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“LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se
fundamentan los abusos del Poder”
DICEN LOS QUE SABEN…
O que se supone saben… Dos de ellos
son C. W. Leadbeater y Mme. Blavatsky, personajes que no requieren presentación
alguna. Al menos para gente con algún
barniz de cultura metafísica. ¿Y de qué
vamos a tratar en esta “Chispa”? Pues de un asunto que a todos nos atañe y que
tiene que ver con la fe de todos los que somos creyentes (ateos y de los
otros): la muerte. Especulemos acerca de lo que pasa después de
que entramos en ese estado. En principio,
solo hay dos alternativas: la nada,
la desaparición absoluta y, la posibilidad
de que haya algo más, otro mundo, otra forma de vida de la que no tenemos
prueba alguna durante nuestras vidas. Si
escogemos la primera, allí acaba todo. Y
podríamos hacer lo que nos diera la gana sin preocupación de nada. Incluso suicidarnos sin consecuencia
alguna. Ni religiosa ni moral. Si morimos como cualquier insecto y ese es el
fin de todo, sería una dicha, aunque a la vez, una burla atroz la que nos han
hecho las religiones. Y lo peor de todo
es que no tendríamos como comunicarles a los vivos que todo el cuento no es más que un fraude. Ni siquiera tendríamos a quién reclamarle. Sería la peor salvajada de la que hemos sido
víctimas los creyentes. Y aunque esta
perspectiva es siniestra para nuestra vanidad, para el muerto nada
significaría. Y eso debería ser un gran
alivio para los vivos, siempre y cuando esto no fuera solo una suposición. Porque NO
HAY PRUEBA ALGUNA de que esto sea así.
¿No es cierto? Es solo una teoría. La
nada después de la muerte es solo una creencia.
Como la vida después de la muerte.
Por otra parte, si hay otro mundo
más sutil donde van los “muertos” (almas, o mejor dicho espíritus), sería un
fiasco muy difícil de digerir para los ateos y materialistas, y una enorme
alegría para la mayoría de los creyentes.
Y es sobre esta posibilidad sobre la que vamos a discutir, pues la otra
no ofrece material alguno para dialogar.
Si existe ese mundo (plano más sutil), ¿cómo es, qué reglas tiene,
cuáles son las leyes físicas que lo rigen?
¿Hay guías y autoridades que nos digan qué hacer y hacia dónde
dirigirnos? ¿Pesamos o flotamos? Me
imagino que millones de personas aterrorizadas y confundidas deben formar allí un
caos espantoso. Esa sería la primera
impresión: un maremágnum terrible.
Cientos de miles de seres humanos desesperados, tristes, extraviados y
adoloridos por lo que han dejado atrás (maridos, hijos, padres, propiedades,
planes de vida etc.) Los más confundidos
serían los jóvenes y los muertos en accidentes… y los ateos. Entonces, de existir ese plano que se conoce como
“astral”, ¿quién lo dirige? ¿Y cómo se
dan cuenta los “muertos” de su nueva situación?
¿Cómo se adaptan y qué es lo que hay que hacer allí mientras llega la
próxima muerte o lo que sea? ¿Es un
sitio material en donde encontramos a los muertos que nos precedieron en el
camino (padres, abuelos, amigos, conocidos) o solo es un estado de consciencia?
Las religiones han simplificado esto de manera sospechosa y demasiado
sencilla y feliz o amarga: cielo plácido con Dios, e infierno trágico con
Satanás. Con la opción de purgatorio
(¿al mando de quién?). Y es aquí en
donde el creyente positivo se encuentra en un gancho de camino en el que puede
elegir la ruta religiosa, o aquella de la que habla el ocultismo o Doctrina
Secreta.
En esta parte es donde intervienen
“los que saben”, proponiendo ciertas teorías que, aunque parecidas a las
religiosas, difieren en aspectos fundamentales y, sobre todo, en la mecánica y
los objetivos finales de todo el proceso, el cual abarca dos grandes y
complejos ingredientes: reencarnación y
karma. Ambos aspectos perfectamente
combinados para un propósito final: la
evolución del Hombre. Pero… hay un
pero. Ese Hombre al que se refiere el
ocultismo NO es Pancho Pérez, María
López o Ricardo Izaguirre. Veladamente,
pero con mucha claridad para el que quiera entenderlo, el ocultismo nos dice
que ese Hombre Celeste e inmortal (Ego) que peregrina sobre la Tierra durante
innumerables encarnaciones, no equivale a las personalidades (cuerpos físicos y mentales) que utiliza en su largo
proceso de aprendizaje. Cada
personalidad (Pancho Pérez) no es nada más que uno de los miles de trajes que utiliza
el Ego en su proceso de perfección. Y en
ese sentido, ese es el más terrible golpe que podrían recibir los creyentes. Nada
de nosotros sobrevive. Del cuerpo
físico todos tenemos constancia de lo que le pasa; y de los otros, astral y
mental, “los que saben” nos dicen que también se desintegran en un período
variable. Usted, yo y todos estamos
destinados a desaparecer, en mayor o menor tiempo. El que vive eternamente es el Espíritu (Ego),
el Hombre Divino (parte de Dios) el que nos utiliza como sus vehículos. Desde luego que para la “Personalidad” (cuerpos físico, astral y mental) esto es
inadmisible, pues ella se ha adueñado de la escena, se cree el hombre
real. La mente, fenómeno transitorio dice: tengo un cuerpo y un espíritu. Se cree la protagonista, la estrella de la
obra, pero no es más que un componente destinado a la desaparición. ¿Suena feo, verdad? Pero eso es lo que dicen los que saben.
En su obra “La clave de la Teosofía”, Madame Blavatsky explica esto con mucho
cuidado y claridad, para el que quiera entenderlo. En este libro se detalla cuidadosamente la
constitución del Hombre de Verdad y cuál es su destino final: la inmortalidad. Pero entendiendo por Hombre a otra entidad que NO
es el hombre físico que todos vemos: ustedes o yo, los cuales no somos más que
los vehículos que le servimos para su realización. Es por eso que esa parte del ocultismo NO es popular. La misma razón por la cual el BUDISMO del sur no goza de muchas
simpatías en el occidente, ya que este habla de la aniquilación del YO INFERIOR (el hombre físico). El proceso de desintegración de este Yo
Inferior es ineluctable y, nos guste o no, estamos destinados a desaparecer
para siempre (nuestros cuerpos físicos, astrales y mentales). Y en este sentido, el ocultismo es
coincidente con la teoría materialista de la aniquilación. Dicen los que saben… La señora Blavatsky utiliza argumentos
demoledores que no dejan lugar a dudas acerca de este tema; aunque lo hace
veladamente, es muy precisa en la cuestión final. Nos deja claro que el que muere, muere; no
hay retorno ni comunicación alguna con los vivos; es más, valida la noción que
los griegos tenían en sus misterios y que se divulgaba como “mito”. El Leteo (Lete=olvido), era la fuente del
olvido situada en los infiernos, y cuyas aguas hacen olvidar a los muertos
todos los sufrimientos pasados y todas las circunstancias de la existencia
anterior. En la teoría de la
reencarnación de los neoplatónicos, Lete
era la fuente en la que tenía que beber el alma antes de su retorno al
mundo de los vivos, para olvidar las experiencias de la muerte y su paso por
los infiernos. Vean por donde anda la
cosa. Hay una firme coincidencia entre
las grandes religiones de la antigüedad, la Doctrina Secreta, el budismo y el
ocultismo.
Otro de los que saben es Monseñor Leadbeater
(Charles Webster), quien en su vasta obra teosófica, nos da una
amplísima explicación de esos otros planos de la naturaleza que solo son
visibles a los ojos de los videntes. Si
ustedes revisan cuidadosamente la obra de ese caballero, no podrán menos que
asombrarse ante sus explicaciones, las
crean o no, eso no importa. Si son
inventos, ¡qué imaginación tenía este hombre!
Pero si tienen una porción de verdad, vuelve a la coincidencia que antes
señalamos. Y nos guste o no, terminamos
descubriendo lo mismo: que la inmortalidad del Hombre solo se refiere al Ego, a nuestro Padre Interno. Nosotros (La personalidad, el yo inferior) desaparecemos para siempre. Somos la parte impermanente del Hombre
Celeste, la Mónada Divina. Como quien dice, somos “disposables”, lo cual debería hacernos más humildes y menos
engreídos o pretensiosos de una sabiduría tan limitada y transitoria como la
que tenemos. No sé si lo que dice esta
gente sea cierto en todos sus alcances (es posible que velen algunos datos),
pero la estructura formal de sus escritos, especialmente la monumental obra “LA DOCTRINA SECRETA”, es algo que se
escapa a juicios superficiales que trataran de minimizar, rebatir o poner en duda
la extraordinaria coherencia de semejantes afirmaciones. Nadie puede inventar una mentira tan larga,
profunda y abarcante. Ni todos los
mitómanos del mundo podrían hacerlo.
Como vemos, se han trazado algunas
líneas básicas para tratar de entender el mundo de los muertos; en la próxima
nota, veremos la estructura y planos de la naturaleza en donde se lleva a cabo
este fenómeno maravilloso que llamamos Vida.
Entendiendo que todo esto es una TEORÍA
sujeta a demostración. Solo los que
saben tienen la certeza de lo que ES.
Fraternalmente
RIS
Entrada al blog “LA CHISPA”: http://lachispa2010.blogspot.com/
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