81 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.
EL LIBRE ALBEDRÍO
En sus relaciones con Dios, el hombre quiere obtener
todas las ventajas a cambio de ninguna obligación social, religiosa o moral;
mucho menos, económica o fraternal. Se
aferra a todas las promesas religiosas de salvación, paraíso y perdón de los
pecados, pero se cuida, diligentemente, de todo aquello que implique
compromisos de su parte. Y con especial
cuidado de la más terrible de las facultades que le han sido conferidas, de
acuerdo con uno de los dogmas principales de la fe: el libre albedrío. A todos nos parece extraordinario poseer el
derecho de “hacer lo que nos dé la gana”.
Pero esa parte del contrato es el gancho con el que nos atrapan, bien
sea de uno u otro de los bandos entre los que, según la teología, se debate el
hombre en su ruta evolutiva o de exaltación hacia la Divinidad.
¿Qué es entonces el libre albedrío? ¿Una herramienta que podemos utilizar a discreción
y sin ninguna exigencia como pago? O por
el contrario, ¿apareja una terrible responsabilidad que puede sumirnos para
siempre dentro del lado más oscuro del Mal?
Los orientales le llaman Karma, y meditan acerca de este, de una
manera tan elevada que es incomprensible para el occidental, ajeno e ignorante
de las profundidades metafísicas del pensamiento brahmánico. Karma no es solo un lejano y misterioso
término hindú para referirse a algo que tiene que ver con la responsabilidad; es
la clave de todos los misterios.
Karma es el combustible que mueve la Rueda de Samsara, el ciclo interminable de la transmigración del
alma, según los brahmanes, y que determina que aquella TENGA que renacer
en un ciclo casi infinito. Karma es la
apertura de los ojos de Adán y Eva, la capacidad de conocer el Bien y el
Mal. Pero este conocimiento implica
deseo, estudio y acúmulo de experiencia que conducen a la sabiduría. No se puede CONOCER automáticamente o
por obra de magia. Conocer implica
esfuerzo e intención que deben estar fundamentados en la voluntad e interés de
saber qué es lo que se quiere conocer.
No es como respirar o moverse.
La
Biblia dice que los ojos de Eva se abrieron cuando comió del fruto prohibido, y
que se dio cuenta de que el árbol era bueno para alcanzar por él conocimiento;
y que cuando le dio a Adán, se abrieron (conocieron) los ojos de
ambos. Pero eso no es cierto. El conocimiento no es producto de la
casualidad, de un ensalmo o decreto. El
conocimiento es Karma o causación ética y resultados; y este no puede darse si
falta uno de los elementos de la ecuación: acción = reacción. No puede existir, pues, el conocimiento si
falta la experiencia. El conocimiento es
el resultado de una causa que es la acción indispensable para que se dé la reacción
o efecto. De
esta manera, se hace claro que debe existir una variedad de karmas: uno físico
que regula las causas y efectos del mundo físico; y uno moral, que determina
consecuencias en ese plano. El karma
físico es fácil de entender y rige todos los actos físicos de la naturaleza,
tanto de los animales como los del hombre. Un tanto mecánico, si se
quiere. Pero cuando llegamos al plano
moral, tenemos que explicarnos ciertas variables obligatorias y necesarias que
tienen que ver con escalas y clasificaciones. Se supone que para activar esta Ley de la
Retribución o Karma moral, es preciso que quien lo haga tenga un “núcleo moral”
capaz de comprender las consecuencias de sus actos, es decir, que tenga clara
conciencia de lo que hace (causa). Por
lo tanto debemos preguntarnos: ¿tienen libre albedrío igual todos los hombres y
mujeres? ¿Es el resultado kármico
idéntico para todos los hombres, por la misma acción realizada? ¿Es la retribución requerida por la Ley,
igual para un caníbal salvaje, que la que se le aplica a un europeo culto que
lleva a cabo la misma acción? Y de no
ser así, ¿por qué? ¿Qué o quién dosifica
la respuesta de la Ley? Porque esta es
obvio que NO PUEDE SER MECÁNICA.
Nos
gusta la idea de que no haya una respuesta clara, es más, nos encanta pensar
que ese mecanismo no funcione con mucha precisión; o mejor aún, que se atasque
o haga excepciones en cuanto a cada uno de nosotros se refiere, es decir, que
exista “el perdón de los pecados”. La
Ley del Karma o Retribución dice que por cada acción existe una reacción
semejante, y el libre albedrío faculta al hombre para escoger libremente el
tipo de acciones que quiera realizar.
Eso significa que todas las consecuencias de sus actos están bajo su
completo dominio, si así lo desea; que no debería existir sorpresa alguna en su
vida, que el hombre es amo absoluto de su destino, y que este no es producto de
casualidades inesperadas o absurdas.
Resumiendo,
con un núcleo moral plenamente consciente del Bien y del Mal, el hombre debería
ser una criatura situada más allá de estos.
Teóricamente, el libre albedrío faculta al hombre para estar en pleno
control de su vida y su destino. De
manera que si es tan simple, ¿por qué hay tanta confusión, errores, desilusión
y resultados indeseables en la vida de cada persona? ¿Cuestión de escala moral? Si sabemos que la naturaleza de los
resultados es idéntica a las acciones que realizamos, ¿por qué es tan compleja
la vida y tan desagradables las respuestas que esta nos da? Entonces, ¿no sirve el libre albedrío para el
control de nuestras vidas? Así, pues, se
nos antoja que este NO nos confiere ventaja alguna sobre los
irracionales, los que al parecer, tienen una guía interna de conductas
preestablecidas que les permite una vida física (y talvez interior) sana y
equilibrada con su entorno natural. De
esta manera, el “núcleo moral” del hombre, resulta ser la causa
principal de ese tipo de karma que nos lleva al remordimiento y al dolor, tanto
físico como moral.
Es lógico,
supuestamente, que los animales no puedan generar ese tipo de karma que, en
forma aparente, es privativo de los humanos.
Las leyes de la naturaleza han dotado a los animales que no razonan,
con una provisión de conductas instintivas que deben aplicar en la lucha por la
supervivencia de la especie como conjunto y
como individuos. Eso parece
desprenderse de los hechos observados. Y
hasta donde sabemos, el remordimiento (núcleo moral) no forma parte de
sus conductas. Sin embargo, los animales
en libertad, aparentan tener un libre albedrío absoluto, limitado únicamente
por las imposiciones biológicas y del entorno.
Por consiguiente, ¿tienen o no un libre albedrío semejante al de los
humanos? Y si fuera cierto el libre
albedrío, ¿por qué existe y tiene tanto éxito la astrología?
En el caso del hombre, ¿quién lleva el control de todas y
cada una de sus acciones que impliquen consecuencias morales? Y más complejo todavía, ¿qué o quién
determina las respuestas o castigos que recibe cada individuo? Porque es absurdo pensar que Dios pudiera
estar en el control de cuanta tontería y maldad cometamos cada uno de los siete
mil millones de hombres y mujeres que formamos la humanidad. Tal suposición es un evidente disparate.
¿O todo el asunto no será más que un inmenso fraude inventado
por las religiones? Porque la verdad, no
existe prueba científica alguna de que realmente funcione la ley de la
causalidad en forma inevitable. Porque,
¿dónde están las consecuencias (karma) de los actos de hombres como Reagan,
Pinochet, Milosevic, Bush y casi todos los presidentes de USA que han causado
tanta muerte y dolor? Suponemos y
aceptamos los postulados religiosos, místicos o de la filosofía social como
verdades moralmente necesarias, pero no hay prueba alguna de su
cumplimiento. Y si no tenemos respuestas
en esta vida, es mucho menos probable que la obtengamos en otras (de ser cierta
la reencarnación), cuando no nos acordaremos de la presente, ni siquiera para
la comprobación de nuestros propios actos.
Pero la pregunta definitiva y más importante es: ¿en
realidad tenemos libre albedrío? ¿O
seremos apenas como los animalitos, con nuestros limitados y propios lenguajes como ellos; con nuestras propias y exclusivistas ideas,
como ellos; y como ellos, con la ilusa idea de que solo nosotros razonamos,
de que únicamente nosotros tenemos conciencia moral y que somos superiores en
la preferencia de Dios y que, además, TENEMOS LIBRE ALBEDRÍO?
Si le gustó
esta “CHISPA”, hágala circular entre sus amistades y conocidos, y si
sabe las respuestas a las preguntas que aquí hago, por favor
comuníquemelas. Pero solo si las SABE.
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S.
Correo electrónico: rhizaguirre@gmail.com
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recomiendo la lectura de “EL ANÁLISIS”, el cual se encuentra a la venta
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