miércoles, 25 de abril de 2012

176 La iglesia, los curas y...


176   “LA CHISPA”          

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.
LA IGLESIA, LOS CURAS
            Parece que la madre Iglesia siempre marcha desacompasada con el pulso de los acontecimientos de la Historia y la sociedad.  Se opone a los matrimonios gays, se opone al divorcio, se opone a la adopción de niños por parte de los gays, también impugna el derecho de las mujeres a ser sacerdotisas de la Iglesia.  Y es feroz la manera como despotrica en contra del aborto, sin consideraciones sociales, de moral o de salud.  Tampoco autoriza ninguna forma de anticonceptivos, aferrada a antiguas cláusulas dictadas en una época cuando el mundo apenas tenía una población de “cuatro gatos”.  Y por si fuera poco, nadando en contra de toda información y conocimientos científicos en el campo de la sexualidad, ha pretendido cerrar los ojos en relación con el celibato, un tema que merece una amplia discusión social más allá de la visión dogmática del clero.  Sobre este último tema, la realidad se ha ido imponiendo de una manera torcida, y  ha hecho que la Iglesia y sus ministros queden muy mal ante los ojos del mundo.  Millares de sacerdotes han sido denunciados por pederastas y otras desviaciones sexuales que deberían merecer mayor atención de parte de la jerarquía eclesiástica.  Y no solo desde el punto de vista punitivo sobre los sacerdotes, sino de las implicaciones y causas de estas conductas aberradas que han llenado de baldón a la Iglesia.
            ¿Qué hará la cúpula eclesiástica?  Solo cerrar los ojos, pagar indemnizaciones y sepultar el asunto, no es la salida que la feligresía espera de su Guía Espiritual.  Tiene que haber una solución mejor y más adecuada a los tiempos que vivimos; y esta es obvia, si la Iglesia quisiera verla: los sacerdotes DEBEN casarse y formar familias normales y, de ser posible, ejemplares.  La cuestión del celibato o matrimonio con la Iglesia fue un invento que nació a raíz de causas económicas.  La Iglesia no podía permitirse el lujo de que sus miembros (sacerdotes de cualquier nivel), se casaran y sus patrimonios personales se escaparan de esta a través de las esposas e hijos de los curas.  Así, pues, que el celibato no tiene fundamento alguno de origen divino o teológico; no es más que una medida financiera de la Iglesia.  Por lo tanto, no debería implicar mayor esfuerzo su anulación.  Los curas deben ser hombres de verdad, conocedores de la vida y las angustias de todos los seres humanos, y no célibes hipocritones en lucha permanente en contra de sus tendencias sexuales, plenamente justificadas y válidas desde el punto de vista biológico.  La sexualidad es un poder que va más allá de cualquier convicción, disposición o normativa religiosa.  El sexo es una pasión arrolladora que no discrimina ni toma en consideración el oficio, profesión o pretensión del individuo.  Ni siquiera le importa un bledo la fe o la pasión religiosa del hombre o la mujer.  El sexo aplasta, estruja, angustia y domina.  Solo los seres excepcionales, que no son muchos, pueden ejercer un dominio sobre esta pasión.  El sexo se puede REFRENAR, pero siempre estará allí, cada día más vivo y poderoso; más tentador y violento.  Refrenar no es DOMINAR.  Y nadie domina al sexo.  La Iglesia debe revisar y eliminar, inmediatamente, la cuestión del celibato.  Los curas DEBEN CASARSE, TENER HIJOS Y FORMAR FAMILIAS.  No hay otra salida.  Pero aún así, siempre habrá delincuentes sexuales entre ellos, pues  no son más que hombres, tratando de ser santos. 
            ¿Por qué se opone la Iglesia a que las mujeres sean investidas como sacerdotisas con todos los derechos y potestades que eso implica?  Pura y simple discriminación machista derivada de la esencia misma de su manual de fe: la Biblia.  En todas las grandes religiones antiguas, las mujeres llevaron siempre la voz cantante en los templos; eran las vestales, las pitonisas y las intermediarias entre los dioses y los hombres.  Su especial sensibilidad nerviosa las capacita en mejor forma para establecer contactos con el mundo superior.  Solamente muy pocos hombres son capaces de desarrollar esas habilidades al grado que lo hacen las mujeres en forma natural.  En casi todas las religiones paganas había diosas, que eran las encargadas de los portentos más grandes que los hombres podían ver en sus vidas.  Allí está Afrodita y sus atributos.  Deméter y sus prodigios.  Hera, la diosa del Olimpo.  Gea, la madre tierra y sustentadora de todos los hombres.  Atenea, la diosa siempre virgen y símbolo de la sabiduría eterna.  Artemis la misteriosa generadora de vida desde su vehículo cósmico, la Luna.  En fin, toda la historia de la humanidad está plagada de diosas y vírgenes sublimes que infundieron lo mejor de sí en los hombres; y como remate de esta influencia, está la virgen María, la llamada Santa Madre de la Iglesia.  Entonces, ¿por qué se les niega a sus congéneres el derecho natural que tienen de dirigir, cuidar y consolar a los hombres?  ¿Cuántos curas hay como la madre Teresa?  ¿Quién mejor que una mujer (madre) tiene la capacidad de conocer y juzgar los problemas humanos?  Ya es hora de que la Iglesia deponga esa actitud machista y les reconozca a las mujeres el derecho que siempre ha sido suyo.  No hay otra salida.
            Y en cuanto a los homosexuales, la posición de la iglesia es igualmente intolerante, sin querer reconocer que ese sector de la población son seres humanos con todos los atributos de estos; simplemente tienen una dirección sexual que se aparta de lo que la sociedad y la iglesia llaman “normal”.  Pero en lo demás, son seres humanos que nacen, viven, mueren, sufren, enferman, aman y creen en Dios.  Que aman con pasión a su virgen o lo que sea en lo cual crean.  Entonces ¿qué es lo que los hace acreedores al anatema?  La sexualidad solo es una aspecto del hombre, UNO DE LOS MILES QUE ESTE TIENE. 
Entonces ¿todos los demás nada valen ante los piadosos ojos de la Iglesia?  Este asunto también debe ser revisado con otro criterio que no sea el de los viejos prejuicios entresacados del Antiguo Testamento.  Con un criterio moderno que no puede negar una realidad que siempre ha estado allí, que está y que siempre estará.  No se puede tapar una verdad con un prejuicio de la Iglesia o de la sociedad. 
                        Fraternalmente
                                               RIS    E-mail:  rhizaguirre@gmail.com 
Entrada al blog “LA CHISPA”:        http://lachispa2010.blogspot.com/



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