martes, 20 de septiembre de 2011

266 Los dioses NO nos "quieren"


266     LA CHISPA   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LOS DIOSES NO NOS QUIEREN

            La religión hindú nos dice que Dios (el Ilimitado, el Inmanifestado, el Infinito e Incondicionado, como le dicen ellos) no tiene, no puede tener relación alguna con los humanos.  Un principio básico de la filosofía moderna: “Lo Infinito (Dios) no puede tener relación con lo finito (el hombre)”.   Así se lo hace saber el señor Krishna a su primo Arjuna en el bello poema conocido como el Bhagavad Gita (Canto al Señor) uno de los grandes pilares de la fe india.  Si Dios es Infinito, como todos lo aceptamos, resultaría que la definición inda es cierta y que la Deidad (Dios) no tiene relación alguna con nosotros, lo cual parece muy probable a raíz de cualquier razonamiento sistemático.  El hombre ni siquiera puede hacerse la más elemental idea de lo que es el infinito, por lo tanto, tampoco puede tener una idea de lo que es Dios.  También se dice que Dios no tiene atributos, lo que significa que no es bueno ni malo, inteligente o bondadoso.  No es AMOROSO; tampoco iracundo, no es paciente, colérico, vengativo ni piadoso; simplemente ES.  Y talvez ni eso.  Los brahamanes dicen que “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.  Tampoco podría ser hombre o mujer; y ni siquiera una mezcla de ambos.  Y ya que es Infinito, tampoco puede tener forma alguna, porque la FORMA es una limitación dentro de la cual no podemos encerrar lo que es INFINITO.
            Así, pues, tenemos que descartar a Dios en nuestros planes humanos.  Dios no está a nuestro servicio para resolver menudencias resultantes de las miserables actividades del género humano.  ¿Qué tiene que ver Dios con que una mujer traicione a su marido?  ¿Con qué derecho alguien se declara elegido de Dios, o que conoce la Voluntad de Este?  ¿Qué atributos tiene cualquier pigmeo humano para declararse portavoz de la Deidad?  Ni siquiera las peticiones bienintencionadas de algún insecto homínido tienen la garantía de ser escuchadas por nadie en el cielo ni, mucho menos, por Dios.  Y si tenemos libre albedrío, el resultado lógico es que estamos sujetos a nuestras propias decisiones y sus naturales consecuencias.  No podemos pretender que Alguien o Algo venga a rectificar, a favor nuestro, los errores cometidos por nuestras propias decisiones. Somos libres de actuar y, a menos que seamos inconscientes o locos, SIEMPRE sabemos la naturaleza y alcance de nuestros actos.  Y en un universo lógico, como debe ser la obra de Dios, no hay espacio para la casualidad, el azar, las preferencias o la injusticia.  Por cada acción hay una reacción de igual naturaleza para que se restablezca el equilibrio natural.  Eso es lo que se conoce con el nombre de Karma, un mecanismo cuyo funcionamiento y ajuste está más allá de la comprensión de los ordinarios mortales.  Tampoco se hizo para la complacencia de nadie, ni para que alguien compruebe su exactitud y justicia. 
            Estamos sujetos a leyes, incomprensibles en su mayoría, pero que funcionan a la perfección de lo que es posible en nuestro plano de manifestación o existencia.  Estamos en manos de la Ley, pero no en las de su Autor, aunque sean lo mismo.  La Ley solo Es, y como Dios, carece de los atributos de la bondad o capacidad de “perdón”.  Y una vez que la violamos caemos en su terreno, en el cual son desconocidas las emociones de la piedad o la indulgencia.  El que debe, TIENE QUE PAGAR.  Punto.  Así, pues, Dios no puede querernos en el sentido que dicen las religiones, pues no tiene esa relación personal con nosotros.  Así como un general no tiene relación directa con el soldado raso, este tampoco puede tenerla con aquel.  Existe la escala de mandos.  Y es allí donde entran los dioses.  Las legiones y jerarquías de seres superiores que, dado su poder, pueden parecernos dioses en relación con nuestras limitaciones; pero estos tampoco nos quieren por lo que somos.  Es posible que se sientan ligados a una abstracción, a la promesa de lo que seremos, pero no por lo que somos.  No puede ser cierto que seres superiores puedan amarnos; nos toleran, que es diferente.  Y así, por milenios, es posible que lleguen a familiarizarse con nuestra conducta y deje de importarles el tipo de alimañas que somos.  Es por eso que no impiden las guerras y nos dejan que nos aniquilemos sin contemplaciones ni piedad. 
            ¿Cómo podría Dios o los dioses amar a gente como nosotros?  Talvez nos utilicen con algún propósito evolutivo que nosotros ni siquiera podemos imaginar, pero ¿amarnos?  No existe un ser humano sobre la tierra que pueda creer honestamente que es un Elegido y amado de los dioses.  Hay muchos a los que la propaganda social o religiosa les ha hecho pedestales; incluso las religiones los han canonizado.  Pero ¿puede alguien asegurarnos que son amados por Dios o los dioses?  Es claro que no.  ¿Y por qué?  Porque NADIE conoce la voluntad o los sentimientos de los dioses.  Podemos imaginar o suponer, pero NO SABEMOS NADA.   Nuestros deseos nada significan ni comprometen las acciones de los dioses.  Nuestros ruegos, pasiones y vehemencia no son vinculantes para ellos.
            ¿Pueden los dioses amar a una humanidad tan egoísta, fanática, avara, maligna, traidora, indolente ante el dolor ajeno, y tan dispuesta a juzgar mal a su prójimo?   ¿Pueden los dioses amar a unos hombres cuya codicia los lleva al exterminio de pueblos enteros solo para quitarles algunos bienes materiales?   ¿Con base en qué podrían los gringos asegurar que son amados de Dios o de los dioses?  Ese puede ser su deseo, natural como el de todos, pero ¿será legítimo ante los dioses? 
            Lo más probable es que los dioses no se metan en nuestros negocios, y nos dejan que nos exterminemos hasta que solo queden los más capaces.  Y solo hasta entonces el hombre sabrá para qué es que nos quieren y cuál es el propósito de nuestra existencia.   Pero mientras tanto, olvidémonos de la idea de que nos quieren y que van a escuchar nuestros ruegos para sacarnos la lotería, encontrarnos a una mujer como Jessica Biel, o un marido como George Clooney.  La verdad es que no nos quieren, aunque la idea nos guste en demasía.  No hemos hecho mérito alguno para recibir tal regalo.
            Fraternalmente                                   Ricardo Izaguirre S.         
E-mail:    rhizaguirre@gmail.com     PUBLICIDAD: Les recomiendo la lectura de mi libro “EL ANÁLISIS”, a la venta en la Universal y casi todas las buenas librerías del país.  


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