1021 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL CULTO AL CUERPO
¿Qué
otra cosa tenemos que sea tan evidente y segura
como nuestro cuerpo? Se dice que tenemos
alma (espíritu o ego superior), pero casi nadie tiene la certeza de que eso sea
cierto y, mucho menos, saber cuál es nuestra relación con esa entidad que, a
primera vista, no parece tener utilidad alguna en nuestras vidas. La mayoría no tenemos idea de lo que es el
alma o para qué nos puede servir. En los
problemas del diario vivir, el cuerpo es con lo único que contamos. Dirigido por la mente, es el vehículo sobre
el cual ejercemos una voluntaria y relativa autoridad. Esa es la solitaria conclusión a la que
podemos llegar los hombres ordinarios, los que no tenemos la capacidad de
“funcionar” en planos más sutiles que el físico, en el cual realizamos la casi
totalidad de nuestras actividades conscientes.
Así que sin conocer otra cosa, el cuerpo es nuestra única referencia de
la realidad, de la realidad que percibimos con los sentidos físicos de los
cuales ha sido dotado nuestro organismo; y de ahí ha surgido, como respuesta
natural, el culto desmesurado que le rendimos a nuestra figura material y
visible. El enorme apego a la vida.
El entorno cultural en el que hemos
nacido (en occidente) nos condiciona, desde niños, a la adoración de nuestra
figura; a la valoración casi fanática de las facultades y condiciones de esta:
su fuerza, belleza y juventud. Nuestro
cuerpo somos nosotros, incluso la noción del “yo soy yo” se apoya solo en
nuestra estructura material. Y la mente,
en lugar de ser el guía y jefe de la entidad conocida como hombre, se convierte
en un “producto” subordinado a las variantes que se produzcan en el organismo. Lejos de ejercer el dominio a que está
obligada, se convierte en un apéndice patético, reflejo de las condiciones que
se van dando en el cuerpo. O a los
antojos, caprichos y apetitos de este. Cada arruga que aparece, se convierte en una
angustia terrible; cada nueva cana, malestar o debilidad física es motivo de
aflicción de la mente. Nuestra cultura
jamás nos ha enseñado a valorar lo que somos por dentro; es más, ni siquiera
tenemos alguna idea de lo que somos o podríamos ser más allá del vehículo
físico en el cual funcionamos. Nuestro
cuerpo es todo. Si engordamos, nos
afligimos; si enfermamos, nos abate la angustia, pues la posibilidad de
perderlo (muerte) nos horroriza y lo vemos como el punto final de todo lo que
somos.
Mecánicamente, decimos tener alma;
también aseguramos creer en Dios, el cielo y todo lo demás, pero casi ninguno
siente el menor deseo de morir y abandonar
su cuerpo, lo único que conocemos como fundamento de la supuesta realidad
de lo que somos. Si somos feos, estamos
jodidos en forma permanente; pero si somos bonitos, vivimos bajo el pánico
permanente de la vejez, de la amenaza de las arrugas, la flaccidez y debilidad
física que nos trae el paso de los años.
Y cuando llegamos a los linderos de esta, la agonía se hace peor. Parece que todo lo que tenemos es el cuerpo,
y por más consuelos que nos demos acerca de las bondades de la vejez o del
valor supremo del espíritu, la verdad es que no terminamos de convencernos;
todas las monsergas que nos apliquemos al respecto resultan irrelevantes. El apego al cuerpo (a la juventud) es mucho
más adictivo que la más poderosa droga. Y
parece que las reflexiones que hacemos al respecto, casi siempre son producto
de un intelectualismo acomodaticio cuyo objetivo nunca resulta suficientemente
claro. Fíjense que incluso en nuestras
religiones esta adoración del cuerpo (materia desechable) ocupa un lugar
importantísimo, pues la mayoría de ellas sostiene como dogma fundamental, la resurrección de este.
Este culto es primordial en occidente,
y es prácticamente imposible apartarse de esa corriente con la cual nos han
arrastrado desde hace siglos. El aspecto
de nuestro vehículo físico es nuestra mejor recomendación; y eso todos lo
sabemos. Entonces ¿cómo apartarnos de
semejante tendencia? Nuestra educación,
incluso la religiosa, apunta en ese sentido y subordina todas nuestras
expectativas a las condiciones físicas que tengamos; a nuestra figura y los
atributos que la hacen valiosa en nuestras sociedades: belleza, fuerza,
juventud. La inteligencia y las prendas
morales son secundarias, pues lo que estamos acostumbrados a valorar es la
estampa. Alguien decía que: “No hay
mejor carta de presentación que una cara bonita”. Gran decir.
Esta nefasta costumbre es el peor
lastre que tenemos cuando tratamos sobre temas que tienen que ver con la
espiritualidad, pues todos nuestros objetivos son materialistas, y no podemos
concebir algún interés que no tenga que ver con al placer físico, es decir, con
la gratificación de los sentidos físicos.
Casi no hay persona que no se pregunte acerca de qué comeremos en el
cielo. Y aunque sea veladamente y con
temor, muchos nos preguntamos que si será posible tener sexo en el cielo. Porque si no, ¿para qué seguiríamos siendo hombres
o mujeres? Y como jamás nos hemos hecho
un verdadero examen acerca del significado del alma (espíritu) NO tenemos la
menor idea de cuáles podrían ser sus intereses; es más, ni siquiera tenemos una
vislumbre de cómo funciona este asunto.
Cómo es que nuestra mente se funde con nuestra alma o qué es lo que
sobrevive de nosotros, y cuál es el substrato en el que “vivimos” después de la
muerte. Nuestra cultura sabe muy poco de
esto, pues todos nuestros intereses están fundamentados en uno solo de los vehículos
del Hombre Verdadero: su cuerpo físico. Nada sabemos de los demás, y de ahí el terror
a la muerte (pérdida de aquel). Para los
occidentales este es todo, y esa es la razón por la cual le rendimos semejante
culto que raya en lo idolátrico y enfermizo.
¿Usted qué cree? ¿Tiene usted alguna noción, prueba o
presentimiento de la existencia de algo más que su apariencia física? Pero no se repita solo el manual de
catequesis como si fuera un loro; piense, hurgue en su mente. El cuerpo desaparece con la muerte, y si solo
él es su dios, ¿qué le queda? ¿El
alma? Y si no sabe nada de ella, ¿qué
situación le espera a la hora de la muerte?
Pero si no cree en nada… no hay
problema…
Fraternalmente
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada
al blog “LA CHISPA” http://lachispa2010.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario