494 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
UNA
SOCIEDAD ENFERMA
No
es solo la inteligencia la que nos separa del reino vegetal o de las bestias
sino la MORAL.
Es ese sutil elemento lo que hace la diferencia entre
un HOMBRE y un animal. Un bruto sin
principios no altera su naturaleza, pero el hombre sin honor deja de serlo
y se convierte en algo menos que una fiera.
Todos nacemos con ese dispositivo divino que nos dota de sensibilidad
social, compasión, consideración por los más débiles, los huérfanos, enfermos,
pobres y menos educados. Es este y no la
inteligencia lo que nos advierte cuando estamos actuando en contra de los fundamentos
básicos de la justicia y el derecho ajeno; nos dice cuando somos egoístas,
avaros, criminales, codiciosos y desconsiderados con las prerrogativas mínimas
de los demás. El talento es nuestro
cómplice en la maldad, pues es el que nos proporciona los argumentos
justificativos de nuestra ruindad, que son infinitos. El intelecto como la ética, son dos
potencialidades del espíritu, pero el primero se puede domar y convertir en un
aliado en la conducta torcida; en cambio la segunda es inflexible, porque
proviene de un plano que está más allá de la voluntad humana. Desoírla
nos retira la condición de Hombres. Y cuando por fin se cansa de luchar por
redimir a la criatura que le confiaron, retorna a su origen y deja al hombre convertido
en una fiera. Es a partir de ahí cuando
una sociedad entra en crisis y enferma. Sobre todo cuando los hombres deshonestos
son los que controlan los mecanismos del Poder.
Una
sociedad injusta está enferma y formada por dos grupos de minusválidos morales: los que cometen injusticias y los que por cálculo o indolencia lo
permiten. Así que en ella no hay
inocentes y todos somos responsables del dolor que genera esta situación de abuso y permisión. Los síntomas previos son muchos y variados y
siempre han marcado el inicio de las grandes crisis que han llevado a los pueblos
a su decadencia y largos períodos de dolor y anarquía. Cuando los ciudadanos permiten que los INDECENTES
se hagan cargo de los gobiernos, la sentencia se ha dictado y las naciones
entran en el camino de la autodestrucción moral. Es entonces cuando se empieza el análisis de
consciencia individual y colectivo, indicador número uno de que entramos en la
corriente de la disolución de los preceptos morales que crean la cohesión de
una comunidad sana. Cuando esta solo "se
preocupa" de la violación sistemática de las normas de convivencia, ha empezado
su decadencia; cuando las denuncia con tibieza, está inmersa en ella; pero
cuando utiliza como fórmula general de justificación la influencia mundial o al destino para explicar lo que es producto
de sus miembros, es que ya ha entrado en coma.
Cuando los hombres encuentran excusas en las acciones ajenas para
justificar las propias, han perdido por completo el decoro y la “sociedad” de
la sociedad está muerta.
Es
muy fácil y cómodo creer que los males de una colectividad solo derivan de un
grupo de gente torcida que se ha apoderado de los mecanismos de poder total. Pero la verdad es que nadie en un país es del
todo inocente de lo que pasa en él.
Salvo los niños y los locos, TODOS
SOMOS RESPONSABLES de lo que pasa en nuestras comunidades, pues estas no
son algo ajeno a nosotros sino la suma total de lo que somos individualmente. No podemos ni debemos disimular nuestra vinculación
diciendo que yo no voté por ese o por aquel, o que no aprobé esto o
aquello. Todo es incumbencia de todos.
Es aquí en donde debe empezar el análisis ético de nuestra complicidad
en lo que sucede, pues gústenos o no, todos lo somos por comisión, e incluso
por omisión, en aquellos asuntos con los que no estuvimos de acuerdo. En una sociedad saludable, la participación
ciudadana es vital para mantenerla en esa condición; pero cuando por interés,
indolencia o veleidades políticas avalamos las cosas torcidas de un gobierno,
actuamos en contra de la honestidad y nos estamos inscribiendo en la lista de los
inválidos a los que solo nos preocupa el “número uno”. Nadie
debe ser indiferente ante la inmoralidad.
Ni siquiera con la de los familiares.
Cuando
los funcionarios roban los dineros del pueblo y eso nos parece “normal”,
tolerable, gracioso o sin importancia, ya somos miembros de la clase impúdica
de la población. Cuando creemos que para
perdonar, mantener o restituir a su cargo al sinvergüenza que desvió, robó o se
benefició con el dinero de todos basta una explicación y unas disculpas, hemos
perdido el sentido de la rectitud y estamos en esa siniestra lista de los culpables de lo que somos. Cuando confundimos los principios y
creemos que basta que alguien sea simpático, copartidario político, candidato o
buen chavalo para ser exonerado de un
delito en contra de los intereses del pueblo, estamos moralmente torcidos,
tanto como aquel al que justificamos.
Cuando un Presidente avala, permite o se hace el tonto ante un delito de
sus subalternos es tanto O MÁS CORRUPTO
que el que lo cometió, pues la virtud “del que está a cargo”, debe estar
por encima de toda consideración amistosa, partidarista o familiar. Cuando
creemos que la amistad, trayectoria o los buenos actos realizados en el
ejercicio previo de un cargo público son patente de corso para robar al erario,
hemos perdido la brújula de la probidad y nos hemos situado en el umbral de la
corrupción. El alcahuete es el peor de los delincuentes.
La
moral es intolerante, intransigente, invariable, constante, irreductible e
implacable; no hay términos medios en su reino y accionar. Ante ella no hay “pequeñas fallas”
perdonables. Se es o no. Es por eso que
los candidatos al Poder deben someterse al más minucioso escrutinio de los
pueblos, pues aquel que tenga la menor mácula en su conducta NO DEBE aspirar a la dirección política;
pero lo que es más importante, NINGÚN
GRUPO HUMANO debe permitir que un MINUSVÁLIDO
MORAL intente convertirse en su guía, pues con él vendrán como adláteres
sus colegas de naturaleza semejante o peor.
Y la ciudadanía que lo permite es la responsable final de la condición a
la cual será sometida. Una población en
donde las sinvergüenzadas se hacen norma, ES
UNA SOCIEDAD ENFERMA. ¿En qué
condición está la nuestra?
Socialescamente