viernes, 26 de abril de 2013

1000 La medicina "natural".



1000   LA CHISPA      
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
MEDICINA “NATURAL”
        Como una alternativa saludable a la medicina alopática, ha surgido la “medicina natural”.  Es algo así como una bendición al alcance de casi todos los bolsillos.  Y bajo la suposición de que si no lo cura no le hace mal, su popularidad ha ido en ascenso en forma imparable.  Cualquier pulpería puede tener sus estantes llenos de “productos naturales”.   Es claro que semejante “boom” no podía pasar inadvertido a las grandes farmacéuticas y, es fácil deducirlo, de inmediato abrieron sus divisiones de “medicinas naturales”, es decir, placebos que nada curan (o muy poco) para la satisfacción de un mercado floreciente, millonario y sin trabas legales, pues casi todas esas medicinas cuentan con la aprobación de los ministerios de salud de todos los países (al menos en América Latina).  Y casi todas esas medicinas traen la consabida y sospechosa advertencia: “Si no mejora en tanto tiempo, CONSULTE CON SU MÉDICO”.  ¿Entonces? ¿No es que compramos “medicina natural” para librarnos de los médicos y sus cincuenta mil colones de consulta?  Desde luego que casi nadie se atreve a decirle a su médico que está usando tal o cual medicina natural para curarse, pues los galenos solo recetan medicamentos de manufactura “oficial”, de las grandes cadenas farmacéuticas.  Sin embargo, conscientes de la situación, no se burlan de esa alternativa, porque es probable que sepan quiénes están detrás de los grandes fabricantes de “medicinas naturales”.  Por ejemplo, ¿qué cosa o quién diablos es: “Roha arzneimittel GmbH, D 28333", de Bremen, Alemania?  Creo que nadie sabe ni le importa; sin embargo, aquí se vende uno de sus productos bajo la protección (validación) de un famoso laboratorio farmacéutico nacional.  Y desde luego, en el empaque dice: “No utilizar en menores de 12 años sin indicación MÉDICA”.  ¿Por qué debe tener autorización médica una medicina que NO es alopática y sobre la cual es casi seguro que los doctores NO SEPAN NADA?   Sospechoso, ¿verdad?  Yo le pregunté a un médico alópata qué opinión tenía de la Hierba de San Juan, y me dijo que desconocía qué cosa era.  Entonces, ¿cómo podría este profesional dar una opinión sobre un campo que le es desconocido?  ¿Cómo podría advertirme de los efectos secundarios que pudiera tener, o de las combinaciones inapropiadas con otras medicinas alopáticas o naturalistas?  No hay estudios certificados sobre la medicina naturalista, solo rumores por la Internet.
           El sustento de esta popular medicina natural es la fe, las “bolas” y una incisiva y eficaz propaganda.  Pero la verdad podría ser otra.  Detrás de estos remedios caseros, existe un enorme velo de deficiencias que deberían ser compensadas con algo más que simple propaganda.  Además, los gobiernos deberían regular este negocio que tiene que ver con la salud pública.  No es correcto que entre cuatro grandes cadenas de fabricantes de esa línea, existan docenas de productores individuales que embotellan cualquier cosa, le ponen una llamativa etiqueta, le hacen publicidad, y ya sale al mercado como una alternativa mágica en contra de cualquier enfermedad o deficiencia.  Ese mercado ofrece todo tipo de revoltijos de hierbas cuya eficacia está por probarse.  Y ¿quién certifica la calidad de su eficiencia?
            Hay miles de negocios de estos que están en manos de ignorantes irresponsables que no saben un carajo de nada, pero que están dispuestos a venderle lo que sea con tal de hacer dinero.  “Esto es para el hígado, tómese tres tabletas cinco veces al día”.   “Y si no nota mejoría después de cuatro o cinco cajas, consulte con su médico”.  “Estas otras son para el colon; estas para los riñones, y estas para los nervios, puede tomarlas todas juntas sin peligro alguno”.  Y eso NO puede ser.  O son placebos absolutamente inocuos, o se trata de charlatanes irresponsables que no tienen la menor idea de lo que es la dosificación y las combinaciones de medicinas.  Y eso tiene que ser regulado por el Estado.  Si uno va a una farmacia alopática, ahí tiene que haber un farmacéutico, un profesional que ha estudiado medicina y todo lo relacionado con los fármacos y sus efectos.  Es alguien con opinión profesional en la que se puede confiar, incluso más que en la de muchos médicos inexpertos.  Entonces, ¿cómo es que existen cientos de esas “farmacias” de medicina natural que son atendidas por cualquier persona sin el mínimo requerimiento académico?  Estas personas deberían tener títulos universitarios que los acrediten como farmaceutas especializados en ese tipo de medicina y, además, como conocedores de la posología.   Pero resulta que en esos negocios, solo les interesa vender gran cantidad de botellas y cajas, y por eso, cada uno le recomienda que se trague el mayor número posible de pastillas, sin importar cómo o en qué cantidad las revuelva.  ¿Qué les pide el Ministerio de Salud a estos individuos?  Nada.  Cualquiera puede ser traficante de estos productos que no tienen certificación alguna.  Y los vendedores de estas “medicinas” NO tienen ninguna formación profesional que los capacite para ese delicado oficio.  No es lo mismo vender agua de pipa que productos para la salud (o la enfermedad). 
            Este peligroso comercio ha sido llevado a sus extremos, sin ningún control estatal ni de los colegios profesionales del ramo de la salud (médicos y farmacéuticos).  ¿Por qué?  ¿Cómo es que el diligente y quisquilloso colegio de médicos no ha objetado este sospechoso comercio farmacéutico?   La mayoría de médicos se burlan de la medicina alternativa.  Ellos se oponen a la homeopatía, se ríen de la acupuntura, la iridología y la medicina naturista.  Además, prohíben cualquier competencia médica que no sea “oficial” y, sin embargo, se quedan callados ante este irregular pero multimillonario negocio de la “medicina natural”.   ¿No es algo contradictorio?  Los gremios se oponen incluso al ejercicio que otros médicos alópatas puedan hacer, si estos no están reconocidos y certificados por el respectivo colegio; aun cuando provengan y sean graduados de universidades de prestigio mundial.  Si no los reconoce el colegio nacional, NO PUEDEN EJERCER.  Aquí se les ha prohibido el ejercicio de la profesión a médicos cubanos e incluso alemanes.  Y todos sabemos la calidad de la medicina en estos países.  Entonces, ¿cómo se ha permitido que este negociazo que tiene que ver con la SALUD PÚBLICA funcione libremente y sin control alguno?  ¿No es esto algo sospechoso?
            No se quiere decir con esta nota que esa alternativa de curación sea mala per se, o que no tenga eficacia alguna.  Lo que se pretende es una regulación profesional que garantice la seguridad de sus usuarios; que haya profesionales en ese campo que se encarguen de la recomendación, dosis, tiempos y todo lo que tiene que ver con los resultados de un tratamiento médico serio.  No debe ser que cualquier sujeto nos diga que podemos tragarnos cuatro raciones de tres tabletas, de cuatro medicinas diferentes, y que con eso estaremos curados del bazo, la próstata y el esófago.  Y si NO mejoramos después de cinco tarros de esas pastillas, “debemos consultar al médico”.  Esa parte resulta muy sospechosa.   ¿Por qué es tan permisivo el Estado ante este comercio?  ¿Será que se está preparando para la invasión de productos farmacéuticos naturales provenientes del Oriente?  ¿De la medicina china?  ¿Estará incluido este comercio en el TLC secreto del Estadio de la Sabana?  ¿Será por eso que los colegios del ramo de la medina no protestan?  Estimados amigos, piénsenlo.  No se trata de sospechosismo a ultranza, sino de sentido común.  ¿Cómo es que resulta tan fácil poner una “farmacia” de estos productos?  O venderlos en la calle, de puerta en puerta.   Muchos de ellos podrían ser peligrosos, y se venden sin responsabilidad alguna de parte de nadie.
            Medicinescamente      
RIS 
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999 Los ateos legítimos



999   LA CHISPA           
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS ATEOS AUTÉNTICOS
            Los creyentes que se autodenominan ateos son de dos clases: los auténticos y los resentidos.  Caen en la primera categoría aquellos individuos jóvenes o viejos que, después de meditar arduamente, han llegado a la conclusión de que Dios no existe.  Pero esta posición final debe ser producto del análisis, el estudio profundo, la serenidad y el conocimiento de todos aquellos elementos que conducen a las determinaciones trascendentales que ya nunca estarán en tela de juicio.  Ni ante la desgracia o la proximidad de la muerte, pues hay ateos que ante una calamidad, enfermedad o la inminencia de la muerte, renuncian a sus convicciones y se arrodillan a pedir perdón y salud a un Dios al que habían negado obstinadamente.  Los auténticos ateos son los que se mantienen inalterables en su posición, sin importar lo que les pueda pasar o las circunstancias que deban afrontar.  Si usted pertenece a esa clase, es digno no solo de admiración sino de respeto, y no tiene que dar explicaciones de nada a nadie, pues no se explica lo que no existe en la mente o corazón de cada uno.  O por lo menos, aquello de lo cual no tenemos ninguna prueba válida con nuestra metodología de investigación.  Si usted es honesto en sus convicciones, no tiene por qué sentirse incómodo.  Su posición es tan natural como la del creyente en Dios.  Estos incrédulos jamás hablan de Dios ni de las pruebas de su existencia; ellos no pierden su tiempo tratando de demostrar la no realidad de lo que no existe.  No discuten ni tratan de convencer a nadie con sus ideas, pues ellos saben que este es un fenómeno muy personal, una posición final a la que no se puede inducir a nadie mediante la dialéctica.   Este tipo de personas no tiene sentido de culpa por su ateísmo, lo cual es un síntoma de su honestidad.  Tampoco se sienten engañados o burlados por una deidad displicente que “les falló” en un momento o situación puntual.
            Existe otra categoría de ateos: los resentidos, los que no dejaron de creer en Dios como parte de un proceso filosófico analítico, sino como una reacción visceral.  Es más, NO es que no crean en la Deidad, sino que la aborrecen; y al hacer esto, están dándole vigencia en sus vidas, pues no debería odiarse aquello que no existe. Ni negar lo que “no existe”.  Muchas de estas personas fueron “religiosas”, incluso fanáticas que utilizan los argumentos más deleznables para “probar” que Dios es solo un cuento de caminos.  Una fantasía propia para niños y gente ingenua.  Esta legión está formada por personas ilusas que, en algún momento, se extralimitaron en sus  peticiones al cielo y no obtuvieron la respuesta deseada, el milagro que esperaban y al cual se sentían con derecho, dada su condición de feligreses firmes, fieles a Dios, creyentes en toda la liturgia; de los que daban la limosna e iban siempre a misa o al culto protestante.  Son los que consideran que Dios les falló, que ellos merecían ese milagro que con tanta vehemencia suplicaron.  Entonces brota la sensación de desamparo, frustración, resentimiento que se convierte en odio y, finalmente, en negación,  incredulidad y ateísmo.  Pero es un ateísmo vengativo, una forma revanchista de conducta malsana.  “¡Ajá!  Dejaste morir a mi hijo (marido, esposa, mamá, hermanos etc.) entonces yo renuncio a ti, ya no eres mi dios y te maldigo porque me abandonaste cuando te necesité”.  “Dejaste que yo enfermara, a pesar de lo bueno y creyente que soy.  Ya no eres mi dios”.  Como el caso de Salieri, el rival musical de Mozart.
            Como sabemos, salvo que se haya nacido en un hogar de ateos, la mayoría de los niños crecen siendo religiosos, y eso suele ser una marca difícil de superar; un lastre o un baluarte que habrá de acompañarnos toda la vida, y el cual no podemos sacudirnos por completo.  Algunas personas permanecen creyentes todas sus vidas, otros cambian y se vuelven ateos.  Para unos el cambio es algo natural que surge del estudio y la meditación profunda; no es hepático o cardíaco sino el resultado final de un proceso de reflexión.  Es indoloro, apacible, sereno y de plena aceptación.  En cambio, los otros son producto de una secuencia de hechos traumáticos que los lleva a la negación por resentimiento.  Suelen enojarse cuando alguien les habla de sus opiniones religiosas; pierden los estribos y suelen volverse irrespetuosos con fe la ajena.  Son inflexibles e intolerantes, ya que no les basta su ateísmo, sino que quieren hacer ver como tontos a los que no comparten sus puntos de vista.  Se esmeran en restregarle su ingenuidad y tontería a los que se confiesan religiosos.  En cambio, al ateo auténtico le tiene sin cuidado aquello en lo que crean los demás, y no pierde su tiempo tratando de dar explicaciones mediante las cuales se “demuestra” la inexistencia de Dios.
            Como se dijo en “La Chispa” anterior, ser creyente es solo una convicción, una vivencia personal que es imposible transmitir a los demás de manera absoluta y con certeza total.  Yo creo que Dios existe, yo creo que Dios NO existe.  Ambas proposiciones no son más que tesis personales, estados anímicos en relación con una idea.  Ambas completamente aceptables, y sus sustentadores, dignos de respeto.  Ser ateo NO me da derecho a pensar que los demás son idiotas que defienden estupideces.  Tampoco el ser creyente me autoriza para juzgar mal a los que no piensan lo mismo que yo.  Así, pues, que en ambas categorías tenemos gente con criterios amplios y moderados, lo mismo que los de mentalidad estrecha, de talibanes.  Y eso no solo se da en posiciones extremas, sino en grupos afines, como católicos y protestantes; y entre las diversas sectas del protestantismo, o las corrientes del catolicismo.
            También entre los ateos existe una tercera modalidad bastante numerosa: los esnobistas, aquellos que les gusta llamar la atención y hacer gala escandalosa de su condición, como la ostentación de su fe que hacen muchos fanáticos capaces de matar a nombre de su credo.  A ese tipo de ateos les encanta escandalizar a los demás con su lenguaje irreverente y muchas veces vulgar.  Estos, junto con los fieles de semana santa, suelen ser una plaga engorrosa, pues sus convicciones no están fundamentadas en el estudio ni en una fe probada.  Estos son los que, en cualquier momento cambian de posición; al menor susto retornan al “rebaño” y piden perdón a Dios, a la Virgen y al Espíritu Santo; y a la menor decepción, se hacen incrédulos de nuevo.
            Pero como se dijo en otras “Chispas”, el concepto de ateo es relativo y debemos aclararlo para entendernos.  Según el DRAE significa “sin dios”.  Pero aquí es necesaria otra aclaración: ¿a qué dios se refiere el diccionario?  ¿A Jehová (Yavé), el dios bíblico.  O a Alá, el velado dios del Islam?  Si es a cualquiera de estas deidades, el ateísmo no solo estaría justificado sino que sería obligatorio.  Y es por eso que, para hacer la declaración de ateísmo, es necesario aclarar cuál dios es el que provoca nuestra negación.  Se puede ser ateo en relación con Osiris, Anu, Zeus, Baal, Amón, Yavé y cien dioses más de la antigüedad.  De dioses que el hombre ha inventado a su imagen y semejanza, nada más que con más poderes y capacidad de destrucción y muerte.  Dioses efímeros, nacionales y con pueblos elegidos; enemigos mortales de de todos los hombres que no pertenezcan a “su pueblo”.  Es claro que tales deidades son inaceptables para cualquier hombre ilustrado que domine los elementos de la lógica o el sentido común. Un dios que produjo un diluvio universal y ordena el exterminio de pueblos enteros NO PUEDE SER DIOS. Un dios que aniquila a todos los primogénitos de una nación, NO PUEDE SER DIOS.  Un dios que ordena asesinar a miles de mujeres solo porque no son vírgenes, NO PUEDE SER DIOS. Un dios que espía los coitos de una pareja para constatar que el hombre “se riega en la tierra” y no dentro de la mujer, NO PUEDE SER DIOS.  Por desgracia, son estos dioses de manufactura humana lo que han conducido a millones de buenas personas a declararse incrédulos.  Y con razón. 
            Sin embargo, es probable que en otra dimensión más profunda o elevada, los ateos legítimos NO LO SEAN, porque cualquier hombre inteligente sabe que existe el ORDEN. Y que este no puede ser producto de la casualidad sino que obedece a un programa y no a resultados aleatorios.   Y detrás de todas las leyes de la Naturaleza podemos percibir un orden, una mano que no es la simple casualidad o los caprichos de deidades producto de mentes estrechas.  El Universo entero es el testigo más elocuente de ese Poder al que bien podemos llamar Dios, el Absoluto, el Infinito, la Seidad, el Incondicionado y sin atributos, la Eterna Deidad por siempre oculta y fuera de la capacidad de comprensión del hombre.  Sin relación alguna con el Cosmos “creado” y, sin embargo, omnipresente en toda la inmensidad del infinito universo.  Ese Dios sí vale la pena ser considerado.  El hombre analítico sabe que ese dios a manera de papá o abuelito no puede existir.  Un dios milagrero y personal solo puede ser producto de colegios religiosos con un propósito egoísta y de dominación.  Ante esa clase de dioses, ser ateo es una obligación.  ¿Qué creen ustedes? 
            Fraternalmente
                                          RIS
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domingo, 21 de abril de 2013

998 Dicen los que saben



998   LA CHISPA         
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DICEN LOS QUE SABEN…
            O que se supone saben… Dos de ellos son C. W. Leadbeater y Mme. Blavatsky, personajes que no requieren presentación alguna.  Al menos para gente con algún barniz de cultura metafísica.  ¿Y de qué vamos a tratar en esta “Chispa”?  Pues de un asunto que a todos nos atañe y que tiene que ver con la fe de todos los que somos creyentes (ateos y de los otros): la muerte.  Especulemos acerca de lo que pasa después de que entramos en ese estado.  En principio, solo hay dos alternativas: la nada, la desaparición absoluta y, la posibilidad de que haya algo más, otro mundo, otra forma de vida de la que no tenemos prueba alguna durante nuestras vidas.  Si escogemos la primera, allí acaba todo.  Y podríamos hacer lo que nos diera la gana sin preocupación de nada.  Incluso suicidarnos sin consecuencia alguna.  Ni religiosa ni moral.  Si morimos como cualquier insecto y ese es el fin de todo, sería una dicha, aunque a la vez, una burla atroz la que nos han hecho las religiones.  Y lo peor de todo es que no tendríamos como comunicarles a los vivos que todo el cuento  no es más que un fraude.  Ni siquiera tendríamos a quién reclamarle.  Sería la peor salvajada de la que hemos sido víctimas los creyentes.  Y aunque esta perspectiva es siniestra para nuestra vanidad, para el muerto nada significaría.  Y eso debería ser un gran alivio para los vivos, siempre y cuando esto no fuera solo una suposición.  Porque NO HAY PRUEBA ALGUNA de que esto sea así.  ¿No es cierto?  Es solo una teoría.  La nada después de la muerte es solo una creencia.  Como la vida después de la muerte.
            Por otra parte, si hay otro mundo más sutil donde van los “muertos” (almas, o mejor dicho espíritus), sería un fiasco muy difícil de digerir para los ateos y materialistas, y una enorme alegría para la mayoría de los creyentes.  Y es sobre esta posibilidad sobre la que vamos a discutir, pues la otra no ofrece material alguno para dialogar.  Si existe ese mundo (plano más sutil), ¿cómo es, qué reglas tiene, cuáles son las leyes físicas que lo rigen?  ¿Hay guías y autoridades que nos digan qué hacer y hacia dónde dirigirnos? ¿Pesamos o flotamos?  Me imagino que millones de personas aterrorizadas y confundidas deben formar allí un caos espantoso.  Esa sería la primera impresión: un maremágnum terrible.  Cientos de miles de seres humanos desesperados, tristes, extraviados y adoloridos por lo que han dejado atrás (maridos, hijos, padres, propiedades, planes de vida etc.)  Los más confundidos serían los jóvenes y los muertos en accidentes… y los ateos.  Entonces, de existir ese plano que se conoce como “astral”, ¿quién lo dirige?  ¿Y cómo se dan cuenta los “muertos” de su nueva situación?  ¿Cómo se adaptan y qué es lo que hay que hacer allí mientras llega la próxima muerte o lo que sea?  ¿Es un sitio material en donde encontramos a los muertos que nos precedieron en el camino (padres, abuelos, amigos, conocidos) o solo es un estado de consciencia?  Las religiones han simplificado esto de manera sospechosa y demasiado sencilla y feliz o amarga: cielo plácido con Dios, e infierno trágico con Satanás.  Con la opción de purgatorio (¿al mando de quién?).  Y es aquí en donde el creyente positivo se encuentra en un gancho de camino en el que puede elegir la ruta religiosa, o aquella de la que habla el ocultismo o Doctrina Secreta.
            En esta parte es donde intervienen “los que saben”, proponiendo ciertas teorías que, aunque parecidas a las religiosas, difieren en aspectos fundamentales y, sobre todo, en la mecánica y los objetivos finales de todo el proceso, el cual abarca dos grandes y complejos ingredientes: reencarnación y karma.  Ambos aspectos perfectamente combinados para un propósito final: la evolución del Hombre.  Pero… hay un pero.  Ese Hombre al que se refiere el ocultismo NO es Pancho Pérez, María López o Ricardo Izaguirre.  Veladamente, pero con mucha claridad para el que quiera entenderlo, el ocultismo nos dice que ese Hombre Celeste e inmortal (Ego) que peregrina sobre la Tierra durante innumerables encarnaciones, no equivale a las personalidades (cuerpos físicos y mentales) que utiliza en su largo proceso de aprendizaje.  Cada personalidad (Pancho Pérez) no es nada más que uno de los miles de trajes que utiliza el Ego en su proceso de perfección.  Y en ese sentido, ese es el más terrible golpe que podrían recibir los creyentes.  Nada de nosotros sobrevive.  Del cuerpo físico todos tenemos constancia de lo que le pasa; y de los otros, astral y mental, “los que saben” nos dicen que también se desintegran en un período variable.  Usted, yo y todos estamos destinados a desaparecer, en mayor o menor tiempo.  El que vive eternamente es el Espíritu (Ego), el Hombre Divino (parte de Dios) el que nos utiliza como sus vehículos.  Desde luego que para la “Personalidad” (cuerpos físico, astral y mental) esto es inadmisible, pues ella se ha adueñado de la escena, se cree el hombre real.  La mente, fenómeno transitorio dice: tengo un cuerpo y un espíritu.  Se cree la protagonista, la estrella de la obra, pero no es más que un componente destinado a la desaparición.  ¿Suena feo, verdad?  Pero eso es lo que dicen los que saben.
            En su obra “La clave de la Teosofía”, Madame Blavatsky explica esto con mucho cuidado y claridad, para el que quiera entenderlo.  En este libro se detalla cuidadosamente la constitución del Hombre de Verdad y cuál es su destino final: la inmortalidad.  Pero entendiendo por Hombre a otra entidad que NO es el hombre físico que todos vemos: ustedes o yo, los cuales no somos más que los vehículos que le servimos para su realización.  Es por eso que esa parte del ocultismo NO es popular.  La misma razón por la cual el BUDISMO del sur no goza de muchas simpatías en el occidente, ya que este habla de la aniquilación del YO INFERIOR (el hombre físico).  El proceso de desintegración de este Yo Inferior es ineluctable y, nos guste o no, estamos destinados a desaparecer para siempre (nuestros cuerpos físicos, astrales y mentales).  Y en este sentido, el ocultismo es coincidente con la teoría materialista de la aniquilación.  Dicen los que saben…  La señora Blavatsky utiliza argumentos demoledores que no dejan lugar a dudas acerca de este tema; aunque lo hace veladamente, es muy precisa en la cuestión final.  Nos deja claro que el que muere, muere; no hay retorno ni comunicación alguna con los vivos; es más, valida la noción que los griegos tenían en sus misterios y que se divulgaba como “mito”.   El Leteo (Lete=olvido), era la fuente del olvido situada en los infiernos, y cuyas aguas hacen olvidar a los muertos todos los sufrimientos pasados y todas las circunstancias de la existencia anterior.  En la teoría de la reencarnación de los neoplatónicos, Lete era la fuente en la que tenía que beber el alma antes de su retorno al mundo de los vivos, para olvidar las experiencias de la muerte y su paso por los infiernos.  Vean por donde anda la cosa.  Hay una firme coincidencia entre las grandes religiones de la antigüedad, la Doctrina Secreta, el budismo y el ocultismo.
            Otro de los que saben es Monseñor Leadbeater  (Charles Webster), quien en su vasta obra teosófica, nos da una amplísima explicación de esos otros planos de la naturaleza que solo son visibles a los ojos de los videntes.  Si ustedes revisan cuidadosamente la obra de ese caballero, no podrán menos que asombrarse ante sus explicaciones, las crean o no, eso no importa.  Si son inventos, ¡qué imaginación tenía este hombre!  Pero si tienen una porción de verdad, vuelve a la coincidencia que antes señalamos.  Y nos guste o no, terminamos descubriendo lo mismo: que la inmortalidad del Hombre solo se refiere al Ego, a nuestro Padre Interno.  Nosotros (La personalidad, el yo inferior) desaparecemos para siempre.  Somos la parte impermanente del Hombre Celeste, la Mónada Divina.  Como quien dice, somos “disposables”, lo cual debería hacernos más humildes y menos engreídos o pretensiosos de una sabiduría tan limitada y transitoria como la que tenemos.  No sé si lo que dice esta gente sea cierto en todos sus alcances (es posible que velen algunos datos), pero la estructura formal de sus escritos, especialmente la monumental obra “LA DOCTRINA SECRETA”, es algo que se escapa a juicios superficiales que trataran de minimizar, rebatir o poner en duda la extraordinaria coherencia de semejantes afirmaciones.   Nadie puede inventar una mentira tan larga, profunda y abarcante.  Ni todos los mitómanos del mundo podrían hacerlo.  
            Como vemos, se han trazado algunas líneas básicas para tratar de entender el mundo de los muertos; en la próxima nota, veremos la estructura y planos de la naturaleza en donde se lleva a cabo este fenómeno maravilloso que llamamos Vida.  Entendiendo que todo esto es una TEORÍA sujeta a demostración.  Solo los que saben tienen la certeza de lo que ES. 
            Fraternalmente
                                         RIS
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