domingo, 21 de diciembre de 2014

1045 Lotería Nacional: negocio bajo sospecha


1045   LA CHISPA          
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOTERÍA NACIONAL: NEGOCIO BAJO SOSPECHA
            Lo primero que debemos rechazar en el análisis de este problema es el asunto “patriotero”, sentimentaloide, cursi y conducente a la sumisión a los “altos ideales” de la sacrosanta Lotería Nacional, la benemérita institución nacida para “hacer el bien”.  No nos dejemos llevar por los cuentos, y veamos el asunto como lo que es: UN NEGOCIO REDONDO mediante el cual esta empresa succiona a los bolsillos de los ciudadanos, CIENTOS DE MILES DE MILLONES cada año.  Mediante cinco, seis o más juegos alucinantes y sin control alguno, esta EMPRESA se chupa millones de colones de los ilusos viciosos que creemos en el lema de “Hágase millonario de la noche al día”.  ¿Que nadie nos obliga a jugar?  Es cierto que nadie lo hace a punta de pistola, pero existen mil maneras sutiles y no menos eficaces que nos inclinan a los vicios de cualquier naturaleza.  Y la simple posibilidad de salir de enredos financieros mediante un golpe de suerte de la lotería, es una idea que nos vuelve locos a todos.  Somos prisioneros de nuestra propia angurria, y la Lotería se aprovecha de esa debilidad humana.   Recuerden que nadie “obliga” a los borrachitos a ingerir licor.  No en forma directa ni forzada; pero  existen mecanismos sicológicos y sociales muy eficientes para eso. Subliminales, les dicen.  Y nadie aparece como responsable de tal maniobra, pues tal tipo de compulsión ha alcanzado niveles de eficiencia tal, que sus promotores se tornan invisibles e indetectables.  También le llaman Mercadotecnia.  La misma que nos inclina a comer todo tipo de comida chatarra.
            El vicioso de la Lotería es una especie de enfermo que llega a gastarse grandes sumas de su salario, que le causan enormes daños a la economía familiar; eso sin contar que las amas de casa también desvían parte de esos ya mermados recursos para jugarse sus pedacitos.  De esta manera, el daño que la Lotería les causa a las familias es MUCHO MAYOR que los beneficios que algún sector de la sociedad pudiera recibir por las limosnas que esta empresa dice que entrega a diversas instituciones.
            Por favor, no se deje atrapar por el lirismo y la verborrea de los funcionarios de esa empresa y analice los datos; más aún: exija un informe certificado por la Contraloría General de la República acerca de cómo y en qué cantidad se distribuyen las desproporcionadas ganancias de esta EMPRESA.  Y decimos desproporcionadas porque así es la relación entre los ingresos y la cantidad de dinero que se distribuye en premios.
De “LA CHISPA”  # 331:   En el estado de Nevada (USA), cuna mundial de los juegos de azar, las empresas que hacen juegos, rifas o lo que sea, están obligados por ley, a repartir entre los jugadores el SETENTA Y CINCO POR CIENTO (75%) de lo recaudado.  Del 25% restante salen sus ganancias de los organizadores y las del tío Sam.  En el país de la libre empresa, la Ley no desampara al ciudadano y fija los porcentajes de beneficio para los jugadores; no lo hacen los casinos ni las loterías”. 
¿Y cuánto se da en Costa Rica a los viciosos que hacemos el botín de la Junta?  Veamos el sorteo del 30 de noviembre del 2014.
            Se sacaron a la venta 928 series y la Benemérita se reserva 72 de ellas.  ¿Por qué?  ¿Para qué?  Eso es algo que amerita una explicación a los clientes de ese NEGOCIO.  ¿Por qué esas 72 series de reserva?  Además, hay otra anomalía que se debe explicar a los consumidores: la excepción de esas 18 series que no son dobles (178-179-231-232-233-234-235-236-237-238-295-596-597-598-599-607-609 y 689).  ¿Por qué?
            Veamos el asunto de los premios, cuyo número (95) no parece tener ningún objetivo más que el de DAR LA IMPRESIÓN de que en esa multitud de premios se reparte una gran cantidad de dinero, cuando en realidad eso no constituye más que una burla descarada a los jugadores de lotería.  ¿Se imaginan ustedes lo terriblemente difícil que es “pegar” la serie y número de un entero para ganarse miserables 400 mil colones?  Es para morirse de la rabia.  Se dan 60 premios de 400 mil, 20 de 500 mil y 12 de un millón, los que suman la cifra de 46 millones de colones, los cuales, todos juntos, no alcanzan ni para comprarse una casa de regular calidad; talvez un tugurio.  Como se ha dicho otras veces, un premio de esos no da ni siquiera para una buena borrachera.  Tal cosa, dada la dificultad de acertar los cinco números, es UNA BURLA SANGRIENTA al jugador.
            Luego vienen los tres premios mayores: Uno de 140 millones, otro de 26 millones y el tercero de 11 millones, para un total parcial de 177 millones que, sumados a la “mostacilla”, nos dan un gran total de 223 millones.  Pero resulta que se vendieron 928 series de cien números, lo que hace 92.800 billetes de 8 mil colones, lo que se transforma en 742.400.000 en una sola emisión; pero como son dos, el monto sube a 1.484.800.000.  Y como el total de premios es de apenas 446 millones (si es que alguien los pega), la Benemérita Junta se queda con la tajada del león, que asciende a MÁS DE MIL MILLONES DE COLONES.  Además, el premio podría quedar entre esas series de “reserva”.   Negocio redondo.
            Mientras la Junta guarde una especie de secreto acerca del destino y montos de las regalías que hace, el ciudadano TIENE EL DERECHO de exigir una explicación detallada de las finanzas de esa EMPRESA; y no de la contraloría particular de la Junta sino de la Contraloría General de la República.
            Y en todo caso, el ciudadano debe recordar que todas esas partidas (contribuciones) que da la Junta, SON OBLIGACIONES DEL ESTADO.  La Junta NO tiene por qué financiar hospicios, refugios ni hospitales; para eso está la Caja del Seguro (el Estado).  Para eso están los impuestos directos e indirectos que pagamos los ciudadanos.  Y si ha de existir la Lotería como un NEGOCIO, no debe actuar como moro sin señor sino como una empresa comercial regida por la ley general y no por ocurrencias y privilegios auto conferidos por la propia Junta Directiva de un ente que parece hacer lo que le da la gana. 
            También debe mejorarse el sistema de premios: deben ser solo tres.  Con el valor actual del billete (8 mil colones) en dos emisiones, el premio mayor debe ser de 500 MILLONES, EL SEGUNDO DE 300, Y EL TERCERO DE 200 MILLONES.   Y los cuatrocientos y pico restantes, debe ser la ganancia de la Junta; y aún así, sería demasiado.         Sin embargo, sería más justo que la proporción actual.   Tales premios sí nos harían millonarios en una forma realmente efectiva, pues doscientos millones (del tercero) sí nos sacarían de apuros “para siempre”.
            Yo, como ciudadano vicioso y contribuyente de la Lotería, exijo esa reforma.  ¿Cuántos más están de acuerdo conmigo?  Vean que 500, 300 ó 200 millones de pesos sí nos sacan del ingrato gremio de los pelagatos y, si hacemos buen uso de ellos, tenemos resuelta la mayor parte de los problemas de cualquier ciudadano.  No son la panacea, pero eso sí, la puerta de entrada a un mundo de abundancia material.  Lo demás… depende de nuestro buen juicio.
            Fraternalmente.
                                               RIS

lunes, 1 de diciembre de 2014

1044 Te quise escribir un poema...



1044   LA CHISPA            
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TE QUISE ESCRIBIR UN POEMA… Y  FRACASÉ
            Empecé por escoger lo más obvio: el tema del Amor, lo básico, lo esencial de toda relación, pero ¿qué es lo que no se ha dicho acerca del amor?    Por más que lo intenté, no pude armar una frase con “amor”, que no la hubieran utilizado mil veces los poetas y músicos.  O los religiosos.  ¿Qué hacer entonces?  Tenía que escoger cuidadosamente las palabras para que no pareciera un poema vulgar, de esos que escriben a millares los quinceañeros.  Entonces hice una lista de palabras selectas, especiales, exclusivas.  Y escogí varios temas únicos como tu personalidad, tu carácter, alegría, dulzura, melancolía, entrega desinteresada, pero… todas esas cosas son lugares comunes aburridores que ya nada significan; las han dicho y cantado miles de veces.  Así que volví a escoger con mucho cuidado las palabras y frases con las que debía estructurar este poema tan… ¿qué?  Y seleccioné varias como: Amor eterno, profundo, inquebrantable, apasionado, alocado, brutal, a prueba de fuego, del tiempo, de la pobreza, del dolor, del engaño, de la enfermedad, de la pobreza, de la vejez.  Pero resultó inútil.  Con cada uno de esos adjetivos hay un millar de frases y oraciones que vulgarizan el sentido del poema singular y exclusivo que te quería escribir.  Así que dejé en suspenso la cuestión del amor y… comencé a mirar con horror la dificultad que implica escribir un poema de amor… sobre todo, si se quiere que sea original.  Así que me fui por un atajo y…
Quise hablar de tu belleza en general, de esa abstracción tan especial como desconcertante; pero no supe qué decir o cómo referir tu belleza a algo que todos puedan entender, y me sentí frustrado porque todas las palabras que conozco ya fueron utilizadas en la descripción de otras mujeres.  Así que postergué el punto y me enfoqué en un tema que me pareció más sencillo: el de tus negros o azules ojos.  Pero ¡por los dioses!  Hay millares de canciones y poemas dedicados a los ojos de las mujeres.  Hay tangos acerca de los ojos azules, y existe la famosísima canción de Marta.  No queda material poético para los ojos, a menos que utilicemos más lugares comunes como: embrujadores, misteriosos, oscuros, luminosos o cualquier otra repetición.  El capítulo de los ojos es tan trillado como el de los labios o la boca.  Todas las formas de mirar han sido gastadas hasta el límite.
¿Entonces?  Me enfoqué en encontrar algunas variantes para el cabello: ondulado, lacio, negro como el azabache o la noche más oscura, ensortijado, rubio como el sol esplendente, sedoso como la seda, castaño, abundante, alborotado como una tempestad, rojizo como una cascada de sangre.  Pero resulta que todos esos adjetivos han sido utilizados millones de veces; tantas, que los convierten en lugares comunes.  Ya no queda forma alguna para referirse poéticamente al cabello.  A menos que se eche mano de los champús o de los productos para teñirlo.  Y en ese caso, hay que ir a los catálogos de Avon, Estilos, L’ebel y otra infinidad de productos para el cabello.   Ahí se pueden encontrar referencias numéricas y códigos para referirse a los colores del pelo.   Y esta última palabra vendría a ser la más “original” de todas.
Entonces, pensé en escribir algo sobre el óvalo de tu rostro, y solo se me ocurrió un óvalo geométrico, una rueda alargada, pero ¿qué se puede decir acerca de un óvalo?  ¿Que es ovalado?  ¿Y quién decidió que la belleza es ovalada?  Así que me concentré en lo que hay en el rostro: cejas, ojos, pestañas, nariz, labios, dientes y barbilla (con huequito y todo).  Y empecé con los ojos y su color.  Solo bizcos fue lo único original que encontré para referirme a ellos en un poema.  Todo lo demás está gastado.  Agotado.  Quemado.  Las cejas no dan pie para mucho, pues como casi todas las mujeres se las arrancan, lo que queda no es muy original o poético.  Todos los adjetivos imaginables sobre las narices (menos ñata) ya han sido utilizados en todo tipo de escritos (frágil, afilada, larga, respingada, perfecta, aguileña, fina y cuanto más puedan imaginarse).
Del óvalo del rostro, pues, solo me quedaba la boca: labios y dientes, pues de la lengua no hay nada qué decir.  Pero ¿alguien conoce una palabra que no se haya dicho como halago acerca de las bocas de las mujeres?  Solo queda trompuda, pero eso no suena muy halagüeño.  ¿Tus labios de rubí, de grana, de miel, tentadores, pecadores, misteriosos, húmedos, sensuales, provocativos?  Todo eso está dicho hasta la saciedad.  No queda nada para la boca y sus componentes.  Y ni qué decir de los dientes y sus socorridos símiles con las perlas o con el marfil. 
Las manos, los dedos, los pies, las orejas, pantorrillas, rodillas y tobillos no dan mucho material para halagos.  Son demasiado inocuos y no sugieren nada pasional o tentador (otros dos lugares comunes) que se pudieran incluir en un poema de amor.  Pero aún quedan otros sitios dignos de encomio y de los que se puede hablar públicamente: el cuello, los senos, las piernas, el talle y las caderas.  Aunque de esta última, ni siquiera el diccionario sabe con exactitud el territorio que abarcan.  Y en cuanto al talle, de inmediato me di cuenta de que no hay qué no se haya  dicho de él.  Acerca de este se han utilizado tantos adjetivos que ya no queda nada que decir de ninguno de ellos, salvo “gordo”, y eso no te haría ninguna gracia.
Así que lo intenté con los senos (lo que se puede decir sin ofender).  ¿Senos esplendorosos?  ¿Enormes, redondos, medianos, chiquitos, erguidos, separados, juntos, palpitantes (si es que palpitan), cimbreantes?  Fin del camino.  Hay millones de canciones y poemas que citan estos adjetivos hasta convertirlos en lugares comunes aburridores.  Las caderas tienen más material sugestivo y sensual, pero no sabemos hasta dónde llegan ni qué territorio abarcan además de la simple cita que de ellas hace el DRAE.  También son tentadoras, sensuales, pecaminosas, provocativas y todo el chorizo de lugares comunes que la lujuria ha creado para señalar la condición sensual de esos atributos femeninos.  Pero eso no es material para un poema exclusivo.  Desolador panorama para mi intento poético.
Al no quedarme nada material de tu cuerpo, pensé ¿qué hay de las virtudes y cosas espirituales?  ¿Qué hay de tu entrega y de la loca pasión con la que me has amado?  Pero resulta que todo el mundo piensa lo mismo de sus anodinos e insípidos romances de duración fugaz. Así que este tema no me pareció generoso.  Pensé hablarte de la felicidad (el manido tema de la felicidad) y del largo tiempo que hemos disfrutado en un mundo diseñado a nuestra medida.  Pero recordé que infinidad de músicos se me adelantaron en eso, y el “amor eterno” ya solo es otro lugar común.
            Ensueño, arrobamiento, ternura, pasión, solo son palabras archiconocidas y usadas en infinidad de conversaciones románticas; tanto que han perdido todo valor y solo tienen el mismo significado que la lluvia sobre un techo de lata.  Te quise escribir acerca de cuánto te amo y lo que significas en mi vida, pero ¿quién no les ha dicho eso a todas las mujeres que ha conocido?  Tanto que ya nada significa.  ¿Que no puedo dormir ni comer ni pensar si estás ausente?  Demasiado trillado, todo el mundo utiliza este estribillo.  ¿Y si te digo que mis noches son de interminable insomnio cuando no estás?  Ni yo me lo creo.  Lugar común.
            Quise hablar de angustia, soledad, tristeza y sensación de vacío por tu ausencia, pero ese ha sido el tema de mil tangos y boleros, incluso de salsas y merengues.  El dolor por la ausencia del ser amado se ha hecho tan trivial que ya nada significa.  Intenté con la triste soledad… y seguí con amarga, interminable, dolorosa, negra, gris, aplastante, hiriente, angustiosa, asfixiante, fría, torturante.  Pero todas esas palabras y más, han sido manoseadas en cientos de poemas y canciones de lo más vulgares.
            El olvido o el recuerdo están demasiado manoseados, y todo el mundo sabe que nadie olvida y que las cadenas de recuerdos siempre son un lugar común en los tangos.  Algo a lo que siempre echamos mano para salir del apuro. Pensé hablar sobre el arcano de tu embrujadora personalidad, de tu mirada misteriosa y dulce, de tu voz profunda, cálida y acariciante; pero todas esas palabras son lugares comunes más trillados que un camino de carretas.  Más conocidas y aburridoras que la letra de una milonga o una cueca.  Entonces, quise poetizar sobre la ternura de tu amor, sobre el calor avasallador de tu cuerpo desnudo y sudoroso expuesto al fuego de la pasión y el deseo.  Pero todas esas palabras se encuentran en miles de rancheras, boleros e incluso en bachatas.  Desesperado, recurrí a lo que fuera: físico o espiritual…
          Pero  ¿sería adecuado hablar sobre el espíritu y enredarlo con el amor pasional, sensual y sexual?  Talvez, pero aun así, el tema cayó dentro de la categoría de repeticiones rayanas con la vulgaridad, con lo común y general.  Entonces, ¿qué decir sobre una mujer tan especial y a la vez tan general?  ¿Lo que es común a la mujer ideal?  ¿Y qué es una mujer ideal?  No lo sé… Sin embargo, sigo creyendo que tú lo eres.  Aunque eso implique que sigues siendo indefinible; sin características ni aristas sobresalientes, pero única; única en la generalidad, exclusiva dentro de la multitud.  Eres tú, única para mí, dondequiera que vivas y hagas lo que hagas, o estés con quien estés.  Solo sé que por ahora, renuncio a escribirte un poema… no hay palabras adecuadas para describirte.  Solo que eres… única.

martes, 25 de noviembre de 2014

1043 Adiós, hermano.



1043    LA CHISPA                     (11 de noviembre de 2014)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
ADIOS, HERMANO…
            El 19 de octubre del presente año 2014, falleció en la ciudad de San Francisco, California, un buen hombre; él era mi hermano, el último hermano de sangre que me quedaba, pues de corazón tengo otros y otras.  Después de un largo proceso de purificación, descargó la cruz material que lo ataba al mundo y emprendió el viaje solitario que todos debemos hacer… en algún momento.                    
Quisiera creer, como lo hacen muchos, que solo es un “hasta luego” que terminará cuando nos encontremos en algún otro lado, en ese “espacio” que llamamos más allá,  ese lugar que tanto hemos idealizado, al gusto de cada uno; pero ambos sabemos que no es así; buen viaje, hermano mío, que los ángeles custodios te enseñen el camino de retorno al Hogar.  Y después de cruzar el Leteo, solo quedará en tu alma el recuerdo de las cosas buenas, de los grandes afectos; toda la pesadilla será borrada y solo te acompañará la dicha del olvido.
            Mi hermano quiso ser enterrado en San José, al lado de los restos de nuestra madre, en donde todavía esperan hambrientos dos nichos que se insinúan ominosos con una especie de amenaza a los que, supuestamente, hacemos falta en ese trozo de tierra del cementerio “Jardín de los Recuerdos”.
            Mi hermano fue un buen hombre, y con eso creo decir todos los elogios posibles.  Puedo decir sin ningún sonrojo, que le sentía una profunda envidia por sus virtudes; tanta que, en uno de mis libros (El Análisis) llegué a decir que él era la clase de hombre que yo hubiera querido ser.
            Hoy se ha ido.  Lamentablemente, con un gran espacio de tiempo que nos quedamos debiendo el uno al otro.  Y muchas conversaciones se nos quedaron en el aire.  No las oímos, aunque quizás las sepamos y conozcamos las respuestas a las preguntas que quisimos formularnos.
            Cualquier cosa que haya “al otro lado”, estoy seguro que no será algo que lo saque de quicio y que no pueda resolver con decisión… porque de una cosa estoy seguro: mi hermano era un hombre muy valiente.   Eso simplifica el tránsito y hace posible y fácil el acomodo al estado post mortem, ventaja de enorme valor.
            Un hombre valiente, lógico e inteligente como él, no tendrá problema alguno para adaptarse a su nueva fase de aprendizaje y evolución.   Rafael era un hombre sereno, que parecía tener todos los años del universo, pero a la vez, un sentido del humor propio de un niño: era un niño-anciano o un viejo juvenil que nunca dejó de ver los problemas con sabia tolerancia.  ¿Que cometió errores?  No lo dudo.  He dicho que era un “buen hombre”, no un santo.  Pero son muy pocos los que merecen el calificativo de buenos, y mi hermano sí lo era.  En donde quiera que se encuentre, estoy seguro de que no será problema alguno para él.  Un hombre valeroso NO puede ni debe tener problema alguno al cruzar el umbral.
            Hermano mío, que tengas un breve y agradable paso por este primer peldaño de la vida post mortem, y que al cruzar el río del Olvido, borres todos los angustiosos recuerdos de tu vida terrenal, aunque en esa operación desaparezcamos todos los que aquí te hemos querido.  Ese es el camino, esa la Ley.  Sé que volveremos a ser parientes, aunque no recordemos nada de la presente vida.  Y hasta entonces y, en esas condiciones, sí es válido el “hasta luego”.  Con todo cariño
            Tu hermano
                                   RIS

martes, 23 de septiembre de 2014

1039 La cuestión del suicidio



1039   LA CHISPA                    
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA CUESTIÓN DEL SUICIDIO
         ¿Tenemos derecho a ponerle fin a nuestra propia vida?   ¡Con calma, por favor!  No se trata de festinar la muerte por pura diversión o aburrimiento; ni siquiera para escapar de las consecuencias de actos delictivos o problemas financieros o amorosos, o por un arranque de locura, sino como instancia última ante hechos que convierten la vida en una tragedia insoportable.  Se trata de considerar el suicidio cuando la vida nos presenta una encrucijada feroz en donde solo nos quedan dos puertas: poner fin a nuestra existencia, o enfrentarnos a un sufrimiento terrible, sin marcha atrás, en donde el desenlace final siempre será la muerte.  Es decir, cuando sabemos que no hay esperanza, que somos enfermos terminales y que lo único que queda es un variable período de dolor y sufrimiento, o de borrarse, como en el Alzheimer.
         Desde luego que existe un amplio abanico de respuestas, sin que ninguna de ellas pueda privilegiarse sobre las demás.  Ni siquiera las religiosas, con toda la autoridad que los creyentes les asignan a sus deidades y sistemas litúrgicos.  Si no consideramos el factor “milagrero” y nos atenemos a los hechos científicos, la totalidad de los enfermos desahuciados muere irremisiblemente; después de indecibles sufrimientos, y sin contar cuánta fe hayan tenido.  Mueren… así de sencillo.  Después de todo, TODO EL MUNDO MUERE.  Solo es cuestión de tiempo.  
         Hace algún tiempo publiqué una “Chispa”, la # 878 (puedo reenviarla a solicitud) en la cual trato sobre la propuesta siempre inquietante de la eutanasia, y la relevante  conducta del doctor Jack Kevorkian, quien sostuvo públicamente que cada ser humano tiene el derecho de poner fin a su vida cuando esta se convierte en un suplicio inaguantable.  Es una decisión muy compleja de tomar desde fuera.  La familia quiere que viva el paciente; la ley, generalmente se opone a la eutanasia; y ni qué decir de las religiones, pues estas suelen ser de lo más intransigentes, y solo consideran las cuestiones doctrinarias de sus respectivas sectas.  Y todo bajo una serie de premisas que nadie ha demostrado jamás.  Para estas, la prohibición es absoluta y sin consideración alguna por la voluntad o el dolor de la persona.  Millones de individuos se escudan detrás de la religión para negarse, rotundamente, a la más leve discusión que tenga que ver con este tema.  Sobre todo, cuando no son ellos los enfermos.  No se hace consideración alguna, y solo se recurre al dogma, ya sea religioso, social o legal.  Se desentienden del ser humano y su dolor, de su voluntad y angustia.  Y al respecto…
         El domingo 14 de setiembre de 2014, salió en la prensa un artículo relacionado con este tema: el derecho que tiene el individuo para poner fin a su vida cuando esta solo dolor le ofrece, sin marcha atrás.  Entonces, ¿cuál debe ser la actitud ante semejante dilema?  Vean que hemos eliminado las causas no esenciales.  Como matarse por una decepción amorosa o cosas por el estilo.  O por problemas económicos.  O cualquier otro de naturaleza emocional.  Mientras haya salud física, el individuo TIENE la obligación moral de resolver sus problemas y hacerle frente a la vida; pero cuando se trata de una condición médica irreversible, el paciente debería tener el derecho de elegir la muerte asistida (eutanasia) sin que nadie pueda intervenir (familia etc.)  Debe ser un derecho inalienable bajo ningún pretexto, siempre y cuando la persona tenga uso de razón y se encuentre en sus cabales, como la señora Gillian Bennett; la del artículo periodístico en cuestión, y que estaba enferma de demencia senil irreversible.  La decisión de esta dama fue respaldada por su marido Jonathan Bennett y sus hijos, en una demostración superior de respeto a la voluntad de quien sabe que ya no hay retorno en su vida.  También es bueno recordar el sonado caso de Janet Adkin, una paciente del doctor Kevorkian.  Esta dama moría lentamente de Alzheimer.  Y ni qué decir de Thomas Youk, quien sufría los horrores del mal de Lou Gerig, y a quien libró de su suplicio el doctor Kevorkian, el llamado “Ángel de la muerte”.
         ¿Alguien tiene derecho a imponernos más sufrimiento con cualquier pretexto?  ¿Debe prevalecer el “egoísmo” familiar sobre los intereses del paciente?  Y  peor aún, ¿qué derecho tienen los desconocidos para imponernos una “vida” insoportable cuando se sabe que no hay esperanza alguna, por más refranes populacheros o religiosos que nos quieran aplicar?  La decisión es terrible para los demás, aunque para la víctima pueda ser no solo sencilla sino lo más deseable, lógico y natural como lo planteó la señora Bennett.  ¿Qué caso –dijo ella-- tiene mantener viva una “concha vacía”?  Si la actitud de esta dama es encomiable, la de su marido e hijos lo es más.  No deben anteponerse los intereses o sentimientos egoístas de la familia, a la única voluntad que tiene que respetarse en estos casos: la del paciente.
         No es una ley impersonal, sugerida por grupos religiosos que, en contubernio con la complacencia política, la que deba tener la decisión final sobre la vida de un ser humano sujeto a un sufrimiento indecible.  Nos guste o no, desde la perspectiva social, moral e incluso religiosa, es necesaria una revisión general acerca de la legislación imperante en ese aspecto.  Día a día, millones de seres humanos agonizan en hospitales en donde todo el mundo sabe (personal médico y parientes) que no tienen esperanza alguna; que solo les espera el dolor de una más o menos larga agonía, con un desenlace inevitable: la muerte.  Entonces ¿por qué no humanizar ese resultado ineluctable?  ¿Por qué se les oculta a los pacientes su verdadera condición?  ¿Es espera de un “milagro”?  ¿Es esto un ritual fetichista?  Pero sobre todo, si la persona tiene una clara consciencia de lo que padece y del final que le aguarda, DEBE respetarse y ayudarle en el cumplimiento de su voluntad en cuanto al  término de su existencia, ya que no todo el mundo tiene el valor ni los instrumentos necesarios para suicidarse de una manera que no sea tan aterradora.  Suficiente dolor tiene ya con su enfermedad.
         No se trata de emitir leyes que hagan fiesta con la vida ajena, sino de regular, de manera sabia, una salida no dolorosa para aquellos pacientes para los cuales ya no queda nada, ni siquiera la esperanza.  Por lo tanto, no se trata de crear una legislación que “facilite” la muerte a todo aquel que quiera, por diversas razones personales, escaparse de las consecuencias de sus actos delictivos o emocionales.  Al menos, es algo que debería discutirse abiertamente.  Así como se ha hecho con la homosexualidad, problema que ahora se debate abiertamente y todo el mundo opina lo que le da la gana al respecto.  Bueno o malo, no importa, pero se discute y no se limita a un círculo de iniciados que se arrogan la facultad de decidir sobre la vida y el dolor que deben aguantar los demás.
         Quien no ha estado en un hospital, en el pabellón de enfermos terminales, NO TIENE DERECHO a negarles a los demás, la potestad que tienen para morir cuando la vida se vuelve insoportable por el dolor.  No importan los argumentos morales o religiosos cuando se enfrenta la agonía en carne propia.  Solo entonces se puede hablar con autoridad, y tener una visión más amplia del problema.
         ¿Qué creen ustedes?
         Fraternalmente
                                RIS