995 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUIÉNES
SON LOS CREYENTES?
Los creyentes forman una categoría compleja, pues
engloba a varios grupos entre los que se cuenta a los que se hacen llamar
ateos. Simplificando el asunto, diremos
que en la humanidad solo existen dos grupos de feligreses: los que saben y los “believers”.
De los primeros ya dijimos algo. Y
en esta segunda categoría se incluye a los que creen en dioses, el cielo, el
infierno y la nada. Además, a los que se
autocalifican como ateos y materialistas.
¿Y por qué se dice que los ateos son “creyentes”? Porque la declaración de ateísmo es una
convicción personal, un acto de fe y no una realidad.
El ateo CREE que Dios no existe. Pero NO
tiene prueba alguna de su creencia y,
salvo su obstinada pertinacia, no
cuenta con ninguna de las que suele exigirles a los creyentes. Decir que Dios NO existe es una CREENCIA
Y NO UNA CERTEZA. Sin
embargo, torciendo la dialéctica, el ateo afirma que NO HAY DIOS y, mañosamente, traslada al creyente la obligación de
demostrar la existencia de lo que él niega.
El ateo dice: “No hay Dios, nunca
lo he visto, no conozco acto alguno que pueda atribuirse a ese ser. Toda la naturaleza se puede explicar por sí
misma y no necesita de Dios como trasfondo.
Ni el hombre ni nada de lo existente necesitan apoyarse en un invisible
creador que se esconde de los miembros de su creación. Si existe, ¿por qué no lo vemos y por qué no
está con nosotros?”
Todo ese
argumento, en apariencia lógico y seguro, si se estudia cuidadosamente, no pasa
de ser más que el enunciado de una serie de suposiciones acomodaticias cuyo
único sustento es la fe, es decir, la creencia de que algo no existe si no se
puede ver, oler, tocar, pesar o medir.
Es decir, que la existencia de ese algo
está subordinada a la demostración que el hombre pueda hacer de ese ente mediante
sus rústicos instrumentos de la ciencia pasada, actual o futura. Recuerden
que los microbios NO existieron por millones de años. Hasta que llegó el microscopio. La tierra fue plana durante siglos. Varios planetas NO existieron mientras no apareció
el telescopio; tampoco las “manchas” del sol.
La Tierra fue el centro del universo durante milenios. Cuando Demócrito teorizó acerca del átomo, lo
consideraron loco. ¿Cómo podía existir
algo que nadie veía ni podía tocar o
medir? Ni siquiera percibir sus efectos. Y todas esas negativas eran “científicas” en
su momento. Sin embargo, ahora a nadie
le cabe la menor duda de la estructura de la materia, de los átomos y sus
partículas componentes aunque nadie las ha “visto”. ¿Entonces? Infinidad de ateos dan por un hecho la teoría
del Big bang, la existencia de la antimateria, de los huecos negros y las
estrellas de positrones, a pesar de que a nadie le consta que esas afirmaciones
sean verídicas. Muchos científicos
materialistas o ateos que niegan la existencia de Dios por la falta de pruebas
físicas, utilizan una metodología tan
dogmática y anticientífica para “demostrar” sus teorías, que ni la más absurda
de las tesis religiosas se le puede comparar.
La teoría del Big bang es la peor de todas. Dicen
los que saben…
Ni siquiera la discutible “creación” de la biblia es tan
jalada del pelo como el famoso Big bang; y sin embargo, tal desaguisado es ciencia que no necesita demostración (según
los escépticos). Un dogma carente de
pies y cabeza, y que probablemente durará hasta que a otro grupo de científicos
tengan otra “ocurrencia científica” de ese calibre. Ni el milagro de la concepción virginal o la
constitución de la Santísima Trinidad son tan complejos como ese singular átomo de densidad y
materia infinita que dio origen,
caprichosamente, al universo infinito.
Si aplicamos el sentido común, es mucho más probable, comprensible y
tolerable la teoría de la creación bíblica que la del Big bang. ¿No es más lógico, aceptable, “humano” y
agradable pensar en un “dios creador”, un demiurgo como Brahma, que en un hecho
casuístico y sin propósito alguno como es la “explicación” del bombazo. Con todo lo absurda que pueda parecer
cualquier “creación” teísta, todas resultan mucho más sensatas que ese
disparate que hoy ya casi tiene la categoría de axioma para explicar la cosmogénesis.
Así, pues, la legión de los creyentes es mucho más
numerosa de lo que podemos suponer cuando damos por un hecho que los
científicos materialistas, escépticos, ateos e indiferentes, forman parte “de
los que saben” y que están en posesión de alguna verdad. Las “verdades científicas” siempre han sido
tan volátiles, que no se han enfriado todavía, cuando ya hay otras “verdades
absolutas” que pasan a suplantarlas. Así
ha sido desde que tenemos memoria histórica.
La ciencia es solo uno de los caminos para llegar a las verdades de
fondo, pero no el único ni el más atinado.
No le luce a la ciencia dogmatizar, pues esto equivale a lo que tanto ha
criticado de las religiones; la ciencia todavía no ha alcanzado el nivel
suficiente de conocimientos reales como para desafiar o negar la existencia de
poderes que están más allá de la comprensión humana; y no tener conocimiento de
estos, no significa que no existan. Dicen los que saben…
De esta manera, muchas de las explicaciones científicas,
así como las negativas acerca de la existencia de un mundo más allá de la
materia física conocida, no pasan de ser más que creencias, tanto de los que
niegan como de los que creen en ellas. La
radiación de fondo, los agujeros de gusano, la posibilidad de “doblar” el
espacio, la quinta dimensión y otros supuestos científicos tan solo son creencias que, seguramente, jamás serán probadas como ciertas, pero que, como
necesidades de la mente, tienen un valor provisional. Por lo tanto, no son más que creencias, y sus
sustentadores, creyentes. Y los que creen en el mundo espiritual,
planos superiores de consciencia y la existencia de dioses y ángeles, también son creyentes. Sin embargo, muchos portillos siguen abiertos
de manera favorable a los creyentes en esta realidad metafísica, mientras que
muchas teorías científicas como la del
Big bang están condenadas a la imposibilidad de ser probadas, por siempre. Dicen
los que saben…
Ciencia, religión y filosofía tendrán un punto de
encuentro en el futuro. Cuando la
ciencia renuncie a su soberbia, y la religión a su dogmático autoritarismo, será posible encontrar el camino real del
Hombre. Conocedor de todos los planos de
la Naturaleza y de las leyes que rigen a esta, el Homo sapiens será capaz de averiguar
tanto su pasado como su futuro, y el lugar que le corresponde en la vastedad
del Universo. Pero mientras ese momento
no llegue, continuaremos siendo CREYENTES
bajo la mirada tolerante y compasiva de LOS
QUE SABEN. Dando tumbos en nuestra
sinuosa, amarga y compleja marcha. Por
nuestros propios medios pero no solitarios; desconcertados pero no perdidos;
afligidos pero no abandonados.
Arrogantes pero amados y bajo el amoroso cuidado de los que saben.
Mientras los que saben nos ofrecen una alternativa
racional, el materialismo científico y ateo solo tiene una única oferta: la aniquilación total del Universo… tarde o
temprano. Y ante esta perspectiva
tan desoladora, no deja de tener sus ventajas ser creyente en el aspecto
positivo que nos proponen los que saben.
Puede ser que nada sea cierto, cosa que ninguno de nosotros puede saber,
pero es mucho mejor creer en la alternativa de vida que en la de muerte y
desaparición absoluta. ¿Qué creen
ustedes, estimados “creyentes”?
Fraternalmente
RIS
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