997 “LA CHISPA”
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ COSA ES LA VERGÜENZA? (Como en todo, hay excepciones)
Es una sensación dolorosa,
lacerante y que nos revuelve el estómago.
Es sentirse desnudo ante el público; es un ahogo torturante que no nos
deja en paz ni en la soledad de nuestra casa, en el encierro o en la lejanía,
en el bullicio o el silencio. Solo
cambia de intensidad para dolernos más y más, para acuciarnos
despiadadamente. La vergüenza es un
ángel vengador, un demonio salvaje capaz de conducirnos a un infierno privado y
particular; puede llevarnos a la locura y la muerte, o al propio e irreversible
menosprecio de nosotros mismos. Pero
para que eso se dé, es necesario tener
PRINCIPIOS, es decir, un núcleo moral atávico que haya sido reactivado por
la educación esmerada de hogares bien formados.
Hay que tener MORAL para ser
víctima de la vergüenza. Hay que ser
gente proba, derecha, con profundas convicciones en lo que significan el honor, el compromiso, la palabra empeñada,
la fidelidad y otras virtudes que son por completo ajenas a los
descastados. Esos atributos constituyen
el broquel que mantiene a salvo e impolutos a los hombres y mujeres de fina
prosapia. Esta gente sí conoce lo que es
la vergüenza, y por eso se mantienen en el camino derecho y claro, para que las
Erinias de ese castigo, jamás puedan cruzarse en su senda. Esas son las personas de casta, la gente de
palabra que considera que esta NO es
cuestión de conveniencia o circunstancias, sino que es un principio moral perenne
e invariable sobre el cual se asienta el funcionamiento ético de la
sociedad.
En el otro extremo de esta clase se
encuentran los sinvergüenzas, aquellos que también están al margen del
castigo de la vergüenza, pero no porque tengan virtud alguna, sino porque
carecen del núcleo moral que es el asiento de esta. Es decir, son personas sin principios, sin
honor; y no porque hayan renunciado a estos, sino porque NUNCA los han tenido. Son
sabandijas amorales que se acomodan a lo que sea con tal de obtener su pitanza
o cualquier ventaja económica; si tienen que reptar de la forma más vil, lo
hacen sin sentir el menor rubor. Si hay
que robar, mentir, engañar y prometer falsedades, lo hacen con la mayor
naturalidad del mundo, sin sentir la mínima acusación de su consciencia, pues
al carecer del núcleo moral (atributo de la gente honesta) que pudiera
reclamarles, jamás se dan por aludidos por lo que viene de afuera. Para los sinvergüenzas su único objetivo es
obtener ventajas personales sin importar lo que tengan que hacer para
lograrlo. Si carecen de vergüenza, están
galvanizados en contra de las consecuencias que trae este estado de
consciencia, y que suele ser el peor castigo para los hombres de honor. Son
los responsables de toda forma de CORRUPCIÓN.
Los sinvergüenzas están en todas partes, en
todos los estratos sociales y es bastante fácil identificarlos, pues su
conducta descarada siempre los pone de manifiesto: son trepadores conchudos,
sin dignidad y cínicos absolutos. Si
están por debajo de usted, son los serviles más rastreros y “humildes” que se
pueda imaginar; pero si se ubican por encima, son los patanes más abominables y
tiranos. Sin embargo, muchos de ellos
desarrollan una gran astucia que les
permite pasar casi inadvertidos…como si fueran gente honesta y de palabra…
hasta que surge una oportunidad para demostrar su naturaleza maligna y
descastada. Cuando se da la oportunidad
de encontrar las arcas abiertas o la posibilidad de “chorizos”
apetecibles. Es allí cuando pierden los
estribos y se olvidan de la impostura que han venido sosteniendo por años. Se quitan la máscara de honrados y actúan de
acuerdo con su vil naturaleza. Como los
malandrines que siempre han sido en su fondo.
Hay profesiones plagadas de estos sujetos
que, por afinidad moral (más bien inmoral), suelen formar gremios cerrados con
el único propósito de obtener ventajas económicas personales, aunque adornen el
pastel con infinidad de justificaciones “sociales”. En la vida cotidiana observamos a estos
depredadores que, siempre coludidos e investidos de algún traje oficial o
profesional, se dedican a la rapiña para la cual están “autorizados oficialmente”
por leyes hechas por encargo, y por sus respectivos colegios. Sin embargo, estos no son los peores ejemplos
de los “desvergonzados”. Ese puesto honorífico
está reservado a los políticos,
quienes por méritos
propios, se han adueñado de la escena pública y han convertido su “profesión”
de latrocinio en una actividad que
tiene la apariencia de ser útil a la sociedad.
Y ¿por qué esta casta se ha apoderado de
la maquinaria del Poder? Porque NO TIENEN VERGÜENZA y porque los
pueblos son indolentes. Porque estos, en
su indolencia infinita, han hecho posible que toda clase de ratas astutas hayan
hecho carrera en la política y, además, que se hayan fabricado cierta respetabilidad en relación con su
máscara pública. Los eslóganes
políticos, reforzados por la escuela en general, han logrado que esta gente sea
considerada como indispensables, porque son “los que saben” como hacer las cosas en el gobierno, aunque “hacer
las cosas” no sea otra cosa que la rapiña que, inevitablemente, llevan a cabo
con una impunidad aterradora. Y nadie
les hace frente, porque la “educación pública” ha anulado los arrestos cívicos
de nuestros pueblos. Todo el aparato
jurídico está diseñado para proteger la corrupción oficial; empezando con las
leyes mordaza e innumerables tácticas de terrorismo doméstico, cuyo objetivo es
la emasculación de aquellos que tienen vergüenza y están dispuestos a denunciar
públicamente los fraudes en contra de la sociedad. El dominio político de la chusma es
abrumador; tanto que los hombres honrados prefieren hacerse a un lado antes que
exponerse a la inmundicia de ese muladar llamado política, en donde la desvergüenza ya adquirió ciudadanía de
honor. Con su ausencia, los hombres honestos
se mantienen a salvo de esa suciedad, pero a la vez, por omisión, se han
convertido en CÓMPLICES del sistema. Cuando los buenos se apartan, el Diablo hace
fiesta. ¿Estaremos totalmente perdidos en manos de
los sinvergüenzas? ¿Ya no queda nada qué
hacer? ¿Es este el sistema que habremos
de heredar a nuestros hijos?
Fraternalmente
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