miércoles, 29 de julio de 2015

398 Echarles la culpa a los demás



398   LA CHISPA  

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

ECHARLES LA CULPA A LOS DEMÁS

         Se dice que somos libres para escoger, que tenemos libre albedrío como un don divino, según las religiones.  Pero al parecer, jamás lo ejercitamos en las cosas importantes de nuestras vidas.  Sencillamente nos dejamos arrastrar por la corriente, la opinión de los demás y por lo que consideramos que es una buena explicación para justificar las idioteces evidentes: que esa es la norma social o costumbre.  Todos seguimos esa conducta y, a la vez, culpamos a los demás de las consecuencias de aquellos actos que nos ponen en situaciones difíciles o dolorosas.  Y aunque este proceder es casi general, en las mujeres toma un carácter patológico; principalmente, en la cuestión del matrimonio.  Se supone que somos libres para escoger, y también se supone que en las elecciones trascendentales debemos ser sumamente cuidadosos y tomarnos el tiempo necesario para realizarlas; sin embargo, en algunas de ellas como el matrimonio, actuamos de manera infantil y casi rozando con una especie de insensatez.  Sobre todo, las mujeres.  Los hombres solo nos dejamos llevar por lo que parece una trampa social inevitable, algo que no tiene otra salida.  Casarse es como sacar la cédula, aprobar la primaria, tener la primera novia o enfrentarse al acné.  Todo mundo espera que hagamos eso.
            Si tenemos la libertad de escoger, ¿por qué optamos por las situaciones menos convenientes?  ¿Por qué las mujeres se llenan de hijos indeseables y soportan maridos inútiles que nunca serán mejores personas de lo que fueron cuando novios?  ¿No es un noviazgo el tiempo suficiente para darse cuenta de lo que es una persona, por más que simule?   ¿Por qué las mujeres se empeñan en creer que podrán cambiar a un individuo calavera y convertirlo en un buen marido, padre y proveedor?  Claro que hay condicionamientos sociales y biológicos que son el motor para esta conducta, pero en esta época en donde debe imperar la razón y la larga experiencia de milenios de dolor, los argumentos sociales y aun los biológicos, no son razones suficientes para tomar ciertas decisiones que pueden resultar perjudiciales, sobre todo, si tenemos indicios que nos advierten del peligro.
            Una mujer casquivana nunca dejará de serlo, ni casándose.  Tampoco un mujeriego.
            Sin embargo, equivocarnos en la elección de un camino, persona o situación (que todos lo hacemos) no significa que debamos aguantar las consecuencias del error por el resto de nuestras vidas.  Entonces, ¿por qué seguimos en un trabajo que no nos gusta?  ¿Por qué continuamos viviendo en un sitio que nos desagrada?  Y lo que es peor ¿por qué seguimos aguantando a una persona a la que ya no queremos ni deseamos como compañía?  ¿Por qué seguimos tolerando a alguien a quien se puede decir que nos fastidia hasta el punto de sentir aborrecimiento?  ¿Por qué esperamos treinta o cuarenta años para aceptar lo que supimos desde los primeros meses de matrimonio o concubinato, cuando no existía la “obligación” de los hijos ni el lastre de la rutina?  Pareciera que es porque somos incapaces de salirnos del pantano en donde nos hemos metido voluntariamente. Sin embargo, deberíamos hacerlo, pues a excepción de la muerte, no existe sendero sin retorno.  Un mal marido o esposa es algo que debe quitarse de encima de inmediato; sin darle largas ni esperar que los hijos crezcan.  Ese pretexto de los niños es el parapeto detrás del cual se esconden millones de pusilánimes que prefieren pasar la vida rezongando y reclamándoles a sus cónyuges las ofensas que les hicieron en su juventud.  Es una especie de juego sadomasoquista en el cual se deleitan las mujeres en sus sesiones de retroalimentación de rencores.  Sobre todo, cuando asisten a esos aquelarres en donde intercambian información acerca de las “perradas” que les han hecho sus maridos; o de lo inútiles y poco cariñosos que son.
            ¿Por qué esperar tanto tiempo para hacer un resumen de una vida miserable de insatisfacciones?  Parece que es para tener a quien culpar de nuestras decisiones.  Para tener el derecho de estarles diciendo a los demás que ellos son los culpables de nuestra situación.  Pero todos sabemos que nadie, fuera de nosotros mismos, es responsable de lo que somos.  Para saber esto, solo es necesario un poquito de honestidad.  Nadie nos forzó a escoger una pareja; nadie nos forzó a un problemático matrimonio; nadie nos ha forzado a convivir con ninguna persona; nadie nos obligó a tener hijos, esas anclas eternas que nos echamos por irresponsabilidad, casualidad o por malos cálculos de dominación afectiva.  Y si todo esto lo hacemos voluntariamente ¿por qué las mujeres, cuando superan cierta edad, empiezan con ese estribillo de majaderías acerca de lo culpable que es el marido por la situación que viven?   Las mujeres siempre saben (los hombres un poco menos), con qué tipo se están relacionando; pero cuando están “enamoradas”, pierden los estribos de la realidad, y suponen que con solo desearlo, van a hacer de un mequetrefe un buen marido.  O de un Don Juan, un casto esposo. Y cuando esto no resulta, como era de esperar, COMO SE LOS DIJO LA MAMÁ, EL PAPÁ, LAS HERMANAS, LAS AMIGAS Y TODO EL MUNDO, se dedican a culparlo de todas sus frustraciones y fracasos.
            Las mujeres son felices manteniendo viva la llama de sus rencores, y es por eso que forman esos círculos conocidos como “los clubes de las amargadas”, en donde le dan rienda suelta a sus majaderías y sentimientos de culpa, los cuales canalizan en contra de sus desventurados e inocentes maridos.  Si tomaron malas decisiones, la culpa no es de nadie sino propia.  Si esperaron a envejecer a la par de un idiota, y “perdieron” su juventud en ese lapso, este no tiene la culpa de tal tontería.  Recordemos que, pacíficamente, nadie nos hace nada que nosotros no permitamos.  Así que no tenemos derecho de estar acusando a otros de nuestras propias debilidades y malas decisiones, pues todos, en cualquier momento, podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas a placer.  Nadie nos amarra a la fuerza a otra persona.  Y si no cambiamos o dejamos esas compañías desagradables, es porque no tenemos fuerza de voluntad, somos debiluchos o necesitamos pretextos detrás de los cuales esconder nuestras vergüenzas y consciencia del fracaso ante la vida.    
         Fraternalmente
                                   RIS             E-mail:                       rhizaguirre@gmail.com


lunes, 27 de julio de 2015

399 La educación en los Estados Unidos



399   LA CHISPA 

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA EDUCACIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS

            Voy a abusar del ejemplo de los gringos, pero se justifica en el caso de la educación.  En cualquier cosa que ellos traten de enseñar a su gente, siguen los métodos más directos para obtener los objetivos prácticos que persiguen.  Nada de florituras ni ideales tan elevados que confundan al maestro y al que aprende.  Si una máquina se descompone, ellos le dicen al que está aprendiendo:
 “Déle un güevazo aquí para que funcione”.
Y si al alumno se le ocurre preguntar el porqué, la respuesta será: “A usted qué le importa, solo péguele y la cosa funcionará”.  Desde luego que esto es en sentido figurado, solo para ejemplificar la practicidad con la que ellos enfocan el aprendizaje.  Tampoco sucede en todos los niveles ni en las diferentes clases de educación (pública y privada) que reciben los ciudadanos de ese país.  Para ellos todo está muy claro y bien definido lo que es “educación” para cada grupo de ciudadanos de ese país.  Todo mundo sabe que la “educación” pública no es más que un divertimento para mantener ocupados, mientras crecen, a los millones de negros y latinos que van a ese tipo de escuelas; también a los muchachos gringos de los más bajos estratos sociales.  Para este grupo tiene varias “salidas” estructuradas para cuando terminan la high school.  Nadie piensa ni espera que esos jóvenes vayan a las universidades famosas a graduarse en profesiones liberales de abolengo (abogados, médicos, sicólogos, políticos, ingenieros, historiadores, filósofos, periodistas, literatos, economistas o sociólogos).  Si son negros y buenos atletas, pasan directo a las universidades deportivas en donde se gradúan automáticamente como profesores de educación física aunque ni siquiera sepan leer.  Mientras brillen en el básquetbol, béisbol, gimnasia, carreras, rugby o cualquier deporte que los haga millonarios, se graduarán de la universidad.  Master en algo, no importa qué, pues de todos modos no lo ocuparán para nada.
Para los latinos el panorama es más oscuro, como no suelen ser grandes atletas, tienen que incorporarse a la masa laboral: ayudantes de algo, roofing, yanitorial services, empleados de supermercados o en ventas de comida rápida, en gasolineras y todas las ocupaciones que los gringos no quieren hacer.  Latinos y negros que no destacan en el deporte, son la fuerza laboral gris de los Estados Unidos, aquella de donde también salen los soldados.  Gente estúpida y crédula.  Sin embargo, a todos les queda la alternativa de convertirse en “drug dealers” lo cual es muy productivo y seguro.  ¿Y los otros?  Los gringos blancos de clase media son los que llenan las universidades públicas; con grandes esfuerzos de los padres, y con préstamos y becas logran graduarse en profesiones útiles y remunerativas.  Los hijos de la clase adinerada tienen la opción de Harvard, Yale, Stanford y unas docenas de escuelas superiores no solo de gran prestigio sino muy caras, lo cual elimina a casi todos los negros y latinos de la posibilidad de ingresar a ellas.
Para el grueso de los jóvenes que salen de la secundaria, ellos tienen la opción de las escuelas técnicas, en donde se puede aprender todos los oficios y carreras de nivel medio, que los capacita para ocupar puestos en toda la escalera intermedia que va desde los peones analfabetos, hasta la parte baja de los profesionales de alto nivel.  Ahí no hay dudas en cuanto a lo que la “educación” es para cada grupo. ¿Que se podría mejorar?   ¡Claro que sí!  Pero ¿qué significa “mejorar” en los términos de esa sociedad?  Ya se dijo en una “Chispa” anterior que ese país puede convertir en profesionales a todos sus habitantes, incluso a los ilegales, pero ¿le serviría eso al país, al gobierno, al capitalismo?
¿Qué son las escuelas públicas en los Estados Unidos?  Auténticos cubiles de terroristas, asesinos en masa, narcotraficantes, prostitución y todo lo negativo que pudiéramos imaginarnos.  Las matanzas que, por diversión, suelen organizar entre ellos, siempre ocupan primeras planas en todo el mundo.  En USA ser profesor de escuela es más peligroso que estar en Bagdad, y es por eso que para realizar ese trabajo tienen que contratar a quien sea.  Pero ese “no es un problema del Estado”, pues la clase gobernante futura, los “egghead”, se encuentran a buen recaudo estudiando en colegios y universidades privadas, en donde les enseñan todo lo necesario para gobernar sobre esas clases inferiores.  Mientras la escuela pública ha sido tomada por asalto por la sicología, la tolerancia, las teorías pedagógicas modernistas, los “orientadores” y toda esa plaga de metodologías que siempre le dan la razón al estudiante, los colegios y universidades privadas se rigen por reglamentos severos medievales que nadie se atreve a poner en discusión.  Las escuelas militares de alta calidad son el ejemplo vivo de lo que es una educación superior de elevados vuelos.  En tales escuelas no tienen cabida los mediocres, ni siquiera con plata.  Y si a ellas entra algún pobretón, es porque ha demostrado ser una persona de verdadero talento.  Y tal atributo es oro puro en los Estados Unidos.  En esas universidades no se llega a perder el tiempo, mientras los muchachos “se encuentran con ellos mismos”, como suelen hacer nuestros estudiantes.  Cinco mil o más dólares de “tuition” por mes no permiten esos lujos que se dan en las escuelas públicas.
En la educación de los Estados Unidos hay una SELECTIVIDAD tremenda que solo puede ser franqueada mediante dos llaves: el dinero y el talento. Las dos son esenciales para entrar al círculo de los elegidos.  En cambio la “educación pública” está abierta a todos, pero todo el mundo sabe lo que puede esperar de ella.  En síntesis, la sociedad norteamericana tiene muy claro lo que es la EDUCACIÓN y hacia dónde conduce; y lo que es más sorprendente, FUNCIONA, al menos en el sentido capitalista.
¿Qué debemos imitar del modelo yanqui?  Pero con honestidad y con los pies puestos en nuestra realidad.                                                          
                    RIS       E-mail:   rhizaguirre@gmail.com



































































396 La educación es cosa de maestros



396    LA CHISPA  

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA EDUCACIÓN ES COSA DE MAESTROS…

            Pero hay maestros de maestros…  Como todo en la vida y sin hacer “democratismo”, la actividad educativa está regida por las mismas leyes que determinan todos los acontecimientos de la vida: LA SELECTIVIDAD.  Nadie es buen médico solo porque tiene un título de doctor en medicina; o buen abogado, economista o maestro porque se graduó en eso.   Aunque claro, todos pueden tener acomodo en diferentes estratos de sus respectivas profesiones.  El título universitario NO GARANTIZA la calidad del profesional, pues todos venimos dotados de ciertas capacidades y limitaciones de las que no podemos pasar.  El título solo certifica que ese individuo estuvo en la universidad tantos años y que ganó unos exámenes que lo facultan para ejercer determinada profesión.  Nada más.   Ni que es inteligente ni que es buen profesional.  Eso solo se demuestra en el campo laboral, en el ejercicio del oficio en el que está titulado.  Adquirir un título profesional es lo mismo que graduarse de militar; pero hasta que este no está en el campo de batalla y demuestra sus atributos de guerrero, no es más que un proyecto de soldado. 
            Y en esta valoración es necesario no confundir la inteligencia con la astucia, porque se parecen demasiado.  Tampoco el talento con la eficiencia, pues cualquier profesional que carezca de aquel, con gran esfuerzo y mucho tiempo de trabajo, puede llegar a ser muy competente en sus funciones, sin que eso signifique que es inteligente.  Las hormigas y termitas son muy “eficientes” en sus rutinas casi perfectas, pero carecen de la creatividad o inteligencia para hacer un panal cuadrado o piramidal.  Son incapaces de alguna innovación, las que solo son posibles cuando hay inteligencia, esa potencia del espíritu que, como dice el anuncio de Chivas Regal: SE TIENE O NO SE TIENE, a pesar de lo que puedan sostener los seguidores de “las inteligencias múltiples”.  La inteligencia es UNA y única, con infinidad de manifestaciones en diversos niveles, pero NO son muchas, es solo UNA. Y es esta la que, en los procesos de selección natural y social, nos dice quiénes son aquellos capaces de ejercer las posiciones cimeras en la sociedad y en el campo de la educación.  Es decir, quiénes son MAESTROS, sin importar la profesión en la que se hayan graduado.
            El campo profesional está lleno de incapaces y de termitas del derecho, economía, educación, medicina, farmacia, ingeniería y todas las profesiones conocidas.  Desde luego que son muy útiles, pero ineptos para realizar trabajos creativos, innovadores o revolucionarios, como debe ser la educación en estos tiempos.  El apogeo del “trivium” y el “cuadrivium” quedó muy atrás en el calendario pedagógico.  En esta época de vértigo cibernético, lo “último” que se produce en los centros de investigación y creatividad, ya es obsoleto cuando nos llega.  Así que aquellos que tienen una mente estática y un afán por el inmovilismo y la tradición, NO PUEDEN SER BUENOS MAESTROS.   El maestro moderno debe ser como Proteo, capaz de adaptarse a todas las formas que requiera la educación moderna, pero sin perder de vista las realidades en la que esta se sustenta: que los seres humanos tienen limitaciones, y que no se puede ir más allá de estas.  Dentro de ese campo marcado por la naturaleza biológica y espiritual, el niño y el individuo pueden crecer hasta el límite de su potencialidad, pero no más allá.  No nos engañemos fingiendo creer “que todo es posible” con fe y esfuerzo.  La Naturaleza es implacable, y este es un punto que se debería debatir a nivel nacional, sin chovinismo ni patrioterismos emocionales.  Y eso es lo que la escuela (el Maestro) debe entender con claridad.  También los padres están en la obligación de aceptar ese hecho, y no pretender que sus hijos son genios y que pueden llegar a culminar carreras universitarias en forma brillante.  Enfrentar esa realidad sin engaños ni falsas expectativas es responsabilidad de todo buen maestro, y a partir de este, de todo el sistema y la sociedad.
            La función educativa en la América Latina se ha llenado de teorías, modelos y ejemplos de los Estados Unidos y Europa, y hemos perdido de vista el escenario criollo.  Las experiencias pedagógicas alemanas o inglesas no pueden interpolarse en nuestro medio. La sicología de esos pueblos difiere de la nuestra, y nos guste o no, nuestros niños, en nuestro ambiente, tienen limitaciones que para un jovencito alemán, francés o gringo no existen.  Las respuestas de ese mundo a los problemas de la educación no son aplicables a nuestros niños.  Y mientras no entendamos eso y andemos haciendo cálculos y comparaciones basados en los informes de la UNESCO o en estudios realizados en USA, estaremos “miando fuera del tarro” en materia educativa.
            Sí, la educación es cosa de Maestros; pero de maestros que puedan elevarse por encima del nivel de la mediocracia y, en lugar de solo atisbar su escuelita y el medio circundante, que exploren el horizonte total que su profesión les ofrece, en busca de respuestas funcionales de acuerdo con un equilibrio entre lo que somos y tenemos, y lo que podemos ser y tener.  El Maestro no debe ser un robot esclavo del “programa del Ministerio”, sin un innovador, dentro de su capacidad, que como la memoria caché de los ordenadores, siempre se adelante a los problemas de su profesión.  De esos maestros es la responsabilidad de la Educación: desde el Ministro, hasta el último soldado en la línea de combate contra ese enemigo implacable de nuestros pueblos: LA IGNORANCIA.          
            Las termitas de la educación son útiles y casi necesarias; pero los revolucionarios de la profesión más bella y sublime que hay, deben ser reclutados de entre lo mejor de lo mejor: la crême de la crême del Magisterio.   Y aquí es donde intervienen los Maestros de más arriba, los responsables de cómo funciona el sistema.  Para tener una idea del valor de este trabajo de escogencia, solo deben recordar que una guerra no se gana con soldados mediocres ni cobardes. 
            Escuelerescamente
                                               RIS          E-mail:               rhizaguirre@gmail.com

Les recomiendo  la lectura de mi libro “La Biblia sin Antifaz”, a la venta en Amazon, versión digital.

domingo, 26 de julio de 2015

381 ¿Qué producimos?



381   LA CHISPA 

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

¿QUÉ PRODUCIMOS?

            En Costa Rica gozamos de todo y tenemos lo último de la tecnología mundial a nuestra disposición: Internet, televisión, telefonía de vanguardia, teléfonos celulares, autos, ordenadores, hospitales con los mejores y más avanzados instrumentos de la medicina; electrificación nacional, turbinas generadoras, periódicos, radio y todo lo mejor.  Pero de todo eso, ¿qué producimos en realidad?  Todo lo que tenemos no es más que un espejismo pues, en realidad, todo aquello que usamos no es más que un préstamo que recibimos de los países industrializados.  Todas nuestras “industrias” no son más que labores de acabado intermedio o final que realizamos con maquinaria que no fabricamos.  Si “hacemos” un eje, un plato de clutch o un tambor de llanta, creemos estar industrializados, pero la verdad es que nada de lo que ocupamos como herramientas para realizar esa labor es fabricado por nosotros.  Ni el torno, las sierras eléctricas, las cuchillas, limas, lijas ni nada. 
            Seguimos siendo una “banana republic” que depende por completo de las importaciones.  Somos agricultores primitivos pues ni siquiera fabricamos las herramientas más simples que se ocupan en esa actividad.  No fabricamos ni siquiera un simple machete, menos la reja de un arado; y mucho menos un tractor o cualquier otra maquinaria agrícola.  Nada.  Tampoco los insumos que se utilizan en esta actividad, ni los tubos ni las mangueras para la irrigación.  Nada.  Si partimos desde CERO, sin contar con la maquinaria que importamos para fabricar el machete, nos daremos cuenta de que ni siquiera estamos en la era neolítica: somos paleolíticos.  Esa es la verdad, aunque nos incomode.  ¿Podemos hacer una aguja para inyectar, un condón, un plato o una olla que no sean de barro, una cuchara?  Pero todo el proceso, desde extraer y procesar el metal, hasta las máquinas y herramientas con las que se hacen esos objetos.  No podemos hacer ni siquiera una pinche “carreta típica” si no contamos con las herramientas que importamos de USA, Japón o Europa.  Fíjense que la situación es aterradora; al principio de un milenio, cuando el hombre ha creado tecnología para enviar hombres al espacio ¿qué tenemos en REALIDAD en Costa Rica?
 Estimado lector, piénselo.  Medite qué nos pasaría si de repente sufriéramos un bloqueo comercial de las naciones que suplen todas esas cosas.  En menos de cinco años andaríamos con taparrabos de hojas y bejucos, porque las máquinas de coser con las que “fabricamos” nuestra ropa, no las hacemos; tampoco el hilo, las agujas, los botones ni los dedales.  Nada.  Ni siquiera somos capaces de fabricar los billetes y monedas con la cuales hacemos el comercio.  Ni los cheques, porque no sabemos como se hacen las máquinas de escribir ni la tinta.  Investigue cualquier línea de productos y se dará cuenta de que no somos capaces de hacer ni un par de anteojos.  Incluso somos una “banana republic” deficiente, porque no podemos hacer los vehículos que transportan los bananos a los puertos de exportación.  Tampoco los insumos que consume la agricultura del banano, café o las flores que exportamos.  Y ni pensar en un carro, un barco o un avión.  Si acaso, de papel.
Si no pudiéramos importar nada ¿cómo nos curaríamos?  Si no es con la maquinaria que importamos, no podemos hacer una pastilla, un suero, una vacuna o un antibiótico; mucho menos un bisturí, un tomógrafo o un aparato de rayos X.  Las sociedades que no dominan los metales, están perdidas.
Es probable que mucha gente considere que eso no tiene importancia, ya que siempre podremos seguir importando esas cosas del resto del mundo, ya sea USA, China, Japón o Europa.  Lo mismo que creía la sociedad burguesa de Cuba.  Pero el asunto no es tan simple, pues no se trata solo de importar, sino de cómo funciona ese mecanismo de dependencia.  Desde luego que nuestras Oligarquías están felices y cómodas con esa situación.  Ellos nos han sumido en la dependencia tecnológica absoluta, y a cambio de esto, se han garantizado el respaldo de USA para conservar el poder indefinidamente; además, la seguridad de que su  cacao, bananos, flores, papayas, yuca, chayotes y minivegetales serán comprados en ese mercado.  Negocio redondo.  Y con la devaluación se han asegurado ganancias ilimitadas.  Exportan y les pagan en dólares, y ellos pagan a sus empleados en una monedad que nada vale.  Y si algo sale mal, se van a la Florida. 
¿Podemos hacerle un “bloqueo comercial” a USA con flores o minivegetales?  ¿Podríamos asustarlos con no venderles café, sandías o ayotes?  ¿O con negarles la visa a los turistas gringos?  Tenemos que industrializarnos, y si no es posible alcanzar un nivel como el de Holanda, Bélgica o Dinamarca, al menos tenemos que producir algunos artículos tecnológicos de demanda internacional que nos garanticen las divisas necesarias para importar lo que no producimos.  Llegará el día en que toda la cosecha de café y verduritas que producimos no alcance ni para pagar el petróleo que consumimos.  Y eso no está muy lejano.  ¿Y qué se ha planificado en ese sentido?  Nada.  O solo parches de industrias de ensamblaje extranjeras que se van cuando les da la gana y les aparecen mejores lugares (mano de obra barata) para producir.  Tenemos que industrializarnos, pero eso debe ser desde la parte más básica: la metalurgia.  Pero NUESTRA, no de empresas gringas, japonesas o europeas.  Si no dominamos la metalurgia, significa que todavía estamos dentro de la caverna.  ¿Que  no tenemos metales?  Eso qué importa.  Japón no tiene nada en su subsuelo y es la segunda potencia industrial del mundo.  Debemos producir cosas a las cuales podamos PONERLES PRECIO.   Objetos de alta tecnología que no tengan tanta competencia de productores, como el caso del café o el banano, que se producen en todo el mundo a precio de miseria.  ¿Qué tal la Electrónica, que es la ciencia del futuro?  Pero no una industria de la Toshiba, de Intel, la Motorola o de Bill Gates sino de ticos.
Debemos industrializarnos para lograr la verdadera independencia.  O nos hundimos.
Industrialescamente
                        RIS       
                                       E-mail:   rhizaguirre@gmail.com