lunes, 30 de mayo de 2016

1056 Los siete pecados capitales



1056   LA CHISPA         
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS SIETE PECADOS CAPITALES
         ¿Eso es todo?  Gula, lujuria, envidia, avaricia, soberbia, pereza, ira.  ¿Son esos siete pecadillos lo que nos separan del cielo?  Tengo unas libritas demás, pero eso lo puedo arreglar con una buena dieta en cuestión de tres meses.  Pretexto de los hombres: lujuriosos somos todos, y yo solo tengo una actividad sexual moderada (¿?)  Pretexto femenino: solo lo hago para complacer a mi marido.  No soy envidioso-a y me alegro de cuando otros obtienen algo bueno.  No creo ser avaro-a; soy ahorrativo, que es otra cosa diferente; lo que pasa es que mi mujer es muy gastona y siempre anda haciendo compras innecesarias.  No soy soberbio ni perezoso, lo que pasa es que tengo mi orgullo y, además, no es correcto meterse en lo ajeno; y una colerita que sufro de vez en cuando no debería contar; en fin, se puede decir que estoy casi limpio de los siete pecados capitales y que bien merezco mi lugar en el Paraíso.
         Esa suele ser la tendencia casi generalizada de todos: la auto indulgencia.  Todos tratamos de minimizar nuestros vicios morales, restarles importancia desde nuestro punto de vista, si somos los ofensores.  Y en el peor de los casos, de negar por completo su existencia en nosotros.  Sin embargo, si no somos tan superficiales y analizamos cada uno de esos vicios con cierto detenimiento, la cosa cambia; si estudiamos el alcance de ellos y cómo dañamos a los demás con su aplicación, nos encontramos con una realidad desagradable.
No importa que usted sea creyente o no de alguna religión o sistema filosófico, sabrá que para explicar ciertos fenómenos del mundo físico, es necesario hacer ciertas suposiciones que no tienen fundamento en el plano físico.  También sabemos que el orden y la coherencia son dos requisitos indispensables en cualquier sistema filosófico.  Por lo tanto, aquí se hará uso de ciertos postulados necesarios para explicar algunos teoremas que tienen que ver con eso que llamamos núcleo moral, elemento que aunque todos sabemos que existe, carece de un fundamento material en donde ubicarlo.  Nadie puede negar que en cada ser humano hay un “núcleo moral” pero, ¿en dónde reside este?  ¿En qué parte física del cuerpo se aloja? Religiosa o románticamente, decimos que el bien y el mal tienen su asiento en el corazón; sin embargo, a mucha gente le han cambiado el corazón y siguen siendo los mismos (buenos o malos) que antes del trasplante.  ¿Entonces?  ¿Pasaría lo mismo con nuestra mente (conocimientos, inteligencia si nos pudieran cambiar el cerebro?
         Es en situaciones como esta en donde el uso de otras explicaciones se convierte en una necesidad, al menos provisional.  Así que haremos uso de ciertos elementos de las religiones orientales (sistema vedantino), de la Doctrina Secreta y de las teorías Teosóficas para explicar algunos puntos de este elemento que hemos llamado núcleo moral.  Algunos de esos temas son la reencarnación, Karma, evolución, inmortalidad del Ego (Atma-Buddhi-Manas), diversos planos de la naturaleza, y algunos postulados acerca de la naturaleza de Dios y los dioses.
         En alguna “Chispa” anterior señalamos los siete pecados capitales que la Iglesia postuló a través de los siglos.  También dijimos que omitieron muchos cuya gravedad es innegable; y es por eso que planteamos este tema general del núcleo moral.  Y como complemento, ampliamos la lista a un número mucho mayor de vicios morales de los que TODOS participamos, aceptemos o no.  Sin embargo, a todos nos encanta que no estén oficialmente registrados en las listas oficiales, pues eso nos alivia la carga, aunque esto solo sea un engaño.  A continuación les señalamos esa lista que ustedes pueden ampliar o reducir a su gusto.  Todo lo que somos, aunque con diversas medidas:
Egoísta, mentiroso, lujurioso, glotón, cobarde, hablantín, avaro, arrogante, inconsciente, impostor, mezquino, traidor, intolerante, falto de amor, vanidoso,  fanfarrón, insensible, iracundo, calumniador, perezoso, despectivo, necio, pesimista, odioso, exhibicionista,  cínico, patán, difamador, envidioso, irreflexivo, manipulador, atemorizante, torturador, sentimentaloide, preocupado, deprimido, irrespetuoso, triste, vengativo, irrespetuoso, indolente, malicioso, rencoroso, maledicente, orgulloso, deshonesto, irresponsable, desconsiderado, hipócrita, malvado, vicioso, maniático, asesino, malagradecido.
         A ese medio centenar de vicios, se le pueden agregar los 7 pecados capitales que el 10 de mayo del 2008 incluyeron las Naciones Unidas:
1) manipulación genética  2)  experimentación con seres humanos  3)  contaminar el ambiente  4)  provocar injusticia)  5)  causar pobreza  6) enriquecerse de manera obscena  7) consumir drogas.
         Como pueden ver, el panorama está bien surtido, aunque es probable que deban incorporarse más elementos de acuerdo con nuestros lectores.  También es muy probable que muchas personas consideren que son demasiados, o bien, que ellos no participan de la naturaleza de esos vicios.  Demostrar lo contrario, será el objetivo de las “Chispas” siguientes.  Sabemos que será molesto pues no hay persona sobre la tierra que acepte ser hipócrita ni, mucho menos, mentirosa.  O intolerante.  Y talvez no se deba a que se consideren buenas personas, sino por la repulsión que causa la idea de ser visto socialmente como partícipe de cualquiera de esas condiciones; de ahí el empeño casi fanático y furibundo que muestran algunas personas para convencernos (con palabras) de que ellos son honrados, veraces, castos o humildes.
         Esa será la difícil temática que abordaremos en las próximas notas de esta serie.  Analizaremos uno o dos temas en cada turno, tratando de demostrar la validez de nuestras afirmaciones.
         Por ahora, comenzaremos con la FANFARRONERÍA.  Pero antes veamos qué dice el DRAE: “Que se precia y hace alarde de lo que no es, y en particular de valiente”.  “Aplícase a las cosas que tienen mucha apariencia y hojarasca”.
         ¿Quién no ha contado en su vida las más diversas aventuras en donde su valor ha sido la nota sobresaliente?  ¿Quién no siente la compulsión de contar anécdotas en donde él o ella es el héroe o la heroína?  Aunque este vicio es más popular entre los hombres, con las clásicas posiciones de matonismo, en las mujeres también es frecuente; aunque con ellas adquiere otros matices más sutiles y elaborados.  La fanfarronería casi siempre es el escudo mediante el cual se oculta (o se trata de ocultar) la cobardía.  Este es un vicio (debilidad) que desvela mucho a quienes lo padecen, pues como el valor es una virtud tan enaltecida, todos quieren ser considerados como valientes.  De ahí que estas personas aprovechen cualquier situación para “rajar” acerca de su valor y los interminables lances en donde lo ha puesto a prueba, en situaciones imaginarias; y sobre todo, con público tolerante… o que no le importa. 
         La fanfarronería y los vicios derivados de esta, son de los menos nocivos, aunque no dejan de ser molestos para aquellas personas que tienen que soportar esos relatos a sabiendas de que son falsas.  El fanfarrón está en todas partes, y siempre está dispuesto a tomar el escenario para representar sus imaginarias historietas de valor supremo.  O para exagerar cualquier circunstancia anodina en donde haya participado aunque solo sea tangencialmente.  Sin embargo, mientras no penetren al campo de la maledicencia, son inocuos, aunque un poco molestos.  Siempre son los candidatos a quedarse solos en cualquier reunión, situación que es el mejor indicador de su condición de indeseables.  ¿Es usted fanfarrón? ¿Es el protagonista heroico de todas sus historias?   Cuando más anónimo sea en sus relatos, menos participa de ese vicio tan atractivo.  Analice sus cuentos e historietas y vea quién es siempre el “chavalo” en ellas; si resulta ser usted, lo cuestión anda mal.  Es usted un fanfarrón.
                   Saludos fraternales
                                   Ricardo Izaguirre S.     Correo:   rhizaguirre@gmail.com
Blog  “LA CHISPA”      www.lachispa2010.blogspot.com/           

domingo, 29 de mayo de 2016

1055 Los vicios morales



1055  LA CHISPA                   
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS VICIOS MORALES
         Se supone que todos estamos dotados de un núcleo moral como parte esencial de nuestra personalidad.  No importa que tratemos de ignorarlo o no, es el que regula y ordena nuestra conducta social; la fuerza irrefrenable que determina nuestra potencialidad de causar daño a nuestros semejantes, incluso a nosotros mismos, pues en la gran mayoría de los casos, somos las víctimas principales de este mecanismo evolutivo que, implacablemente, nos conduce por ese sendero que no es arbitrario ni corresponde a “castigo” alguno, sino que es el producto inevitable de lo que hemos hecho (sembrado, como dicen poéticamente las religiones).  Es el resultado de la indulgencia que aplicamos con nuestras tendencias malignas.  Porque NADIE, nadie puede alegar desconocimiento de la naturaleza de nuestros pensamientos y sus secuelas, que son las acciones que nos llevan a los resultados que obtenemos en la vida, y a través de las vidas.  Se llama Karma, y NO PERDONA.
         La cuestión moral del hombre es algo que siempre ha preocupado a las religiones y filósofos; pero también, en alguna medida, en algún momento de su vida, a cada persona en particular, cuando tratan de explicarse o comprender la naturaleza de su conducta, de la cual, suelen ser víctimas indefensas.  ¿Por qué actúo así?  ¿Por qué no puedo refrenar mi lengua?  ¿Por qué pierdo el control de mi carácter a la menor provocación o incomodidad?  ¿Qué es lo que determina el carácter, esa potencialidad o carencia que nos hunde socialmente o que nos conduce por el camino correcto y envidiable?  ¿Por qué hay gente CORRECTA y legiones de insensatos incapaces de un comportamiento decente y aceptable?  ¿Por qué hay miríadas de zopencos que, conociendo la conducta correcta siempre escogen el camino errado?  ¿Por qué?  Es indudable que ante cualquier situación que no plantee la vida, SIEMPRE CONOCEMOS la elección correcta.  Vean que siempre sabemos qué es lo que nos conviene, protege y nos libera de resultados desagradables.  Solo meditemos ante un lance social sumamente abundoso: la infidelidad marital.  ¿Sabemos o no, a lo que nos puede conducir y todas las desgracias que de él pueden derivarse?  ¿Hay alguien, hombre o mujer; que crea honestamente que puede salir incólume de una aventura “amorosa”?  Todos SABEMOS los riesgos y sus consecuencias.  Conocemos el peligro y las dolorosas consecuencias que entraña la infidelidad y, sin embargo, SABIENDO, siempre estamos dispuestos a jugárnosla bajo la ingenua teoría de que solo es un pasatiempo del que nadie se va a dar cuenta; que nadie va a salir lastimado, que solo es un juego ingenuo que no entraña daño para nadie.
         ¿Qué es lo que determina esa conducta suicida a pesar de que conocemos las inevitables consecuencias?  El núcleo moral del cual estamos dotados; mejor dicho, las deficiencias de ese mecanismo que, en forma general, conocemos como CARÁCTER.  ¿Y por qué casi todos carecemos de ese elemento de la personalidad que nos haría invulnerables a los ataques de nuestras propias debilidades?  Porque todos somos diferentes, con distintos grados de desarrollo personal que nos sitúan en un infinito número de posiciones en el camino evolutivo.  Eso se llama carácter, y es el indicador primario del sitio que ocupamos en la manada evolucionante.
         Carácter NO es violencia ni imposición de la voluntad; es el dominio sobre las tendencias negativas y destructivas que residen en nuestro núcleo moral y que son el producto de cientos de inclinaciones “malignas” cuya génesis se encuentra en nuestra mente (parte de la personalidad).  El dominio de esos vicios es la gran batalla del hombre; es el camino que conduce a la “santidad”.  A ser un hombre correcto que, ante la oferta de sus instintos, sabe distinguir y elegir el BIEN, la conducta adecuada e incapaz de causarle el mínimo dolor; tampoco a sus semejantes.
         Las religiones han luchado en contra de estas tendencias, pero con una metodología diferente y dudosa: haciéndonos creer que el “castigo” será en el Infierno, un sitio hipotético y discutible; además, sujeto a la posibilidad de evadirlo mediante la triquiñuela del perdón de los pecados, una especie de amnistía que promueve la impunidad del mal.  Aunque se han escrito códigos morales variados, los más notorios son los religiosos.  Por desgracia algunos de ellos, como el bíblico, fundamentados en leyes tan severas, hicieron que otras asociaciones religiosas se fueran a los extremos de flojera y al clientelismo.  Optaron por ofrecer a sus feligreses, diversos caminos fáciles para evadir las consecuencias de sus actos, algo impensable desde el punto de vista de la filosofía o de las religiones orientales, en las cuales el principio de la Justicia Eterna está representado por el Karma. 
         No es sino hasta que entendemos la naturaleza educativa de la Ley, que focalizamos nuestra atención en nuestro núcleo moral, fuente de todas nuestras desgracias o felicidad.  Solo cuando entendemos eso, dejamos de quejarnos y de buscar culpables exteriores: prójimos, diablos, dioses.  Solo cuando fijamos nuestra atención en nuestro interior (mente), es cuando nos damos cuenta de que todo está en nosotros.  Que todas nuestras circunstancias derivan de nuestra conducta, y que esta está determinada por ese núcleo moral que nadie, salvo nosotros mismos, puede hacer cambiar.  Nadie nos puede absolver, ni siquiera un dios.
         Esa será la temática de esta serie de “Chispas”: hacer un brevísimo análisis de algunos de esos vicios morales que TODOS tenemos, y que TODOS minimizamos hasta el punto de creernos libres de ellos.  Esas explicaciones que nos damos ante nuestras faltas de moral, serán el punto focal de estas notas.   Desde luego que cada uno de nosotros deberá practicar una metodología que suele ser extraña (o inexistente) cuando establecemos juicios sobre nuestra  conducta, vicios y deficiencias morales.  Pero si no somos honestos y críticos, permanecemos en el engaño, lo cual no nos ayuda en nada.  Tampoco es cuestión de afligirse, pues en el camino de la evolución, disponemos de millones de años para hacer los correctivos necesarios.  La Rueda de Samsara, si creemos en la transmigración, nos garantiza todo el tiempo del mundo para obtener la purificación por nuestra propia voluntad y ser nuestros propios salvadores.
         La Iglesia empezó señalando unos pocos de estos vicios que, finalmente quedaron en siete.  “Los siete pecados capitales”, lista engañosa que nos lleva a creer que solo son siete “pecadillos” lo que nos separan del cielo y que, con buen y oportuno arrepentimiento, podemos borrar de nuestra carga moral y colarnos en el Paraíso.  Incluso nos señalaron las “vacunas” que nos protegen de ellos.
         En la lista que aquí se elaboró, se incluyen más vicios que no pueden ser negados,  ya que su presencia es evidente en casi todos los seres humanos.  Es por eso que les pedimos que sean honestos en su análisis y estudio de esos vicios.  Sin ser condescendientes ni tolerantes.  Con rigor científico, pues eso nos puede llevar a darnos una idea aproximada de la clase de personas que somos.  El siguiente es uno de esos vicios del cual casi TODOS  creemos estar libres; y nos indignamos si alguien sostiene lo contrario.  Ese mote se convierte en el disparador de todos los demás vicios que hemos incluido en esta lista de estudio: MALEDICENTE.  Si alguien nos acusa de eso, de inmediato se despiertan en nosotros la intolerancia, vanidad, soberbia, ira, necedad, cinismo, patanería, irrespeto, grosería y muchas otras de esas criaturas que moran en el interior de nuestro núcleo moral.    ¿Empezamos?
         Fraternalmente
                       Ricardo Izaguirre S.         Correo:   rhizaguirre@gmail.com
                

lunes, 16 de mayo de 2016

1054 ¿Qué es la magia?



1054  LA CHISPA         (20 de marzo de 2016)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿QUÉ ES LA MAGIA?
         El diccionario tiene varias definiciones acerca de la magia, pero, lamentablemente generaliza una confusión popular entre lo que es la verdadera magia y lo que practican los ilusionistas, prestidigitadores y otros artistas callejeros.  Pero la magia nunca ha tenido como objetivo el entretenimiento del público, ni siquiera del más exclusivo como los reyes y mecenas de la antigüedad.  Y aunque sus cultores se han camuflado bajo distintos disfraces y actividades, la magia nunca ha tenido como objetivo brindar espectáculos públicos a cambio de dinero.  La línea central de la magia siempre ha sido la ciencia, y su objetivo, el estudio de la materia; en especial, todos los cambios físicos y químicos que se producen en esta.  Y la magia aplicada es la producción, control y dirección de esos cambios.  Su campo de acción está formado por la física, química, biología, astronomía y todas las ciencias en donde el substrato sea la materia.  Y ahora, como en tiempos pretéritos, los magos son los científicos de vanguardia.  Y así como ahora estos nos asombran con sus logros, así lo hicieron sus antepasados; pero como contaban con un público menos comprensivo y menos conocedor de la Naturaleza, tuvieron que ocultar sus actividades mediante cierta teatralidad que terminó por crear el aura de misterio, superstición, miedo y desconfianza que llegaron a producir.  Y es por esa incomprensión popular que tuvieron que asumir un papel necesario (el personaje) para encubrir su actividad verdadera, que era la ciencia.
         Dice el diccionario que los magos realizan actos que van “en contra de de la naturaleza”.  Pero esa es otra inconsistencia definitoria de la Academia, pues en la Naturaleza NO existe nada, no puede existir, algo que vaya en contra de las leyes de esta.  NO EXISTEN LOS HECHOS “SOBRENATURALES”.  Solo una infinidad de fenómenos científicos cuya causa y razón desconocemos.  Todo lo que sucede (resultados mágicos), está de acuerdo con las leyes del plano en el cual habitamos; que no lo entendamos o conozcamos su razón, es otra cosa.  Así, pues, esa definición del diccionario resulta deficiente, inexacta y tendenciosa, pues confunde el ilusionismo y la prestidigitación con la magia.  La magia y los magos verdaderos jamás han tenido como objetivo  el entretenimiento y la diversión del público.  Eso es otra cosa, y su confusión ha derivado de la literatura miliunachochesca, la cual da pie a todo tipo de fantasías “mágicas”.  Pero la magia tiene otros objetivos muy diferentes, y sus cultores verdaderos conocen muy bien sus metas y limitaciones, aunque a veces tengan que asumir conductas un poco teatrales.
         El conocimiento de las leyes de la naturaleza es lo que  permite la explicación de los fenómenos físicos cotidianos y los hace comprensibles al vulgo; pero cuando esto sucede, dejan de ser “mágicos” e interesantes; se vuelven rutina, o trucos pasados de moda, como muchos fenómenos eléctricos o electrónicos.  ¿A quién le impresiona una computadora o un teléfono “celular”?.   ¿O la televisión digital de alta definición?  ¿O la química de los plásticos?  ¿O la “nube”?  Y todos ellos son magia pura.
         El conocimiento de la magia es una “obligación” inherente a la humanidad; al menos de una parte de ella.  Y aunque ahora los magos ya casi no utilizan gorros puntiagudos (los han cambiado por batas blancas), continúan practicando los rituales misteriosos de siempre.  Los colegios, las sociedades, los sindicatos, los congresos, las “patentes”  y otras artimañas siguen siendo los broqueles que protegen sus conocimientos de la profanación del vulgo.  El misterio y el sigilo siguen teniendo la misma utilidad y validez que tenían hace milenios.  Lo que antes era labor privada y altamente selectiva de parte de los Maestros solitarios o colegiados, ahora es una labor que han asumido las universidades en forma más liberal y accesible a miles de aspirantes a “magos”.  Sin embargo, la tradición continúa siendo muy parecida. Incluso la utilización de lenguajes esotéricos para marginar al vulgo de la comprensión general de la clase de magia (especialidad científica) que practican los diferentes grupos de iniciados en los “misterios de la ciencia”.  Pero la magia actual como la antigua (ocultismo, alquimia, astrología y otras), conserva sus categorías y terrenos vedados a los que no están  iniciados en los secretos misterios de la Materia y el Espíritu.  Porque si no se comprende la naturaleza del Espíritu, es imposible descifrar los más profundos secretos que encierra la materia.  Como la cuestión del ORIGEN DE TODO.  Y esto no es un planteamiento religioso, aunque varias religiones y el ocultismo científico lo explican muy claramente desde hace milenios.  Por desgracia, como en la antigüedad, un sector de los magos modernos ha cortado el cordón umbilical con la fuente primitiva del Conocimiento, y se han parapetado detrás de la muralla del materialismo exclusivo, y con eso, se han aislado de la única vía de acceso a la verdad.  Así como hicieron los astrónomos en relación con la Astrología, y a partir de ahí, perdieron el rumbo.  Pero no para siempre… Ahora mismo hay legiones de astrónomos-astrólogos que comprenden que la verdad última solo puede aparecer cuando se entiende al Espíritu, el principio Rector del Universo.
         La magia, pues, es el conocimiento y manipulación de la materia mediante la comprensión de  la esencia que anima a esta, el Espíritu.  Pero, por favor, no confundir este espíritu o esencia última con las definiciones de los dogmas religiosos.  Y desde luego, recordar que los magos (antiguos y modernos) son los cultores de esta ciencia que se fundamenta en los principios eternos de la Ley.  Entonces, ¿tenemos que inclinarnos y doblar las rodillas ante la ciencia?  ¡Desde luego que no!  Ni delante de ningún, dios o dioses, ángeles o arcángeles.  Todos ellos solo son dignos de nuestra admiración y respeto, no de idolatría.  Y la ciencia, lo mismo que la magia, es merecedora de nuestro agradecimiento pues cada día nos hace más comprensible, cómodo y útil el ambiente que nos rodea, lo cual nos convierte en partícipes de la magia que este encierra; pero no como un misterio oscuro y tenebroso, hijo de potencias malévolas y diabólicas sino de la evolución natural del espíritu humano y sus magos, que lo somos todos en mayor o menor grado.  La magia es y ha sido la religión de siempre: es la primitiva fe llevada a la categoría de hechos probados de manera indiscutible.
         Y aunque estamos lejos de la meta en el camino evolutivo, vamos apuntando en la dirección adecuada, pues el dolor causado por el mal uso de los productos de la magia, son los correctivos necesarios para visualizar correctamente el sendero.  El precio de la purificación siempre es alto; no existen los atajos ni el camino fácil en el proceso de la evolución.  Y aunque es cierto que existe la magia, esta no puede eliminar los abrojos de la senda.  No existe el perdón a nuestros pecados, ni siquiera siendo magos de alta categoría, pues el Karma (La Ley) es implacable y se encuentra incluso por sobre las cabezas de los dioses y los santos.  Nada ni nadie escapa a la Ley, ni los dioses.
         La magia, en resumen, es el dominio de la materia en el plano físico en donde vivimos; pero también es mucho más que eso: es conocer la esencia superior de esta; es entender el espíritu que la anima.  Solo así se puede reclamar el título de mago.  Y no solo para blasonar y sorprender a los legos, sino para comprometerse como voluntario colaborador en la gran obra evolutiva, en la que tantos tratan de hacer lo suyo de acuerdo con el alcance de sus CONOCIMIENTOS.
         Que la paz sea con ustedes
                                  Ricardo Izaguirre S.      Correo: rhizaguirre@gmail.com