951 “LA CHISPA” (18
abril 2012)
Lema: “En la indolencia cívica del
ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA VIDA DESPUÉS DE
“MORIR”
Respuesta
a varias preguntas que me han hecho en relación con “La Chispa” # 948. Aclaro:
no ha sido mi intención hacer guasa de un asunto tan serio como la muerte; lo
que pasa es que como nada sabemos en
realidad, es necesario plantearse la cuestión con algún tinte humorístico, y no
con el tétrico fatalismo de las religiones.
Veamos los hechos. Primero: la
evidencia empírica nos dice que todo lo que nace muere, por lo tanto, la muerte
es un hecho al que todos tenemos que enfrentarnos cuando menos lo pensamos o
esperamos. Segundo, el hombre parece ser
la única criatura que le tiene miedo a la muerte; los animales preservan la
vida por instinto, pero el hombre lo hace por puro miedo, más que al hecho en
sí, por lo que supone hay después de este acontecimiento en donde el cuerpo
físico deja de funcionar. La
consciencia del “yo soy yo” y su
apego a la vida, son los motores que lo han impulsado a inventar leyendas que
“explican” qué sucede después del tránsito a ese otro mundo (si es que
existe). Vean que todo son suposiciones
cuyo único sustento es el apego enfermizo que tenemos a la vida. Nadie quiere “petatearse” por más feo que le vaya. Y como ese filón de pánico existe en todos
los hombres, las iglesias lo han convertido en el gran negocio. Estas son las que han fomentado ese terror a
la muerte mediante los complejos de culpa (el pecado), e intencionalmente, nos
han cargado de responsabilidades absurdas; nos han hecho deudores de jaranas en
cuya génesis nada tuvimos que ver.
Incluso nos han responsabilizado del llamado “Pecado Original”, el cual nadie sabe en qué consiste, pero que nos
mantiene atados a una deuda eterna e impagable.
Además se nos insinúa que aunque “Cristo
murió por la redención de nosotros”, su muerte también se acredita a nuestro
débito.
Como
el pecado tiene castigo (Purgatorio e Infierno eterno), se justifica el temor a
la muerte porque suponemos que todos los ajustes de cuenta se realizarán
únicamente cuando morimos. Solemos ignorar
la filosofía, la lógica y el mero sentido común cuando analizamos este miedo que
siempre está presente en todos.
Especialmente cuando estamos enfermos o somos mayores (viejos). Intencionalmente olvidamos que la mayor parte
de la vida es un purgatorio en el cual vamos pagando nuestras deudas casi de
inmediato. La existencia es para la
mayoría de personas, un calvario con muy escasos momentos de felicidad. La
vida es nuestro Infierno. Aunque
también el CIELO de los seres más
evolucionados, esos viven felices por siempre.
Quienes son más afortunados, es porque se lo merecen, porque son buena
gente y tienen menores deudas personales.
Y eso nos lleva a la necesidad de aceptar dos grandes conceptos propios
de las religiones antiguas: Reencarnación
y Karma. Aunque solo sea como
argumentos dialécticos, son los únicos que dan una explicación aceptable acerca de la vida y sus infinitas disparidades. También hacen posible la comprensión teórica
del estado post mortem. Además, la
lógica nos obliga a aceptar que este es el mundo de las causas, y que sus
consecuencias deben ser ajustadas en este plano físico. En esta o en vidas futuras. Suficiente miedo, desconcierto y dolor tiene
el hombre desencarnado (muerto) como
para que lo esté esperando un tribunal de Inquisición,
el Diablo, el Infierno y todos los horrores que nos han hecho creer las
religiones que nos aguardan a los malos en el más allá.
El
Mito sostenía que todos los muertos debían beber de las aguas del Leteo (Lethe
= Olvido) para así borrar todos los recuerdos dolorosos de la vida que acababan
de dejar, lo cual parece muy sensato. En
la teoría de la reencarnación, se dice que los muertos tomaban agua de esta
fuente para olvidar todo: la vida anterior y la del submundo de la muerte. Cuestión lógica también. Pero hace falta creer en la Reencarnación
para que encaje con la Ley del Karma y todo lo demás que propone el
Ocultismo. Pero bien sea que creamos en
esto o en las propuestas religiosas, el enigma y el MIEDO continúan ahí, acechándonos, atormentándonos. No importa lo que digamos creer o lo
fanfarrones que podamos ser hasta el último segundo de nuestras vidas. “La
Pelona” siempre nos asusta. Y por
una simple razón: NO SABEMOS NADA ACERCA
DE ELLA. Creemos de todo, pero nada SABEMOS. Solo que en algún momento nos dará caza y
caeremos en sus dominios; y en eso consiste el miedo: ese estado de consciencia
en donde no hay referencia temporal, es un fantasma pavoroso que puede
convertirse en “una eternidad”. Pero es
aquí donde debemos aplicar la dialéctica para descartar los miedos a lo
improbable. Como el Infierno o el
Diablo; o bien, todo aquello que las religiones han inventado con carácter de “eterno”. O peor aún, la paradoja filosófica de
consecuencias infinitas por causas finitas. Quemarse por toda la eternidad en los fuegos
del Infierno, es un pensamiento aterrador.
Legiones de demonios haciéndonos a la barbacoa (eterna), es
desmoralizador. Pero también absurdo,
incluso desde el punto de vista de las religiones, pues como dije en la otra “Chispa”, en ese aserto hay una
contradicción inexplicable.
Si
nos dijeran que Dios tortura a los buenos en el cielo, sería
inaceptable, pues esas almas son los suyos, su gente. Entonces ¿por qué Satán debería torturar a
los que también son de su equipo? Tal
Demonio no sería sino un empleado de Dios, lo cual resulta incongruente con la
teoría general del Infierno, el Diablo y sus castigos. Descontado “ese” Demonio
y “ese” Infierno material, solo nos queda el
estado de consciencia que podría ser la muerte, como dicen los
ocultistas. Y aquí debemos enfrentarnos
a dos posibilidades: olvidamos toda la vida pasada o conservamos los
recuerdos. Si olvidamos la reciente
vida, nuestro karma tiene que ser diferido para la próxima encarnación, y ahí
se pagan las deudas pendientes (parte de ellas) y no en el Averno. Pero si NO
olvidamos, estaremos ante otra inconsistencia, porque ¿de qué le sirve al
hombre desencarnado estar recordando sus “pecados” si a la hora de renacer nada
recordará? Cuando hay una clara consciencia del MAL que hicimos, recordar es el
CASTIGO. Pero ¿qué objetivo tiene
“castigar” mentalmente a alguien que va a olvidar? ¿Quién se acuerda en esta vida de las
maldades que hizo en vidas pasadas?
Muchos ni siquiera lo hacemos con las de la presente existencia.
Sin
embargo, quedan las opciones de la filosofía (la de verdad), el ocultismo, las
antiguas religiones y el ateísmo racional (no el dogmático, tan dañino y ciego
como el de las religiones). ¿Qué nos
ofrecen estas formas pensamiento acerca del problema de la muerte? Ya lo
veremos en las próximas “Chispas”. Por ahora, piénsenlo; es un material digno de
consideración aunque tal solo sea como un ejercicio mental. Meditar en busca de la Verdad, cualquier
verdad, NO constituye un “pecado”.
Pecado es ser fanático y cerrar las puertas al conocimiento. Recordemos que NADIE es dueño exclusivo de la verdad, y que esta puede ser muy
distinta a lo que siempre hemos imaginado por culpa de la tradición, la
costumbre o la indolencia.
Fraternalmente RIS E-mail: rhizaguirre@gmail.com
Entrada
al blog “LA
CHISPA”:
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