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“LACHISPA”
(1 de abril 2012)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ES SER ATEO?
Hace algún tiempo, una estimable lectora me
formuló una pregunta; más bien, una especie de acusación: “Yo creí que eras
ateo”— me dijo en un tono que percibí como de decepción. Pensé
contestarle de inmediato, pero por ese tiempo, caí víctima de una insidiosa
enfermedad que me ha obligado a “descansar” a la fuerza por espacio de siete
meses. Pero la intención ha continuado ahí, en alguna parte, y hoy
trataré de contestarle lo mejor que pueda. Pero antes, tenemos que
ponernos de acuerdo acerca de dos puntos: 1°) ¿A qué dios nos referimos? y, 2°)
¿Qué entendemos por ATEO? El DRAE dice de ateo: “Que niega la existencia de Dios”.
Nada más, sin explicación alguna, y da por sentado que el concepto de Dios es
lo mismo para todos y que este es el dios de la cristiandad; el colérico dios
de la Biblia, el autor del diluvio, el que ordenó a Abraham que asesinara a su
hijo Isaac. El que decretó la muerte de todos los primogénitos de Egipto,
el que atragantó con codornices a miles de judíos; el que espiaba los coitos de
Onán y Tamar. El “legítimo y único
Señor de la cristiandad”. Si es a ese dios al que se refiere mi estimada
amiga, debo decirle que SÍ SOY ATEO.
Semejante dios, creación impía de
mentes retorcidas, no puede ser digno de ese calificativo, a menos que se trate
de un dios tribal producto de la imaginación más burda y antifilosófica que
podamos concebir. Un dios como Moloch, Baal, Cronos o Hades. Así, pues,
mi respuesta se fundamenta en la definición de lo que usted o yo entendamos por
Dios. No es aceptable la existencia de un dios que se dedica a asesinar a
millones de personas cada vez que tiene un ataque de cólera o arrepentimiento,
emociones que, bajo ninguna circunstancia podrían atribuirse a Dios, el
Absoluto; el Poder por siempre oculto, el Infinito, Ilimitado y todos los
calificativos racionales que pueda merecer la Deidad Suprema de todo el
universo. Para las antiguas religiones esta diferencia es básica; es más,
es algo que ni siquiera se toman la molestia de discutir. Y cuando
alguien les pide una definición de Dios, simplemente dicen: “Dios es Aquello sobre lo cual toda
especulación es inútil”. Sabia, simple y profunda respuesta que
llena todo sin decir nada, pues en filosofía se sabe que la mente finita del
hombre, es INCAPAZ de entender lo INFINITO. Sin embargo, ese Dios
lógico de las religiones antiguas, NO merece consideración alguna de los
“cristianos”. Para ellos es un falso dios de pueblos primitivos y
paganos. Como todos los que no son
producto del judaísmo.
En la alegoría de la batalla de Kurukshetra
(Bhagavad Gita), esta Deidad Suprema le dice a su primo Arjuna: “Yo creo todo el Universo con un solo átomo
de mi cuerpo y, sin embargo, sigo siendo el mismo, sin relación personal alguna
con el universo creado”. Aunque este Dios “explicado” en el
Gita no deja de ser exotérico y poseedor de contradicciones, es mucho más
filosófico y aceptable que la discutible y exclusivista deidad bíblica.
Tratándose de ese dios, bien podría ser fan
de él, y en ese caso, le diría que
no soy ateo. El exoterismo
hinduista es mil veces más racional, lógico y respetable que el judaísmo en cualquiera de sus
versiones: ortodoxa, cristianismo,
mormonismo o islam. Sin embargo,
es injusto NO aclarar que el
misticismo judío coincide plenamente con el ocultismo tradicional, y que el
dios de ambos es el mismo. El Ain
Soph o Anciano de los días (la deidad de la Kábala) es idéntico al
Parabrahman de los hindúes; y los rabinos ilustrados sabían que era el
Principio Uno, una mera Abstracción que nunca fue considerado como un Creador
de nada y, mucho menos, como el furioso dios del Testamento. Ante el Ain Soph no soy ateo, ante Yavé sí.
El
Ocultismo nos habla de un Dios todavía más complejo y misterioso que, sin
embargo, es fácil de analizar y aceptar, ya que no entra en contradicción con
ningún principio físico o espiritual; ni siquiera con el sentido común o la
moral. Esta Deidad por siempre oculta es la que subyace como trasfondo de
todas las grandes religiones de la antigüedad. El Dios Inmanifestado y
sin atributos; la Seidad como suele
llamársele ya que NO es un
Ser. La Causa Suprema de todo. Desde luego que la aceptación de
este Principio Rector e Infinito del universo, requiere un esfuerzo que no se
fundamenta en el fanatismo o la fe sino en la intuición, en la inteligencia
espiritual. No es materia fácil de digerir, mucho menos, por personas
fanáticas, escépticas o materialistas. O por RESENTIDOS en contra del dios judío porque este no les hizo un
determinado milagro, pese a sus múltiples oraciones y súplicas. Existe una legión de ateos de este tipo.
Otros lo son por exhibicionismo; muchos por convicción sincera, aunque para
hacer su elección NO HAYAN TENIDO
otro punto de referencia que el dios bíblico. Y como en occidente TODOS hemos sido “educados” en la
Biblia y sus derivados, no tenemos otra idea que no sea la del emocional dios de Testamento: el frenético Yavé. Este personaje es capaz
de conducir al ateísmo a cualquier individuo
que reflexione aunque solo sea en mínimo grado. Es difícil lidiar contra
las insuperables contradicciones de esa burda literatura que constituye el
sustento dogmático del judaísmo y sus hijuelos; y para el que piensa, continuar
siendo creyente en esas patrañas, resulta inaceptable. Y si yo me viera
en esa situación, también sería ateo.
Ese Dios Infinito como Causa Eficiente del universo manifestado goza del apoyo
de la lógica y la filosofía en general. No tiene contradicciones, es la
suma de la perfección y, seguramente, la mejor explicación del origen de
todo. Verdad que solamente puede ser percibida desde una perspectiva
filosófica y NO religiosa ni, mucho
menos, materialista. Ante un Principio semejante, debo decirle, querida
amiga: NO SOY ATEO, pues serlo, ante
la maravilla del cosmos que nos rodea, es un menosprecio brutal e inadmisible
de la Perfección. Creer que todo el Orden que rige al infinito universo
es producto de la casualidad o un caprichoso Big Bang, es una confesión tanto o
más ingenua que la del Génesis de la Biblia. La vista, las emociones, la
alegría, el remordimiento, el mal, el cerebro, la mecánica celeste, el trabajo
fabuloso del corazón, el pensamiento, la inteligencia y el Amor, NO PUEDEN SER PRODUCTO DE LA CASUALIDAD y millooooones
de años de evolución ciega guiada por una especie de lotería cósmica.
Ante esa especie de materialismo tan irracional y bárbaro, prefiero ser tildado
de ingenuo creyente de la Causa Única.
Esta “teoría” se me antoja más atractiva, lógica y natural. ¿Por qué esa
negación obsesiva del ateísmo? Tan válido es creer como no creer, pero,
¿qué les da derecho para afirmar que todo el escenario de la “creación”
(Naturaleza y sus leyes) solo es una especie de encadenamiento de casualidades
exitosas? Creer tal cosa, me parece que es mucho menos aceptable que la
atribución de un Principio Rector Inteligente a todo el universo conocido y
desconocido. Es de más sentido común aceptar lo primero que lo segundo.
Además, desde el punto de vista emocional, es más sensato creer en lo positivo
que en lo negativo. No me parece razonable suponer que hemos llegado
hasta aquí solo por contingencia; que hablamos y pensamos, que soñamos y amamos
solo como resultado de un albur bioquímico. Y millooooones de años de
evolución ciega sin un principio guía inteligente. Como quien dice: somos
producto de una chiripa espacial y que podemos desaparecer de igual
manera. Y no es que esto no sea posible; sin embargo, eso no obsta para
que la evolución continúe en el infinito
número de planetas poblados por humanidades diferentes, de acuerdo con un plan
inteligente. Que un cachorro muera en el parto de una perra, NO significa que esa especie
desaparezca. Ni aunque muriera toda la camada. En el plano de la manifestación el error existe, porque
los responsables de este NO son el Absoluto, sino dioses creadores,
Brahmá, la hueste de los Constructores, el Demiurgo, como le decía el iniciado
Platón. Si eso es simplonería, prefiero sumarme a este bando que al de la
ruleta rusa del ateísmo materialista y sin sentido ni propósito más que la
negación y el pesimismo. Y en este caso NO SOY ATEO.
No trato de convencer a nadie de nada, pues cada uno ha llegado a sus propias
convicciones mediante el estudio o el dolor; y nadie tiene el derecho para
decirle que está equivocado. Además, cada individuo tiene su consciencia
y sus propios límites de comprensión y análisis que no pueden ser llevados más
allá. Así que creer en esto o aquello; o no creer del todo, en el fondo
resulta ser lo mismo, y ambas opciones pueden tener las mismas
posibilidades. El verdadero asunto es SABER. Y esa es una tarea muy difícil que no se puede
resolver mediante la fácil negación. Negar
o ser ateo es de lo más fácil; cualquiera puede hacerlo. Es tan
sencillo como ser creyente en dioses como el de la Biblia. Lo complicado
es la duda y el propósito de conocer alguna Verdad. El paso previo a todo
CONOCIMIENTO es la Duda; y para
aproximarse a tan elusiva meta, no se puede ser ateo ni creyente sino “DUDANTE”.
Sé que mi respuesta puede no ser satisfactoria para usted, pero puede serlo
para otros que lean esta “Chispa”; y
esa ínfima posibilidad es mi recompensa por el trabajo realizado en su
confección. Busque, investigue, pregunte y pregúntese por las respuestas;
ese es el áspero sendero de los que buscan la Verdad por medio de la
Duda. No es camino fácil ni reditúa nada material; talvez solo congoja y
más dudas, pero si le gusta, vale la pena. El ateísmo y la negación solo son
el primer paso en esta ruta que, al parecer, a usted le apasiona tanto.
Talvez sin saberlo, ya está integrada al grupo de los buscadores.
Dudosescamente
RIS E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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