dios) no tiene relación alguna con nosotros, lo cual parece muy probable a raíz de cualquier razonamiento sistemático.  El hombre ni siquiera puede hacerse la más elemental idea de lo que es el infinito, por lo tanto, tampoco puede tener una idea de lo que es Dios.  También se dice que Dios no tiene atributos, lo que significa que no es bueno ni malo, inteligente o bondadoso.  No es AMOROSO; tampoco iracundo, no es paciente, colérico, vengativo ni piadoso; simplemente ES.  Y talvez ni eso.  Los brahamanes dicen que “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.  Tampoco podría ser hombre o mujer; y ni siquiera una mezcla de ambos.  Y ya que es Infinito, tampoco puede tener forma alguna, porque la FORMA es una limitación dentro de la cual no podemos encerrar lo que es INFINITO.
            Así, pues, tenemos que descartar a Dios en nuestros planes humanos.  Dios no está a nuestro servicio para resolver menudencias resultantes de las miserables actividades del género humano.  ¿Qué tiene que ver Dios con que una mujer traicione a su marido?  ¿Con qué derecho alguien se declara elegido de Dios, o que conoce la Voluntad de Este?  ¿Qué atributos tiene cualquier pigmeo humano para declararse portavoz de la Deidad?  Ni siquiera las peticiones bienintencionadas de algún insecto homínido tienen la garantía de ser escuchadas por nadie en el cielo ni, mucho menos, por Dios.  Y si tenemos libre albedrío, el resultado lógico es que estamos sujetos a nuestras propias decisiones y sus naturales consecuencias.  No podemos pretender que Alguien o Algo venga a rectificar, a favor nuestro, los errores cometidos por nuestras propias decisiones. Somos libres de actuar y, a menos que seamos inconscientes o locos, SIEMPRE sabemos la naturaleza y alcance de nuestros actos.  Y en un universo lógico, como debe ser la obra de Dios, no hay espacio para la casualidad, el azar, las preferencias o la injusticia.  Por cada acción hay una reacción de igual naturaleza para que se restablezca el equilibrio natural.  Eso es lo que se conoce con el nombre de Karma, un mecanismo cuyo funcionamiento y ajuste está más allá de la comprensión de los ordinarios mortales.  Tampoco se hizo para la complacencia de nadie, ni para que alguien compruebe su exactitud y justicia. 
            Estamos sujetos a leyes, incomprensibles en su mayoría, pero que funcionan a la perfección de lo que es posible en nuestro plano de manifestación o existencia.  Estamos en manos de la Ley, pero no en las de su Autor, aunque sean lo mismo.  La Ley solo Es, y como Dios, carece de los atributos de la bondad o capacidad de “perdón”.  Y una vez que la violamos caemos en su terreno, en el cual son desconocidas las emociones de la piedad o la indulgencia.  El que debe, TIENE QUE PAGAR.  Punto.  Así, pues, Dios no puede querernos en el sentido que dicen las religiones, pues no tiene esa relación personal con nosotros.  Así como un general no tiene relación directa con el soldado raso, este tampoco puede tenerla con aquel.  Existe la escala de mandos.  Y es allí donde entran los dioses.  Las legiones y jerarquías de seres superiores que, dado su poder, pueden parecernos dioses en relación con nuestras limitaciones; pero estos tampoco nos quieren por lo que somos.  Es posible que se sientan ligados a una abstracción, a la promesa de lo que seremos, pero no por lo que somos.  No puede ser cierto que seres superiores puedan amarnos; nos toleran, que es diferente.  Y así, por milenios, es posible que lleguen a familiarizarse con nuestra conducta y deje de importarles el tipo de alimañas que somos.  Es por eso que no impiden las guerras y nos dejan que nos aniquilemos sin contemplaciones ni piedad. 
            ¿Cómo podría Dios o los dioses amar a gente como nosotros?  Talvez nos utilicen con algún propósito evolutivo que nosotros ni siquiera podemos imaginar, pero ¿amarnos?  No existe un ser humano sobre la tierra que pueda creer honestamente que es un Elegido y amado de los dioses.  Hay muchos a los que la propaganda social o religiosa les ha hecho pedestales; incluso las religiones los han canonizado.  Pero ¿puede alguien asegurarnos que son amados por Dios o los dioses?  Es claro que no.  ¿Y por qué?  Porque NADIE conoce la voluntad o los sentimientos de los dioses.  Podemos imaginar o suponer, pero NO SABEMOS NADA.   Nuestros deseos nada significan ni comprometen las acciones de los dioses.  Nuestros ruegos, pasiones y vehemencia no son vinculantes para ellos.
            ¿Pueden los dioses amar a una humanidad tan egoísta, fanática, avara, maligna, traidora, indolente ante el dolor ajeno, y tan dispuesta a juzgar mal a su prójimo?   ¿Pueden los dioses amar a unos hombres cuya codicia los lleva al exterminio de pueblos enteros solo para quitarles algunos bienes materiales?   ¿Con base en qué podrían los gringos asegurar que son amados de Dios o de los dioses?  Ese puede ser su deseo, natural como el de todos, pero ¿será legítimo ante los dioses? 
            Lo más probable es que los dioses no se metan en nuestros negocios, y nos dejan que nos exterminemos hasta que solo queden los más capaces.  Y solo hasta entonces el hombre sabrá para qué es que nos quieren y cuál es el propósito de nuestra existencia.   Pero mientras tanto, olvidémonos de la idea de que nos quieren y que van a escuchar nuestros ruegos para sacarnos la lotería, encontrarnos a una mujer como Jessica Biel, o un marido como George Clooney.  La verdad es que no nos quieren, aunque la idea nos guste en demasía.  No hemos hecho mérito alguno para recibir tal regalo.
            Fraternalmente                                   Ricardo Izaguirre S.         
E-mail:    rhizaguirre@gmail.com     PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, a la venta en la Universal y casi todas las buenas librerías del país.  


domingo, 18 de septiembre de 2011

739 La prostitución del sistema democrático


739    LA CHISPA          (24 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PROSTITUCIÓN DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO
            Cuando Montesquieu concibió la idea de los contrapesos en el sistema democrático, no hizo sino anunciar el peligro que representaba la colusión política de estos poderes.   Más aún, la sumisión de uno o dos de ellos a otro, principalmente al Ejecutivo.   Y esa desnaturalización del principio original es lo que ha dado al traste con este modelo de gobierno, que se ha convertido en una farsa tan arbitraria y maligna como cualquier clase de absolutismo.  El resultado de esa absorción de Poder es lo que ha dado como resultado lo que llamamos “Democracia formal”, una forma viciosa de Poder en donde el Legislativo es un ente sumiso y servil del Ejecutivo; y el Judicial, por la naturaleza del mecanismo de nombramiento de los Magistrados (a través de la Asamblea) también se convierte en un órgano dependiente del Ejecutivo; o por lo menos, con una actitud complaciente parecida a la alcahuetería.   Así que en la realidad, la independencia de los poderes no existe, y la concentración de fuerzas se ubica en manos del Ejecutivo; este asume la “representación popular”, la emisión de leyes y la ejecución de estas.    En suma, la democracia se convierte en autocracia.
            La democracia formal es esta parodia en la cual existe un Presidente que en realidad es un dictador solapado cuya voluntad se cumple contra viento y marea.  Con una Asamblea dócil, y con un Poder Judicial integrado por miembros de la misma pandilla del Ejecutivo, la independencia de poderes queda anulada y surge el dictador absoluto tras la fachada de la democracia.   Y ¿cómo llegamos a esta mascarada?  Pues a través de los partidos, la peor lacra organizada que puede existir en cualquier sociedad.  Estos son el punto focal desde donde emanan todas las formas de carcoma política.  Son antros de “trepadores” dispuestos a todo tipo de villanía con tal de seguir mamando en cualquiera de las innumerables tetas del Estado.  Son manadas de gente vendible, sin honor, desvergonzados que no tienen el menor indicio de dignidad ni de auto respeto; son vulgares mercaderes de la decencia, dispuestos a vender sus responsabilidades cívicas al mejor postor.   La organización partidarista lleva en sí la semilla de la corrupción, es genética e inevitable.   Es por eso que cuando uno de ellos se sale de ese molde causa un enorme revuelo.   Desde luego que hay excepciones…
            El Autócrata suele ser un enfermo de poder, un narcisista de su propia personalidad; un maniático que se supone ungido por los dioses para ejercer el mando a como dé lugar.  Alguien que no reconoce nada ni a nadie y que solo vive inmerso en la fatuidad de su propio autobombo.  Este sujeto es producto de los partidos políticos, en donde la “democracia formal” reina indiscutida y soberana, y cuyo único objetivo es adueñarse de todas las estructuras populares y ponerlas bajo el mando absoluto del déspota.  O cuando este tiene los medios para ejercer el dominio de todo, o por lo menos, de silenciar toda forma de oposición a sus caprichos o intereses.  Esta etapa crítica se da cuando el Ejecutivo ha logrado subordinar al Legislativo y ponerle el collar y la cadena al Poder Judicial.  Entonces el Autócrata hace lo que la da la gana de manera desvergonzada y sin consideración alguna por la opinión de los demás.   Él ha llegado a la conclusión de que ha trascendido su naturaleza humana y se encuentra en la condición de los dioses y puede decir satisfecho: “L’etat c’est mois”.  O por lo menos: “Lo mangoneo a mi antojo”.  Entonces este tirano deja de ser interlocutor de su pueblo y se convierte en un extraño, en alguien convencido de que solo él tiene la razón, que los demás son recuas de tontos que están muy por debajo de su Olimpo y que NO TIENEN JUSTIFICACIÓN EN NADA.                                       
(Chiste político de año nuevo: “Nos preocupa la independencia de poderes”)
            Los partidos son la fuente de donde se nutre esta corruptela institucional basada en el control absoluto de esas estructuras de poder.  Mientras estas existan en esa relación, solo hay dos alternativas: 1) Un Estado inútil y paralizado.  2) Un Gobierno al servicio exclusivo del Autócrata y su camarilla de socios, parientes, amigotes y serviles.  Ambas formas perjudiciales a los pueblos.  Pero al parecer, a los latinos poco nos importa esto, y no solo permitimos esta manera de gobierno sino que los reelegimos.  También somos afectos a la continuidad de lo malo, y dejamos que el dictador demócrata nombre sucesores como si se tratara de una dinastía real.  Mientras nuestra gente no entienda, O NO QUIERA ENTENDER esta viciada forma de Gobierno, estaremos jodidos.  Si continuamos siendo cómplices pasivos o activos del caudillismo y partidarismo político, seguiremos siendo naciones de retaguardia, pasajeros del cabús del tren del progreso. 
            Si queremos romper ese círculo vicioso que JAMÁS nos va a llevar a una vida mejor, lo primero que tenemos que realizar es la eliminación de los partidos como estructuras oficiales de poder, ya que ellas pertenecen a las Oligarquías (lo ricos, los de arriba, los que siempre han tenido el Poder).   Nos parece gracioso ser miembros de un partido, votar por quien sea el Ayote que nombren candidato y “ganar” las elecciones.  Ese es nuestro gran sueño cívico: “Ganar las elecciones” para fastidiar a los contrarios y burlarnos de ellos.  Aunque sigamos llevando garrote.   El nombramiento de candidatos debe ser una acción del pueblo mediante los Cabildos.  Que el ciudadano que aspire a la Presidencia salga de los cabildos y no del cubil de los partidos.  Que el diputado por una región sea nativo de ahí, distinguido por sus conciudadanos y nombrado por ellos a cualquier puesto de elección.  Que no sea un desconocido que, por la corruptela institucional, resulte nombrado por el Autócrata para ser vicepresidente o diputado.  O Defensor de los Habitantes.  Los candidatos a los puestos de elección DEBEN salir del pueblo para que estos sean la expresión de la verdadera democracia.   Y los Magistrados deben ser elegidos por el Servicio Civil según sus méritos y atestados profesionales.  Todo lo más ajeno a la politiquería y los compadrazgos.  O por ucases y palancas del sátrapa de turno.  En suma, los Poderes de la República DEBEN SER INDEPENDIENTES, incluso antagonistas y en extremo celosos de sus funciones y poder.  Solo así, el Legislativo volverá a tener el honor y derecho de llamarse “el Primer Poder de la República” y volver a aspirar al respeto y confianza de sus electores.   Por ahora, son la vergüenza y el hazmerreír de esta sociedad.          (¿Cómo se cocina este tamal en sus países?)
            Republicanamente                                                                   Blog:  http://lachispa2010.blogspot.com/
                                             Ricardo Izaguirre S.                               E-mail: rhizaguirre@yahoo.es
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