lunes, 28 de abril de 2014

494 Una sociedad enferma



494   LA CHISPA   

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

UNA SOCIEDAD ENFERMA

         No es solo la inteligencia la que nos separa del reino vegetal o de las bestias sino la MORAL.  Es ese sutil elemento lo que hace la diferencia entre un HOMBRE y un animal.  Un bruto sin principios no altera su naturaleza, pero el hombre sin honor deja de serlo y se convierte en algo menos que una fiera.  Todos nacemos con ese dispositivo divino que nos dota de sensibilidad social, compasión, consideración por los más débiles, los huérfanos, enfermos, pobres y menos educados.  Es este y no la inteligencia lo que nos advierte cuando estamos actuando en contra de los fundamentos básicos de la justicia y el derecho ajeno; nos dice cuando somos egoístas, avaros, criminales, codiciosos y desconsiderados con las prerrogativas mínimas de los demás.  El talento es nuestro cómplice en la maldad, pues es el que nos proporciona los argumentos justificativos de nuestra ruindad, que son infinitos.  El intelecto como la ética, son dos potencialidades del espíritu, pero el primero se puede domar y convertir en un aliado en la conducta torcida; en cambio la segunda es inflexible, porque proviene de un plano que está más allá de la voluntad humana.  Desoírla nos retira la condición de Hombres. Y cuando por fin se cansa de luchar por redimir a la criatura que le confiaron, retorna a su origen y deja al hombre convertido en una fiera.  Es a partir de ahí cuando una sociedad entra en crisis y enferma.  Sobre todo cuando los hombres deshonestos son los que controlan los mecanismos del Poder.   
Una sociedad injusta está enferma y formada por dos grupos de minusválidos morales: los que cometen injusticias y los que por cálculo o indolencia lo permiten.  Así que en ella no hay inocentes y todos somos responsables del dolor que genera esta situación de abuso y permisión.  Los síntomas previos son muchos y variados y siempre han marcado el inicio de las grandes crisis que han llevado a los pueblos a su decadencia y largos períodos de dolor y anarquía.  Cuando los ciudadanos permiten que los INDECENTES se hagan cargo de los gobiernos, la sentencia se ha dictado y las naciones entran en el camino de la autodestrucción moral.  Es entonces cuando se empieza el análisis de consciencia individual y colectivo, indicador número uno de que entramos en la corriente de la disolución de los preceptos morales que crean la cohesión de una comunidad sana.  Cuando esta solo "se preocupa" de la violación sistemática de las normas de convivencia, ha empezado su decadencia; cuando las denuncia con tibieza, está inmersa en ella; pero cuando utiliza como fórmula general de justificación la influencia mundial o al destino para explicar lo que es producto de sus miembros, es que ya ha entrado en coma.  Cuando los hombres encuentran excusas en las acciones ajenas para justificar las propias, han perdido por completo el decoro y la “sociedad” de la sociedad está muerta.
Es muy fácil y cómodo creer que los males de una colectividad solo derivan de un grupo de gente torcida que se ha apoderado de los mecanismos de poder total.  Pero la verdad es que nadie en un país es del todo inocente de lo que pasa en él.  Salvo los niños y los locos, TODOS SOMOS RESPONSABLES de lo que pasa en nuestras comunidades, pues estas no son algo ajeno a nosotros sino la suma total de lo que somos individualmente.  No podemos ni debemos disimular nuestra vinculación diciendo que yo no voté por ese o por aquel, o que no aprobé esto o aquello.  Todo es incumbencia de todos.  Es aquí en donde debe empezar el análisis ético de nuestra complicidad en lo que sucede, pues gústenos o no, todos lo somos por comisión, e incluso por omisión, en aquellos asuntos con los que no estuvimos de acuerdo.  En una sociedad saludable, la participación ciudadana es vital para mantenerla en esa condición; pero cuando por interés, indolencia o veleidades políticas avalamos las cosas torcidas de un gobierno, actuamos en contra de la honestidad y nos estamos inscribiendo en la lista de los inválidos a los que solo nos preocupa el “número uno”.  Nadie debe ser indiferente ante la inmoralidad.  Ni siquiera con la de los familiares.   
Cuando los funcionarios roban los dineros del pueblo y eso nos parece “normal”, tolerable, gracioso o sin importancia, ya somos miembros de la clase impúdica de la población.  Cuando creemos que para perdonar, mantener o restituir a su cargo al sinvergüenza que desvió, robó o se benefició con el dinero de todos basta una explicación y unas disculpas, hemos perdido el sentido de la rectitud y estamos en esa siniestra lista de los culpables de lo que somos.  Cuando confundimos los principios y creemos que basta que alguien sea simpático, copartidario político, candidato o buen chavalo para ser exonerado de un delito en contra de los intereses del pueblo, estamos moralmente torcidos, tanto como aquel al que justificamos.  Cuando un Presidente avala, permite o se hace el tonto ante un delito de sus subalternos es tanto O MÁS CORRUPTO que el que lo cometió, pues la virtud “del que está a cargo”, debe estar por encima de toda consideración amistosa, partidarista o familiar.   Cuando creemos que la amistad, trayectoria o los buenos actos realizados en el ejercicio previo de un cargo público son patente de corso para robar al erario, hemos perdido la brújula de la probidad y nos hemos situado en el umbral de la corrupción.  El alcahuete es el peor de los delincuentes.  
La moral es intolerante, intransigente, invariable, constante, irreductible e implacable; no hay términos medios en su reino y accionar.  Ante ella no hay “pequeñas fallas” perdonables.  Se es o no.  Es por eso que los candidatos al Poder deben someterse al más minucioso escrutinio de los pueblos, pues aquel que tenga la menor mácula en su conducta NO DEBE aspirar a la dirección política; pero lo que es más importante, NINGÚN GRUPO HUMANO debe permitir que un MINUSVÁLIDO MORAL intente convertirse en su guía, pues con él vendrán como adláteres sus colegas de naturaleza semejante o peor.  Y la ciudadanía que lo permite es la responsable final de la condición a la cual será sometida.  Una población en donde las sinvergüenzadas se hacen norma, ES UNA SOCIEDAD ENFERMA.  ¿En qué condición está la nuestra?
Socialescamente
                   RIS           E-mail:   rhizaguirre@gmail.com





 


lunes, 21 de abril de 2014

1022 El boom de los boom's



1022   LA CHISPA                 
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL BOOM DE LOS BOOM’s
            Durante los últimos años hemos vivido una fiebre loca de modas consumistas que han llevado ríos de oro a  los comerciantes.  Cualquier cosa es elevada a la categoría de un deber social, y el ciudadano promedio se siente en la obligación de poseer ese símbolo de estatus.  Y si no lo hace… no está en nada.  Consumir ese producto, o simplemente exhibirlo como un fugaz trofeo que debe ser renovado a la brevedad posible… o al tiempo que indique el comercio establecido, se ha convertido en una compulsión digna de estudio.  Casi a nadie le basta con tener un buen teléfono.  Hay que tener el de “última generación” (smart phone) que tenga lo último en tecnología.
         Esta tendencia ahoga el buen juicio de una inmensa masa de la población, y sin importar el costo, todo el mundo quiere estar “al día” con infinidad de tiliches que van desde un teléfono hasta un automóvil, pasando por infinidad de aparatos que incluye las pantallas de plasma y todos los electrodomésticos que hacen de todo en forma inteligente.  La lista de estas modas es enorme.  Aquí solo se indicarán unas cuantas para que usted se dé cuenta de si es una víctima más de esta locura colectiva que puede conducirnos a la bancarrota, o a vivir enjaranados de manera permanente, solo para “estar a la moda”. 
         El primer boom que recuerdo fue el del agua.  Antes a nadie le importaba si bebíamos agua o no lo hacíamos.  Ni siquiera a los médicos ni a los dietistas.  Cada uno tomaba agua cuando le daba la gana y en la cantidad que su cuerpo le pedía.  Algunos nunca la tomaban.  Les bastaba con la del café y los refrescos que ingerían con la comida; o bien, la que tragaban cuando jugaban una mejenga o corrían como parte de su ejercicio.  Pero bastó que aparecieran algunos vivos (empresas) con una idea novedosa y bien organizada, para que, de pronto, se hiciera obligatorio atarugarse de agua todos los días (OCHO VASOS mínimo).  Incluso los médicos se sumaron a la fiesta.  También los dietistas y los “dieteros”.  Pero no cualquier agua; no, señor, sino la embotellada, cuyo precio es superior al de la gasolina.  Agua de los glaciares del Ártico o de los Alpes.  O de fuentes milagrosas y privadas que nadie sabe dónde quedan. Y la botellita colgando de la cintura o dentro de la cartera, se convirtió en el símbolo obligatorio de todo buen ciudadano que cuida de su salud.  La botellita de agua es un indicador de categoría y salud.  Por ahora, todo el mundo embotella y vende agua, aunque no sea más que la del SNAA.  Sin control ni supervisión de clase alguna.  Un negociazo de tigres.
         Casi simultáneamente con lo del agua, aparecieron los aeróbicos que, junto con la infinidad de dietas y el agua, se convirtieron en la panacea para lograr figuras delgadas y con abdomen de acero, glúteos levantados y ausencia de rollitos.  Siguiendo la moda de la televisión norteamericana, proliferaron los gimnasios de todo tipo, y ser miembro de estos, se convirtió en “signo de clase”.
         En una de esas, hizo su aparición el áloe (sábila) en el mercado mundial.  La humilde penca que hemos conocido por siglos, hizo su debut en el gran tablado de la moda.  Recomendada por médicos, dietistas e infinidad de “expertos” nos la presentaron como la gran solución  a todos los problemas de salud: presión arterial, diabetes, úlceras, cáncer, nervios, enfermedades de la piel… en fin, algo así como la leyenda de la Pomada Canaria.  Hoy se consiguen las botellas de áloe de todas las marcas imaginables; incluso países en donde la penca esa no nace, se han convertido en potencias exportadoras de esa sustancia que, bien podría ser agua con saborizantes y todo lo demás artificial.  Y la gente consume millones de botellas de esta agua que se vende a precios elevadísimos; como los hidratantes y el agua embotellada.  Billones han hecho los de esta ocurrencia.
         Otra estrella de esta manía es el gluten, pero no para el consumo sino para evitarse; lo que habíamos comido toda la vida de manera silenciosa, de repente se convirtió en el enemigo público número uno, y dio origen a una multimillonaria producción de carajadas “gluten free”.   De repente y sin quererlo, todos somos fanáticos de la glutenfreemanía.  No sabemos qué diablos es el tal gluten, pero automáticamente lo evitamos, sin siquiera saber si somos alérgicos o no.  Y ni siquiera nos consta que haya producido algún malestar a alguien conocido.  Lo hacemos como robots.  El ingenio y la manipulación de los comerciantes es admirable. Y así, nos hemos convertido en prisioneros de algo que no entendemos.
         También está el boom de las (o los) omegas.  A una farmacéutica ocurrente se le vino la idea y ¡zas! a colectar millones.  Omega 3, Omega 6, Omega 9, todos vitales para sobrevivir.  El que no come Omega, se jodió.  Y todo el mundo en carrera comprando su arsenal de omegas.  Y junto con estos, están los probióticos, los prebióticos, los posbióticos, los granos integrales y las proteínas que, junto con los complejos vitamínicos, producen millones a las farmacéuticas e industrias alimentarias. 
         La medicina natural siempre fue motivo de burla y menosprecio por parte de los médicos y farmacéuticas, pero cuando estas estuvieron listas para tomar por asalto ese vasto mercado tercermundista, la elevaron a la categoría de “aceptable” e invadieron los estantes de medicinas alternativas que ni siquiera necesitan de un regente en estas farmacias que proliferan incluso en las calles, mercados y cualquier sitio con cuatro tablas en donde ubicar dichos remedios. 
Hay una serie de granitos humildes a los que casi nadie les ha dado mayor importancia, como la linaza, el chan y la chía.  Pero de repente, a alguien se le ocurrió que la Chía tiene poderes milagrosos y ha ascendido desde su humilde posición del mercado, a convertirse en vedette de los supermercados y farmacias especializadas en “medicina natural”.  Y ni qué decir del boom de la espirulina.  ¿Se acuerdan?
         ¿Y qué hay de los aparatos de adelgazar, que se han convertido en obligatorios en casi todos los hogares de gente adinerada o no? El spinning, el kick  boxing, los grupos alimenticios y las seis comidas al día.  Todos constituyen una fenomenal trampa para venderles algo a los usuarios, una vez convencidos de que necesitan esas cosas.  Y para convencerlos está la televisión, la prensa y las revistas y catálogos; además, la Internet, la Suprema Gurú de la ventas.  En esa lista (permanente) están los rejuvenecedores, el bótox, el ácido hialurónico y la baba de caracol.
         También tenemos entre estas modas las cuestiones “orientalistas” de las que siempre sacan partido los comerciantes.  La meditación, el Yoga, el thai chi, el kung fu, el turismo, el control mental y el misticismo se ha convertido en artículos comercializables.  En los Estados Unidos hay empresas que se dedican a enseñar ocultismo por correspondencia y sacan millones de dólares en este negocio.  El boom de la acupuntura ha sido enorme, y nos ha llevado a pensar que todo chino es acupunturista, lo mismo que fabricante de chop suey.
         Meditemos un poco antes de lanzarnos a esa frenética carrera en la que nos hemos enrolado ingenuamente, con evidente perjuicio de nuestra economía.  Tener o no tener tiliches, o consumir o no determinados productos no me hace mejor o peor persona.  Tampoco me da mayor importancia o valor como miembro de la sociedad.  Seamos inteligentes y cautos antes de embarcarnos en esa locura consumista que tanto daño hace a la economía hogareña.  Dejemos de ser marionetas del comercio establecido, y no creamos que porque alguien sale en televisión nos está diciendo la verdad o algo para nuestro beneficio.  Allí todo es negocio, y el doctor tal o el doctor cual, suelen ser asalariados de enormes consorcios farmacéuticos o alimentarios que, muy bien camuflados, patrocinan sus productos bajo las más diversas y sutiles máscaras.  Antes de comprar cualquier babosada que le ofrezcan, piense, averigüe, compruebe, pregunte.  Que no lo agarren de tonto y lo conviertan en consumista idiotizado y fanático de las modas.
         Boomescamente
                                      RIS          Correo electrónico:  rhizaguirre@gmail.com


viernes, 18 de abril de 2014

946 ¿Qué es ser ateo?



946     “LACHISPA     (1 de abril 2012)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ES SER ATEO?
             Hace algún tiempo, una estimable lectora me formuló una pregunta; más bien, una especie de acusación: “Yo creí que eras ateo”— me dijo en un tono que percibí como de decepción.  Pensé contestarle de inmediato, pero por ese tiempo, caí víctima de una insidiosa enfermedad que me ha obligado a “descansar” a la fuerza por espacio de siete meses.  Pero la intención ha continuado ahí, en alguna parte, y hoy trataré de contestarle lo mejor que pueda.  Pero antes, tenemos que ponernos de acuerdo acerca de dos puntos: 1°) ¿A qué dios nos referimos? y, 2°) ¿Qué entendemos por ATEO?  El DRAE dice de ateo: “Que niega la existencia de Dios”.  Nada más, sin explicación alguna, y da por sentado que el concepto de Dios es lo mismo para todos y que este es el dios de la cristiandad; el colérico dios de la Biblia, el autor del diluvio, el que ordenó a Abraham que asesinara a su hijo Isaac.  El que decretó la muerte de todos los primogénitos de Egipto, el que atragantó con codornices a miles de judíos; el que espiaba los coitos de Onán y Tamar.  El “legítimo y único Señor de la cristiandad”.  Si es a ese dios al que se refiere mi estimada amiga, debo decirle que SÍ SOY ATEO
Semejante dios, creación impía de mentes retorcidas, no puede ser digno de ese calificativo, a menos que se trate de un dios tribal producto de la imaginación más burda y antifilosófica que podamos concebir. Un dios como Moloch, Baal, Cronos o Hades.  Así, pues, mi respuesta se fundamenta en la definición de lo que usted o yo entendamos por Dios.  No es aceptable la existencia de un dios que se dedica a asesinar a millones de personas cada vez que tiene un ataque de cólera o arrepentimiento, emociones que, bajo ninguna circunstancia podrían atribuirse a Dios, el Absoluto; el Poder por siempre oculto, el Infinito, Ilimitado y todos los calificativos racionales que pueda merecer la Deidad Suprema de todo el universo.  Para las antiguas religiones esta diferencia es básica; es más, es algo que ni siquiera se toman la molestia de discutir.  Y cuando alguien les pide una definición de Dios, simplemente dicen: “Dios es Aquello sobre lo cual toda especulación es inútil”.   Sabia, simple y profunda respuesta que llena todo sin decir nada, pues en filosofía se sabe que la mente finita del hombre, es INCAPAZ de entender lo INFINITO.  Sin embargo, ese Dios lógico de las religiones antiguas, NO merece consideración alguna de los “cristianos”.  Para ellos es un falso dios de pueblos primitivos y paganos.  Como todos los que no son producto del judaísmo.
            En la alegoría de la batalla de Kurukshetra (Bhagavad Gita), esta Deidad Suprema le dice a su primo Arjuna: “Yo creo todo el Universo con un solo átomo de mi cuerpo y, sin embargo, sigo siendo el mismo, sin relación personal alguna con el universo creado”.  Aunque este Dios “explicado” en el Gita no deja de ser exotérico y poseedor de contradicciones, es mucho más filosófico y aceptable que la discutible y exclusivista deidad bíblica.  Tratándose de ese dios, bien podría ser fan de él, y en ese caso, le diría que no soy ateo.  El exoterismo hinduista es mil veces más racional, lógico y respetable que el judaísmo en cualquiera de sus versiones: ortodoxa, cristianismo, mormonismo o islam.  Sin embargo,  es injusto NO aclarar que el misticismo judío coincide plenamente con el ocultismo tradicional, y que el dios de ambos es el mismo.  El Ain Soph o Anciano de los días (la deidad de la Kábala) es idéntico al Parabrahman de los hindúes; y los rabinos ilustrados sabían que era el Principio Uno, una mera Abstracción que nunca fue considerado como un Creador de nada y, mucho menos, como el furioso dios del Testamento. Ante el Ain Soph no soy ateo, ante Yavé sí.
            El Ocultismo nos habla de un Dios todavía más complejo y misterioso que, sin embargo, es fácil de analizar y aceptar, ya que no entra en contradicción con ningún principio físico o espiritual; ni siquiera con el sentido común o la moral.  Esta Deidad por siempre oculta es la que subyace como trasfondo de todas las grandes religiones de la antigüedad.  El Dios Inmanifestado y sin atributos; la Seidad como suele llamársele ya que NO es un Ser.  La Causa Suprema de todo.  Desde luego que la aceptación de este Principio Rector e Infinito del universo, requiere un esfuerzo que no se fundamenta en el fanatismo o la fe sino en la intuición, en la inteligencia espiritual.  No es materia fácil de digerir, mucho menos, por personas fanáticas, escépticas o materialistas.  O por RESENTIDOS en contra del dios judío porque este no les hizo un determinado milagro, pese a sus múltiples oraciones y súplicas.  Existe una legión de ateos de este tipo.  Otros lo son por exhibicionismo; muchos por convicción sincera, aunque para hacer su elección NO HAYAN TENIDO otro punto de referencia que el dios bíblico.  Y como en occidente TODOS hemos sido “educados” en la Biblia y sus derivados, no tenemos otra idea que no sea la del emocional dios de Testamento: el frenético Yavé. Este personaje es capaz de conducir al ateísmo a cualquier individuo que reflexione aunque solo sea en mínimo grado.  Es difícil lidiar contra las insuperables contradicciones de esa burda literatura que constituye el sustento dogmático del judaísmo y sus hijuelos; y para el que piensa, continuar siendo creyente en esas patrañas, resulta inaceptable.  Y si yo me viera en esa situación, también sería ateo.
            Ese Dios Infinito como Causa Eficiente del universo manifestado goza del apoyo de la lógica y la filosofía en general.  No tiene contradicciones, es la suma de la perfección y, seguramente, la mejor explicación del origen de todo.  Verdad que solamente puede ser percibida desde una perspectiva filosófica y NO religiosa ni, mucho menos, materialista.  Ante un Principio semejante, debo decirle, querida amiga: NO SOY ATEO, pues serlo, ante la maravilla del cosmos que nos rodea, es un menosprecio brutal e inadmisible de la Perfección.  Creer que todo el Orden que rige al infinito universo es producto de la casualidad o un caprichoso Big Bang, es una confesión tanto o más ingenua que la del Génesis de la Biblia.  La vista, las emociones, la alegría, el remordimiento, el mal, el cerebro, la mecánica celeste, el trabajo fabuloso del corazón, el pensamiento, la inteligencia y el Amor, NO PUEDEN SER PRODUCTO DE LA CASUALIDAD y millooooones  de años de evolución ciega guiada por una especie de lotería cósmica.  Ante esa especie de materialismo tan irracional y bárbaro, prefiero ser tildado de ingenuo creyente de la Causa Única.  Esta “teoría” se me antoja más atractiva, lógica y natural.  ¿Por qué esa negación obsesiva del ateísmo?  Tan válido es creer como no creer, pero, ¿qué les da derecho para afirmar que todo el escenario de la “creación” (Naturaleza y sus leyes) solo es una especie de encadenamiento de casualidades exitosas?  Creer tal cosa, me parece que es mucho menos aceptable que la atribución de un Principio Rector Inteligente a todo el universo conocido y desconocido.  Es de más sentido común aceptar lo primero que lo segundo.
            Además, desde el punto de vista emocional, es más sensato creer en lo positivo que en lo negativo.  No me parece razonable suponer que hemos llegado hasta aquí solo por contingencia; que hablamos y pensamos, que soñamos y amamos solo como resultado de un albur bioquímico.  Y millooooones de años de evolución ciega sin un principio guía inteligente.  Como quien dice: somos producto de una chiripa espacial y que podemos desaparecer de igual manera.  Y no es que esto no sea posible; sin embargo, eso no obsta para que la evolución continúe en el infinito número de planetas poblados por humanidades diferentes, de acuerdo con un plan inteligente.  Que un cachorro muera en el parto de una perra, NO significa que esa especie desaparezca.  Ni aunque muriera toda la camada.  En el plano de la manifestación el error existe, porque los responsables de este NO son el Absoluto, sino dioses creadores, Brahmá, la hueste de los Constructores, el Demiurgo, como le decía el iniciado Platón.  Si eso es simplonería, prefiero sumarme a este bando que al de la ruleta rusa del ateísmo materialista y sin sentido ni propósito más que la negación y el pesimismo.  Y en este caso NO SOY ATEO.
            No trato de convencer a nadie de nada, pues cada uno ha llegado a sus propias convicciones mediante el estudio o el dolor; y nadie tiene el derecho para decirle que está equivocado.  Además, cada individuo tiene su consciencia y sus propios límites de comprensión y análisis que no pueden ser llevados más allá.  Así que creer en esto o aquello; o no creer del todo, en el fondo resulta ser lo mismo, y ambas opciones pueden tener las mismas posibilidades.  El verdadero asunto es SABER.  Y esa es una tarea muy difícil que no se puede resolver mediante la fácil negación.  Negar o ser ateo es de lo más fácil; cualquiera puede hacerlo.  Es tan sencillo como ser creyente en dioses como el de la Biblia.  Lo complicado es la duda y el propósito de conocer alguna Verdad.  El paso previo a todo CONOCIMIENTO es la Duda; y para aproximarse a tan elusiva meta, no se puede ser ateo ni creyente sino “DUDANTE”.
            Sé que mi respuesta puede no ser satisfactoria para usted, pero puede serlo para otros que lean esta “Chispa”; y esa ínfima posibilidad es mi recompensa por el trabajo realizado en su confección.  Busque, investigue, pregunte y pregúntese por las respuestas; ese es el áspero sendero de los que buscan la Verdad por medio de la Duda.  No es camino fácil ni reditúa nada material; talvez solo congoja y más dudas, pero si le gusta, vale la pena.  El ateísmo y la negación solo son el primer paso en esta ruta que, al parecer, a usted le apasiona tanto.  Talvez sin saberlo, ya está integrada al grupo de los buscadores.
            Dudosescamente                                       
 RIS          E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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