lunes, 30 de abril de 2012

951 La vida después de "morir".


951      “LA CHISPA”      (18 abril 2012)              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA VIDA DESPUÉS DE “MORIR”
            Respuesta a varias preguntas que me han hecho en relación con “La Chispa” # 948.  Aclaro: no ha sido mi intención hacer guasa de un asunto tan serio como la muerte; lo que pasa es que como nada sabemos en realidad, es necesario plantearse la cuestión con algún tinte humorístico, y no con el tétrico fatalismo de las religiones.  Veamos los hechos.  Primero: la evidencia empírica nos dice que todo lo que nace muere, por lo tanto, la muerte es un hecho al que todos tenemos que enfrentarnos cuando menos lo pensamos o esperamos.  Segundo, el hombre parece ser la única criatura que le tiene miedo a la muerte; los animales preservan la vida por instinto, pero el hombre lo hace por puro miedo, más que al hecho en sí, por lo que supone hay después de este acontecimiento en donde el cuerpo físico deja de funcionar.     La consciencia del “yo soy yo” y su apego a la vida, son los motores que lo han impulsado a inventar leyendas que “explican” qué sucede después del tránsito a ese otro mundo (si es que existe).  Vean que todo son suposiciones cuyo único sustento es el apego enfermizo que tenemos a la vida.  Nadie quiere “petatearse” por más feo que le vaya.  Y como ese filón de pánico existe en todos los hombres, las iglesias lo han convertido en el gran negocio.  Estas son las que han fomentado ese terror a la muerte mediante los complejos de culpa (el pecado), e intencionalmente, nos han cargado de responsabilidades absurdas; nos han hecho deudores de jaranas en cuya génesis nada tuvimos que ver.  Incluso nos han responsabilizado del llamado “Pecado Original”, el cual nadie sabe en qué consiste, pero que nos mantiene atados a una deuda eterna e impagable.  Además se nos insinúa que aunque “Cristo murió por la redención de nosotros”, su muerte también se acredita a nuestro débito.   
            Como el pecado tiene castigo (Purgatorio e Infierno eterno), se justifica el temor a la muerte porque suponemos que todos los ajustes de cuenta se realizarán únicamente cuando morimos.  Solemos ignorar la filosofía, la lógica y el mero sentido común cuando analizamos este miedo que siempre está presente en todos.  Especialmente cuando estamos enfermos o somos mayores (viejos).  Intencionalmente olvidamos que la mayor parte de la vida es un purgatorio en el cual vamos pagando nuestras deudas casi de inmediato.  La existencia es para la mayoría de personas, un calvario con muy escasos momentos de felicidad.  La vida es nuestro Infierno.  Aunque también el CIELO de los seres más evolucionados, esos viven felices por siempre.  Quienes son más afortunados, es porque se lo merecen, porque son buena gente y tienen menores deudas personales.  Y eso nos lleva a la necesidad de aceptar dos grandes conceptos propios de las religiones antiguas: Reencarnación y Karma.  Aunque solo sea como argumentos dialécticos, son los únicos que dan una explicación aceptable acerca de la vida y sus infinitas disparidades.  También hacen posible la comprensión teórica del estado post mortem.  Además, la lógica nos obliga a aceptar que este es el mundo de las causas, y que sus consecuencias deben ser ajustadas en este plano físico.  En esta o en vidas futuras.  Suficiente miedo, desconcierto y dolor tiene el hombre desencarnado (muerto) como para que lo esté esperando un tribunal de Inquisición, el Diablo, el Infierno y todos los horrores que nos han hecho creer las religiones que nos aguardan a los malos en el más allá.
            El Mito sostenía que todos los muertos debían beber de las aguas del Leteo (Lethe = Olvido) para así borrar todos los recuerdos dolorosos de la vida que acababan de dejar, lo cual parece muy sensato.  En la teoría de la reencarnación, se dice que los muertos tomaban agua de esta fuente para olvidar todo: la vida anterior y la del submundo de la muerte.  Cuestión lógica también.  Pero hace falta creer en la Reencarnación para que encaje con la Ley del Karma y todo lo demás que propone el Ocultismo.  Pero bien sea que creamos en esto o en las propuestas religiosas, el enigma y el MIEDO continúan ahí, acechándonos, atormentándonos.  No importa lo que digamos creer o lo fanfarrones que podamos ser hasta el último segundo de nuestras vidas.  “La Pelona” siempre nos asusta.  Y por una simple razón: NO SABEMOS NADA ACERCA DE ELLA.  Creemos de todo, pero nada SABEMOS.  Solo que en algún momento nos dará caza y caeremos en sus dominios; y en eso consiste el miedo: ese estado de consciencia en donde no hay referencia temporal, es un fantasma pavoroso que puede convertirse en “una eternidad”.  Pero es aquí donde debemos aplicar la dialéctica para descartar los miedos a lo improbable.  Como el Infierno o el Diablo; o bien, todo aquello que las religiones han inventado con carácter de “eterno”.  O peor aún, la paradoja filosófica de consecuencias infinitas por causas finitas.  Quemarse por toda la eternidad en los fuegos del Infierno, es un pensamiento aterrador.  Legiones de demonios haciéndonos a la barbacoa (eterna), es desmoralizador.  Pero también absurdo, incluso desde el punto de vista de las religiones, pues como dije en la otra “Chispa”, en ese aserto hay una contradicción inexplicable.
            Si nos dijeran que Dios tortura a los buenos en el cielo, sería inaceptable, pues esas almas son los suyos, su gente.  Entonces ¿por qué Satán debería torturar a los que también son de su equipo?  Tal Demonio no sería sino un empleado de Dios, lo cual resulta incongruente con la teoría general del Infierno, el Diablo y sus castigos. Descontado “ese” Demonio y “ese” Infierno material, solo nos queda el estado de consciencia que podría ser la muerte, como dicen los ocultistas.  Y aquí debemos enfrentarnos a dos posibilidades: olvidamos toda la vida pasada o conservamos los recuerdos.  Si olvidamos la reciente vida, nuestro karma tiene que ser diferido para la próxima encarnación, y ahí se pagan las deudas pendientes (parte de ellas) y no en el Averno.  Pero si NO olvidamos, estaremos ante otra inconsistencia, porque ¿de qué le sirve al hombre desencarnado estar recordando sus “pecados” si a la hora de renacer nada recordará?  Cuando hay una clara consciencia del MAL que hicimos, recordar es el CASTIGO.  Pero ¿qué objetivo tiene “castigar” mentalmente a alguien que va a olvidar?  ¿Quién se acuerda en esta vida de las maldades que hizo en vidas pasadas?  Muchos ni siquiera lo hacemos con las de la presente existencia. 
            Sin embargo, quedan las opciones de la filosofía (la de verdad), el ocultismo, las antiguas religiones y el ateísmo racional (no el dogmático, tan dañino y ciego como el de las religiones).  ¿Qué nos ofrecen estas formas pensamiento acerca del problema de la muerte?   Ya lo veremos en las próximas “Chispas”.  Por ahora, piénsenlo; es un material digno de consideración aunque tal solo sea como un ejercicio mental.  Meditar en busca de la Verdad, cualquier verdad, NO constituye un “pecado”.  Pecado es ser fanático y cerrar las puertas al conocimiento.  Recordemos que NADIE es dueño exclusivo de la verdad, y que esta puede ser muy distinta a lo que siempre hemos imaginado por culpa de la tradición, la costumbre o la indolencia. 
            Fraternalmente                 RIS                      E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
Entrada al blog  “LA CHISPA”:                                         http://lachispa2010.blogspot.com/


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