viernes, 30 de septiembre de 2011

148 ¿Qué hay después de la muerte?

148   “LA CHISPA     
 Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ HAY DESPUÉS DE LA MUERTE?
            Esta no es una pregunta retórica o de intención meramente religiosa; es una exigencia de la mente humana, como producto de lo que la educación le ha enseñado al individuo en el grupo social en el cual nació.  En el Oriente no suele alcanzar los ribetes de importancia y terror que inspira en la gente occidental, pues ellos suelen tener una idea más clara de lo que significa la muerte.  Otra cosa es en occidente, en donde la ciencia parece tener respuestas para todo y así se lo hace creer al individuo, pero ante el fantasma de la muerte guarda cuidadoso silencio, adopta una actitud sarcástica y de menosprecio o simplemente pretende ignorar el tema, como si no le atañera o careciera de importancia.  La muerte es un asunto que preocupa, inquieta y aterra a cientos de millones de personas y, por lo tanto, debe ser un tema de investigación por parte de la ciencia.  Pero de estudio serio y profundo; sin fantasías complacientes, pero sin menospreciar ningún elemento de juicio que pueda orientar.  Incluyendo la brujería, el hipnotismo, el ocultismo, el misticismo, la astrología y la magia.  Es cierto que hay miles de charlatanes en esos campos (igual que los hay en la ciencia), pero no puede ser que tantos hombres, por tanto tiempo, hayan estado errados en sus conclusiones sobre el mundo de los muertos.
            La ciencia ha mantenido una actitud de arrogancia ante el fenómeno social de la muerte.  Nosotros, han dicho los científicos, llegamos hasta allí, cuando el individuo expira.  Pero resulta que la muerte es un tema mucho más importante que el cáncer, los rayos láser o la conquista del átomo o del universo.  La muerte es un problema vital (o mortal) que ocupa la atención de billones de personas en el mundo.  Y como genera más angustia, dolor y preocupación que todas las enfermedades juntas, DEBERÍA ser un tema obligado en la agenda de la ciencia.  Pero no con los prejuicios que siempre lo hace; no con la altanería burlesca con la que siempre pretende desvirtuar la fe, suposiciones y conocimientos que el hombre ha adquirido sobre este tópico a través de los milenios.  Todas las literaturas, mitos y religiones están plagadas de referencias, historias y leyendas relacionadas con el mundo de los muertos y su condición allí.  ¿Estarán equivocados todos, y solo un grupo de “científicos” tiene la razón?  ¿Y cuáles son las pruebas DE VERDAD que la ciencia ha presentado sobre las inconsistencias acerca del ámbito de los muertos?  ¿Ha aportado la ciencia pruebas contundentes de que todo acaba allí?  Y no me refiero al escepticismo burlón sacado de un aparato de rayos X o de una tomografía del cerebro de un cadáver, sino a pruebas científicas irrebatibles.  En este dilema la “ciencia” siempre ha aplicado el principio de autoridad para negar, nada más.  El interés de millones de personas debería merecer de la ciencia un enfoque más serio, más profundo, tolerante y científico.  Pero no se trata de ser condescendiente con los mitos, o indulgente con la fe, sino de embarcarse en un intento serio por encontrar respuestas “tangibles”.
            Es un hecho que cuando soñamos, la consciencia se traslada a algún vehículo apropiado que tiene la capacidad de retirarse cerca o lejos del individuo que sueña.  Es un hecho que soñamos o no.  También es cierto que el cerebro suele ser uno de los centros de esta actividad, puesto que él es el núcleo de la consciencia humana en cada persona.  Pero ¿son todos los sueños producto de la fisiología cerebral o de lo que comimos en la noche? ¿O existe un ámbito en donde la consciencia se proyecta más allá del cerebro?   Y de existir ese medio, ¿qué cosa es y de qué materia está formado?  La materia no parece tener límite “hacia arriba o hacia abajo”, y esto deberían saberlo muy bien los hombres de ciencia.  Apenas ayer, en términos históricos o evolutivos, se creía que todo lo que estaba más allá de la visión humana no existía.  No existía el átomo ni las partículas subatómicas.  Eran fantasías e infantilismos de Leucipo y Demócrito.  Y para los efectos prácticos de la casi totalidad de la gente, SIGUEN SIN EXISTIR.  ¿Entonces?  ¿No sería posible que haya un mundo que, debido a la pequeñez de sus partículas, nos compenetre y nos envuelva sin que nos demos cuenta? Imaginemos una clase de materia tan sutil cuyos átomos sean tan diminutos, que su relación con los de la materia física que conocemos, sea como son nuestros átomos en relación con el átomo del cual el Sol es el núcleo.   Entonces sería muy fácil entender la razón por la cual no podemos observar esos “núcleos MATERIALES de consciencia” que forman los muertos.  ¿Por qué no puede ser real el orbe de las ideas de Platón, del mismo modo que lo es el microcosmos “fantasioso” de Demócrito y Leucipo?  Parece que el único problema es una cuestión de tamaño.  Pero no para la Naturaleza, sino para el hombre, que no cuenta con los medios físicos para poder observarlo; por eso es un misterio o un plano inexistente; como era el universo de los microbios hasta la invención del microscopio.
            ¿Por qué se cierra la ciencia ante esa posibilidad tan científica o más, que la teoría de los agujeros negros que se tragan la luz?  Es la ELECTRÓNICA (la magia moderna) la que está llamada a proporcionar los instrumentos que en el futuro no muy lejano, habrán de posibilitarnos la observación y comunicación con los muertos; eso es seguro.  Pero es toda la comunidad científica la que nos tendrá que dar respuestas prácticas y “físicas” acerca de ese universo misterioso que hasta hoy solo es del dominio de los místicos y ocultistas, que pueden trasladar su conciencia a voluntad, hacia ese espacio que el escepticismo “científico” ha negado con una obstinación que es impropia incluso de cavernícolas.  Y cuando abramos esas ventanas ¿se imaginan todo lo que podremos ayudar a nuestros muertos?  ¿Pueden calcular todo el innecesario terror que desaparecerá de la humanidad?  El fundamento de las religiones se estremecerá y rodará hecho añicos, y sobre sus pavesas renacerá la religión primigenia, la religión de la VERDAD.  A partir de ese momento, la visión que el hombre tenga sobre la vida y su papel en el programa general de la Naturaleza, alcanzará alturas jamás soñadas más que por los místicos que, desde siempre, parecen conocer la mecánica del sistema. 
            Entonces, parece que hay dos caminos para acceder al territorio real y físico de los difuntos: uno es morir pero sin prejuicios ni miedos religiosos que condicionen la percepción que el individuo tenga de ese mundo.  Y el otro es penetrar allí sin fallecer; como lo han hecho desde siempre los ocultistas.  Y como lo harán los científicos cuando, desprovistos de prejuicios y poses vanidosas y arrogantes, decidan encarar con seriedad la aventura más apasionante que ha cautivado la mente del hombre desde que dio sus primeros pasos sobre la tierra, y su consciencia empezó a plantearle este gran Enigma que ha sido la obsesión de filósofos, religiosos y hombres ordinarios: ¿Qué hay después de la muerte?  ¿Residen Dios, Cristo y los ángeles en ese mundo?  Las religiones siempre nos han dicho que allí nos están esperando, bien sea para quedarnos con ellos, o para remitirnos a los dominios de don Sata.  ¿Podremos verlos mediante el “ultramicrovisor” de ochocientos megabytes?  ¿O necesitaremos más memoria y programas más poderosos?  ¿O simplemente aprenderemos a trasladar nuestra conciencia a ese y otros planos más sutiles todavía?
            ¿Cree usted que el reino de los muertos es algo “divino y mágico”, o que es un espacio físico semejante al nuestro?  Estudie todas las posibilidades y no se conforme con las posiciones dogmáticas que le han planteado en la religión o en la ciencia materialista y burlona.
           
             Ricardo Izaguirre S.

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