lunes, 31 de octubre de 2011

720 ¿Occidentales o qué

720    “LA CHISPA”                 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿OCCIDENTALES O QUÉ?     (La broma del día:     “Seguridad ciudadana”)
             Cuando en Estados Unidos o Europa se refieren a Occidente es cosa de ellos y los diversos focos de europeos esparcidos por el mundo: Nueva Zelanda, Australia, Canadá.  Se trata, en primer lugar, de caucásicos, y en segundo, de desarrollo.  “Occidente”, pues, NO es solo una posición geográfica como podríamos creer y que, de hecho, es como se interpreta en nuestras escuelas.  Occidente en USA significa Amérrica, que solo son los gringos, nada más.  Es un término equivalente a desarrollo y tecnología.  Y en ese sentido, Japón, Taiwán y China son países más del oeste que México.  Pero la escuela nos ha metido en la cabeza que los latinos somos “occidentales” solo porque estamos al oeste y, debido a eso, sentimos identificación con ese concepto; nos creemos parte de “eso” y tenemos una educación occidentalizada.  Tanto es así, que cuando vemos películas en donde el vándalo Alejandro Magno masacraba a los orientales, no solo nos solidarizamos con él, sino que sentimos repudio por aquellos: turcos, persas, hindúes y otras víctimas de este maniático con aires y aspiraciones de dios.   Olvidamos que en el programa de conquista de europeos y gringos, nosotros somos tan despreciables como los chinos, árabes y persas… o los negros.    Nos guste o no.
            Ese parece ser un tema que desconocen nuestros maestros y profesores.  Y con base en ese error, enfocan los sistemas de enseñanza en la América Latina.   Con los ojos puestos en lo que pasa en Europa y los Estados Unidos, y desconectados de la realidad que vivimos.  De ahí nace la obsesión por la historia y geografía de esas naciones; además, por su cultura y todos los actos que han llevado a cabo para enriquecerse; incluso hay grandes sectores del profesorado que festejan con alborozo el expansionismo español, inglés o francés y lo estiman como una cruzada educativa del mundo primitivo de Asia, África y América.  Muchos consideran que fueron normales las masacres que hicieron los ingleses con los “estorbosos” indios de Norteamérica; o el exterminio que llevaron a cabo los españoles con millones de indígenas americanos.  De ahí también nace el menosprecio que infinidad de latinos sienten por los aborígenes americanos.  Y sin importar que tan solo sean mestizos, se sienten con derecho de marginar a los habitantes autóctonos de estas tierras.  Todo eso debe ser corregido desde los nuevos programas escolares.         (“¡Cómo nos preocupa el pueblo y su seguridad!”)
            Sentado que NO somos occidentales sino latinos, tenemos que trazar las coordenadas de nuestra educación considerándonos como una etnia aparte, con fisonomía propia y no dependiente de la europea como modelo único al cual tenemos que remedar, pues NO somos europeos.  También es cierto que no somos indios auténticos y que no podemos regresar a una cultura que dejó de ser nuestra hace siglos.  O que nunca lo fue.  Estamos atrapados en la “latinidad” (mestizaje), lo que significa que estamos obligados a crear nuestras formas culturales independientes.   También es verdad que NO podemos adoptar los estilos de vida de los europeos o gringos porque ellos se encuentran en otro nivel de desarrollo social y económico.   Entonces, es obligación de maestros y profesores formular la definición de lo que somos los latinos; es asunto de trabajar con los niños para que, en cuestión de una o dos generaciones, dejemos de seguir suspirando por ser como ellos y de tenerlos como modelos de lo que NO somos.  Nunca lo seremos porque cada raza es lo que es.  Esas diferencias son insalvables incluso entre ellos.  La admisión de que somos diferentes (sin que eso implique inferioridad) es la clave para concentrar nuestro esfuerzo en obtener lo mejor de nuestros estudiantes, deportistas, trabajadores y profesionales.   Eso incluye aceptar que NO somos occidentales en el sentido cultural, y que no podemos meternos dentro de esa categoría solo porque estamos situados hacia el occidente de chinos y árabes.
            Cuando comprendamos lo que somos, estaremos listos para iniciar el despegue como raza; con las mismas diferencias que hay entre los europeos y gringos, pero con varios denominadores comunes que nos hace parecernos más a nosotros mismos que a cualquier otra gente.  Entender eso puede ser vital para que nos decidamos a buscar nuestro propio camino sin el tutelaje de gringos o europeos, pues la verdad, es que a ellos les interesa un tacaco nuestro progreso; es más, lo que les conviene es que sigamos como hasta ahora.  Así solo seremos proveedores de materia prima, mano de obra barata y compradores de sus productos elaborados.
            La escuela debe interpretar un rol crucial en la batalla por el desarrollo, y son los maestros y profesores los que tienen que crear esa nueva consciencia de lo que somos y lo que debemos hacer.   Es mediante la educación que podremos entendernos, ubicarnos y planificar nuestro destino en función de lo que somos y no de lo que suponemos ser.  No somos europeos, ni siquiera medio europeos; culturalmente somos distintos, de mil colores pero con un sello característico que nos identifica con nosotros mismos pero que a la vez, nos diferencia de los demás.  Esa identidad latina es en la que debemos hurgar, definir con precisión y saber que solo juntos, tirando en la misma dirección, podremos salir del atolladero.  Tenemos que entender que estamos solos y que nadie nos va a ayudar desinteresadamente para que alcancemos un buen nivel de vida, y que eso nunca nos vendrá de parte de nadie ajeno a nuestro mundo.  Ni siquiera de los españoles podemos esperar algún impulso.  Ellos están en lo suyo, y ahora que ya casi son ricos, se han sumado al carro del capitalismo explotador y se pasean por América Latina en expediciones de rapiña.      (“Estamos escuchando al pueblo”)
            Hasta que no entendamos bien este juego, seremos víctimas de nuestras propias simplezas y estaremos tratando de meternos donde no cabemos.  Los latinos somos una gran tribu distinta, con nuestros propios objetivos que jamás deberíamos confundir con los de “Occidente”, pues nosotros NO formamos parte de esa estructura cultural.  Los programas escolares deben incluir esas definiciones de manera inequívoca para que no perdamos el tiempo tratando de asimilarnos a lo que NO SOMOS, al menos por ahora.  No debemos alegrarnos cuando las fuerzas de “occidente” (USA e Inglaterra) invaden y masacran a una nación no occidental, pues nuestro país puede ser el próximo.  Solo es cuestión de cómo se muevan los intereses de ellos.  Es labor de la escuela aclarar esto, y si los programas NO lo incluyen, los Maestros DEBEN hacerlo por su propia cuenta.
            Latinescamente                                                                                  (¿Qué creen de esto en su país?)
                                      Ricardo Izaguirre S.                           E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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domingo, 30 de octubre de 2011

723 Educación privada vs. Instrucción pública

723    “LA CHISPA     
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
INSTRUCCIÓN PÚBLICA versus EDUCACIÓN PRIVADA
            En  la “Chispa” anterior se señaló la diferencia entre instrucción y educación, y es por eso que resulta un tanto arrogante el nombre que se da a los ministerios encargados de organizar la escuela pública en nuestros países: “Ministerio de EDUCACIÓN”, cuando deberían denominarse Ministerio de Instrucción Pública.  ¿Y por qué ese nombre?  Porque eso es lo que hacen: instruir a la joven población acerca de ciertos asuntos básicos de programas diseñados con intereses políticos, sociales y económicos de ciertos grupos de la sociedad.  Los pueblos JAMÁS participan en la confección de estos, no solo porque son gente inculta y mentalmente ya torcida, sino porque las clases poderosas nunca se toman el menor riesgo en cuanto a la “educación” de las clases bajas (pobres).  Esta siempre debe ser mediocre, insuficiente para la independencia y recargada de mil elementos sutiles y fatalistas que hagan sentir al niño y joven que tiene un techo natural insuperable, y que debe conformarse con ese nivel de vida que le permite la instrucción pública y su lema: “Los ricos están completos”.       La “educación” pública es una permanente limosnera para la que nunca hay dinero.   
            Los programas escolares están recargados de lirismo y declaraciones patrióticas huecas que de nada les sirven a las juventudes; todo es pura paja destinada a tapar la realidad que subyace detrás de esa actividad cuyo objetivo es producir lo que conocemos como el “Hombre Dócil” de la América Latina; el ciudadano conforme e incapaz de reclamar sus derechos ni de hacer valer aquellas aspiraciones que vayan más allá de los carriles que la escuela pública le ha marcado.   Esta es hija de una necesidad económica e histórica inevitable y no de la buena voluntad de los gobiernos o de las oligarquías.   Los tiempos modernos reclamaban trabajadores y empleados con alguna instrucción que los capacitara para entender los nuevos métodos de producción y la industria, y de allí nació la urgencia de crear esa institución.  Pero debido a que esta ejerce su influencia en esa etapa crítica de la vida de los hombres (niñez y juventud), no podía dejarse en manos de quienes pudieran enseñarles cosas “peligrosas”.  Por eso, el Estado tomó la responsabilidad de dirigirla.  Pero a la conveniencia de aquellos que siempre han formado el Gobierno: LA PLUTOCRACIA.   Es por eso que la escuela pública es un instrumento de domesticación en donde se anulan todas las manifestaciones de individualidad, ingenio, rebeldía, personalidad y capacidad de escogencia y decisión.  Y desde luego, solo produce niños uniformes.  Domeñados, conformes, dóciles, que no protestan y que saben acatar órdenes.
     (Chascarrillo navideño  de los políticos: “Estamos preocupados por la seguridad de los ciudadanos”) 
En la mente de los Gobiernos la instrucción pública NUNCA ha tenido el propósito de crear ciudadanos críticos, libres y capaces de tomar decisiones.  Y cuando esto último se da espontáneamente, porque es inevitable, los gobernantes nunca han tenido el menor empacho para realizar matanzas terribles entre estos.  Los estudiantes siempre han sido el coco de los políticos, pues sobre estos no pueden ejercitar las triquiñuelas naturales con las que engatusan a los adultos que dependen de trabajos, posiciones o regalías derivadas de cualquier forma de dependencia del Estado.   Para un Gobierno no hay cosa más temible que un estudiantado consciente de sus derechos, y es por eso que hacen todo lo posible por quebrarles ese espíritu desde el kindergarten.  Para que cuando lleguen a la Universidad ya sean ciudadanos dóciles e incapaces de rebelarse ante nada.   Personas indolentes con la colectividad, pero llenos de vicios egoístas que solo tienen en cuenta sus intereses personales.  La escuela estimula y alaba ese tipo de individualismo como si se tratara de una virtud, o al menos, de un chiste.   Ese ha sido el objetivo de la Instrucción Pública en la América Latina: producción en masa de gente conformista, “demócratas” pacíficos que respeten la Constitución y el Orden Legal.
            En la acera opuesta se encuentra la Educación Privada, en la cual sí intervienen los padres de familia. Esta es sinónimo de ricos, clase media alta y uno que otro colado de la clase media baja.  A ella asisten los chicos destinados a mandar, a ser capitanes de la empresa privada, la banca, la industria y, por añadidura inevitable, la política en sus altos niveles.  Constituyen la aristocracia del dinero.  Aquí, los docentes  no son los esbirros naturales al servicio de los programas de la escuela pública, sino cuidadosos sirvientes atentos a los caprichos de la rica clientela formada por sus exigentes empleadores.  En ella el maestro es seleccionado escrupulosamente, se le somete a reglas humillantes y a un régimen casi tiránico cuyo objetivo es lograr que todos los estudiantes aprendan lo que puedan pero, sobre todo, que pasen.  Nada de aplazados, y si esto se da en los exámenes oficiales, de inmediato se movilizan todas las palancas e influencias necesarias para que la situación se normalice y todos “ganen” sus materias.  Desde luego que aquí tampoco hay EDUCACIÓN, solo un entrenamiento disciplinario para que aprendan a tratar con la gente de su misma clase, que practiquen sus armas y habilidades naturales para relacionarse y desarrollar sus potencialidades de depredadores, y como personas destinadas a grandes cosas.  La EDUCACIÓN es cosa de sus hogares.  De padres profesionales, listos, adinerados y poseedores de influencias, no pueden ser diferentes.  Son hijos de tigres.  Son miembros naturales de las Oligarquías.   A estos niños y jóvenes nadie les QUIEBRA su carácter con los dogmas y majaderías de la escuela pública.   Al contrario, lo fortalecen hasta niveles insospechados. 
            ¿Podrá la instrucción pública asimilarse a la privada?  ¿Podría devolver a la sociedad un producto mejor que el que hasta el momento nos ha dado?   ¡Claro que sí!  Todo depende del nivel de consciencia que tengan los Maestros sobre esta estructura y que no sigan con la disposición de apegarse a los manuales de formación que les dan los Ministerios de “Educación”.  De que tomen la iniciativa en la formación de mejores ciudadanos; que se comprometan con aquella población que la sociedad pone en sus manos para producir esos individuos de los que tanto hablan los programas en su fase teórica.   No es cuestión de métodos, programas o divisiones sociales determinadas por el dinero.  Todo depende de los MAESTROS, a despecho de los programas.  De los educadores sin bisagra y con una enorme fe en su trabajo de formadores de Hombres y Mujeres libres.   
            Fraternalmente                                                           (¿Sucede algo parecido en su país?)
                                               Ricardo Izaguirre S.                E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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lunes, 24 de octubre de 2011

191 Ingobernabilidad

191   “LA CHISPA     

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

 

INGOBERNABILIDAD                     (El mismo rollo, de vigencia permanente)


            Estamos ante la realización de unas nuevas elecciones.  Las segundas del Milenio Tercero.  Y así seguiremos por cien, doscientos o mil años más.  Mientras el pueblo no tome en sus manos la responsabilidad del Gobierno y lo ejerza con su gente, la situación continuará igual: un grupito de privilegiados dueños de todo, y una inmensa masa de muertos de hambre.  Una sociedad dividida en dos bandos: una Argolla Todopoderosa y un pueblo miserable explotado por aquella.  Nuevas elecciones, “nuevas” caras (que son los mismos de siempre) y nuevos aires de bonanza con el T.L.C. y otras joyas con las que amenazan a nuestros pueblos.  Si lo aprobamos nos lleva el diablo, y si no, nos imponen el bloqueo económico, según nos hace sentir (amenaza velada) la Prensa local, sirvienta obsecuente de la Argolla y las grandes transnacionales.
            ¿Cómo es que hemos llegado a esta situación en donde Cuatro Gatos son los que deciden el destino de todo un pueblo, basados únicamente en los mezquinos intereses de los grupos a los cuales representan?  ¿Cómo es que una minúscula camarilla de bandidos de la Banca, las Cámaras y la Política, tienen la facultad de comprometer y empeñar el destino de toda una nación?  Gracias a la INDOLENCIA POPULAR.  El pueblo, con su pasividad y falta de interés, les ha permitido a esas personas tomar decisiones que todos tendremos que pagar, pero de las cuales solamente unos cuantos verán sus beneficios.  Parece un poco tarde para cambiar el rumbo de cara a estas elecciones; la suerte ya está echada y tendremos un nuevo gobierno que puede ser una de dos cosas.  Si resulta ser el favorito de la Argolla, todo “marchará sobre ruedas” para esta durante los próximos cuatro años, pero peor cada día para el pueblo.  Pero si “eligen” a alguien que no sea del agrado de aquella, o que trate de no ser su títere (como el gobernante actual), entonces le aplicarán la INGOBERNABILIDAD, técnica que consiste en hacerle imposible la vida al Ejecutivo mediante las mil artimañas que han desarrollado a través de toda la “vida institucional del sistema democrático”.  Como el ejemplo de los centenares de mociones que el partido de un candidato a la presidencia, interpuso ante el proyecto de Reforma Fiscal presentado a la Asamblea desde el inicio de la presente administración.   Eso es una burla sangrienta a la democracia real, al gobierno de la República, pero peor aún, al ciudadano común, que paga a esos sinvergüenzas que, abusando de esos cargos productos de las componendas de la Argolla, detentan como falsos representantes del pueblo.  Y no es que digamos que el proyecto fuera bueno, malo o regular, sino que hicieron gala de malas artes para impedir que se discutiera públicamente un asunto vital para la economía y finanzas del Estado, vale decir, del pueblo, de TODO EL PUEBLO, y no solamente de ese grupúsculo de la Argolla del Poder.  Pero la INDOLENCIA DEL PUEBLO es la causa por la cual estos individuos se sienten seguros de poder actuar impunemente.  Saben que el ciudadano está dormido, que no le importa, que no siente interés por lo que pasa en las esferas del gobierno, como si este solo fuera asunto de los políticos, cafetaleros, industriales, exportadores y comerciantes.  Al pueblo le parece que todo lo que tiene que ver con impuestos solo es problema de los grandes empresarios y del gobierno.
            La INGOBERNABILIDAD consiste en una campaña planificada, dirigida y pagada por la Oligarquía, y tiene como meta desacreditar al Presidente y hacerle imposible su labor, si esta es contraria o incomoda los intereses de aquella.  La Prensa (en todas sus modalidades) es el instrumento fundamental de la Argolla.  Primero empiezan con los chistes aparentemente inocuos que presentan al Presidente ante el pueblo como un hombre sencillo, ingenuo y casi “maje”.  Luego el tono va in crescendo, hasta que llegan al punto en donde lo hacen ver no solo como un hombre torpe y testarudo, sino como un peligro para los intereses de “la nación”, entendiéndose por estos, los de la Oligarquía.   Y poco a poco el pueblo empieza a tragarse en cuento de que en realidad el presidente es un burro que no sabe qué hacer, que es dañino y que lo mejor que puede hacer es irse para su casa.  Así que cuando este presenta cualquier idea o se opone a algún proyecto ventajista de la Argolla, de inmediato empieza la sinfónica de descrédito a repicar su monotonía en Sol Mayor:  “Que el Presidente no sabe”, “que sus asesores desconocen la realidad”, “que el pueblo será quien pague su falta de visión”, “que es lesivo a los intereses del país”, “que la cámara tal o cual ya propuso la solución correcta”, en fin, toda una campaña de desinformación manipulada por los medios, pero con la carátula de “consciencia social”.  Esto hace que cualquier candidato de la “oposición”, cualquiera que sea, tenga asegurado el triunfo electoral.
            La Prensa realiza y publica, oficiosamente, centenares de encuestas pagadas por la Oligarquía.  Y en estas siempre sale ganando el candidato que está mayormente comprometido con los intereses de esta.  El objetivo de esas encuestas no es brindar información alguna que sirva de algo al ciudadano, sino el de condicionar su mente.  A los que van con el candidato “perdedor”, para que ya se sientan derrotados y ni siquiera asistan a votar.  O bien, para que los indecisos apoyen al candidato ganador, pues como el voto de ellos es un poco más racional, piensan que es mejor que aquel obtenga no solo la presidencia, sino una mayoría en la Asamblea, para que no tenga pretextos.  ¡Brillante maniobra caza-bobos!
            Al Presidente que tiene la ocurrencia de proponer reformas fiscales que obliguen a los ricos a pagar de acuerdo con sus ingresos, de inmediato le es aplicada la INGOBERNABILIDAD, técnica muy sencilla, pero de efectividad aterradora.  No en balde el Capitalismo Salvaje es una fraternidad mundial cuya Meca se encuentra en Wall Street.  Allí está el gran ejemplo, y de allí salen todos los asesores mundiales encargados de mantener el Orden Económico Universal, el cual incluye a todas las alimañas minúsculas de nuestros pequeños países (Oligarquías Criollas). Todo está controlado y planificado desde allí para casi todo el mundo.  De tal manera que, todos nuestros candidatos a gobernantes saben cuáles son sus “obligaciones” si es que alcanzan el poder.  Así que tienen que cumplirlas a cabalidad; pero si por desgracia para ellos les brota una chispa de patriotismo una vez que están en el gobierno, saben a lo que tienen que enfrentarse: la INGOBERNABILIDAD decretada por la Oligarquía de cada uno de nuestros países.  ¿Cómo lo hacen?  Pues con la siempre complaciente obsecuencia de la “Oposición” mayoritaria.   Además con la compra de unos cinco o diez minoritarios a los cuales les llenas los bolsillos de migajas; o les prometen que serán “presidenciables” en la próxima campaña.  Y son estos los que se dedican a proponer centenares de mociones de boicot a cualquier proyecto del Ejecutivo.
            La maquinaria es perfecta en su diseño y aplicación, y salvo que el pueblo se entere bien y adquiera consciencia de cuál es su papel en esta gran farsa, aquella seguirá funcionando al servicio exclusivo de ese grupo de explotadores cubiertos con infinidad de máscaras que, como en los carnavales, utilizan cada cuatro o cinco años para engatusar incautos.   Mientras el pueblo no tome en sus manos las riendas de su destino, estos aprovechados seguirán sirviéndose en forma exclusiva de las riquezas y recursos que deberían de ser repartidos equitativamente entre todos los habitantes del país.   Ciudadano, solamente usted puede ponerle coto a la rapiña de estos gavilanes que quieren todo para ellos.   Converse con sus vecinos, únase, HAGA ALGO, hágase sentir de verdad, como una protesta permanente, como un runrún que no deje en paz a estos pillos y que los haga temer a la furia del pueblo.    No sea INDOLENTE, porque esa es el arma principal con la que ellos cuentan: su indolencia.  Usted es el Poder y no ellos.
            Haga circular esta “Chispa”  y su mensaje; talvez no sea tarde todavía.  Piense en ella, para que al menos tenga consciencia de lo que está pasando y lo que otros están haciendo con sus derechos a aspirar a una vida mejor.   NO PERMITA QUE OTROS DECIDAN POR USTED, y mucho menos, que se queden con la tajada que le corresponde del pastel.                 (¿Sucede esto en sus países?  Pregunta retórica)
                       
Fraternalmente
                                                 Ricardo Izaguirre S.
 E-mail:   rhizaguirre@gmail.com

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domingo, 23 de octubre de 2011

174 La Banca Nacional


174    “LA CHISPA”   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA BANCA NACIONALIZADA
            Durante años hemos sido defensores de la Banca Nacionalizada, pero han sido tantos los abusos, desaciertos y politización de esta, que se ha convertido en una institución expoliadora y despiadada.  Una garrotera sin consciencia social de su función primigenia.  ¿Qué hace la Banca Nacionalizada?  Pues explotar de todas las maneras imaginables a los ciudadanos que necesitan de sus servicios.  Eso sí, tiene un régimen de privilegio para aquellos individuos pertenecientes a la clase poderosa, es decir, la Oligarquía.  Para ellos hay préstamos rápidos, sin garantías, sin límite de monto y con intereses bajos para “estimular al sector productivo”.  Así como los que recibieron los “clientes” del Banco Anglo, quienes lo llevaron a la quiebra.  Eso es del dominio público.
            Pero ¿qué tal cuando un trabajador o microempresario, como le llaman a quién sabe qué, se presenta a solicitar un préstamo para lo que sea?  Son miles de trabas y exigencias. No hay carteras especiales creadas con criterio social.  Nadie puede trabajar pagando el 24 ó 29 por ciento sobre un préstamo.  Además, con intereses ajustables a criterio exclusivo del Banco.  No tienen los bancos una cartera especial para vivienda; ni siquiera existe un programa nacional a cargo de una institución solvente que encare este agobiante problema de manera eficaz.  El Banco de la Vivienda nunca tiene plata, y su función se limita a dar los famosos bonos de caridad, con compromisos políticos, cuando hay...  La vivienda es uno de los problemas más apremiantes de este país, y la Banca Nacionalizada debería enfrentar esta situación con criterio social y de compromiso con ese pueblo que lo ha creado y le da vida.   ¿Cómo puede un obrero pagar un interés del 24 por ciento por un préstamo que no le alcanza ni para comprar un lote, y a un plazo de apenas quince años?   Los préstamos para vivienda deben ser a un máximo de 4 a 5 por ciento de intereses anuales fijos.  Lo más, un SEIS POR CIENTO.  Así es en los Estados Unidos, la nación más rica del mundo, en donde sus ciudadanos tienen gran capacidad de pago. 
            Y amparados a estas leyes usureras de la Banca Nacional, se creo la Banca Privada, un hijo espurio de esta, fundada por diputados-banqueros, ministros-banqueros y otros funcionarios del gobierno que, desde adentro, lograron la aprobación de leyes de equiparación con el sistema bancario del Estado.  Todo el mundo sabe quiénes son.  Eso significa que pueden cobrar los mismos intereses de usura de esta última.  Y que, además, la Banca del Estado no puede rebajar los intereses más allá de ciertos topes establecidos que podrían perjudicar a los bancos privados.  Es por eso que la banca nacional no puede hacer préstamos para la vivienda a intereses  justos y razonables para la clase obrera.  Eso molestaría a las garroteras privadas que son, a la vez que “banqueros”, constructores, acaparadores de bienes raíces, dueños de inmobiliarias y empresas conexas.  Todo mundo sabe quiénes son.   Son los dueños de grandes garroteras, como aquella en donde se depositaron miles de millones del sector social más pobre de este país, para que esta “banca privada” los prestara a intereses de usura, mientras cientos de viejos desvalidos morían de necesidad.  Es por eso que centenares de banqueros privados de los Estados Unidos sueñan con el T.L.C. y la posibilidad de venir a establecerse en esta Arcadia.
            ¿Cómo es posible que una Banca que se nutre de sus clientes sea tan despiadada con ellos?  Cobran por dar información sobre las cuentas personales.  Cobran por un talonario de cheques, cobran por utilizar los cajeros, cobran por entrar al Banco.  Cobran por preguntar y, encima, en algunos bancos han establecido unos sistemas de vigilancia humillantes y groseros para el cliente; a tal punto, que nos hacen sentirnos como si estuviéramos pasando por alguna frontera de Israel.  Además, algunas agencias bancarias ni siquiera cuentan con servicios sanitarios para los clientes.
            Y en cuanto a la parte financiera la cosa es peor: si tenemos una cuenta corriente no nos pagan ni un solo céntimo por ser depositarios de nuestro dinero, el cual utilizan a discreción para sacarle intereses.  Es decir, prestan nuestro dinero a intereses de usura, y a los que ponemos el capital no nos dan nada.  Y como ya dije, incluso nos cobran los cheques.  Y si uno pide información en los cajeros automáticos acerca de cómo están nuestras finanzas, se enciende una pantallita con el dato y nada más.  No nos dan un papelito comprobante; ni en esa mísera colilla quieren gastar.  Y si tenemos una cuenta de AHORROS, resulta que los intereses que nos pagan no alcanzan ni para compensar la DEVALUACIÓN.  Eso quiere decir que si guardamos mil colones en  la Banca Nacional, después de un tiempo, con intereses y todo, nos devuelven ochocientos.  Y si sigue la devaluación, llegará el momento en que tendremos que pagarles, en dólares, por guardarnos nuestro dinero devaluado.  No hay estímulo alguno para el ahorro.  Y si se nos ocurre ahorrar en dólares, no nos pagan interés alguno.  La Banca Nacionalizada abusa impunemente del pueblo.  Allí toman medidas arbitrarias y sin ningún criterio social, pero que sirven para que la Banca Privada haga uso del privilegio de PARIDAD para explotar a los que caen en sus manos.  Eso significa que si la Banca Nacional sube los intereses para la vivienda, los Privados pueden hacerlo.  Pero la Banca Nacional NO puede bajar los intereses para ese tipo de préstamos.  Negocio redondo para las garroteras de la vivienda, que son de los mismos dueños de los bancos privados, de las inmobiliarias y empresas conexas que han acaparado el mercado de bienes raíces.
            Dichosamente ya viene el T.L.C., el cual obliga a la Banca Nacional y Privada a fijar los intereses en un máximo del OCHO POR CIENTO, cualquiera que sea la naturaleza del préstamo.  Se supone.  También obliga a los Bancos Privados a abrir una cartera para la microempresa y la agricultura con préstamos ilimitados a un CUATRO POR CIENTO anual y fijo.  En el artículo 180 del T.L.C. dice que tanto la Banca Privada como las mutuales de la vivienda deben financiar proyectos de vivienda social a 30 años plazo, a intereses fijos del 3.5 (tres y medio) por ciento anual.  Desde luego que esto solo es una da las tantas promesas políticas que quedarán en nada.
            Si le gustó esta “Chispa” hágala circular por todos los medios que pueda.  Auméntele, corríjala y haga lo que le dé la gana con ella; pero haga que llegue a muchas personas para que la comenten.  Este es un problema de todos.  Uno de los tantos.                       

Bancariescamente    
Ricardo Izaguirre S.

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martes, 18 de octubre de 2011

511 El culto a la muerte


511     LA CHISPA     

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA  CULTURA DEL MIEDO A LA MUERTE

            A pesar de ser la religión más bella desde el punto de vista ético, el budismo no cuenta con muchos seguidores en el occidente debido a ciertos postulados inaceptables para la cultura de la muerte que han desarrollado las religiones “bíblicas”.  Para los budistas, aquella es el final de todo, como en realidad lo es desde el punto de vista de la personalidad.  Con la muerte se acaba todo, sin importar que haya un período de “vida” post mortem.  El hombre consciente del “yo soy yo” termina ahí su papel.
            En cambio, nosotros hemos desarrollado la cultura de la vida eterna de una manera ilógica y, por supuesto, absolutamente indemostrable ni siquiera como posibilidad.  Y bajo la promesa de ese mundo imaginario, las sociedades se han entregado a infinidad de cultos judeo-cristianos que las llenan de todo tipo de promesas que van desde los escabrosos caminos del Infierno Eterno bajo la jurisdicción Satanás,  hasta la Vida Eterna a la par de Dios y Jesucristo, en una felicidad sin límites en un cielo absurdo e imposible de comprender de acuerdo con la naturaleza humana.  La fe y el deseo vehemente de colarse en tal Edén, hace que los hombres y mujeres les pasen por encima a todas las cuestiones lógicas que niegan la existencia de semejante lugar.  Y llenos de argumentos insostenibles a la luz de la razón, se aferran a sus sistemas religiosos que les prometen el Paraíso.  Pero así como defiendan con rabia la veracidad de sus creencias, con la misma furia y menosprecio les niegan validez a otras creencias como el hinduismo, budismo, Islam o las formas naturales mediante las cuales los aborígenes se explican la vida y su final.  Para los “cristianos” todo lo demás es motivo de risa y burla.
            Dentro de la cultura occidental existe un culto tenebroso (disimulado con el nombre de religión) acerca de la muerte; todo gira en torno a esta y al sitio adonde irán los muertos.  Y eso bajo la suposición, JAMÁS DEMOSTRADA, de que somos un compuesto de cuerpo y alma.   Pero el alma considerada como algo aparte que no participa en nuestras decisiones, como una especie de accesorio que se encarga de las cosas complejas de la espiritualidad.  Nada que tenga que ver con el mundo físico.  El sitio al que va el cuerpo lo sabemos muy bien y no nos preocupa; pero el destino del alma es otra cosa.  Mientras vivimos el cuerpo es todo, nuestro dios, nuestro ídolo al que le rendimos adoración, mimo y todas las atenciones posibles.  Es la personalidad, el  epicentro de todas las emociones y receptor de todos los deleites; vivimos para el goce corporal en todas las manifestaciones.  Sin embargo, cuando aquel se va agotando, los placeres se van haciendo más difíciles y elusivos, lo que nos introduce al reino del culto a la juventud.  A partir de ahí, nos preocupa todo lo concerniente a cómo conservarla, comienza el imperio del terror y se acentúa el miedo a la muerte.  La religión adquiere preponderancia.  En los viejos.  La promesa de la vida eterna (léase juventud) empieza a adquirir la magia que nos envuelve en esos años cuando vemos a los jóvenes con envidia y criticamos ferozmente las “locuras” que hacen.  En ese punto empezamos a hacer una obligada diferencia entre el cuerpo y el alma y, como necesidad de supervivencia, nuestra mente entabla una identificación con esta, y se inicia el menosprecio por el vehículo que ya no es capaz de proporcionarnos los placeres de la juventud.  Ahí principia la “utilidad” del alma; todo lo relativo a ella y las posibles conexiones que esta pueda tener con Dios y el cielo. 
            Es en ese punto, la inminencia de la muerte, cuando las religiones adquieren un valor trascendental en la consciencia del hombre.  Y ante el enredo de las “enseñanzas morales” de estas, nace el espectro del miedo a la muerte, el Infierno, el Diablo y toda la mitología que se ha formado alrededor de un acto tan simple y vulgar como cualquier otro fenómeno de los que se dan en la vida.  La muerte suya, mía o de cualquiera, es un hecho intrascendente en la economía de la Naturaleza.  Tan insignificante como la de un caballo, o de uno de los millones de vacas que son torturadas y asesinadas para que nosotros comamos un bisté.  Nuestra muerte es tan importante o tan anodina como la de una pulga, una iguana, una ballena o un piojo; solo es una forma de vida que se extingue, una de los billones que hay sobre el planeta.  Los animales no se cuestionan nada, “saben” el momento e intuyen su muerte, pero no hacen aspaviento alguno ni inventan majaderías.  Los budistas hacen lo mismo.  Saben que la muerte es el final del cuerpo y la personalidad; y que después de un período remanente en el mundo de las sombras, todo termina para el hombre consciente del “yo soy yo”.  Esa es la realidad, aunque hayamos inventado mil cuentos para nuestra satisfacción y para paliar el miedo a las consecuencias de una vida que hemos vivido sin moderación y sin ver a nuestro prójimo como amigo.  El Infierno solo es el terror que sentimos cuando llegamos a un estado de conocimiento que nos advierte de la brevedad de la vida.  Y ese temor no desaparece por las vías que propugnan los credos.  Ese pánico son las Erinias que nos persiguen hasta los últimos momentos de nuestra vida; pero, principalmente, después de ese tránsito desconcertante que no corresponde a casi ninguno de los postulados erróneos de las religiones. 
El mundo de las sombras, el reino de la muerte NO es lo que los pastores dicen.  Solo los occidentales tenemos la increíble arrogancia de creer que el final de nuestras vidas es algo importante; tanto que incluso suponemos que Dios y Jesucristo se toman la molestia de venir a juzgarnos para ser condenados o absueltos de nuestros “pecados”.  Eso sería como que cada cucaracha presumiera que algún dios la debe juzgar por lo que hizo.  La Muerte, más el agregado post mortem, es el final de todo.  Ahí termina el hombre su papel y la personalidad se disuelve en la nada, con todos sus recuerdos.  Es inevitable, y todos tenemos consciencia de eso, por más cuentos que nos hayan contado acerca del cielo y otras historietas agradables.  La complacencia de las religiones termina ahí; por desgracia, cuando ese momento se da, no hay a quien reclamarle los engaños de los cuales nos hicieron víctimas.  Pero hay un consuelo: después de muertos NADIE nos puede hacer daño en ningún sentido; solo nuestro propio MIEDO.  Nunca lo olviden.           (Texto extraído de “EL ANÁLISIS”).
Fraternalmente            Ricardo Izaguirre S.    Tel.  2286-3522       E-mail:    rhizaguirre@gmail.com
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lunes, 10 de octubre de 2011

81 El libre albedrío

81    LA CHISPA    


Lema:   “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.


EL LIBRE ALBEDRÍO       


            En sus relaciones con Dios, el hombre quiere obtener todas las ventajas a cambio de ninguna obligación social, religiosa o moral; mucho menos, económica o fraternal.  Se aferra a todas las promesas religiosas de salvación, paraíso y perdón de los pecados, pero se cuida, diligentemente, de todo aquello que implique compromisos de su parte.  Y con especial cuidado de la más terrible de las facultades que le han sido conferidas, de acuerdo con uno de los dogmas principales de la fe: el libre albedrío.  A todos nos parece extraordinario poseer el derecho de “hacer lo que nos dé la gana”.   Pero esa parte del contrato es el gancho con el que nos atrapan, bien sea de uno u otro de los bandos entre los que, según la teología, se debate el hombre en su ruta evolutiva o de exaltación hacia la Divinidad.
            ¿Qué es entonces el libre albedrío?  ¿Una herramienta que podemos utilizar a discreción y sin ninguna exigencia como pago?  O por el contrario, ¿apareja una terrible responsabilidad que puede sumirnos para siempre dentro del lado más oscuro del Mal?  Los orientales le llaman Karma, y meditan acerca de este, de una manera tan elevada que es incomprensible para el occidental, ajeno e ignorante de las profundidades metafísicas del pensamiento brahmánico.  Karma no es solo un lejano y misterioso término hindú para referirse a algo que tiene que ver con la responsabilidad; es la clave de todos los misterios.  Karma es el combustible que mueve la Rueda de Samsara, el ciclo interminable de la transmigración del alma, según los brahmanes, y que determina que aquella TENGA que renacer en un ciclo casi infinito.  Karma es la apertura de los ojos de Adán y Eva, la capacidad de conocer el Bien y el Mal.  Pero este conocimiento implica deseo, estudio y acúmulo de experiencia que conducen a la sabiduría.  No se puede CONOCER automáticamente o por obra de magia.  Conocer implica esfuerzo e intención que deben estar fundamentados en la voluntad e interés de saber qué es lo que se quiere conocer.  No es como respirar o moverse.
La Biblia dice que los ojos de Eva se abrieron cuando comió del fruto prohibido, y que se dio cuenta de que el árbol era bueno para alcanzar por él conocimiento; y que cuando le dio a Adán, se abrieron (conocieron) los ojos de ambos.  Pero eso no es cierto.  El conocimiento no es producto de la casualidad, de un ensalmo o decreto.  El conocimiento es Karma o causación ética y resultados; y este no puede darse si falta uno de los elementos de la ecuación: acción = reacción.   No puede existir, pues, el conocimiento si falta la experiencia.  El conocimiento es el resultado de una causa que es la acción indispensable para que se dé la reacción o efecto.                                                                                                      De esta manera, se hace claro que debe existir una variedad de karmas: uno físico que regula las causas y efectos del mundo físico; y uno moral, que determina consecuencias en ese plano.  El karma físico es fácil de entender y rige todos los actos físicos de la naturaleza, tanto de los animales como los del hombre. Un tanto mecánico, si se quiere.  Pero cuando llegamos al plano moral, tenemos que explicarnos ciertas variables obligatorias y necesarias que tienen que ver con escalas y clasificaciones.  Se supone que para activar esta Ley de la Retribución o Karma moral, es preciso que quien lo haga tenga un “núcleo moral” capaz de comprender las consecuencias de sus actos, es decir, que tenga clara conciencia de lo que hace (causa).  Por lo tanto debemos preguntarnos: ¿tienen libre albedrío igual todos los hombres y mujeres?  ¿Es el resultado kármico idéntico para todos los hombres, por la misma acción realizada?  ¿Es la retribución requerida por la Ley, igual para un caníbal salvaje, que la que se le aplica a un europeo culto que lleva a cabo la misma acción?  Y de no ser así, ¿por qué?  ¿Qué o quién dosifica la respuesta de la Ley?  Porque esta es obvio que NO PUEDE SER MECÁNICA
Nos gusta la idea de que no haya una respuesta clara, es más, nos encanta pensar que ese mecanismo no funcione con mucha precisión; o mejor aún, que se atasque o haga excepciones en cuanto a cada uno de nosotros se refiere, es decir, que exista “el perdón de los pecados”.   La Ley del Karma o Retribución dice que por cada acción existe una reacción semejante, y el libre albedrío faculta al hombre para escoger libremente el tipo de acciones que quiera realizar.  Eso significa que todas las consecuencias de sus actos están bajo su completo dominio, si así lo desea; que no debería existir sorpresa alguna en su vida, que el hombre es amo absoluto de su destino, y que este no es producto de casualidades inesperadas o absurdas. 
Resumiendo, con un núcleo moral plenamente consciente del Bien y del Mal, el hombre debería ser una criatura situada más allá de estos.   Teóricamente, el libre albedrío faculta al hombre para estar en pleno control de su vida y su destino.  De manera que si es tan simple, ¿por qué hay tanta confusión, errores, desilusión y resultados indeseables en la vida de cada persona?  ¿Cuestión de escala moral?  Si sabemos que la naturaleza de los resultados es idéntica a las acciones que realizamos, ¿por qué es tan compleja la vida y tan desagradables las respuestas que esta nos da?  Entonces, ¿no sirve el libre albedrío para el control de nuestras vidas?  Así, pues, se nos antoja que este NO nos confiere ventaja alguna sobre los irracionales, los que al parecer, tienen una guía interna de conductas preestablecidas que les permite una vida física (y talvez interior) sana y equilibrada con su entorno natural.  De esta manera, el “núcleo moral” del hombre, resulta ser la causa principal de ese tipo de karma que nos lleva al remordimiento y al dolor, tanto físico como moral.
            Es lógico, supuestamente, que los animales no puedan generar ese tipo de karma que, en forma aparente, es privativo de los humanos.  Las leyes de la naturaleza han dotado a los animales que no razonan, con una provisión de conductas instintivas que deben aplicar en la lucha por la supervivencia de la especie como conjunto y  como individuos.  Eso parece desprenderse de los hechos observados.  Y hasta donde sabemos, el remordimiento (núcleo moral) no forma parte de sus conductas.  Sin embargo, los animales en libertad, aparentan tener un libre albedrío absoluto, limitado únicamente por las imposiciones biológicas y del entorno.  Por consiguiente, ¿tienen o no un libre albedrío semejante al de los humanos?  Y si fuera cierto el libre albedrío, ¿por qué existe y tiene tanto éxito la astrología?
            En el caso del hombre, ¿quién lleva el control de todas y cada una de sus acciones que impliquen consecuencias morales?  Y más complejo todavía, ¿qué o quién determina las respuestas o castigos que recibe cada individuo?  Porque es absurdo pensar que Dios pudiera estar en el control de cuanta tontería y maldad cometamos cada uno de los siete mil millones de hombres y mujeres que formamos la humanidad.  Tal suposición es un evidente disparate.
            ¿O todo el asunto no será más que un inmenso fraude inventado por las religiones?  Porque la verdad, no existe prueba científica alguna de que realmente funcione la ley de la causalidad en forma inevitable.  Porque, ¿dónde están las consecuencias (karma) de los actos de hombres como Reagan, Pinochet, Milosevic, Bush y casi todos los presidentes de USA que han causado tanta muerte y dolor?  Suponemos y aceptamos los postulados religiosos, místicos o de la filosofía social como verdades moralmente necesarias, pero no hay prueba alguna de su cumplimiento.  Y si no tenemos respuestas en esta vida, es mucho menos probable que la obtengamos en otras (de ser cierta la reencarnación), cuando no nos acordaremos de la presente, ni siquiera para la comprobación de nuestros propios actos.
            Pero la pregunta definitiva y más importante es: ¿en realidad tenemos libre albedrío?  ¿O seremos apenas como los animalitos, con nuestros limitados y propios  lenguajes como ellos;  con nuestras propias y exclusivistas ideas, como ellos; y como ellos, con la ilusa idea de que solo nosotros razonamos, de que únicamente nosotros tenemos conciencia moral y que somos superiores en la preferencia de Dios y que, además, TENEMOS LIBRE  ALBEDRÍO?
            Si le gustó esta “CHISPA”, hágala circular entre sus amistades y conocidos, y si sabe las respuestas a las preguntas que aquí hago, por favor comuníquemelas.  Pero solo si las SABE.
                                  
Fraternalmente
                                                              Ricardo Izaguirre S.

Correo electrónico:    rhizaguirre@gmail.com
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domingo, 9 de octubre de 2011

705 Los derechos humanos

705       “LA CHISPA”       (2 noviembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS DERECHOS  HUMANOS
            Casi todas las constituciones consignan una serie de principios que se consideran básicos para determinar la calidad de vida de los habitantes de cada nación.  Son los derechos humanos mínimos para merecer la categoría de personas: tener trabajo, casa, comida, educación, atención médica, ropa, diversión, trato igualitario ante la ley, y la SEGURIDAD de que podemos gozar de esos bienes sin peligro alguno, es decir, con SEGURIDAD CIUDADANA.  Porque ¿de qué nos sirve tener salud, educación, trabajo y casa si mi vida se encuentra en permanente riesgo de ser suprimida por cualquier bandido?  Todo ciudadano tiene derecho a ser feliz, sentirse seguro y protegido por el Estado.  Pero ¿qué pasa cuando esto no se cumple, a pesar de ser un mandato constitucional para los gobernantes?  Significa que es el propio gobierno el que está violando, por indolencia, los derechos de sus ciudadanos. 
Si el Estado permite que el hampa haga lo que le dé la gana en materia delictiva en contra de las personas honestas, es este el responsable principal, aunque no único, de la violación de los derechos humanos.  No solo se vulnera el derecho por intención sino también por omisión e insuficiencia.  Y en este caso, así como el ciudadano NO PUEDE ALEGAR DESCONOCIMIENTO DE LA LEY, tampoco el Estado puede hacerlo ni ampararse en pretextos para incumplir sus obligaciones constitucionales.  El Estado no puede conformarse  con “hacer lo que se puede o lo que permiten las finanzas”; con pegar parches por aquí y por allá, sino que tiene que realizar la tarea completa.  Pero para hacerlo, tiene que dejar de ser político y asumir el papel de institución nacional al servicio de todos los ciudadanos y no solo de las clases poderosas.  Debe dejar de ser un ente “partidista” y politiquero, para convertirse en ese rector que procure y garantice el mayor bienestar a todos los habitantes de la nación.  Mientras en un país haya hombres que tienen en exceso, y personas que carecen de lo mínimo, significa que hay una mala distribución de la riqueza y que, el atropello de los derechos humanos, se debe a negligencia del Gobierno, lo cual lo convierte en el violador de estos.
El analfabetismo es culpa de los gobiernos, la atención médica deficiente o mala es culpa de los gobiernos, si no hay creación de puestos de trabajo, es negligencia del estado; si no hay SEGURIDAD CIUDADANA,  es culpa del estado.   Si no hay habitación para las familias, es deficiencia del estado.  El gobierno tiene la obligación de proporcionar esos rubros que garantizan la felicidad material de los habitantes, sin pretextos.   Y si no lo hace, se convierte en el peor violador de los derechos humanos.
¿Alguna vez sufren crisis los ricos de un país?   Puede ser que disminuyan un poco los millones que se ganan, pero nunca pasan por momentos de calamidad, hambre, falta de techo, diversión o la posibilidad de una buena educación en instituciones privadas; siempre tienen casas lujosas y carros del año, viajan a dónde quieren y se visten de primera.  Eso significa que son una clase privilegiada que goza de todos los beneficios que puede producir la economía de un país.  Pero resulta que esos beneficios no alcanzan a todos los ciudadanos porque los gobiernos son incapaces de canalizar y distribuir esa riqueza de manera justa y equitativa entre todos los ciudadanos que la producen.  Siempre hay quienes se quedan con la parte del león y dejan a las mayorías solo viendo el festín ajeno.  Esa negligencia también es violación de los derechos humanos.  En casi todos los países de Europa el producto nacional interno se reparte de tal manera que TODOS los ciudadanos gozan de él, por lo menos con buenos trabajos bien remunerados, excelente atención médica, educación de primera, diversión y posibilidades reales de adquirir una habitación decente.  ¿Hay millonarios?  ¡Claro que sí!  Pero la diferencia entre estos y la clase trabajadora no es tan OFENSIVA y ASQUEROSA como lo es en la América Latina.  Allí los ricos PAGAN SUS IMPUESTOS en la proporción correcta, y ninguno se ha convertido en pobre por hacerlo.  Eso se llama justicia social; y esta se debe al trabajo conjunto de pueblos conscientes y gobiernos responsables que no hacen lo que les da la gana sino que ejecutan la voluntad popular. 
El “respeto a los derechos humanos” no debe ser la muletilla política en la que se apoyen los gobiernos latinos, pues estos son, casi en general, los principales violadores de aquellos.  Respetar esos derechos no solo es no tener presos políticos o mandar gente al paredón.  Tampoco permitir que los sindicatos hagan huelgas o que la gente proteste en las calles sin garrotearlos o gasificarlos.  Ni siquiera dejarlos que hablen por radio, televisión o que escriban protestas como “La Chispa”.  Eso es estrategia de la “democracia formal”.  Puede que un gobierno no ahorque ciudadanos en un patíbulo, pero si los fusila lentamente ante el paredón del hambre, el olvido, la ignorancia, la falta de atención médica y la carencia de un hogar decente, está vulnerando todos los derechos humanos esenciales.  Puede blasonar de que no hay presos políticos en sus cárceles, pero sus ciudadanos son prisioneros de la inseguridad, el abandono, la tristeza, el dolor y el miedo a un futuro sin esperanza.   Puede que un gobierno no nos apalee con un garrote, pero si lo hace con los mecanismos económicos (devaluación, sueldos malos, alzas) que nos convierten en más pobres cada día, es un transgresor de esos derechos.  Puede que no censure nuestras palabras, discursos o libros, pero si nos condena a la oscuridad, también en un infractor de los derechos humanos.   Cuando el Estado se da el lujo de menospreciar la crítica de los ciudadanos, se convierte en violador de los derechos humanos.  Cuando el gobernante se siente dueño del Estado e ignora a sus semejantes, se transforma en el peor abusador de todos.
El respeto a los derechos humanos por parte de los gobiernos,  no es más que el fiel cumplimiento de las obligaciones constitucionales a las que, por acuerdo general, han llegado los pueblos.  Y los gobernantes solo son los ejecutores obligados de esta tarea; NO son los amos ni los que disponen quiénes deben recibir, de manera injusta, el producto de la riqueza producida por todos.   Hay daño por acción (el más visible y evidente), pero hay uno mucho mayor que suele pasar casi inadvertido y no es cuantificable: es el que se hace por omisión de los deberes del Estado, y cuyas consecuencias suelen ser desastrosas para cualquier sociedad. 
            Derechescamente                                                                    (¿Cómo anda esto en su país?)
                                        Ricardo Izaguirre S.                  E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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lunes, 3 de octubre de 2011

82 La falacia de la educación

82    LA CHISPA     


Lema: “en la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA FALACIA DE LA EDUCACIÓN


            ¿Quién y cómo se determina la clase y el grado de educación que deben de tener los ciudadanos de un país?  Parece obvio que la salida a innumerables problemas de nuestras sociedades tercermundistas está en la educación.  Eso es casi axiomático, pues solo a través de esta, tendremos individuos capaces de producir a otro nivel que no sea el de bueyes de carga.  Es decir, mano de obra barata en productos agrícolas de exportación y difícil colocación en los mercados extranjeros.  Entonces, si esa es la panacea a nuestros males, producto del subdesarrollo, ¿por qué nuestros gobiernos no invierten las sumas necesarias (lo que sea) para tener una población totalmente alfabetizada al más alto nivel?  Desarrollo y progreso parecen ir íntimamente ligados con la educación de un pueblo.  Veamos el caso del Japón, que en escasos quince o veinte años borró la diferencia de un milenio que lo separaba de Europa.  ¿Y cómo?  Mediante la educación masiva de su pueblo.  Entonces, si la vía hacia el progreso parece tan clara, ¿por qué no se toman las medidas para lograrlo mediante la capacitación de toda la ciudadanía susceptible de ser educada?   ¿Será por aquel principio que sostiene que si TODOS fuéramos ricos, sería peor que si todos (con las excepciones del caso) fuéramos pobres?  En Economía esto se conoce como la falacia de la composición.  Si yo estudio y me hago rico, eso es bueno; pero si todos los hacen, es “malo”. 
            Para los que tienen el poder en nuestros países, el esquema de “desarrollo y educación” es muy simple: capacitar mano de obra barata de los obreros, para que tengan la capacidad de entender aquello para lo cual han sido contratados, nada más.  También mantener a los campesinos dentro de un grado de alfabetización mínima, para que siempre haya cogedores de café y cortadores de caña que apenas sepan leer para que entiendan las órdenes escritas que les den.  Y en las ciudades, la alfabetización de los marginales no debe sobrepasar el límite que les permita leer los rótulos e instrucciones de las máquinas que operan, o las listas de tareas que deben realizar.  Cualquier otro conocimiento es superfluo, y puede alejarlos de la maquiladora y convertirlos en candidatos a ser personas dueñas de su destino.
            Parece que los que tienen el Poder pensaran que si todos tuviéramos tanto dinero como Bill Gates, sería la ruina total de todos porque ¿quién nos cocinaría, lavaría nuestra ropa o nos serviría de algo?  Tendríamos que sembrar nuestra propia comida en el patio de nuestras casas, y eso sería terrible, según esa limitada visión del problema.  Entonces, ¿es con ese criterio como se determina nivel de educación que debe recibir el pueblo?  ¿Y quiénes son los que lo fijan?  Ante esa pregunta, de inmediato aparece un sospechoso único: la oligarquía, la argolla del poder que controla al Estado. 
            La conjura de la educación, aunque parezca una broma de mal gusto, obedece a un plan perfectamente delineado por las clases poderosas de nuestros países.  Mil artimañas han desarrollado para mantener a las masas en estado de ignorancia o semi ignorancia, porque el hombre inculto no puede leer y, por lo tanto, es incapaz de conocer la Historia y sus lecciones; pero el hombre con cultura no puede ser manipulado ni se resigna a ser una simple pieza dentro del aparato productor sin aspirar a recibir los beneficios que su trabajo merece.   Un campesino ignorante no tiene la capacidad de comprender que toda la riqueza que sale de la tierra es producto de su trabajo, y se conforma con un miserable jornal.  Un hombre analfabeto y sin lectura no puede elucubrar sobre la producción y riqueza, y no establece vínculos entre ellas ni considera su participación como elemento esencial en el proceso.  Simplemente le da gracias a Dios por tener su trabajito.
Es por eso que los gobiernos (el Poder) impiden que la totalidad de la población estudie y se haga profesional.  No lo prohíben, claro está, pero llenan el camino de tantas dificultades y deficiencias, que hace imposible que todos los individuos alcancen un nivel de educación que sea suficiente para salir del fondo social; sobre todo, en áreas rurales, en donde están los intereses económicos de los grandes terratenientes que viven en las ciudades.  Si se educa a los campesinos, ¿quién cosechará el café, la caña o el arroz?  Y si se educa a los marginales de la ciudad, ¿quién recogerá la basura, limpiará las casas o cuidará las mansiones de los ricos?  En fin, si todos estudian, ¿de dónde saldrá la mano de obra barata y las interminables legiones de sirvientes sin aspiraciones de ninguna clase?  Porque la educación crea deseos de superación y mayores aspiraciones; libera al hombre de su condición servil, y le da vuelo a su imaginación para lograr metas que, desde el seno de la ignorancia, son impensables.
            Por eso la oligarquía de cada país determina el monto y calidad de la educación que deben permitirles a sus ciudadanos sin que se ponga en peligro el SISTEMA; y eso lo hacen creando una maraña bien calculada de impedimentos para que aquella no llegue a todos los ciudadanos, ya que eso no es conveniente
            Los Estados Unidos tienen la capacidad tecnológica y económica para hacer que TODOS SUS CIUDADANOS FUERAN PROFESIONALES EN ALGO.  Incluyendo a los negros y otras clases marginales.  Pero, ¿le serviría eso al “establishment”.  ¿Quiénes serían los operarios de la industria, los agricultores, soldados, maquiladores de ropa, choferes de limusina, los limpiaventanas, las meseras, los empleados de Taco Bell y los empacadores de Microsoft, los “dealers” de coca y las tan necesarias prostitutas?  Como se puede ver, en la paradoja de la educación, el Estado tiene el deber de educar al pueblo, pero en la práctica, es el que impide que esto se produzca más allá de cierto límite establecido por la Oligarquía.  Y como en el caso de Costa Rica, no se trata de falta de fondos, sino de conveniencia de los poderosos.  Hace falta la mano de obra barata, la de trabajadores no calificados y sin educación.                  Si los CIEN MIL MILLONES DE COLONES que el Estado repartía semestralmente en CAT a los miembros de la Oligarquía se dedicaran a la educación, en cinco años tendríamos al pueblo más educado y capaz del mundo.  Bien podríamos tener (por lo menos) siete universidades estatales y siete Institutos tecnológicos. Uno de cada uno en cada cabecera provincial.  Y no escueluchas de fachada, sino VERDADERAS UNIVERSIDADES, con personal altamente calificado, aunque tuviéramos que traerlos del extranjero.  Sin chovinismo ni majaderías patrioteras, pues si los Estados Unidos hubiera seguido esa política mezquina, miles de genios europeos no hubieran vertido la luz de su sabiduría entre la clase estudiantil de ese gran país.  ¿Por qué un muchacho de Limón o Nicoya TIENE que venir hasta San José para hacerse profesional en lo que más le guste?  La “centralización” tiene postrado a este país.
            Claro que la educación masiva apareja ciertos problemas generales que toda sociedad debe confrontar inteligentemente.  Un exceso de médicos no se arregla cerrando una facultad tan valiosa.  Y en este, como en otros casos, se impone una sabia planificación que vele por los intereses de la mayoría y no solo por los de la Oligarquía.  Es obvio que un muchacho que se ha graduado de Bachiller, ya no quiera ir a “coger café”, cortar caña o sembrar arroz; eso es natural, pues ¿qué sentido tendría haber ido once años a la escuela para seguir en lo mismo?
            La educación de alto nivel le da a Costa Rica el potencial básico para entrar directamente al mundo de los servicios, brincándose por completo la etapa industrial.  En el campo industrial no podemos competir con aquellas naciones QUE TIENEN Y DOMINAN LOS METALES.  Así que es tonto invertir en altos hornos y otras cosas que, además de sus elevados precios, nos obligarían a la dependencia de la materia prima y a una competencia imposible en contra de los gigantes industriales del mundo.  Entonces, ¿hacia dónde debe apuntar nuestra educación?  Muy simple hacia el mundo de los servicios.  Pero de los servicios altamente especializados, sin competencia, y que podamos vender a nuestro precio.  Nada de sobreros típicos, “alfarería indígena”, collarcitos de piedritas u otras tonterías de esa índole que venden en todos los pueblos de América en donde hay indios de verdad.  Porque mientras sean los de afuera los que les ponen precio a nuestros productos o servicios, estaremos arruinados o, por lo menos, limitados a la buena o mala voluntad que nos tengan; o si apoyamos o no alguna guerra que organice EU.  Debemos alcanzar LA EXCELENCIA en todo aquello que hagamos; como los suizos con sus relojes o sus quesos, pero sobre todo, CON LA BANCA.    En lugar de esa limitada y deficiente Banca Nacional, y de ese Instituto de Seguros en manos de sindicalistas, deberíamos crear una banca internacional, poderosa, mixta, ágil, versátil, de respuesta inmediata, progresista, en fin, MODERNA.  Ya deberíamos dominar el mercado centroamericano; el logotipo del Banco de Costa Rica debería estar en todas las capitales del Caribe, en el sur de México y en el norte de Venezuela y Colombia, por lo menos.  Tenemos la gente y la capacidad.                                                                                                                               Suiza es un gigante económico mundial gracias a la Banca, pero sobre todo, a la educación de su pueblo.  No nos conformemos con el simple e inadecuado mote de “la Suiza centroamericana”, sino que tratemos de serlo, en el verdadero sentido de lo que esto significa.  Esa determinación sí sería visión de futuro.  De esa manera, la agricultura y ganadería de alta calidad en nuestro país, pasaría a ser una especie de “hobbie” bien remunerado.  Y podríamos vender nuestros productos de lujo al precio que no diera la gana. No debemos convertirnos en maquiladores de empresas gringas, japonesas o europeas, pues eso sería lo mismo: producir riqueza para otros; y no se trata de eso.  Tampoco debemos construir obras de infraestructura para el turismo con dinero de todos los costarricenses, para que unos cuantos extranjeros se apoderen de los hoteles y las playas de nuestro país.  Esa no es la idea.  Y mucho menos que debamos construir una Banca Nacional Mixta con todo lo que eso implica: personal capacitado, edificios, experiencia, cartera de clientes y todo lo demás, para que una gavilla de judíos se adueñen  de ella.  Tampoco esa es la idea.
            Desde luego que para realizar ese proyecto, la educación debe ser enfocada en su totalidad, como el más grande Proyecto Nacional, hacia un solo fin: ENTRAR DE VERDAD AL MUNDO CAPITALISTA.  Pero no solo los pocos componentes de la Oligarquía, sino TODOS LOS COSTARRICENSES.  Nada del cuento del “ingreso per cápita” en donde una cápita se lleva noventa y nueve millones, y los otras noventa y nueve cápitas, un millón entre todas.  Debemos prepararnos masivamente para el turismo de alta calidad, lo cual implica multitud de obras de infraestructura que faciliten esa actividad: verdaderas ciudades portuarias a lo largo de las costas.  Autosuficientes e independientes del brutal tutelaje de la capital; con puertos modernos y capaces de recibir cualquier flujo de turismo, ya sea aéreo o en barcos.  Los que en la actualidad hay para los turistas de los cruceros, es deplorable.  Limón da pena, y Puntarenas, angustia.  ¿Qué puede ver un turista europeo o gringo en ese par de pueblos carentes de casi todo?  ¿Qué diversión pueden encontrar en Limón o Puntarenas unos turistas que han estado en Acapulco, Hawaii, la Habana o San Juan?  No todo es cuestión de “montañas, playas, mar y sol”, como reza el popular dicho; de eso hay en todas partes, a montones.  La infraestructura para el turismo masivo y de calidad, no solo debe estar basada en el trabajo de la Naturaleza y en eslóganes baratos.  ¿De qué diablos sirve una playa bonita si no hay una ducha decente para quitarse la sal y arena de encima?  ¿Cuál es el encanto de una playa que no tiene instalaciones que faciliten la estadía de los turistas?  En la mayoría de nuestras playas ni siquiera hay un servicio sanitario decente o una espita donde lavarse las manos.  Ese turismo rústico y charralero es historia; es apenas un mal recuerdo de las películas de Tarzán.  El turista de clase, generalmente citadino, es verdad que va en busca de “playa, mar y sol”, pero también es cierto que no está dispuesto a aislarse de las comodidades que le son familiares en la ciudad: agua pura, luz, teléfono, computadoras, transporte, cine, buena comida, atención médica, alojamiento cómodo y de primera, sin pulgas, garrapatas ni zancudos.   Los turistas que ahora vienen a nuestro país son, en su mayoría, “mochileros” y gente pobre que ahorran todo el año para hacer un crucero por el Caribe y sus paupérrimas ciudades, porque les sale barato.  Los turistas de verdad, gringos o europeos, van a Europa o Hawaii; o a algún safari por África. Tenemos, pues, que crear una estructura de primera, para tener un turismo de calidad que de verdad deje dinero, como el que visita Suiza, París o España.  Además, debemos tener qué ofrecerles que no sean abalorios, petates, ocarinas de barro o las mil tonterías que tratamos de venderles a precios de miseria.                             
Se necesitan carreteras que permitan el acceso a todas las costas del país desde la capital y viceversa.  Es necesario hacer buenos aeropuertos en esas ciudades costeras, y crear una red nacional de servicios aéreos que haga posible a una persona que, por cualquier razón deba regresar a su país de origen, pueda hacerlo sin inconvenientes de clase alguna.  Todo eso es el resultado de una buena educación popular de alta calidad, cuyos beneficios, deben ser compartidos por todos los costarricenses.  Se trata de crear cadenas de productividad en donde TODOS sus componentes sean beneficiarios directos de su propia labor.   Instaurar una actividad hotelera en la que hasta el último de sus integrantes tenga participación en las ganancias, y no una industria formada por multimillonarios extranjeros o nacionales con todas las ventajas, y una legión de sirvientes nativos con trabajos inseguros, temporales y mal remunerados.  Solo una buena educación puede llevarnos al logro de tan maravillosa meta, que haría que todos los costarricenses (como los suizos), fuéramos banqueros y administradores de hoteles.  ¿Por qué no?
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Educativamente
                                   Ricardo Izaguirre S.   

Correo electrónico:   rhizaguirre@gmail.com