1044 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
TE
QUISE ESCRIBIR UN POEMA… Y FRACASÉ
Empecé por escoger lo más obvio: el tema
del Amor, lo básico, lo esencial de toda relación, pero ¿qué es lo que no se ha
dicho acerca del amor? Por más que lo
intenté, no pude armar una frase con “amor”, que no la hubieran utilizado mil
veces los poetas y músicos. O los
religiosos. ¿Qué hacer entonces? Tenía que escoger cuidadosamente las palabras
para que no pareciera un poema vulgar, de esos que escriben a millares los
quinceañeros. Entonces hice una lista de
palabras selectas, especiales, exclusivas.
Y escogí varios temas únicos como tu personalidad, tu carácter, alegría,
dulzura, melancolía, entrega desinteresada, pero… todas esas cosas son lugares
comunes aburridores que ya nada significan; las han dicho y cantado miles de
veces. Así que volví a escoger con mucho
cuidado las palabras y frases con las que debía estructurar este poema tan…
¿qué? Y seleccioné varias como: Amor
eterno, profundo, inquebrantable, apasionado, alocado, brutal, a prueba de
fuego, del tiempo, de la pobreza, del dolor, del engaño, de la enfermedad, de
la pobreza, de la vejez. Pero resultó
inútil. Con cada uno de esos adjetivos
hay un millar de frases y oraciones que vulgarizan el sentido del poema
singular y exclusivo que te quería escribir.
Así que dejé en suspenso la cuestión del amor y… comencé a mirar con
horror la dificultad que implica escribir un poema de amor… sobre todo, si se
quiere que sea original. Así que me fui
por un atajo y…
Quise hablar de tu belleza en
general, de esa abstracción tan especial como desconcertante; pero no supe qué
decir o cómo referir tu belleza a algo que todos puedan entender, y me sentí
frustrado porque todas las palabras que conozco ya fueron utilizadas en la
descripción de otras mujeres. Así que
postergué el punto y me enfoqué en un tema que me pareció más sencillo: el de
tus negros o azules ojos. Pero ¡por los
dioses! Hay millares de canciones y
poemas dedicados a los ojos de las mujeres.
Hay tangos acerca de los ojos azules, y existe la famosísima canción de
Marta. No queda material poético para
los ojos, a menos que utilicemos más lugares comunes como: embrujadores,
misteriosos, oscuros, luminosos o cualquier otra repetición. El capítulo de los ojos es tan trillado como
el de los labios o la boca. Todas las
formas de mirar han sido gastadas hasta el límite.
¿Entonces? Me enfoqué en encontrar algunas variantes
para el cabello: ondulado, lacio, negro como el azabache o la noche más oscura,
ensortijado, rubio como el sol esplendente, sedoso como la seda, castaño,
abundante, alborotado como una tempestad, rojizo como una cascada de
sangre. Pero resulta que todos esos
adjetivos han sido utilizados millones de veces; tantas, que los convierten en
lugares comunes. Ya no queda forma
alguna para referirse poéticamente al cabello.
A menos que se eche mano de los champús o de los productos para
teñirlo. Y en ese caso, hay que ir a los
catálogos de Avon, Estilos, L’ebel y otra infinidad de productos para el cabello.
Ahí se pueden encontrar referencias
numéricas y códigos para referirse a los colores del pelo. Y esta
última palabra vendría a ser la más “original” de todas.
Entonces, pensé en escribir algo
sobre el óvalo de tu rostro, y solo se me ocurrió un óvalo geométrico, una
rueda alargada, pero ¿qué se puede decir acerca de un óvalo? ¿Que es ovalado? ¿Y quién decidió que la belleza es
ovalada? Así que me concentré en lo que
hay en el rostro: cejas, ojos, pestañas, nariz, labios, dientes y barbilla (con
huequito y todo). Y empecé con los ojos
y su color. Solo bizcos fue lo único
original que encontré para referirme a ellos en un poema. Todo lo demás está gastado. Agotado.
Quemado. Las cejas no dan pie
para mucho, pues como casi todas las mujeres se las arrancan, lo que queda no
es muy original o poético. Todos los
adjetivos imaginables sobre las narices (menos ñata) ya han sido utilizados en
todo tipo de escritos (frágil, afilada, larga, respingada, perfecta, aguileña, fina
y cuanto más puedan imaginarse).
Del óvalo del rostro, pues, solo me
quedaba la boca: labios y dientes, pues de la lengua no hay nada qué
decir. Pero ¿alguien conoce una palabra
que no se haya dicho como halago acerca de las bocas de las mujeres? Solo queda trompuda, pero eso no suena muy
halagüeño. ¿Tus labios de rubí, de
grana, de miel, tentadores, pecadores, misteriosos, húmedos, sensuales,
provocativos? Todo eso está dicho hasta
la saciedad. No queda nada para la boca
y sus componentes. Y ni qué decir de los
dientes y sus socorridos símiles con las perlas o con el marfil.
Las manos, los dedos, los pies, las
orejas, pantorrillas, rodillas y tobillos no dan mucho material para halagos. Son demasiado inocuos y no sugieren nada
pasional o tentador (otros dos lugares comunes) que se pudieran incluir en un
poema de amor. Pero aún quedan otros
sitios dignos de encomio y de los que se puede hablar públicamente: el cuello,
los senos, las piernas, el talle y las caderas.
Aunque de esta última, ni siquiera el diccionario sabe con exactitud el
territorio que abarcan. Y en cuanto al
talle, de inmediato me di cuenta de que no hay qué no se haya dicho de él.
Acerca de este se han utilizado tantos adjetivos que ya no queda nada
que decir de ninguno de ellos, salvo “gordo”, y eso no te haría ninguna gracia.
Así que lo intenté con los senos
(lo que se puede decir sin ofender).
¿Senos esplendorosos? ¿Enormes,
redondos, medianos, chiquitos, erguidos, separados, juntos, palpitantes (si es
que palpitan), cimbreantes? Fin del
camino. Hay millones de canciones y
poemas que citan estos adjetivos hasta convertirlos en lugares comunes
aburridores. Las caderas tienen más
material sugestivo y sensual, pero no sabemos hasta dónde llegan ni qué
territorio abarcan además de la simple cita que de ellas hace el DRAE. También son tentadoras, sensuales,
pecaminosas, provocativas y todo el chorizo de lugares comunes que la lujuria
ha creado para señalar la condición sensual de esos atributos femeninos. Pero eso no es material para un poema exclusivo.
Desolador panorama para mi intento
poético.
Al no quedarme nada material de tu
cuerpo, pensé ¿qué hay de las virtudes y cosas espirituales? ¿Qué hay de tu entrega y de la loca pasión
con la que me has amado? Pero resulta
que todo el mundo piensa lo mismo de sus anodinos e insípidos romances de
duración fugaz. Así que este tema no me pareció generoso. Pensé hablarte de la felicidad (el manido tema
de la felicidad) y del largo tiempo que hemos disfrutado en un mundo diseñado a
nuestra medida. Pero recordé que
infinidad de músicos se me adelantaron en eso, y el “amor eterno” ya solo es
otro lugar común.
Ensueño, arrobamiento, ternura,
pasión, solo son palabras archiconocidas y usadas en infinidad de conversaciones
románticas; tanto que han perdido todo valor y solo tienen el mismo significado
que la lluvia sobre un techo de lata. Te
quise escribir acerca de cuánto te amo y lo que significas en mi vida, pero
¿quién no les ha dicho eso a todas las mujeres que ha conocido? Tanto que ya nada significa. ¿Que no puedo dormir ni comer ni pensar si
estás ausente? Demasiado trillado, todo
el mundo utiliza este estribillo. ¿Y si
te digo que mis noches son de interminable insomnio cuando no estás? Ni yo me lo creo. Lugar común.
Quise hablar de angustia, soledad,
tristeza y sensación de vacío por tu ausencia, pero ese ha sido el tema de mil
tangos y boleros, incluso de salsas y merengues. El dolor por la ausencia del ser amado se ha
hecho tan trivial que ya nada significa.
Intenté con la triste soledad… y seguí con amarga, interminable,
dolorosa, negra, gris, aplastante, hiriente, angustiosa, asfixiante, fría,
torturante. Pero todas esas palabras y
más, han sido manoseadas en cientos de poemas y canciones de lo más vulgares.
El olvido o el recuerdo están
demasiado manoseados, y todo el mundo sabe que nadie olvida y que las cadenas
de recuerdos siempre son un lugar común en los tangos. Algo a lo que siempre echamos mano para salir
del apuro. Pensé hablar sobre el arcano de tu embrujadora personalidad, de tu
mirada misteriosa y dulce, de tu voz profunda, cálida y acariciante; pero todas
esas palabras son lugares comunes más trillados que un camino de carretas. Más conocidas y aburridoras que la letra de
una milonga o una cueca. Entonces, quise
poetizar sobre la ternura de tu amor, sobre el calor avasallador de tu cuerpo
desnudo y sudoroso expuesto al fuego de la pasión y el deseo. Pero todas esas palabras se encuentran en
miles de rancheras, boleros e incluso en bachatas. Desesperado, recurrí a lo que fuera: físico o
espiritual…
Pero ¿sería adecuado hablar sobre el espíritu y
enredarlo con el amor pasional, sensual y sexual? Talvez, pero aun así, el tema cayó dentro de
la categoría de repeticiones rayanas con la vulgaridad, con lo común y general. Entonces, ¿qué decir sobre una mujer tan
especial y a la vez tan general? ¿Lo que
es común a la mujer ideal? ¿Y qué es una
mujer ideal? No lo sé… Sin embargo, sigo
creyendo que tú lo eres. Aunque eso
implique que sigues siendo indefinible; sin características ni aristas sobresalientes,
pero única; única en la generalidad, exclusiva dentro de la multitud. Eres tú, única para mí, dondequiera que vivas
y hagas lo que hagas, o estés con quien estés.
Solo sé que por ahora, renuncio a escribirte un poema… no hay palabras
adecuadas para describirte. Solo que
eres… única.
No hay comentarios:
Publicar un comentario