1000 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
MEDICINA
“NATURAL”
Como una alternativa saludable a la
medicina alopática, ha surgido la “medicina natural”. Es algo así como una bendición al alcance de
casi todos los bolsillos. Y bajo la
suposición de que si no lo cura no le hace mal, su popularidad ha ido en
ascenso en forma imparable. Cualquier
pulpería puede tener sus estantes llenos de “productos naturales”. Es claro que semejante “boom” no podía pasar
inadvertido a las grandes farmacéuticas y, es fácil deducirlo, de inmediato
abrieron sus divisiones de “medicinas naturales”, es decir, placebos que nada
curan (o muy poco) para la satisfacción de un mercado floreciente, millonario y sin trabas legales, pues casi todas esas medicinas cuentan con
la aprobación de los ministerios de salud de todos los países (al menos en
América Latina). Y casi todas esas
medicinas traen la consabida y sospechosa advertencia: “Si no mejora en tanto tiempo, CONSULTE CON SU MÉDICO”. ¿Entonces? ¿No es que compramos “medicina
natural” para librarnos de los médicos y sus cincuenta mil colones de consulta? Desde luego que casi nadie se atreve a
decirle a su médico que está usando tal o cual medicina natural para
curarse, pues los galenos solo recetan
medicamentos de manufactura “oficial”, de las grandes cadenas
farmacéuticas. Sin embargo, conscientes
de la situación, no se burlan de esa alternativa, porque es
probable que sepan quiénes están detrás de los grandes fabricantes de
“medicinas naturales”. Por ejemplo, ¿qué
cosa o quién diablos es: “Roha
arzneimittel GmbH, D 28333", de Bremen, Alemania?
Creo que nadie sabe ni le importa; sin embargo, aquí se vende uno
de sus productos bajo la protección (validación) de un famoso laboratorio
farmacéutico nacional. Y desde luego, en el empaque dice: “No utilizar en menores de 12 años sin indicación MÉDICA”. ¿Por
qué debe tener autorización médica una medicina que NO es alopática y sobre la
cual es casi seguro que los doctores NO SEPAN NADA? Sospechoso, ¿verdad? Yo le pregunté a un médico alópata qué
opinión tenía de la Hierba de San Juan,
y me dijo que desconocía qué cosa era. Entonces, ¿cómo podría este profesional dar
una opinión sobre un campo que le es desconocido? ¿Cómo podría advertirme de los efectos
secundarios que pudiera tener, o de las combinaciones inapropiadas con otras
medicinas alopáticas o naturalistas? No
hay estudios certificados sobre la medicina naturalista, solo rumores por la
Internet.
El sustento de esta popular medicina natural es la fe, las “bolas” y una incisiva y eficaz
propaganda. Pero la verdad podría ser
otra. Detrás de estos remedios caseros,
existe un enorme velo de deficiencias que deberían ser compensadas con algo más
que simple propaganda. Además, los
gobiernos deberían regular este negocio que tiene que ver con la salud pública. No es correcto que entre cuatro grandes
cadenas de fabricantes de esa línea, existan docenas de productores
individuales que embotellan cualquier cosa, le ponen una llamativa etiqueta, le
hacen publicidad, y ya sale al mercado como una alternativa mágica en contra
de cualquier enfermedad o deficiencia. Ese mercado ofrece todo tipo de revoltijos de hierbas cuya eficacia está por probarse. Y ¿quién certifica la calidad de su eficiencia?
Hay miles de negocios de estos que están en manos de
ignorantes irresponsables que no saben un carajo de nada, pero que están
dispuestos a venderle lo que sea con tal de hacer dinero. “Esto es para el hígado,
tómese tres tabletas cinco veces al día”.
“Y si no nota mejoría después de cuatro o cinco cajas, consulte con su
médico”. “Estas otras son para el colon;
estas para los riñones, y estas para los nervios, puede tomarlas todas juntas
sin peligro alguno”. Y eso NO puede ser. O son placebos absolutamente inocuos, o se
trata de charlatanes irresponsables que no tienen la menor idea de lo que es la
dosificación y las combinaciones de medicinas.
Y eso tiene que ser regulado por el Estado. Si uno va a una farmacia alopática, ahí tiene
que haber un farmacéutico, un profesional que ha estudiado medicina y todo lo
relacionado con los fármacos y sus efectos.
Es alguien con opinión profesional en la que se puede confiar, incluso
más que en la de muchos médicos inexpertos.
Entonces, ¿cómo es que existen cientos de esas “farmacias” de medicina
natural que son atendidas por cualquier persona sin el mínimo requerimiento académico? Estas personas deberían tener títulos
universitarios que los acrediten como farmaceutas especializados en ese tipo de
medicina y, además, como conocedores de la posología. Pero resulta que en esos negocios, solo les
interesa vender gran cantidad de botellas y cajas, y por eso, cada uno le
recomienda que se trague el mayor número posible de pastillas, sin importar
cómo o en qué cantidad las revuelva.
¿Qué les pide el Ministerio de Salud a estos individuos? Nada.
Cualquiera puede ser traficante de estos productos que no tienen
certificación alguna. Y los vendedores
de estas “medicinas” NO tienen
ninguna formación profesional que los capacite para ese delicado oficio. No es lo mismo vender agua de pipa que
productos para la salud (o la enfermedad).
Este peligroso comercio ha sido llevado a sus extremos,
sin ningún control estatal ni de los colegios profesionales del ramo de la
salud (médicos y farmacéuticos). ¿Por
qué? ¿Cómo es que el diligente y quisquilloso colegio
de médicos no ha objetado este sospechoso comercio farmacéutico? La mayoría de médicos se burlan de la
medicina alternativa. Ellos se oponen a
la homeopatía, se ríen de la acupuntura, la iridología y la medicina
naturista. Además, prohíben cualquier
competencia médica que no sea “oficial” y, sin embargo, se quedan callados ante
este irregular pero multimillonario negocio de la “medicina natural”. ¿No es algo contradictorio? Los gremios se oponen incluso al ejercicio
que otros médicos alópatas puedan hacer, si estos no están reconocidos y
certificados por el respectivo colegio; aun cuando provengan y sean graduados
de universidades de prestigio mundial.
Si no los reconoce el colegio nacional, NO PUEDEN EJERCER. Aquí se
les ha prohibido el ejercicio de la profesión a médicos cubanos e incluso
alemanes. Y todos sabemos la calidad de
la medicina en estos países. Entonces,
¿cómo se ha permitido que este negociazo que tiene que ver con la SALUD PÚBLICA funcione libremente y sin
control alguno? ¿No es esto algo
sospechoso?
No se quiere decir con esta nota que esa alternativa de
curación sea mala per se, o que no tenga eficacia alguna. Lo que se pretende es una regulación
profesional que garantice la seguridad de sus usuarios; que haya profesionales en ese campo que se
encarguen de la recomendación, dosis,
tiempos y todo lo que tiene que ver con los resultados de un tratamiento médico
serio. No debe ser que cualquier sujeto
nos diga que podemos tragarnos cuatro raciones de tres tabletas, de cuatro
medicinas diferentes, y que con eso estaremos curados del bazo, la próstata y
el esófago. Y si NO mejoramos después de cinco tarros de esas pastillas, “debemos consultar al médico”. Esa parte resulta muy sospechosa. ¿Por qué es tan permisivo el Estado ante
este comercio? ¿Será que se está preparando
para la invasión de productos farmacéuticos naturales provenientes del
Oriente? ¿De la medicina china? ¿Estará incluido este comercio en el TLC
secreto del Estadio de la Sabana? ¿Será
por eso que los colegios del ramo de la medina no protestan? Estimados amigos, piénsenlo. No se trata de sospechosismo a ultranza, sino de sentido común. ¿Cómo es que resulta tan fácil poner una
“farmacia” de estos productos? O
venderlos en la calle, de puerta en puerta.
Muchos de ellos podrían ser peligrosos, y se venden sin responsabilidad
alguna de parte de nadie.
Medicinescamente
RIS
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