lunes, 1 de diciembre de 2014

1044 Te quise escribir un poema...



1044   LA CHISPA            
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TE QUISE ESCRIBIR UN POEMA… Y  FRACASÉ
            Empecé por escoger lo más obvio: el tema del Amor, lo básico, lo esencial de toda relación, pero ¿qué es lo que no se ha dicho acerca del amor?    Por más que lo intenté, no pude armar una frase con “amor”, que no la hubieran utilizado mil veces los poetas y músicos.  O los religiosos.  ¿Qué hacer entonces?  Tenía que escoger cuidadosamente las palabras para que no pareciera un poema vulgar, de esos que escriben a millares los quinceañeros.  Entonces hice una lista de palabras selectas, especiales, exclusivas.  Y escogí varios temas únicos como tu personalidad, tu carácter, alegría, dulzura, melancolía, entrega desinteresada, pero… todas esas cosas son lugares comunes aburridores que ya nada significan; las han dicho y cantado miles de veces.  Así que volví a escoger con mucho cuidado las palabras y frases con las que debía estructurar este poema tan… ¿qué?  Y seleccioné varias como: Amor eterno, profundo, inquebrantable, apasionado, alocado, brutal, a prueba de fuego, del tiempo, de la pobreza, del dolor, del engaño, de la enfermedad, de la pobreza, de la vejez.  Pero resultó inútil.  Con cada uno de esos adjetivos hay un millar de frases y oraciones que vulgarizan el sentido del poema singular y exclusivo que te quería escribir.  Así que dejé en suspenso la cuestión del amor y… comencé a mirar con horror la dificultad que implica escribir un poema de amor… sobre todo, si se quiere que sea original.  Así que me fui por un atajo y…
Quise hablar de tu belleza en general, de esa abstracción tan especial como desconcertante; pero no supe qué decir o cómo referir tu belleza a algo que todos puedan entender, y me sentí frustrado porque todas las palabras que conozco ya fueron utilizadas en la descripción de otras mujeres.  Así que postergué el punto y me enfoqué en un tema que me pareció más sencillo: el de tus negros o azules ojos.  Pero ¡por los dioses!  Hay millares de canciones y poemas dedicados a los ojos de las mujeres.  Hay tangos acerca de los ojos azules, y existe la famosísima canción de Marta.  No queda material poético para los ojos, a menos que utilicemos más lugares comunes como: embrujadores, misteriosos, oscuros, luminosos o cualquier otra repetición.  El capítulo de los ojos es tan trillado como el de los labios o la boca.  Todas las formas de mirar han sido gastadas hasta el límite.
¿Entonces?  Me enfoqué en encontrar algunas variantes para el cabello: ondulado, lacio, negro como el azabache o la noche más oscura, ensortijado, rubio como el sol esplendente, sedoso como la seda, castaño, abundante, alborotado como una tempestad, rojizo como una cascada de sangre.  Pero resulta que todos esos adjetivos han sido utilizados millones de veces; tantas, que los convierten en lugares comunes.  Ya no queda forma alguna para referirse poéticamente al cabello.  A menos que se eche mano de los champús o de los productos para teñirlo.  Y en ese caso, hay que ir a los catálogos de Avon, Estilos, L’ebel y otra infinidad de productos para el cabello.   Ahí se pueden encontrar referencias numéricas y códigos para referirse a los colores del pelo.   Y esta última palabra vendría a ser la más “original” de todas.
Entonces, pensé en escribir algo sobre el óvalo de tu rostro, y solo se me ocurrió un óvalo geométrico, una rueda alargada, pero ¿qué se puede decir acerca de un óvalo?  ¿Que es ovalado?  ¿Y quién decidió que la belleza es ovalada?  Así que me concentré en lo que hay en el rostro: cejas, ojos, pestañas, nariz, labios, dientes y barbilla (con huequito y todo).  Y empecé con los ojos y su color.  Solo bizcos fue lo único original que encontré para referirme a ellos en un poema.  Todo lo demás está gastado.  Agotado.  Quemado.  Las cejas no dan pie para mucho, pues como casi todas las mujeres se las arrancan, lo que queda no es muy original o poético.  Todos los adjetivos imaginables sobre las narices (menos ñata) ya han sido utilizados en todo tipo de escritos (frágil, afilada, larga, respingada, perfecta, aguileña, fina y cuanto más puedan imaginarse).
Del óvalo del rostro, pues, solo me quedaba la boca: labios y dientes, pues de la lengua no hay nada qué decir.  Pero ¿alguien conoce una palabra que no se haya dicho como halago acerca de las bocas de las mujeres?  Solo queda trompuda, pero eso no suena muy halagüeño.  ¿Tus labios de rubí, de grana, de miel, tentadores, pecadores, misteriosos, húmedos, sensuales, provocativos?  Todo eso está dicho hasta la saciedad.  No queda nada para la boca y sus componentes.  Y ni qué decir de los dientes y sus socorridos símiles con las perlas o con el marfil. 
Las manos, los dedos, los pies, las orejas, pantorrillas, rodillas y tobillos no dan mucho material para halagos.  Son demasiado inocuos y no sugieren nada pasional o tentador (otros dos lugares comunes) que se pudieran incluir en un poema de amor.  Pero aún quedan otros sitios dignos de encomio y de los que se puede hablar públicamente: el cuello, los senos, las piernas, el talle y las caderas.  Aunque de esta última, ni siquiera el diccionario sabe con exactitud el territorio que abarcan.  Y en cuanto al talle, de inmediato me di cuenta de que no hay qué no se haya  dicho de él.  Acerca de este se han utilizado tantos adjetivos que ya no queda nada que decir de ninguno de ellos, salvo “gordo”, y eso no te haría ninguna gracia.
Así que lo intenté con los senos (lo que se puede decir sin ofender).  ¿Senos esplendorosos?  ¿Enormes, redondos, medianos, chiquitos, erguidos, separados, juntos, palpitantes (si es que palpitan), cimbreantes?  Fin del camino.  Hay millones de canciones y poemas que citan estos adjetivos hasta convertirlos en lugares comunes aburridores.  Las caderas tienen más material sugestivo y sensual, pero no sabemos hasta dónde llegan ni qué territorio abarcan además de la simple cita que de ellas hace el DRAE.  También son tentadoras, sensuales, pecaminosas, provocativas y todo el chorizo de lugares comunes que la lujuria ha creado para señalar la condición sensual de esos atributos femeninos.  Pero eso no es material para un poema exclusivo.  Desolador panorama para mi intento poético.
Al no quedarme nada material de tu cuerpo, pensé ¿qué hay de las virtudes y cosas espirituales?  ¿Qué hay de tu entrega y de la loca pasión con la que me has amado?  Pero resulta que todo el mundo piensa lo mismo de sus anodinos e insípidos romances de duración fugaz. Así que este tema no me pareció generoso.  Pensé hablarte de la felicidad (el manido tema de la felicidad) y del largo tiempo que hemos disfrutado en un mundo diseñado a nuestra medida.  Pero recordé que infinidad de músicos se me adelantaron en eso, y el “amor eterno” ya solo es otro lugar común.
            Ensueño, arrobamiento, ternura, pasión, solo son palabras archiconocidas y usadas en infinidad de conversaciones románticas; tanto que han perdido todo valor y solo tienen el mismo significado que la lluvia sobre un techo de lata.  Te quise escribir acerca de cuánto te amo y lo que significas en mi vida, pero ¿quién no les ha dicho eso a todas las mujeres que ha conocido?  Tanto que ya nada significa.  ¿Que no puedo dormir ni comer ni pensar si estás ausente?  Demasiado trillado, todo el mundo utiliza este estribillo.  ¿Y si te digo que mis noches son de interminable insomnio cuando no estás?  Ni yo me lo creo.  Lugar común.
            Quise hablar de angustia, soledad, tristeza y sensación de vacío por tu ausencia, pero ese ha sido el tema de mil tangos y boleros, incluso de salsas y merengues.  El dolor por la ausencia del ser amado se ha hecho tan trivial que ya nada significa.  Intenté con la triste soledad… y seguí con amarga, interminable, dolorosa, negra, gris, aplastante, hiriente, angustiosa, asfixiante, fría, torturante.  Pero todas esas palabras y más, han sido manoseadas en cientos de poemas y canciones de lo más vulgares.
            El olvido o el recuerdo están demasiado manoseados, y todo el mundo sabe que nadie olvida y que las cadenas de recuerdos siempre son un lugar común en los tangos.  Algo a lo que siempre echamos mano para salir del apuro. Pensé hablar sobre el arcano de tu embrujadora personalidad, de tu mirada misteriosa y dulce, de tu voz profunda, cálida y acariciante; pero todas esas palabras son lugares comunes más trillados que un camino de carretas.  Más conocidas y aburridoras que la letra de una milonga o una cueca.  Entonces, quise poetizar sobre la ternura de tu amor, sobre el calor avasallador de tu cuerpo desnudo y sudoroso expuesto al fuego de la pasión y el deseo.  Pero todas esas palabras se encuentran en miles de rancheras, boleros e incluso en bachatas.  Desesperado, recurrí a lo que fuera: físico o espiritual…
          Pero  ¿sería adecuado hablar sobre el espíritu y enredarlo con el amor pasional, sensual y sexual?  Talvez, pero aun así, el tema cayó dentro de la categoría de repeticiones rayanas con la vulgaridad, con lo común y general.  Entonces, ¿qué decir sobre una mujer tan especial y a la vez tan general?  ¿Lo que es común a la mujer ideal?  ¿Y qué es una mujer ideal?  No lo sé… Sin embargo, sigo creyendo que tú lo eres.  Aunque eso implique que sigues siendo indefinible; sin características ni aristas sobresalientes, pero única; única en la generalidad, exclusiva dentro de la multitud.  Eres tú, única para mí, dondequiera que vivas y hagas lo que hagas, o estés con quien estés.  Solo sé que por ahora, renuncio a escribirte un poema… no hay palabras adecuadas para describirte.  Solo que eres… única.

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