miércoles, 21 de septiembre de 2011

752 Dr. House II


752   LA CHISPA                (30 enero 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
Dr. HOUSE II
            En la primera “Chispa” se hizo un comentario cinematográfico de lo que es esta seguidilla y sus personajes.  Pero ahora me voy a ocupar de un aspecto que, si lo analizamos bien y aparte del contexto fílmico, resulta aterrador.  Aparte de que ya la judaizaron por completo (Wilson es judío, Cuddy también, y House es un experto en asuntos judíos), la serie denuncia algo inusual en este tipo de películas.  Y mucho debe haber de cierto puesto que nadie ha levantado la menor protesta en cuanto a lo que estos personajes interpretan en relación con la práctica de la medicina.  En eso difiere “House” de la infinidad de rollos hospitalarios que nos pasan por la tele.  En todos ellos, la visión que nos han grabado de los doctores es de la perfección.  Estos son sabios, todopoderosos, seguros, éticos, sin fallas ni errores.  Uno puede llegar muriéndose al hospital, pero una vez que ellos se ponen en acción, todo está resuelto.  “Radiografía de tórax, diez mililitros de no sé qué, suero intravenoso, una diazepán y un TCC seguido de un ecocardiograma”.  Ese es el patrón en todos esos filmes.  En ellos, los protagonistas son sabelotodo y nunca se equivocan.  Al menos, JAMÁS los enfocan desde esa perspectiva.  Así que nos han adoctrinado para suponer que estos profesionales son como dioses: infalibles.  Y eso es lo que esperamos de ellos.
            Pero aquí es donde viene la parte diferente de “House”.  Es indudable que el loco Gregory es un galeno genial, intuitivo y poseedor de una lógica aplastante en la cual no hay cabida para sentimentalismos ni otro tipo de pasiones que puedan confundir su juicio profesional; pero se equivoca y mata gente al tomar decisiones erradas.  Y lo que es peor: no le importa.  También su equipo está formado por hombres brillantes como Chase, Foreman y la emocional Cameron.  Además, cuenta con la asesoría del pausado, sensato e inteligente doctor Wilson.  Pero todos meten la pata y matan gente por culpa de diagnósticos equivocados y, lo que es peor, algunas veces por caprichos y vanidad profesional.  Y hasta el momento, ninguna organización de médicos ha hecho una protesta o algún comentario por el enfoque que la serie hace en relación con este aspecto ético de la profesión.  Nadie contradice las situaciones ficticias (pero probables) que “House” analiza, lo cual es una especie de certificado de veracidad de la temática expuesta.  Toda la supuesta infalibilidad de estos profesionales es puesta en tela de juicio.  House y compañía juegan a la gallina ciega con la vida de los pacientes.  Emiten teorías tan volátiles que no tardan más que horas para ser desechadas y sustituidas por otras igualmente equivocadas o no.  Y esa es la parte que nos atemoriza.  ¿Es así como esta gente enfrenta los dilemas de la salud?  En realidad lo que hacen es un juego malabarista fundamentado en ciertos síntomas visibles y sus posibles causas registradas en los libros de texto y en trabajos experimentales de otros colegas. 
            Parece que existe un catálogo de enfermedades, síntomas y medicinas y, a partir de él, se diagnostica (adivina) lo que ese paciente podría tener.  Y eso es temible.  Un día de estos vi un capítulo en donde Foreman, basado en un juicio errado, decide arrancarle un ojo a un paciente para salvarlo de una supuesta enfermedad que no tenía.  ¿Es así como funciona el diagnóstico?  ¿Es así como nos cortan una pata, nos arrancan un riñón o nos taladran el cerebro?  Y fíjense que estamos hablando de un hospital del más alto nivel científico-pedagógico en donde los doctores son personas que “saben de verdad”, según los alegatos que emplean en cada historieta.  Pero aun así, resultan ser unos bateadores a los que, por casualidad o las puntadas geniales de House, les resultan bien algunos casos.  El Plainsboro Hospital es un prototipo de avanzada, con lo mejor de lo mejor en gente y equipos y, sin embargo, salir vivo de ahí es como ganar a la lotería.  La película nos muestra a unos seres humanos muy realistas: que dudan, que no saben, que se dan por vencidos y que juegan a la ruleta rusa con la vida de los pacientes; que siguen corazonadas y que cruzan los dedos para “ver qué pasa” ante la aplicación de un determinado medicamento sobre el cual no tienen seguridad alguna.  Y esa debe ser la realidad de la medicina alopática, la cual se basa sobre una infinidad de dogmas sobre los que no permiten el menor análisis.  Esa es la fase honesta que nos presenta a esa gente como seres humanos falibles.
            Entonces, si eso sucede en ese hospital de vanguardia, con esos genios graduados en universidades de campanillas, ¿qué pasará en los nosocomios de la América Pobre?  Vean que en el de “House” todo ese excelente equipo se dedica a un solo enfermo durante todo el tiempo que precisan, y aun así, la riegan.  Durante días meditan, discuten, proponen, hacen exhaustivos exámenes técnicos, teorizan y se pelean sin llegar a conclusiones unánimes sobre UN SOLO PACIENTE.  Eso produce recelo cuando meditamos que en nuestros hospitales un solo individuo examina, diagnostica y receta las consabidas pastillas del Seguro Social a diez, quince o veinte pacientes en el mismo día.  Casi sin verles la cara y sin el equipo adecuado, este doctor sabe qué es lo que tienen y les da otra cita para dentro de dos años.   ¿Cómo hacen para superar en esa cantidad y calidad al personal de “House”?  ¿Son tan superestrellas nuestros galenos, o es que la serie esa no es más que un montón de mentiras dramatizadas?  Pero de ser así, significaría una calumnia con la que se desprestigia a esa profesión, y ya deberían haber sido demandados por la asociación médica de USA.
            Da miedo ¿verdad?  Pensar que por arrogancia o incapacidad de esos profesionales mueran miles de personas con tratamientos equivocados o intervenciones quirúrgicas innecesarias, es algo que produce escalofríos.  Por lo menos en los Estados Unidos son efectivas las demandas por mala praxis y la gente es recompensada (o los deudos) con buenas sumas de dinero; pero en nuestros países los médicos son INTOCABLES, se tapan entre ellos y ninguno acusa a otro aunque esté seguro de que su incompetencia acabó con la vida de alguien.  Sus sindicatos (colegios) son algo así como el Sacro Colegio Cardenalicio, no están sujetos a ninguna Ley; están por encima de ella y más allá de sus efectos.   ¿Serán mejores los nuestros que los del Hospital de House?  ¿Cómo diagnostican los nuestros?  ¿Cómo saben de qué padecemos, y quién o quiénes lo confirman?       Da miedillo… ¿no es así?                (¿Cómo funciona este asunto en sus países?)
            Housescamente
                                               Ricardo Izaguirre S.                        E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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