lunes, 10 de octubre de 2011

81 El libre albedrío

81    LA CHISPA    


Lema:   “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.


EL LIBRE ALBEDRÍO       


            En sus relaciones con Dios, el hombre quiere obtener todas las ventajas a cambio de ninguna obligación social, religiosa o moral; mucho menos, económica o fraternal.  Se aferra a todas las promesas religiosas de salvación, paraíso y perdón de los pecados, pero se cuida, diligentemente, de todo aquello que implique compromisos de su parte.  Y con especial cuidado de la más terrible de las facultades que le han sido conferidas, de acuerdo con uno de los dogmas principales de la fe: el libre albedrío.  A todos nos parece extraordinario poseer el derecho de “hacer lo que nos dé la gana”.   Pero esa parte del contrato es el gancho con el que nos atrapan, bien sea de uno u otro de los bandos entre los que, según la teología, se debate el hombre en su ruta evolutiva o de exaltación hacia la Divinidad.
            ¿Qué es entonces el libre albedrío?  ¿Una herramienta que podemos utilizar a discreción y sin ninguna exigencia como pago?  O por el contrario, ¿apareja una terrible responsabilidad que puede sumirnos para siempre dentro del lado más oscuro del Mal?  Los orientales le llaman Karma, y meditan acerca de este, de una manera tan elevada que es incomprensible para el occidental, ajeno e ignorante de las profundidades metafísicas del pensamiento brahmánico.  Karma no es solo un lejano y misterioso término hindú para referirse a algo que tiene que ver con la responsabilidad; es la clave de todos los misterios.  Karma es el combustible que mueve la Rueda de Samsara, el ciclo interminable de la transmigración del alma, según los brahmanes, y que determina que aquella TENGA que renacer en un ciclo casi infinito.  Karma es la apertura de los ojos de Adán y Eva, la capacidad de conocer el Bien y el Mal.  Pero este conocimiento implica deseo, estudio y acúmulo de experiencia que conducen a la sabiduría.  No se puede CONOCER automáticamente o por obra de magia.  Conocer implica esfuerzo e intención que deben estar fundamentados en la voluntad e interés de saber qué es lo que se quiere conocer.  No es como respirar o moverse.
La Biblia dice que los ojos de Eva se abrieron cuando comió del fruto prohibido, y que se dio cuenta de que el árbol era bueno para alcanzar por él conocimiento; y que cuando le dio a Adán, se abrieron (conocieron) los ojos de ambos.  Pero eso no es cierto.  El conocimiento no es producto de la casualidad, de un ensalmo o decreto.  El conocimiento es Karma o causación ética y resultados; y este no puede darse si falta uno de los elementos de la ecuación: acción = reacción.   No puede existir, pues, el conocimiento si falta la experiencia.  El conocimiento es el resultado de una causa que es la acción indispensable para que se dé la reacción o efecto.                                                                                                      De esta manera, se hace claro que debe existir una variedad de karmas: uno físico que regula las causas y efectos del mundo físico; y uno moral, que determina consecuencias en ese plano.  El karma físico es fácil de entender y rige todos los actos físicos de la naturaleza, tanto de los animales como los del hombre. Un tanto mecánico, si se quiere.  Pero cuando llegamos al plano moral, tenemos que explicarnos ciertas variables obligatorias y necesarias que tienen que ver con escalas y clasificaciones.  Se supone que para activar esta Ley de la Retribución o Karma moral, es preciso que quien lo haga tenga un “núcleo moral” capaz de comprender las consecuencias de sus actos, es decir, que tenga clara conciencia de lo que hace (causa).  Por lo tanto debemos preguntarnos: ¿tienen libre albedrío igual todos los hombres y mujeres?  ¿Es el resultado kármico idéntico para todos los hombres, por la misma acción realizada?  ¿Es la retribución requerida por la Ley, igual para un caníbal salvaje, que la que se le aplica a un europeo culto que lleva a cabo la misma acción?  Y de no ser así, ¿por qué?  ¿Qué o quién dosifica la respuesta de la Ley?  Porque esta es obvio que NO PUEDE SER MECÁNICA
Nos gusta la idea de que no haya una respuesta clara, es más, nos encanta pensar que ese mecanismo no funcione con mucha precisión; o mejor aún, que se atasque o haga excepciones en cuanto a cada uno de nosotros se refiere, es decir, que exista “el perdón de los pecados”.   La Ley del Karma o Retribución dice que por cada acción existe una reacción semejante, y el libre albedrío faculta al hombre para escoger libremente el tipo de acciones que quiera realizar.  Eso significa que todas las consecuencias de sus actos están bajo su completo dominio, si así lo desea; que no debería existir sorpresa alguna en su vida, que el hombre es amo absoluto de su destino, y que este no es producto de casualidades inesperadas o absurdas. 
Resumiendo, con un núcleo moral plenamente consciente del Bien y del Mal, el hombre debería ser una criatura situada más allá de estos.   Teóricamente, el libre albedrío faculta al hombre para estar en pleno control de su vida y su destino.  De manera que si es tan simple, ¿por qué hay tanta confusión, errores, desilusión y resultados indeseables en la vida de cada persona?  ¿Cuestión de escala moral?  Si sabemos que la naturaleza de los resultados es idéntica a las acciones que realizamos, ¿por qué es tan compleja la vida y tan desagradables las respuestas que esta nos da?  Entonces, ¿no sirve el libre albedrío para el control de nuestras vidas?  Así, pues, se nos antoja que este NO nos confiere ventaja alguna sobre los irracionales, los que al parecer, tienen una guía interna de conductas preestablecidas que les permite una vida física (y talvez interior) sana y equilibrada con su entorno natural.  De esta manera, el “núcleo moral” del hombre, resulta ser la causa principal de ese tipo de karma que nos lleva al remordimiento y al dolor, tanto físico como moral.
            Es lógico, supuestamente, que los animales no puedan generar ese tipo de karma que, en forma aparente, es privativo de los humanos.  Las leyes de la naturaleza han dotado a los animales que no razonan, con una provisión de conductas instintivas que deben aplicar en la lucha por la supervivencia de la especie como conjunto y  como individuos.  Eso parece desprenderse de los hechos observados.  Y hasta donde sabemos, el remordimiento (núcleo moral) no forma parte de sus conductas.  Sin embargo, los animales en libertad, aparentan tener un libre albedrío absoluto, limitado únicamente por las imposiciones biológicas y del entorno.  Por consiguiente, ¿tienen o no un libre albedrío semejante al de los humanos?  Y si fuera cierto el libre albedrío, ¿por qué existe y tiene tanto éxito la astrología?
            En el caso del hombre, ¿quién lleva el control de todas y cada una de sus acciones que impliquen consecuencias morales?  Y más complejo todavía, ¿qué o quién determina las respuestas o castigos que recibe cada individuo?  Porque es absurdo pensar que Dios pudiera estar en el control de cuanta tontería y maldad cometamos cada uno de los siete mil millones de hombres y mujeres que formamos la humanidad.  Tal suposición es un evidente disparate.
            ¿O todo el asunto no será más que un inmenso fraude inventado por las religiones?  Porque la verdad, no existe prueba científica alguna de que realmente funcione la ley de la causalidad en forma inevitable.  Porque, ¿dónde están las consecuencias (karma) de los actos de hombres como Reagan, Pinochet, Milosevic, Bush y casi todos los presidentes de USA que han causado tanta muerte y dolor?  Suponemos y aceptamos los postulados religiosos, místicos o de la filosofía social como verdades moralmente necesarias, pero no hay prueba alguna de su cumplimiento.  Y si no tenemos respuestas en esta vida, es mucho menos probable que la obtengamos en otras (de ser cierta la reencarnación), cuando no nos acordaremos de la presente, ni siquiera para la comprobación de nuestros propios actos.
            Pero la pregunta definitiva y más importante es: ¿en realidad tenemos libre albedrío?  ¿O seremos apenas como los animalitos, con nuestros limitados y propios  lenguajes como ellos;  con nuestras propias y exclusivistas ideas, como ellos; y como ellos, con la ilusa idea de que solo nosotros razonamos, de que únicamente nosotros tenemos conciencia moral y que somos superiores en la preferencia de Dios y que, además, TENEMOS LIBRE  ALBEDRÍO?
            Si le gustó esta “CHISPA”, hágala circular entre sus amistades y conocidos, y si sabe las respuestas a las preguntas que aquí hago, por favor comuníquemelas.  Pero solo si las SABE.
                                  
Fraternalmente
                                                              Ricardo Izaguirre S.

Correo electrónico:    rhizaguirre@gmail.com
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