lunes, 31 de mayo de 2010

668 El doctor House

        668   “LA CHISPA”                    (17/07/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL DOCTOR CASA (HOUSE)
     Si enfermara de cualquier cosa, me encantaría caer en manos del Doctor House y su competente equipo de diagnosticadores que parecen saberlo todo. Con todo lo patán, irónico, descreído y burlesco que es, resulta ser una persona encantadora pero, sobre todo, un genio en el cual se puede confiar abiertamente desde el punto de vista médico. Tanto es así, que sus subalternos lo respetan profundamente y le toleran sus excentricidades y ordinarieces porque reconocen su altísima calidad profesional; pero lo que es más importante, ellos “saben” que detrás de aquel renco lunático con apariencia estrafalaria, se encuentra un hombre sensible y atormentado que usa la coraza del sarcasmo para que nadie vea sus debilidades. En su fase externa es un científico perfecto que casi nunca permite que sus juicios se vean obnubilados por sus sentimientos humanos; y en eso se empeña de manera tan terca, que llega a convertirse en un tipo odioso socialmente, en un inadaptado incapaz del menor gesto de reconocimiento a la valía de los demás. No al menos públicamente. Sus sentimientos son un enigma complejo, aunque su capacidad como doctor está fuera de toda discusión.
     La combinación mágica que resulta de su talento y su aspecto desvalido, deviene en un ser patético digno de las más enredadas consideraciones, pues en cuanto lo odiamos, le sentimos cariño y reverencia. El más claro ejemplo de este embrujo que ejerce el Dr. House es la sensual doctora Cameron (Jennifer Morrison), la cual lo mira con una admiración casi sagrada; en sus ojos y semblante, incluso en sus juicios, captamos el amor contradictorio que siente por este individuo cuyo contacto o aproximación es tan peligroso y refractario, como el intento de establecer alguna relación con un puerco espín. A pesar de lo irritante y grosero que es, ella lo ama por encima de todo, y lo transpira por todo su cuerpo. Es una entrega total que debería traducirse en un encuentro apasionadamente sexual; sin embargo, la serie se ha mantenido a buena distancia de algo que parece inevitable. Y aun cuando en algunos momentos llega a situaciones comprometedoras del sesgo académico de esta película, los guionistas cuidan esmeradamente este aspecto y no incurren en las vulgaridades de las telenovelas corrientes en donde todo acaba en la cama sin ton ni son.
Es ingeniosa, inteligente, bien actuada y concebida por sus creadores, es de lo poco bueno que podemos ver en la televisión. Ojalá que se mantenga dentro de su calidad artística y no la conviertan, como todas las series exitosas, en una cuestión política y propagandística judía. En los clásicos culebrones en donde los judíos son perseguidos, torturados, discriminados y humillados. Y en las que, sin embargo, son los genios, los que más saben y de los que depende la marcha correcta del Universo. Sería una lástima terrible, pues la pondría en un terreno ideológico chocante con las personalidades de los actores, que se desarrollan por sus condiciones humanas e intelectuales y no por cuestiones étnicas o de pertenencia a la “raza elegida”. Hasta el momento de escribir este comentario, el Dr. House NO es judío, aunque ya lo escuchamos en un capítulo pronunciar la expresión yidish (judía): “Mazel Tov”, una especie de conjuro para que haya buena suerte. Sería una pena que la arruinaran con ese tipo de idioteces y que nos salieran con el Bar Mizvah, el Holocausto, la Janucá, el Yom Kipur, el Rosh Hashaná o el Purim. Pero lo harán… se los aseguro.
     La cuestión racial es bien manejada en la relación de House (Hugh Laurie) y el doctor Erick Foreman (Omar Epps), pues en ella no salen a relucir los tradicionales argumentos de la discriminación, tema que convierten los cineastas judíos en la cuestión medular de todo su trabajo fílmico. La personalidad del doctor House es tan avasalladora que, incluso su jefa, la doctora Cuddy (Lisa Edelstein), está inmersa dentro del aura poderosa de este extraño sujeto inmune a toda autoridad. Y ella también lo ama, aunque con más proyección sensual, con la misma intensidad emocional que Allison. La relación de House con el australiano Chase (Jessie Spencer) es casi paternal, aunque no haya ni el más leve indicio de afecto por parte del repulsivo lisiado. Sin embargo, aquel también lo admira y reconoce su capacidad a prueba de todo. Todos estos jóvenes están sometidos al hechizo del papá de “Stuart Little”; pero hay un protagonista que se sale del guacal: el doctor James Wilson (Robert Sean Leonard). Este no está sujeto la autoridad médica directa de House, y aunque es víctima de las pesadas bromas de este, goza del reconocimiento y cariño del chiflado Dr. Casa. Y aunque Wilson es un competente oncólogo, también se encuentra sujeto a la influencia emocional de ese agraciado e impredecible individuo, poseedor de una lógica intimidante.
     El enfoque casi imposible que la serie les da a todos los personajes, apresa al público en una especie de atmósfera que, aunque irreal, nos atrapa en un suspenso casi perfecto; con muy pocos vacíos o inconsistencias técnicas. Tanto médicos como enfermos, van creando una telaraña tan bien vinculada que no para de revolver nuestras emociones en una especie de licuadora sentimental que nos lleva del odio a la lástima, del juicio violento al perdón, de la certeza al desconcierto. A veces vemos a House como un tipo aborrecible y, en el mismo capítulo, oteamos en la intimidad de su ser, algunos rasgos tan dulces que es imposible ver en su flaca y peluda cara casi infantil, de niño travieso. El arcano de la personalidad de House es algo que nos captura de inmediato; es el clásico individuo al que tenemos que odiar o amar, o ambas cosas. Nos ofende y nos hunde en la perplejidad de sus juicios ácidos acerca de la naturaleza humana, pero a la vez, sin expresarlo con palabras, nos hace sentir y compartir la justicia y corrección de sus apreciaciones profundamente sabias y ajustadas al supremo objetivo de la medicina. Y aunque a veces parece poco ortodoxo en sus métodos, al final siempre nos da lecciones éticas invaluables. El doctor House es todo un carácter magníficamente interpretado por el británico Hugh Laurie. Vale la pena verlo mientras se conserve sin contaminar con temas políticos o raciales.
     La pasan de lunes a viernes a las 6 P.M. en el canal 50 de Cabletica, a quienes les doy las gracias por este refrescante regalo que me ha devuelto el placer y la ansiedad de “ispiar” la tele. Como cuando veía “La Zulianita”, hará cuestión de treinta o más años. Cuéntenme qué les parece. ¡Ah!, no me pagan nada!
Televisorescamente
 RIS

domingo, 30 de mayo de 2010

592 Las manifestaciones domesticadas

592      “LA CHISPA                               (06/03/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LAS MANIFESTACIONES Y PROTESTAS PÚBLICAS DOMESTICADAS
     Hace unos días presencié una manifestación pública de la APSE, en la cual reclamaban al gobierno que les pague los salarios atrasados y que lo haga puntualmente. Lo mismo de siempre: los mismos cartelitos, rotulitos, viseras, sombreritos, anteojos, cancioncitas y las requetequemadas consignas a las que nadie hace caso. Una marcha patética de personas que, en cierta forma, son estimuladas a realizar tales actividades que “validan” al régimen democrático que nos gobierna. Pero ¿quién les pone atención? NADIE. Los tradicionales desfiles del primero de mayo y de cualquier otra fecha no son más que cuestiones folclóricas que nadie toma en serio. Ni los diputados ni el Gobierno. Es más, al final de estos, las autoridades felicitan a los organizadores y les “reconocen el orden, respeto y civilidad demostrada”; y los manifestantes se sienten halagados. El único efecto positivo que tienen estos carnavalitos criollos es que hacen felices a los vendedores callejeros, quienes hacen su agosto con la venta de granizados, refrescos y agua. El gobierno se ríe de estas mascaradas cívicas, pues sabe que son inofensivas, inútiles y monótonas; y que una vez asoleados, cansados y aburridos los empleados, se van a sus casas satisfechos, pero con las manos tan vacías como cuando llegaron.
    Bajo la discreta y aburrida mirada de la fuerza pública, gritan sus consignas con más o menos entusiasmo para sentirse bien con ellos mismos. Pero nada más. Terminada la algarabía que tanto costó organizar, cada uno se va a su casa y ahí termina la acción cívica. Y también ahí finaliza la preocupación del Gobierno, si es que tuvo alguna, pues estas fanfarrias son tan inocuas que no desvelan a nadie. Ningún diputado o presidente suspende sus vacaciones o diversión por temor a lo que puedan hacer los “gremios laborales” de Costa Rica. Están enterados de cómo está la cosa. Conocen quiénes son sus líderes y cómo manejarlos cuando se ponen muy alborotadores. Saben que, en su mayoría, son gente domesticada que se pliega a la ortodoxia huelguera de los empleados públicos: pedir el permiso a la Muni, comunicar a sus jefes que se van a tomar el día libre, preparar los carteles, los anteojos de sol, las gorras y sombreros, los afiches, los camiones que llevan los parlantes, contratar a los recitadores de coplas, invitar a uno que otro político oportunista, algún “intelectual” que quiera lucirse, a algún diputado de la oposición y uno que otro rector de alguna universidad. A veces alguna comparsa y las gigantonas. Algún mariachi o una cimarrona y, ¡listo! La jornada cívica está a punto. ¡A asolearse o mojarse, dependiendo de las veleidades del tiempo!
     Este ha sido el esquema de la protesta cívica por años; y cuanto más “cultas” se consideran las personas manifestantes, más inocuo se vuelve su reclamo. Eso lo sabe muy bien el gobierno, pero la verdadera obra de arte que este ha logrado en el control de esos movimientos, no es solo la sumisión de sus líderes, sino lo que ha grabado en la mente de los participantes. El gobierno le ha hecho creer a los trabajadores que una demanda es un acto cívico; algo así como la celebración del día de la Independencia o de la madre. No importa que sus hijos estén con hambre, que los desalojen de las casas, que les corten la luz y el agua; la marcha debe ser “un ejemplo de civismo”, como si eso le importara un bledo a quien no tiene qué llevar a su casa para darle de comer a su familia. El civismo es una cosa, y la supervivencia, otra. Un reclamo por el salario NO ES UN ACTO CÍVICO, es una guerra en la que nos va la vida y la de nuestros hijos. Aquí NADIE está obligado a reglas de cortesía sino a las de la violencia, único leguaje que escucha el Gobierno. Pero eso nunca se da entre los aristocráticos y educados empleados públicos. Solo la sumisión al esquema propuesto por el Gobierno y la Prensa. Es por eso que una vez pasados estos ocasionales jolgorios, el Estado se da el lujo de felicitar a sus organizadores por el “alto espíritu cívico demostrado”. Y los líderes se sienten felices. Pero lo que es el colmo del cinismo, la burla y el menosprecio es que, incluso La Nación se toma la libertad de congratularlos por su comportamiento y apego a los “valores y tradiciones culturales del pueblo; además, por el ferviente respeto a la democracia y la propiedad privada y el orden con el cual se llevó a cabo la jornada cívica”. Ese es el broche de todas esas actividades: el reconocimiento del Estado y la Prensa.
    ¿Qué se ha logrado con estas marchas, además de una mañana o una tarde de esparcimiento? NADA. ¿Cuántas de esas llevamos durante los últimos cincuenta o sesenta años? Miles. ¿Y que se ha logrado con ellas? NADA. No ha habido una sola de estas protestas que haya logrado algo, NI UNA SOLA. Cuando el Estado se puede dar el lujo de felicitar a los huelguistas o manifestantes sin hacer la mínima concesión a los derechos de estos, LA COSA ANDA MAL. ¿Cómo es que dirigentes y dirigidos se conforman con eso? Con promesas y palabras todo el mundo queda satisfecho, pero los que no han recibido sus salarios siguen en el filo de la angustia y desesperación, sin que nadie los ayude.
¿No es tiempo ya de revisar este esquema? Me parece que se hace necesario un nuevo planteamiento entre la clase trabajadora y el Estado, porque este tipo de problemas tan habituales en la función pública NO se da en la empresa privada. Esta comete todo tipo de atropellos con los obreros, PERO SIEMPRE LES PAGA A TIEMPO. Y eso hay que reconocerlo. Nadie trabaja para que lo vean o lo alaben, sino para subsistir.
     Hago una cordial invitación a los dirigentes y obreros para que se dediquen a hacer una revisión profunda de la metodología a seguir en sus relaciones con el Estado. Ya saben que los desfiles son muy bonitos y coloridos pero inútiles, por lo tanto, la lucha debe ser diferente, aunque a los ojos de La Nación parezca “impropia” de profesionales en la educación o cualquier otra rama. Esto NO es un concurso cívico sino una batalla por la existencia, por la supervivencia de nuestras familias. Y cuando nuestros hijos tienen hambre, no hay cabida para la gentileza o la elegancia. No es justo que este recurrente problema se dé todo el tiempo; año con año, en un círculo infinito de desconsideración e ineptitud por parte de los gobiernos. El salario es sagrado. Estudien la mecánica de estas demostraciones y verán que cuenta con la aprobación del Gobierno; ¿y eso qué significa? Ustedes lo saben muy bien; además, saben mejor quiénes son sus “líderes”.
RIS

642 De espaldas a la civilización

642  “LA CHISPA                                (3/06/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
DE ESPALDAS A LA CIVILIZACIÓN
     ¿Tiene alguna explicación histórica, social o política la tendencia que tenemos los centroamericanos hacia el “enmontañamiento”? Todos huimos de las costas y nos refugiamos lo más adentro que pudimos, lejos del mar. ¿Hay alguna causa sicológica para esa conducta tan anormal desde el punto de vista del desarrollo? En Costa Rica nos encaramamos en la Meseta Central y cortamos todas las rutas al océano; es más, NUNCA las hicimos. ¿Sería una tentativa subconsciente para alejarnos de nuestros conquistadores? Pero en Costa Rica hay una contradicción porque esos conquistadores eran la población que hoy forma nuestra sociedad. Aquí el fenómeno parece que fue al revés: los españoles se refugiaron en el Valle, y los indios se fueron a las costas. ¿Qué nos hizo huir de los mares, en especial del Atlántico (Caribe) que era y es el que nos puede comunicar con el mundo civilizado? En Costa Rica la costa limonense sigue siendo la “terra ignota” del josefino; algo misterioso, salvaje, ajeno a nuestra forma de vida rodeada de montañas. Y este caso es igual, más agudo o semejante en los otros cinco países del istmo. La “cara” continental que da a Europa y lo más desarrollado de los Estados Unidos, es la faceta más rebelde, atrasada e incomprensible de nuestra geografía. Sin población, sin puertos ni aeropuertos, sin servicios básicos… sin importancia alguna más que los precarios muelles por donde entra la carga que ha de llegar a las capitales y centros de población importante: San José, Managua, Tegucigalpa y Guatemala. Y el caso de El Salvador es peor, porque este pequeño país se encuentra por completo al revés del contacto con la “civilización”. Deberíamos ser como Brasil, una nación costera cuya población se ubica de frente al mar. Pero nosotros somos montañeses para los que el mar solo significa las vacaciones de fin de año: algo exótico. La colonización del valle central de Costa Rica se hizo “a pata”, es decir, sin vías de comunicación. Y hasta después, mucho tiempo después (finales del siglo XIX) se construyó el ferrocarril. Al contrario de lo normal.
     ¿Qué es lo que nos hace temerle al mar, actitud que ha redundado en un aislamiento nada favorable al desarrollo? Un país con dos mares debería estar formado por un pueblo navegante y aventurero; sin embargo, aquí nadie practica ninguna de las muchas actividades que propicia la vecindad del mar. No hay más que una pesca artesanal (solo en Puntarenas) y cero transporte de mercancías. En Limón se come pescado de Puntarenas. En ninguna de las costas de Costa RICA se ha construido nada que valga la pena; solo puebluchos miserables de angustiosa supervivencia. Las mismas capitales de las dos provincias marinas (Limón y Puntarenas) son dos pueblitos sin nada que valga la pena. Nada que ver, nada que hacer, aparte de emborracharse y comer ceviche o un pescado frito; fumarse un par de porros y “jalar” a toda carrera para “Chepe”. Y Liberia se alejó por completo del agua. Las instalaciones para turistas son otra cosa, pues son tan lejanas para el tico, como los hoteles Marriot de Hawaii o los de la Costa Azul.
    ¿Qué es lo que nos hace a los centroamericanos alérgicos al mar? El sentido común nos indica que todas nuestras ciudades más importantes deberían estar en las costas, y así casi no hubiéramos tenido que construir vías de comunicación terrestres. La capital (San José) debería estar en Limón; y Alajuela, Cartago y Heredia repartidos a lo largo de la costa caribeña, y todas quedarían enlazadas por una corta carretera de unos trescientos kilómetros. Y a partir de allí, saldrían las vías de conquista del interior, como hicieron en los Estados Unidos hasta llegar al Pacífico, donde ubicaron las principales ciudades de ese litoral. La practicidad reclama esa solución, porque lo que es la realidad actual, carece de una explicación sensata. Nosotros hemos colonizado el país a partir del centro. Increíble ¿verdad? En todas las épocas de la historia las vías de comunicación han sido básicas para el establecimiento de poblaciones, y la forma más práctica y barata de estas son las naturales: el mar y los ríos, razón por la cual las grandes ciudades de la antigüedad y del presente son puertos marinos, lacustres y fluviales. ¿Cuál sería la razón de fundar las capitales centroamericanas a decenas o centenares de kilómetros de la costa caribeña, puerta de entrada y salida hacia Europa y lo más desarrollado de Estados Unidos? ¿Por qué nos escondimos de la civilización? Un misterio digno de estudio.
     El acceso al mar Caribe es una especie de odisea terrestre en la mayoría de los países de Centroamérica, lo cual hace que sea más fácil ir a bañarse en Miami o Cancún. Y si logramos llegar a nuestras costas, la situación es desoladora: no hay hoteles adecuados ni vías de comunicación, hospitales o clínicas; y la mayoría de los servicios son primitivos, si es que existen. Todo parece de existencia temporal, mientras se lo lleva la próxima marejada o ventarrón. Las aguas parecen contaminadas y todo se ve con apariencia decadente, sucia y dejada de la mano de Dios. Las mismas personas nativas tienen el aspecto de provisionales, fantasmagóricas, irreales y sin medios seguros ni permanentes de ganarse la vida. Todo está librado a las fuerzas de una naturaleza indómita sobre la cual los moradores no influyeran para nada. Son gentes, pueblos y cosas fugaces y transitorias, tan poco durables como los túmulos de arena de la playa. Casuchas cayéndose, muelles viejos en proceso de destrucción, barquichuelos podridos disolviéndose en el mar; gente triste y extraña con una oscura sensación de abandono lejano. Sin caminos adonde ir, solo los del agua; pero como nadie les ha enseñado a usarlos, son tan inútiles como los corales y la arena.
     ¿Por qué huimos del mar? Debe existir alguna respuesta que explique nuestra rara conducta, que difiere de lo que han hecho todos los pueblos de la tierra a través de la Historia. ¿Puede alguien sugerirme una explicación que se aparte del cliché escolar o colegial? Aquello de que los españoles encontraron que el Valle Central se parecía a Valladolid y que, por lo tanto… bla, bla bla.
     ¿Qué creen ustedes? Me parece que ya es hora de reconsiderar esta distribución de la gente sobre los territorios nacionales de los países centroamericanos. ¿No lo creen? (¿Qué piensan en sus países?)

RIS.

618 La principal infraestructura de un país: educación

618    “LA CHISPA                            (15/04/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PRINCIPAL INFRAESTRUCTURA DE UNA NACIÓN
    Al final de la segunda guerra mundial Alemania quedó reducida a cenizas. Lo mismo Japón. Si eso le hubiera pasado a cualquier nación latinoamericana, hubiera desaparecido para siempre, y sus ciudadanos se habrían degradado hasta la condición de cavernícolas salvajes. Pero Alemania y Japón conservaron intacta la principal infraestructura de una patria: la cultura de su gente. Y no solo la educación tecnológica y científica sino el carácter de su población. La convicción de lo que son, sus idiosincrasias, la certidumbre y fe es sus propias fuerzas recuperativas; en síntesis, la auto confianza generada por una voluntad superior de supervivencia aún en contra de la peor adversidad. Así como jodieron sin piedad a los demás, tuvieron el estoicismo para soportar con grandeza y orgullo, las infinitas humillaciones a las que fueron sometidos. La cultura y el carácter de un pueblo son producto de una educación esmerada, total, profunda y auténtica. Ese tipo de enseñanza es la que hace la diferencia entre las sociedades avanzadas y las inútiles del tercer mundo.
En nuestros países, la educación no es un PROYECTO NACIONAL, sino un apéndice que sirve para barnizar de cultura a nuestras juventudes; uno más de los “compromisos” del gobierno, algo difuso a lo cual NO se le da la consideración vital de la que debería gozar. Educación entre nosotros es embutir en los niños y jóvenes una serie de idioteces irrelevantes para ellos, y carentes de valor para el proyecto nacional de desarrollo. Temas divorciados. Educarse en la América Latina, significa obtener algún diploma que le sirva al portador para insertarse en algún puesto gubernamental, o para dedicarse a la expoliación de aquellos que hicieron posible que él pudiera estudiar. Una vez que el individuo se gradúa, se convierte en una especie de zorro en gallinero, dispuesto a darse un festín de por vida con sus conciudadanos. Sin compromiso ético alguno con su gente. El profesional nuestro es una especie de parásito que considera al cuerpo social del cual procede, como una especie de coto de caza que debe proveerle, vía profesión, toda la riqueza que él “merece” por ser lo que es. Y el ilustrado a medias, el que no concluye nada, se convierte en un resentido disfuncional, lleno de aspiraciones desmedidas que lo convierten en un desubicado social corruptible.
     La “educación” (un título) en la América Latina es una puerta individual de escape de la pobreza; la posibilidad de acomodarse en la clase media o alta. O lo que es peor: en la política. Es una llave para abrir ciertas puertas a la riqueza, pero no implica compromiso social alguno. Ni siquiera el de retribución. Hace muchos años, recién pasada la guerra, tuve un amigo alemán llamado Gerold Brugman, por quien supe que tanto él como todos los alemanes que eran marinos en el mismo barco, contribuían voluntariamente con una cuarta parte de su salario para “la recuperación de Alemania”. ¿Cuánto estaríamos nosotros dispuestos a dar a la reconstrucción de nuestros países? Creo que muy poco. Además, ¿cuánto se robarían los intermediarios? Y eso es lo que hace la diferencia entre “ellos” y nosotros: la solidaridad, el compromiso, el sentido de pertenencia y el deber patriótico expresado en acciones y no solo en palabrería hueca, como suele ser nuestro “patrioterismo”. En esencia, nos falta una EDUCACIÓN verdadera que deje en el individuo no solo una mano de esmalte, sino cambios profundos en su consciencia. Cambios que nos garanticen un CARÁCTER a prueba de todo: dolor, derrota, sufrimiento, hambre e incertidumbre. Una educación que produzca hombres y mujeres comprometidos con sus hermanos, y no solo carroñeros dispuestos a devorar a sus compatriotas.
     Sin embargo, esa educación no es un maquillaje solo para blasonar acerca de nuestro índice de alfabetización, sino para obtener esa clase de ciudadanos que, sin recursos materiales (como Japón), puedan hacer que sus países se sitúen a la vanguardia de la civilización. Ese sistema, desde luego, no es algo superficial para dotar a los individuos de un “titulito”. Imprimir un montón de cartones es muy sencillo. El asunto es estar seguros de qué clase de hombres hay detrás de esos doctorados, licenciaturas, masters y todos los grados de profesionalización que existen. Porque si solo preparamos parásitos sin consciencia social, todo el esfuerzo está perdido. Mientras no definamos con claridad qué es la EDUCACIÓN y para qué sirve, seguiremos avanzando en un camino que no nos lleva a parte alguna. Gastando recursos (no invirtiendo) en algo improductivo. Llevamos QUINIENTOS AÑOS con ese tipo de “educación” que nos mantiene anclados en el Tercer Mundo. Mientras no entendamos que la educación es un proceso continuo y no solo una etapa para otorgar un título en algo, estaremos remando contra corriente. El Estado tiene la responsabilidad y obligación de dirigir todo el proceso más allá de la graduación de los profesionales; no se trata solo de llevarlos hasta ese día, y de ahí, que hagan lo que puedan.
     Formar hombres y mujeres solidarios y fraternales debería ser la meta de todo proceso educativo, y este debe ser el principal objetivo de cada nación, pues de su éxito depende toda posibilidad de desarrollo. El Estado NO DEBE EVADIR esa responsabilidad y delegarla en instituciones privadas. Es más, la enseñanza privada debe ser suprimida de toda sociedad pues aquella es, por principio, el nicho donde se gestan los peores vicios de las sociedades compartimentadas y elitistas. La educación privada es una lacra solo tolerable en los países muy ricos, que pueden darse el lujo de permitir que sus oligarquías financien sus propios sistemas formativos sin fondos del Estado.
     Nuestras sociedades deben repensar todo lo que hemos estado haciendo en EDUCACIÓN y hasta dónde nos ha llevado. ¿Qué clase de profesionales tenemos? ¿Qué le devuelven a la comunidad que los formó? ¿Valió la pena invertir tanto dinero en esa actividad? Además, debemos considerar qué es lo que nosotros, como padres, pretendemos que se derive de la formación de nuestros hijos. ¿Solo queremos que tengan ÉXITO? ¿Eso es todo? ¿Que se encaramen por encima de los demás y que hagan plata a como dé lugar? Todos tenemos la obligación de pensar acerca de lo que significa la EDUCACIÓN verdadera como puerta única hacia el progreso material, una de las bases de la felicidad.
 (¿Cómo enfocan esto en sus países?)
RIS

sábado, 29 de mayo de 2010

77 El efecto G.W.

77    LA CHISPA
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL EFECTO “G.W”: PAYASOS A LA PRESIDENCIA

     No, no se trata del resultado de alguna ley de la Física, sino de un fenómeno social que es tan frecuente en la política de la América Latina, que ya casi a nadie le sorprende. Es más, parece ser la tónica a la cual, desdichadamente, nos hemos acostumbrado: los presidentes bufones que pululan por toda nuestra geografía. Pero lo más curioso es que, sin importar que tengan cara de serios o no, el populacho los sigue delirante hasta que los convierten en presidentes de estas repúblicas bananeras, cafetaleras, petroleras, cañeras o turísticas, que dependen de la buena o mala voluntad de los Estados Unidos para sobrevivir o hundirse.
    ¿Cómo es posible que un sinnúmero de payasos más o menos folclóricos sean elevados a la categoría de primeros mandatarios? Este es un campo virgen para el estudio de espiritistas, futuristas, síquicos, videntes, santeros y brujos en general, porque a los politólogos, sociólogos, historiadores y sicólogos que deberían ser los que estudien este singular fenómeno, NO PARECE IMPORTARLES. He aquí uno de esos enigmas al que hay que buscarle respuesta en la bola de vidrio: ¿Qué argumento social puede existir que explique la situación de Argentina? Un país enorme (casi tres millones de kilómetros cuadrados) con posibilidades de darle tierra a todo mundo. Abundantes terrenos de pastoreo y agricultura que ya se los desearan Holanda, Bélgica o Japón para atarugar al mundo de granos. Riquezas minerales como plomo, zinc, estaño, cobre, petróleo, hierro, manganeso y URANIO para hacer bombas atómicas, si quisieran. El mayor tesoro nacional: gente culta. Además, infinidad de colegios y universidades de alto nivel académico; el más completo sistema de ferrocarriles de la América Latina y una satisfactoria red vial de más de un cuarto de millón de kilómetros; buenos puertos, aeropuertos y una estructura industrial adecuada para dar el salto hacia la vanguardia de los países primermundistas, pues además, tiene un enorme mercado potencial entre sus vecinos menos desarrollados industrialmente. Pero es un país tercermundista y arruinado, al cual millones de sus hijos están dispuestos a abandonar.
    El dramático caso de la Argentina no es el único en esta parte de América, pero eso sí, el más notorio debido a la tradición y prestigio de este suelo que vio nacer a Belgrano, Cortázar, Borges, Sarmiento, Maradona, Fangio, Gardel, Ingenieros, Storni y el Che Guevara. Este pueblo es el faro que denuncia a Europa y el mundo, lo que es cotidiano en todos los países de este traspatio yanqui. Solo que los demás pueblos somos invisibles ante la civilización; apenas se enteran de nosotros cuando nos cae encima un terremoto, un huracán o un nuevo dictador que mata a unos cuantos millares de indios. Solo entonces el mundo se da cuenta de que existimos, como una turbia, lejana y desagradable pesadilla que más vale se conserve en el anonimato, sin protagonismo alguno. Les basta con que les enviemos cumplidamente el petróleo, el café y los bananos; lo demás no les importa. El drama de los desaparecidos de Argentina es nada comparado con los de El Salvador, Nicaragua o Guatemala, pero como aquí somos indios por los que nadie siente interés, no alcanzamos la resonancia necesaria para que nos tomen en cuenta. Apenas somos folclóricos. En Europa, USA y el mundo, saben de Cuba por Fidel y su revolución, los cuales son una puya en el costado del Imperio. Además, por cuántos presos políticos tiene, y por las ocasionales, dramáticas y coloridas migraciones de los balseros; si no fuera por eso, esta isla sería tan invisible como Bolivia, Bali o Tonga. ¿Quién en Noruega o Polonia sabe qué es o dónde queda Honduras?
El caso de Argentina es notorio en Europa y el mundo, porque los argentinos SON EUROPEOS, como los gringos. Allá tienen sus raíces y familias, es decir, tienen adonde “regresar”. Así que la estampida de estos hacia Italia, España o Francia, conmueve la conciencia del Viejo Mundo, porque son sus hijos que regresan de un largo periplo de dos o tres generaciones por América. Pero, ¿y los demás? Los que somos autóctonos y no tenemos adonde huir, ¿qué hacemos?
    Ese drama de Argentina en una escala mayor y crónica, es lo cotidiano desde siempre en México, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, el Caribe y Centroamérica (con sus escasas excepciones). ¿Qué es lo que hace que gigantes como México, Colombia y Brasil se encuentren en ese estado de postración y hasta las orejas de obligaciones monetarias? ¿Cómo es que naciones que nadan en petróleo y poseen incontables riquezas minerales y territoriales vivan en crisis permanentes, ahogadas con deudas externas impagables, y como limosneras eternas de USA, Japón y Europa? La respuesta es muy sencilla: LOS PAYASOS EN LA PRESIDENCIA.
Aunque la respuesta al fenómeno es muy sencilla, la causa no tiene explicación alguna desde el punto de vista de la razón o las ciencias sociales. Y esa es ¿POR QUÉ EL ELECTORADO LLEVA A ESTOS INDIVIDUOS AL FRENTE DE LOS GOBIERNOS?
Solo el “efecto G.W.” puede dar respuesta a ese enigma común a la América Latina, y muy popular en Costa Rica. Pero, ¿qué es el efecto G.W.?
     Los pantomimos políticos son tan comunes en nuestros países, que el electorado a aprendido a distinguirlos muy bien; no importa qué tan serios aparenten ser, EL ELECTOR los conoce perfectamente. Talvez lo engañen en su primer voto a los dieciocho años, pero después no. Entonces es allí, en donde empieza a gestarse lo que posteriormente dará origen al “efecto G.W” en la actividad política. El efecto G. W. es la consecuencia electoral de una causa que es la CHARLATANERÍA. Ante la reiterativa conducta BURLESCA de los candidatos con pretensiones de “serios y responsables”, que siempre terminan haciendo las mismas idioteces en el gobierno, el pueblo suele dar como respuesta el “efecto G.W.”, y como toda la tierra latina está llena de esos especímenes patéticos pero nocivos, el efecto G.W. es común en nuestro subcontinente. Y talvez en otras partes...
     Para los que no se acuerdan de G.W. (Gerardo Wenceslao Villalobos), les diremos que este simpático caballero pretendió la presidencia de la República de Costa Rica hace algún tiempo. Y bien pudo haberlo logrado si hubiera tenido buenos patrocinadores, o más dinero con el cual financiar su campaña y las alegres payasadas que llevaba a cabo para deleite de la chusma que, harta del circo que montaban los “candidatos serios”, decidió darle su apoyo incondicional a G.W., como popularmente se le conocía. Ese es el “efecto G.W.” La gente gozaba alegremente ante cada nueva ocurrencia del pintoresco candidato, lo cual llevó a que miles de ellos le dieran su voto. Y talvez no porque creyeran que podía ser un buen presidente, sino como un castigo a los otros fantoches con pretensiones de responsables y formales. Este agradable y fortachón ciudadano, compitió públicamente contra un campeón mundial de lucha libre (Martín Karadagian) a quien venció. Participó en corridas de toros; en carreras de caballo, peleó contra un cocodrilo, montaba una hermosa yegua, se aventó en paracaídas y mil disparates más que cautivaron la simpatía del electorado, el estupor de la gente seria y la creciente preocupación de los candidatos tradicionales. Yo gocé a más no poder con sus ocurrencias; pero más todavía, de la sorpresa y malestar que les producía a los postulantes de los partidos llamados “grandes”. Los hizo temblar. Todavía me produce escalofríos la idea de que pudimos tenerlo como Presidente. Aunque... claro que eso no hubiera sido desplome, pues aquí hemos tenido y seguiremos teniendo muchos gobernantes muy parecidos a G.W., aunque no tan auténticos en sus chusquerías como el “hombre de Tres Ríos”.
     El efecto G.W. realizado hasta sus últimas consecuencias (a plenitud), es la causa de la postración de la América Latina. Decenas de estos payasos se encuentran al frente de los gobiernos de nuestros pueblos; individuos sin la menor idea de lo que es gobernar, son presidentes por casualidad o capricho. O más bien, por el efecto G.W. Pero este fenómeno NO ES UNA SIMPLE BROMA como pudiera pensarse, sino un enorme problema que debería ser sometido a un profundo estudio sico-sociológico que nadie ha llevado a cabo con la seriedad que lo amerita y urge en nuestra parte del continente. Universidades y politólogos deberían estudiar este hecho porque es de suma necesidad en nuestro ambiente. ¿Cuáles son las condiciones para que en una sociedad se produzca el “efecto G.W.”? Pero, ¿será un problema solo de los latinos?
    Adolfo Hitler, a quienes los encopetados militares prusianos menospreciaban por considerarlo indigno y mal preparado como estratega (en privado lo llamaban “el Cabo”), surgió a la vida pública de Alemania por medio del efecto G.W. El pueblo alemán llegó a hartarse de tanto cabeza hueca inepto que habían formado los gobiernos de la posguerra. Así que por cólera, abulia o desesperación, llevaron al Führer a la Cancillería de la República; y de allí, al dominio de casi toda Europa. El efecto G. W., pues, NO ES COSA DE BROMA. Y por la misma razón del efecto G. W., el electorado italiano, harto de tanto mequetrefe, llevó a la Chicholina al Senado de Roma, para afrenta de esa corporación, y para que los césares se revolvieran avergonzados en sus tumbas. Es histórica la frase con la cual se refería a los miembros del Senado de Roma: “Mis queridos colegas cerditos”. Es historia negra, pero Historia.
Lo que en Alemania fue una excepción, en América Latina es la norma. Cansados de tanto clown peruano, la gente llevó al “chinito Fujimori” a la presidencia. De igual forma que los alemanes, buscaron en ese “japonesito trabajador y ejemplar”, una vía de escape a su angustiosa situación económica y política. Y este payasito oriental, terminó por convertirse en un tirano que llenó de duelo y amargura a esa nación. Pero ya antes los incas habían puesto en práctica el efecto G. W. con el bufón Alan García, quien resultó ser otro fiasco descomunal para ese pueblo. Y ese es el gran misterio del efecto G.W. El porqué el electorado lo repite y lo repite y lo repite, como la ardilla en la jaula.
     Igual hicieron los ecuatorianos con el tal Bucarán, otro saltimbanqui con cara de loco, que bien quedaría con un papel en la serie de “Chespirito”. Y de esa misma ralea, militares o civiles, son y han sido casi todos los “presidentes” nuestros. Folclóricos y ridículos generales que jamás pelearon en contra de nadie, y que solo son el horrible recuerdo y herencia de una era siniestra promovida por los Estados Unidos, para garantizar sus “intereses económicos”. Centenares de ellos en Brasil, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Panamá, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Rep. Dominicana, Argentina etc. etc. etc., los cuales han dejado una estela sangrienta en nuestros pueblos. Eran histriónicos, pero eso sí, deletéreos como Chucky: rufianes perversos, educados para el crimen en la Escuela de las Américas. También la lista de bufones civiles es interminable.
     A pesar de ese rastro de dolor de los militares-presidentes, nuestros pueblos siguen aplicando el efecto G.W., y allí tenemos a Nicaragua y Panamá con Violeta Chamorro y Mireya Moscoso, dos criaturas patéticas que no tenían la menor idea de qué cosa es gobernar un país. Porque no es lo mismo llevar el control de un hogar o una empresa, que dirigir políticamente una nación en crisis. Dos alternativas trágicas a las que se vieron forzados dos países, debido a la incapacidad de los políticos tradicionales y charlatanes. Nuestra historia está repleta de esos ejemplares que, pese a su comicidad, han sido trágicos para sus respectivas naciones.
      Ese es el “efecto G. W.” que, en gran medida, lo hemos vivido repetidas veces en Costa Rica. La historia política de este país, está llena de WENCESLAOS y sus “salidas”.

Políticamente (¿Suceden estas cosas en su país?)
RIS

jueves, 27 de mayo de 2010

795 La lengua "es cosa hablada"... y sin tildes.

795    “LA CHISPA                           (12 mayo 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA LENGUA ES COSA “HABLADA”… Y SIN TILDES
     Dejemos clara una cosa: la lengua (facultad de hablar) es algo cuyo origen nadie sabe, pero si creemos en las leyendas y las antropogénesis religiosas, es coetánea con el hombre. En cambio, la escritura es un artificio inventado milenios después del nacimiento de aquel. Es un intento imperfecto todavía para imitar el sonido y darle eternidad a la palabra. Por lo tanto, la escritura debe estar al servicio del habla y no al contrario. La Gramática y, principalmente la Ortografía, DEBEN estar subordinadas a la palabra, y solo deben servir para facilitarla y no como estorbo, trampa o muro de contención de aquella. Es por eso que decimos que “la lengua es cosa hablada”. Es así como se aprende, de viva voz de las madres (de ahí lo de lengua materna). Y eso es lo que hace que las tildes sean innecesarias en la escritura. Ese signo infame que tantos dolores de cabeza ha causado a tanta gente, es irrelevante; y es por eso que en el Ameriñol ha sido eliminado, y con él se van de la lengua una infinidad de problemas y arbitrariedades con las que la ortografía nos ha torturado durante cinco siglos. Lean el libro “El Ameriñol” y se darán cuenta del porqué.
    ¿Recuerdan ustedes el infierno de pautas que hay que recordar para saber donde poner la tilde? Memorizar las normas es ya de por sí un fastidio; y la práctica para utilizarlas con corrección, es un trabajo de toda la vida. Pero sin importar que sepamos las reglas y tengamos mucha experiencia, siempre metemos la pata. Y eso es antinatural en cualquier aprendizaje, no importa lo que sea. No es justo que después de cincuenta años de escribir, continuemos cometiendo errores de grafía debidos a la forma incorrecta de utilizar la tilde. El Ameriñol termina con esa majadería y elimina ese molesto signo que nada pinta en la lengua hablada. Veamos: si a un niño la madre le dice, señalándose a sí misma, MÁMI, MÁMI. El niño aprenderá, de la lengua materna, cómo se entona esa palabra. Así que siempre dirá mámi, con la acentuación en la A, independientemente de que aprenda o no a escribir. Podrían ponerle la tilde en la i o la m, pero él dirá mámi y no mamí. Porque la lengua es cosa hablada. Por favor, lean en voz alta las siguientes palabras:
CASCARA, CANCER, HIPOCRITA, MARIPOSA, SARCASTICO, HABIL, CAMION, FACIL.
¿Alguno leyó cancér, cascára o cascará; hipocríta o hipocritá, sarcastíco o sarcasticó; maríposa o mariposá, habíl o cámion? ¿Verdad que no? ¿Y porqué? Porque no importa como escriban la palabra, ustedes saben cuál es su entonación porque así lo aprendieron hablando. En el hogar oyeron decir CÁSCARA, CAMIÓN, HIPÓCRITA etc. Aprendieron a acentuar de viva voz y no porque leyeron las reglas de la Gramática. NO ES CIERTO que las tildes hagan falta para escribir bien y hacerse entender. La escuela tradicional, subordinada a la Academia Española nos ha hecho creer eso, pero es falso; porque si la tilde (la rayita) fuera indispensable, tendríamos que tildar TODAS LAS PALABRAS DEL IDIOMA. Tales como cása, cóma, béba, técho, máno etc. ¿Y por que no lo hacemos? Porque no hace falta. Todos sabemos que se dice casa, coma, beba, techo, mano, y a nadie se le ocurre decir casá, manó, bebá, techó (según), pues la entonación de esas palabras la asimilamos OYENDO, como se aprende la pronunciación en todos los idiomas; porque “la lengua es cosa hablada”. Se nos ha hecho creer que sin tildes el idioma caería en el caos, pero eso es una mentira nacida de la tradición y el servilismo que nuestros gramáticos y académicos profesan al reglamentarismo momificado de la Academia Española de la Lengua. El idioma inglés es el mentís más grande a la teoría de que una lengua no se puede pronunciar o leer bien si no tiene signos escritos de acentuación. El inglés tiene tantas o más palabras que el español y NO UTILIZAN NI UNA SOLA TILDE. Y no hay caos, al contrario, su idioma es práctico, directo, monosilábico y con una estructura gramatical que los obliga a razonar con rapidez y precisión. Y eso es lo que deben ser todos los idiomas: un instrumento de comunicación fácil, y no como el español, que es un verdadero sistema de tortura para todos sus usuarios. No hay quien no recuerde con rencor todas las idioteces gramaticales que los obligaron a memorizar en la escuela y colegio. Cosas inútiles que para nada sirven. Para nada que no sea blasonar de cuántos conocimientos se tienen de Gramática, como si eso nos sirviera de algo.
     Los gringos dicen Wáshington, todos, sin importar que la palabra NO tenga tilde; lo mismo que nosotros decimos Guatemála, entonando la penúltima sílaba; también decimos Panamá, aunque alguien la haya escrito sin la tilde. Aprenderse las reglas de acentuación en español es una tarea de toda la vida, porque no solo es cuestión de memorizar esos tres grupitos de tonterías, sino el sinnúmero de excepciones que, arbitrariamente, se brincan las reglas. Así que hay que memorizar las reglas y las excepciones. Pero eso no es todo, porque si así fuera, sería de lo más sencillo. El problema es la aplicación de tanto requisito sobre la marcha, cuando alguien nos hace un “dictado”. Es un trabajo de toda la vida, y nunca lo concluimos.
Yo sé que para los viejos y la gente ya formada, que le han dedicado innumerables años de esfuerzo a ese engorroso e inútil aprendizaje, este asunto les parecerá una herejía; pero para los jóvenes es una bendición. Y son estos los que harán, a la fuerza, que la escritura que recomienda el Ameriñol se convierta en la norma en todos los pueblos latinoamericanos, porque nosotros no tenemos tiempo para dedicarle diez, quince o veinte años al aprendizaje de un montón de zarandajas que no tiene ninguna aplicación práctica y que solo sirven para fanfarronear acerca de cuánta Gramática sabemos. De qué tan listo soy para conjugar el verbo abolir o para distinguir cuál es el complemento indirecto de una oración, boberías de que nada sirven en la vida real. En el libro están todas las justificaciones necesarias.
     “El Ameriñol” es la Independencia total del tutelaje español. Ya somos mayores de edad y tenemos la obligación de escoger nuestro propio camino en materia lingüística, sin seguir de lacayos de España o su Academia. Súmese a esta aventura que es de todos los latinos. Es una invitación para todos los jóvenes, sin importar que tan viejos sean. Ahora tienen el libro a su alcance en mi blog: Librería en Red.
RIS.

miércoles, 26 de mayo de 2010

332 Ángel gordito... se te acabó el permiso musical

332 “LA CHISPA     (7/09/07)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

“ÁNGEL GORDITO... SE TE ACABÓ EL PERMISO MUSICAL”

     El seis de setiembre la sociedad amaneció en estado de estupor; había muerto el Gordito de Módena, el chico con una pasión por la pasta, que solo era superada por la del bel canto. ¡Murió Pavarotti! El mundo artístico quedó paralizado bajo el impacto de semejante noticia. Calló la Voz que durante décadas nos mantuvo sumidos en el Paraíso de la Música, en contacto con los ángeles y con el mismo cielo. Se hizo el silencio sobre el planeta Tierra, y la especie entera se sintió estremecida por un dolor extraño y pacífico a la vez. Sin embargo, los que aguzaron el oído del alma sin dejarse deprimir por la angustia, pudieron escuchar al coro celestial de ángeles cantores dándole la bienvenida a Luciano, el corifeo que disfrutó de un permiso de 71 añitos terrestres para venir a darnos una pequeña muestra de lo que es la Gloria.
     Por recomendación del ángel Enrico, supo cuan necesitados estamos de tener un pequeño esbozo del cielo; de esos bocadillos que solo mediante el arte pueden comunicarnos los dioses. Y Luciano se ofreció voluntario para venir a la tierra; dejó su puesto de director del primer coro de ángeles de la diestra del Señor, para visitarnos y endulzar el alma de una humanidad triste, cansada y carente de la certeza de que hay Dios, ángeles, arcángeles, paraíso y todo eso. Renunció, temporalmente, a la dicha inefable de ser el primer cantor que deleitaba los Oídos Divinos del Gran Hacedor, y como Cristo, aceptó el sacrificio de descender a convivir con los mortales para hacernos entrever una primicia del Jardín Celestial. También lo hizo por la pasta y el vino, porque antes de convertirse en ángel, también era italiano.
Es cierto que la raza está triste por tu partida, pero innumerables cohortes de seres divinos, allá en tu patria “de arriba”, están felices con tu retorno; y debemos comprender que tu presencia entre nosotros no podía ser permanente; que solo estabas a préstamo para hacernos felices y dejarnos un rastro, una pequeña muestra de lo que es la tierra soñada que nos espera… si nos portamos bien. La fiesta que organizaron en tu recibimiento nos recompensa el dolor de tu partida. Para este acontecimiento especial, debe haber corrido el néctar y la ambrosía a mares; además, las mejores pastas preparadas con las recetas e ingredientes que siempre llevabas contigo en la tierra. Es probable que en tu honor, se estén sirviendo los incomparables vinos de la Toscana y el Piamonte, los panes calabreses y los dulces acaramelados de tu Módena nativa. ¡Ha vuelto el Mensajero!
Es seguro que el Señor abandonó el esplín que por setenta y un años lo había acongojado desde el inicio de tu periplo redentor por la tierra. Y por todos los rincones del cielo debe haber resonado tu poderosa voz entonando la Recondita Armonia o la sublime Nessun Dorma, haciendo que los moradores de todos los niveles del Paraíso hayan recuperado la felicidad, temporalmente perdida, desde que te dieron a nosotros en préstamo. Te fuiste pero no estamos solos, tenemos tu voz inmortalizada en el recuerdo y grabada en el éter que rodea la tierra; solo es cuestión de pensar en ella, y de inmediato los acordes de tu descomunal do de pecho, retumban en nuestros oídos. Tenemos los CD, DVD y todos los recursos mágicos mediante los cuales la tecnología recogió el milagro de tu presencia, de tu inimitable voz, de tu amable sonrisa y tu redonda figura.
    Goza, Luciano, con tus iguales ante el trono de Dios. Cántale al Señor como solo tú sabes hacerlo, para que su placer y felicidad se desborden del cielo y caigan a la tierra como bendiciones para esta dolida especie que tiene decenios de sufrimiento continuo. Cántale, Luciano, y mantenlo en éxtasis sublime para que su corazón se apiade del Hombre y nos perdone, aunque solo haya diez que amen la ópera. Y talvez, al compás de Una furtiva lágrima, se acuerde de nosotros y nos ayude a cambiar, a mejorar y ver a nuestros semejantes como hermanos… aunque solo sean iraquíes… colombianos…o nicas.
Es cierto que aquí estamos perplejos por la tristeza, pero “arriba” hay un jolgorio de proporciones épicas que durará seis días, que son seis mil años en la tierra. Y si hay felicidad en el cielo, es seguro que parte de ella envolverá a la tierra, y talvez, solo talvez, los hombres empecemos a vernos como la Gran Familia soñada en los planes de los creadores del mundo material.
    Pavarotti, gracias por tu breve visita con la cual nos inundaste con una cascada interminable de arpegios con los que nos hiciste entrever la gloria del Paraíso soñado por los místicos; pero tú lo hiciste mejor que ellos. Pues mientras estos solo nos dan un turbio y casi incompresible bosquejo de lo que podría ser este después de la muerte, tú nos llevaste a él… en vida. Sumidos en el embrujo ensoñador de tu voz, nos elevaste hasta la Scala Celestial, en donde solo cantan aquellos que han sido designados por los dioses para tan sublime tarea. Y durante esos momentos supremos fuimos como dioses, según le dijo la Serpiente a Eva: comimos de la fruta musical prohibida del Paraíso. Gracias a este Prometeo del bel canto, también los mortales gozamos por un parpadeo del tiempo, del festín eterno planeado únicamente para los moradores del Olimpo.
    Gracias, Gordito, no sentimos pena aunque tengamos un vacío en el pecho, pues sabíamos que solo estabas de paso. Gracias por cada uno de esos años melodiosos con los que llenaste al mundo de asombro y deleite. Gracias por hacer que un placer diseñado exclusivamente para dioses, descendiera al fango de la tierra y tocara el corazón de tantos hombres, incluso el de los que nada sabían de ese insondable arcano conocido como Ópera. Con tu presencia y la de dos de tus hermanos, Plácido y José, hiciste que esa música sublime fuera compartida y “entendida” por los neófitos en los misterios del cielo. Tú nos iniciaste a todos, y como el Titán del Mito, trajiste a TODOS los humildes mortales un don que solo era privilegio de pocos. Tú inventaste la verdadera “democracia musical de alto nivel”.
Gracias, Luciano, esperamos reencontrarnos contigo y que, al compás de la “Celeste Aída”, nos recibas en tu reino… si es que podemos llegar a él. Un hasta luego musical, Gordito.
Operariamente
RIS.

martes, 25 de mayo de 2010

730 Don Rodrigo Carazo

730     “LA CHISPA     (10 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
UN CABALLERO LLAMADO DON RODRIGO…
…Carazo Odio. ¡Qué pena que haya pasado a otro nivel dentro de la escala humana! ¡Qué lástima que un Hombre, con mayúscula, se aparte de nosotros en estos momentos de carencia de hombres! Las crisis de los países se dan, precisamente, para valorar el temple de estos. Y si hay Hombres que le planten la cara, aquellas huyen como perro regañado. Es todo lo que se necesita para sacar a una nación del pantano: un Hombre que dirija a los hombres; un Hombre ejemplar que tenga el valor de hacernos sentir a los miembros de la manada bípeda, que al frente de nuestra marcha hay un Macho Alfa, capaz de decirnos: “Yo voy al frente, yo pongo el cuerpo, yo doy la cara…” Un Hombre de lenguaje franco, sereno y apasionado a la vez; amante sincero de su pueblo, al que nunca vio como un medio para enriquecerse y hacer negocios particulares, verdad que se demostró hasta la saciedad después de las investigaciones que, maliciosamente, ordenó un anodino gobierno liberacionista en su contra, en busca de cosas turbias para macular su trabajo como presidente y guía de la nación.
     ¡Qué difícil es, conciudadanos, encontrar a un Hombre de Verdad, que en momentos de angustia nacional, sepa comportarse como un auténtico líder y comandante al frente de su pueblo, para protegerlo de las amenazas foráneas que querían agredirlo física y económicamente! En una secuencia casi interminable de gobernantes pusilánimes que siempre se plegaron a las corrientes de la comodidad, Don Rodrigo supo decir que SÍ y que NO cuando fue necesario, pero siempre de acuerdo con las más altas aspiraciones de un PATRIOTA AUTÉNTICO. Fue el Macho Alfa que supo interpretar NO la corriente ventajista y acomodaticia de los comerciantes, sino la de aquellos grandes costarricenses que, en su momento, tomaron las decisiones que eran necesarias para que la Patria sobreviviera a las amenazas exteriores. Él era UNO con esa gente, con esa casta que ahora solo parece ser cuestión de las páginas en los textos de Historia. Es por eso que los pacifistas, neutralistas y veletas (eufemismos variados para designar a los cobardes) solo dedicados en hacer negocios, nunca vieron con buenos ojos a un Hombre Valiente y con intereses nacionalistas por encima de todo.
     El lema de los verdaderos ciudadanos es que sobre los intereses supremos de la Patria NUNCA SE PACTA. Eso solo lo hacen los traidores y los cobardes, y en un mundo político plagado de estos últimos, un Macho Alfa patriota, altivo y orgulloso de ser un costarricense de los de la Historia, jamás sería bien visto por las hienas del Poder económico. Don Rodrigo vivió y nos hizo vivir un momento cumbre y luminoso en la historia de Costa Rica; nos hizo sentirnos un PUEBLO DIGNO, y no como una colonia arrastrada de mandaderos solo interesados en medrar de las migajas del Fondo Monetario, del TLC y cualquier otra basura que forme parte del convite que reúne a tantos vendepatria. Cuando todo el mundo temía disgustarse con Somoza y su protector yanqui, Don Rodrigo escogió el camino de la dignidad, con todos los riesgos que eso implicaba. Cuando los pusilánimes pensaban en negociaciones, rendición, encorvar la espalda y la desvergüenza, el Macho Carazo eligió la postura vertical del patriota y dijo sí y no, cuando había que decirlo. Por primera vez en muchos años, tuvimos el orgullo de tener un Presidente que no fuera un palangana negociador o pacifista, sino un Hombre con una actitud de Hombre. En un mundo de cobardes solo interesados en el comercio y las buenas relaciones con vecinos peligrosos, el Macho Alfa prefirió escoger el camino del honor, aunque eso implicara peligro, asunto que tiene sin cuidado a los Hombres de Verdad. Cuando otros estaban dispuestos a transigir con el tirano para conservar la “paz”, Don Rodrigo le dio la bofetada que aquel merecía, y el puntapié final para alejarlo para siempre de tierras centroamericanas.
Cuando los centenares de “socios comerciales” que el sátrapa tenía en este país pensaban en la forma cómo apaciguarlo y mantenerlo en el Poder, el Macho Alfa tomó la heroica decisión que NUNCA sería perdonada por esta jauría de comerciantes, a los que jamás les importó la seguridad ni la integridad del pueblo y territorio costarricenses. Solo sus negocios. De ahí la campaña maligna que desarrollaron en contra de aquel durante tantos años. Y aunque temporalmente hayan logrado menoscabar el brillo de su personalidad, la Historia de Costa Rica tiene un sitio especial previamente designado para este Hombre que supo ser el portador del estandarte nacionalista en los momentos de mayor peligro que enfrentó esta sociedad.
     La Patria está en deuda con Don Rodrigo. ¡Qué difícil va a ser encontrar otro Macho Alfa como usted! En un mar oscuro de mediocres de la política, de cobardes acomodaticios, de comerciantes bajo la tutela del Estado y de vendepatrias, usted fue el fugaz resplandor de la dignidad y todos los atributos que forman parte de la personalidad de aquellos Elegidos para ser los líderes de pueblos con valor y orgullo. Como el que nos hizo sentir cuando mandó a la porra a los piratas de la Banca Mundial que vinieron a humillarnos y decirnos qué hacer con lo nuestro. O como cuando salió a la prensa a asumir la responsabilidad total acerca del paso de las armas sandinistas hacia Nicaragua (que la prensa vendida trataba de endilgarle a Echeverría) y dijo: “Yo di la orden, solo yo soy el único responsable”. No transó, no hizo palanganeo, no buscó pretextos ni evadió las consecuencias, se portó como un gran líder y nos hizo sentir un placer que todavía nos dura. Yo voté por usted Don Rodrigo, y es el único voto del que me siento orgulloso de haber emitido en toda mi vida. Y a pesar de la sistemática campaña de desprestigio que han sostenido en su contra los vendepatria (y que a usted le ha resbalado), ayer se inició una nueva visión de la historia reciente de Costa Rica; los patriotas de verdad empezarán a contarla de una manera diferente. ¡Muchas gracias, Don Rodrigo!
     Siga soñando, Señor Carazo, con una Costa Rica grandiosa y digna, recordándonos que toda ruta hacia el mundo de la realidad y el progreso, tiene sus primeros pasos en el mundo de la fantasía. Esa que usted barruntó con su visión de ciudadano Alfa. Descanse tranquilo, la era está hecha y la semilla plantada… solo es cuestión de tiempo.
Buenas noches, Señor Carazo, un Macho Alfa de Verdad.
Con mucho respeto y admiración
Ricardo Izaguirre S.

lunes, 24 de mayo de 2010

165 Kitico Moreno, una dama de alcurnia

165    “LA CHISPA (Verano del 2005)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
KITICO MORENO: UNA DAMA DE ALCURNIA
     Existe un selecto grupo de caballeros andantes que, como los del rey Arturo, suelen reunirse de vez en cuando para charlar sobre diversos temas de su interés. Y yo he tenido el inmenso honor de que me tomen en cuenta y me inviten a compartir sus conversaciones y puntos de vista sobre filosofía, religión, historia o política. No hay agenda ni se trata de un programa rígido o ritualístico; tampoco tiene un tinte académico. Simplemente hablamos de manera informal sobre cosas que van saliendo al estímulo de unos deliciosos cafecitos y panecillos. Nada se omite allí, ni siquiera los chismes son descartados, y ocupan el digno sitial que les corresponde como la parte picante y sazonadora de una buena y auténtica conversación.
Pero la reunión de hoy 31 de agosto tuvo una connotación especial: era una especie de bautizo de la nueva y bellísima morada de don Julio Corvetti. Pero para mí, hubo algo mucho más importante: conocí personalmente a Kitico Moreno, esa leyenda del teatro nacional. A esa bellísima dama de tan ilustre prosapia, a la que hace muchos años observé fugazmente haciendo derroche de pasión en el escenario del teatro, y a la que nunca más volví a ver. Esa única vez que la vi a la distancia me recordó a Greta Garbo, y se convirtió en un hito en mi arsenal de recuerdos. Por eso este día fue tan especial para mí. Incluso fui un poco mal pensado: me imaginé que don Julio no había dejado que la viéramos para que no nos hechizara y nos convirtiera en sus asiduos y molestos visitantes.
     Después de recorrer la elegante y funcional residencia fuimos al patio, en donde vive una multitud de bulliciosos y alegres amiguitos de la familia Corvetti-Moreno. Son sus cascabeleros zaguates que, haciendo uso de una virtud que los hombres hemos perdido (la intuición), SABEN que llegaron a su casa; que están protegidos en un hogar donde el cariño abarca todo.
Seguidamente fuimos invitados a la espaciosa y bien adornada sala para que iniciáramos la conversación. Allí estaban todos esos caballeros y, además, tres de sus damas. Don Julio y Kitico, don Rogelio Navas y su encantadora esposa, anfitriona pródiga de incontables reuniones en su casa. El señor Rogé Muñoz y su dulce, aguda y elegante esposa. Completaba el cuadro el equilibrado don Enrique Álvarez, el benjamín del grupo. Y este servidor, por supuesto.
Luego de hablar de varias cosas, casi por inercia, la conversación empezó a derivar hacia un tema que a todos nos apasiona y que parece ser inevitable en nuestras reuniones: Dios, las religiones y demás ideas conexas, como diría un jurisconsulto. Al principio me abstuve de hablar, pues consideré que esos asuntos eran inadecuados en presencia de esas damas, cuyas inclinaciones religiosas podrían verse lastimadas por cualquier opinión un tanto dura para su sensibilidad. Entre nosotros el doctor Muñoz es el más apasionado y convencido en su atalaya de ateo absoluto; se puede decir que es un fundamentalista en sus posiciones. Pero a su manera, también es un creyente. Mi querido don Rogelio ha sido golpeado por el infortunio en los últimos tiempos; primero, una insidiosa enfermedad que lo tuvo al borde del tránsito. Y luego, la inesperada tragedia de la muerte de su nieto, que lo ha sumido en un dolor capaz de sacudir violentamente, e incluso derrumbar el bastión de sus convicciones filosóficas. Ateo confeso, su mente adolorida ha pendulado desde sus antiguas creencias, hasta un intento de acercamiento sincero a un campo en donde nunca se ha sentido bien: la religión. Del brazo empeñoso, sincero y convencido de su entrañable hija, doña Gloria, se ha acercado a los linderos de ese territorio mágico en el cual se siente incómodo. Y talvez ya haya entrado en el solitario cuarto oscuro de la Duda, del cual muchos somos moradores.
     Don Julio me parece un creyente sincero, no talvez en las formalidades de una determinada religión, pero eso sí, como buen hijo de la Ley, de un Orden Supremo que rige al Cosmos. Su cita con un padecimiento serio, también lo ha hecho meditar profundamente en el propósito de la vida. Siento que anda muy bien encaminado. Don Enrique, por su parte, tiene la faz y las convicciones de un guerrero curtido en los terrenos del dolor y la lucha diaria. De hecho, ha peleado duramente por su vida, y también ha visto el Abismo frente a frente. Por eso no dudo que también sea un creyente.
Así servida la mesa, yo no sabía de qué hablar, hasta que Rogé tocó los temas de la justicia divina, de Dios y el ateísmo, con la convicción y fuego que suele ponerle a sus palabras este distinguido galeno. Pero para mi sorpresa, no hubo necesidad de que nadie mediara o quisiera distraer o redirigir la conversación. Doña Kitico, con toda la dulzura del mundo, sin alterarse y con un dominio perfecto de “las tablas”, empezó a rebatir los argumentos de nuestro amigo. Sin ataques frontales, con la personalidad propia de una respetuosa anfitriona, fue desarticulando la posición materialista del doctor; con mesura, cortesía y un aplomo a prueba de huracanes, lo llevó hasta el sutil e intangible territorio de la fe, en donde los escépticos, agnósticos y ateos se sienten desnudos y sin armas. Podría resumir algo así de sus palabras, aunque no estoy seguro: “La fe es un don, una misericordia que recibimos de Dios para entender y explicarnos la vida”. Don Rogelio guardó prudente silencio, cortesía natural de un veterano diplomático, ducho en el arte de mantener las buenas relaciones. Don Enrique fue muy prudente, cauto y respetuoso en sus intervenciones; nada dijo que incomodara a los anfitriones. Entonces yo me quise hacer el gracioso y traté de poner un pequeño estorbo en la demoledora dialéctica de Kitico, y traje a colación la injusticia de la Justicia Divina en contra de miles de niños en Irak. Entonces ella me dirigió una mirada dulce pero firme, y sentí que el alma se me heló, y me arrepentí mil veces de haber abierto la boca. Igual que a don Rogé, esta “talibana del cristianismo” me dejó más negro de lo que soy. Por eso ahora estoy tomando clases de macramé y figuras chinas para tener de qué hablar, por si tuviéramos algún otro encuentro con Kitico.
      Con argumentos dulces, pausados y sinceros, además de bien pensados, fue redondeando una faena que hubiera terminado con el acero hasta la empuñadura, con rabo y orejas, de no ser la milagrosa intervención de la señora del servicio, que nos invitaba a pasar a la mesa a degustar el más delicioso café que he probado en mi vida. Allí hubo, gracias a los dioses, la oportunidad de cambiar de conversación. Y dije algo sobre el café. Como yo solo tomo “Montaña”, mezcla de maíz y café carbonizado con azúcar, fui agradablemente sorprendido por esa ricura de grano que, gracias a la alquimia de la cocina, se transformó en aquella delicia que todavía paladeo en mi boca. Rogé abandonó el tema y se dio por vencido, aunque no creo que haya sido porque se convenciera de lo que dijo Kitico, sino por un fino tributo del caballero ante la pasión y belleza serena de la anfitriona, tenaz defensora de la fe. Todos nos rendimos. Don Julio desde hacía mucho tiempo había hecho mutis de la escena, pues entendió bien que Kitico no precisaba de su ayuda legal ni de la de nadie. Además, ella tenía a dos damas que, aunque en silencio, estoy seguro de que la acuerpaban; no dudo que don Enrique lo hiciera en silencio. Yo también, y aunque no sé con exactitud la razón, así fue. Caí rendido ante el embrujo de su voz, sus convicciones y la pasión y serenidad con las cuales defendió su fe; la misma devoción que ponía en aquel lejano día que la vi actuar en el teatro. ¡Qué honor haber conocido de cerca a tan distinguida dama, heredera directa de la sangre y espíritu de los próceres de la Patria! Pero además, poseedora de un sensible e inmenso corazón, que le permite sentir la alegría y el dolor de esas bellas y nobles criaturas llamadas perros.
    Puede dormir tranquilo, don Julio, crea en lo que crea. Con esa apasionada Guardiana de su castillo no tiene nada que temer, y puede estar seguro de que el fuego de su hogar siempre arderá mientras se encuentre al cuidado de esa fogosa Vestal llamada Kitico.
    Don Julio, a nombre mío, y estoy seguro que del resto de compañeros de charlas, les damos las más sentidas gracias por esa inolvidable velada del 31 de agosto del presente verano. Y a doña Kitico, mi profunda admiración por su don de gente, su cortesía y tolerancia. Además, por el más rico café que he probado en mi vida. Y eso no es una lisonja.
Nota: Durante cinco años había guardado esta “Chispa”; pero después del fallecimiento de mi gran amigo don Rogelio Navas, quiero publicarla como un tributo sincero a la amistad y al mágico y fino acto de la “anfitrionía” de todos aquellos que hacen sentirse en casa a cualquier extraño.
Fraternalmente
Ricardo Izaguirre S.

jueves, 20 de mayo de 2010

503 Yelena, sencillamente divina

503    “LA CHISPA
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

YELENA: SENCILLAMENTE DIVINA

     ¡Qué ojazos, mujer! ¡Qué ojazos! Cuando los alza hacia el cielo, a la búsqueda de su planeta, podemos verlos en todo su esplendor y azul tonalidad. ¿Son azules? No sé con seguridad el color, pero son hermosísimos y enormes. Su largo y fino cuerpo es un deleite para todos, y la muy malvada lo sabe. Es por eso que se mueve con la misma sensualidad de una pantera al acecho, lista para hipnotizar y hacer trizas a sus atemorizadas víctimas. Es implacable y se regodea en el sentimiento de impotencia y desilusión que produce en sus insignificantes rivales terrícolas, a las que nunca suma ni resta, y solo fija su enigmática mirada en la punta de su garrocha, en el travesaño que debe saltar, o en el insondable cielo desde el cual se ha dignado descender para venir a hacernos abrir la boca, extáticos en la contemplación de esa formidable máquina muscular capaz de saltar con la misma facilidad que un tigre siberiano sobre su presa.
     Por lo general tenemos la impresión de que las atletas son o deben ser feas, gordas o absolutamente flacas, llenas de músculos desagradables y rostros fieros; sudorosas y con aspecto de marimachos; pero esta dama rusa se sale por completo de todos los moldes y prejuicios que pudiéramos haber establecido. Yelena es fina, delicada, bellísima, de proporciones perfectas, con cara de reina y con unos ojazos increíbles. Nadie podría adivinar que detrás de su estilizada estampa y rostro encantador, pueda haber una fiera atlética capaz de ascender hasta el cielo dorado mediante un palo flexible. No es creíble que esta beldad, un exquisito regalo a la vista del más exigente “connoisseur” sea a la vez, capaz de inspirar tanto terror a sus contrincantes, como si fuera la mismísima Demonia. Yelena es el epítome de todas las heroínas que hemos visto durante tantas olimpiadas, y solo nos atreveríamos a compararla con aquella piernas largas, también rusa, que hizo añicos el récord de los 500 metros planos en Münich, y que respondía al nombre de Lyudmila Brágina.
    Yelena Gadzhiyevna Isinbáyeva se ensañó en contra de sus rivales que, ante ella, lucieron absolutamente insignificantes y sin la menor esperanza. Su simple presencia las borró del mapa, y cuando saltaba, se veía en sus caras el desconsuelo y la mal disimulada envidia y angustia ante cada brinco descomunal de la pulga de Volgogrado. Se encarnizó contra el récord mundial. Y lo hizo en contra de todas las mujeres que compitieron en esa disciplina. Con su silueta y rostro de ensueño, se apoderó de las fantasías eróticas de millones de hombres en el mundo entero. Y aunque es cierto que hubo muchas bellezas como la paraguaya Leryn Franco, las leonas argentinas o las siempre bellas brasileñas, ninguna con la personalidad arrebatadora de Yelena. Ninguna con su clase, ninguna con su capacidad de volverse ingrávida y lograr alturas que solo son posibles para los ángeles.
      Todos sabíamos que ella estaba segura de que podía saltar lo que se le antojara, hasta diez metros, pero eso la hubiera privado del placer de estirar a capricho la agonía de sus contrincantes que, de antemano, se sabían derrotadas aunque hicieran valerosos e ingentes esfuerzos para que la caída fuera decorosa. Como hizo la otra rusa y la gringa Stuczynski (que parece polaca). Con la misma perversidad con la que juega una gata con el ratón que ha atrapado, así les daba cuerda a sus rivales para que soñaran e hicieran interminable su propia tortura. Y cuando por fin se hartó de su criminal juego, brincó lo que quiso, impuso un nuevo récord mundial e hizo que la olimpiada terminara cuando a ella le dio la gana, en un estadio rendido a sus pies, y miles de millones de ojos extasiados en los televisores de todo el mundo. Un epílogo dignísimo de la épica griega. ¡Salve, santa Yelena! ¿O debemos decir Palas-Atenea? ¡Qué ojazos, mujer! ¡Qué ojazos!
Su salto final fue un poema, una plegaria, un sueño eternizado en el recuerdo de millones de amantes del deporte en todo el planeta. Cuando quiso, puso el listón donde sabía que nadie más podía llegar, y cuando lo cruzó triunfal emitió un gritito de júbilo, una especie de chillido semejante al de las mininas en celo, que decía: “¡Esa soy yo: Yelena Isinbáyeva, zarina única e indiscutible de las alturas. ¡Salten lo más que puedan, patéticas terrícolas, que yo siempre pondré el listón un metro más arriba!
Yelena es una especialista en tortura, y si no fuera que ya no existe el régimen soviético, bien podríamos suponer que es una agente de la KGB; pues por si no fuera suficiente con sus poderosos brincos para sumir en el desamparo y el miedo a sus rivales, lleva a cabo un misterioso ritual con el cual les termina de aniquilar los nervios y los últimos arrestos de valor que les pudieran quedar. Encapuchada en su tienda tuareg, esta sádica belleza se aísla del mundo, penetra a su universo especial y entra en contacto con los dioses del Olimpo; o recibe energía e instrucciones de su muy distante planeta; luego sale y sin ver a nadie, toma su garrocha, inicia su habitual monólogo, mira al cielo con aquella azul mirada con la que nos hechizó, y emprende su poderosa carrera hacia la gloria. “Las olimpiadas se terminan cuando yo diga” Y así lo hizo. No pudo haber mejor final para unos juegos cuya magnificencia oriental será muy difícil de superar.
        De estas competencias tendremos que recordar al musculoso y formidable Phelps y sus ocho medallas; a Usain Bolt, la centella amarilla del Caribe, a Saladino, el hombre capaz de brincarse el canal de Panamá, pero por sobre todos esos tipos feos, sobresaldrá por siempre la figura irrepetible de la bellísima Yelena Isinbáyeva, la reina indiscutida de la pértiga. La de los ojazos azules y sonrisa embrujadora. La Savonarola de Pekín. Ojalá que no se la lleven todavía a su planeta, para que en la próxima cita de Londres, la veamos destruyendo mental, física y moralmente a sus rivales, y llevando el listón hacia regiones inalcanzables para las simples mortales. Lentamente, como las torturas chinas que puso en práctica en el “El Nido de los Pájaros”. Hasta siempre, Yelena, las mujeres talvez te envidian, pero los hombres te amamos sin lugar a dudas.
Olimpiescamente
RI S.

502 Reflexiones olímpicas

502     “LA CHISPA (30 de agosto 2008)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

REFLEXIONES OLÍMPICAS

    Cantó la Gorda y, asistimos a un relevo necesario en esta competencia mundial; pero más que eso, pudimos entrever ciertas posibilidades a las que hice mención en la “Chispa” anterior: crear un sistema para vencer a un enemigo muy poderoso al que NO se le puede ganar frontalmente. Hay que seccionarlo, como hizo la China que, con ayuda de otros, fue limitando la capacidad norteamericana de alzarse con todas las medallas. Así que si los chinos no ganaban ciertas disciplinas, se vieron beneficiados con que otros, muy atomizados, les fueran sustrayendo más y más medallas al “tigre de papel” como llamaba Mao a los yanquis. Con el fútbol les quitaron toda posibilidad de medallas, con el béisbol los relegaron al tercer lugar; y así, con una gran cantidad de deportes les fueron cerrando el camino de la victoria; además, si le sumamos el enorme esfuerzo y capacidad de los dueños de casa, el resultado era predecible. En una disciplina en la que los Estados Unidos eran reyes, Jamaica los borró del mapa. En lanzamiento de bala, jabalina, salto largo, alto, fondo, medio fondo, pértiga, pesas, boxeo, tenis y balonmano también se vieron diezmados. Un periódico nacional festejaba de la siguiente manera: “Cuba se fue a la lona”, aduciendo que los isleños no ganaron ninguna medalla de oro en boxeo, pero, cuidadosamente, omitieron decir que Amerrica, la superpotencia deportiva, tampoco ganó ninguna. También se cuidaron de mencionar que Cuba ganó cuatro medallas en ese deporte (dos de plata y dos de bronce), mientras que los gringos no ganaron ni una, ni de lata.
     Me decía un amigo escéptico que qué podían hacer en básquet nuestros inditos alimentados con arroz y frijoles ante esos negrazos de la NBA. Me preguntaba, ¿qué pueden hacer nuestros chaparritos contra esos negros y blancos gigantescos, transgénicos engordados con esteroides? Parece que nada, pero no hay que olvidar que en todas las batallas impera la mente sobre el músculo y la fuerza bruta; más técnica y más velocidad. Los argentinos, cubanos y brasileños van por ese camino. Deben crear su propio estilo que difiera del de la NBA. Jugando por debajo, como se hace en el fútbol cuando las defensas son muy altas. Los enanitos argentinos dieron una clara demostración de esta teoría, y se llevaron la medalla de oro en el fútbol.
Es seguro que están enchilados y que para Londres se van a preparar furiosamente para que ese torneo sea del dominio absoluto de los de “lengua inglesa”. Entonces, ¿cuál debe ser la estrategia de los demás, en especial la de los latinos? ¿Qué podemos hacer para neutralizar el poderío de los “ingleses”? La especialización. Esa es la respuesta y la lección que ya nos enseñó Jamaica. Brasil debe ir como una gran potencia, con todos los deportes en forma masiva. Argentina debe seleccionar unas cuatro o cinco disciplinas en las que pueda asegurarse medallas. México también debe hacerlo en forma global, pues una nación de más de cien millones de habitantes, debe tener una presencia total. Pero no de gente que vaya a ver si de casualidad logran ganar algo, sino de atletas convencidos de que pueden alcanzar los más altos niveles de competencia. México debió, como Francia, haber ganado unas cuarenta o cincuenta medallas. Pero para que eso sea realidad, deben imitar el ejemplo más inmediato y eficaz que conocemos en la América Latina: el de Cuba. ¿Cómo es posible que un país pobre y bloqueado económicamente pueda producir semejante cantidad de atletas de nivel mundial? Mediante la disciplina y preparación responsable y seria; con el gobierno involucrado activamente.
      No es posible que países como Inglaterra, Italia, Bielorrusia, Holanda, Ucrania, Rumania, Etiopía y Kenia (estos dos últimos tercermundistas) hayan superado a Brasil, México y Argentina en el “medallero”. Y Colombia, con más de cincuenta millones de habitantes y un millón de kilómetros cuadrados, apenas ganó dos medallitas (una de bronce y otra de plata), lo cual luce ridículo ante la demostración de poderío de los jamaicanos, otro país tercermundista que se debate entre los límites de la miseria. Así que con Cuba y Jamaica, la pobreza dejó de ser un buen pretexto para justificar nuestra inutilidad. La América Latina debe tomar una decisión honesta en conjunto: o se preparan adecuadamente, o no participan en más olimpíadas. Bien podemos hacer unas “latiniadas” mediocres en donde, con toda seguridad, Cuba aplastaría al resto de sus competidores, incluso en fútbol. No es decente que vayamos a hacer el papelón de “punching ball” de los que pueden. Tampoco a servir de petate o escalera para los demás; o como dice una amiga muy jocosa: “Idiay, nosotros vamos para que los otros tengan a quien ganarle”.
Costa Rica debe competir solo en natación. Ya tenemos un glorioso precedente que nos califica para competir con “autoridad”: las hermanas Poll. Chile en tenis, Colombia en levantamiento de pesas, Bolivia en ping pong, Perú y Ecuador en canotaje, Nicaragua y Panamá en boxeo, los grandes en fútbol, Dominicana en béisbol y así por el estilo. Que sepamos que cada uno de nuestros pequeños países es grande en una, dos o tres disciplinas y que llegan a una olimpiada con aquel lema tan conocido: “No venimos aquí a ver si podemos, sino porque podemos vinimos”.
      Jamaica y Cuba, dos países tercermundistas nos demostraron, junto con Kenia y Etiopía, que la pobreza no es una limitación definitiva cuando hay corazón. Nos enseñaron que el dinero no establece ni fija el nivel de los sueños, y que un hombre con deseos es invencible. Que los gringos y europeos pueden tener cien mil pistas de primera, pero que la determinación y fiereza de una exhalación verde-amarilla conocida como Usain Bolt las redujo a cenizas. Incluso la paupérrima Mongolia se dio el lujo de llevarse dos medallotas de oro. Entonces ¿qué debemos hacer los latinos? Prepararnos debidamente para la batalla de Londres. O no ir, que sería lo más honesto en virtud de nuestra crónica e insuperable mediocridad. Debemos hacer una presentación orgullosa y triunfal, o difuminarnos decorosamente en una ausencia que nadie notaría.
Olimpiescamente
RIS

501 La magia de los juegos de Pekín

501    “LA CHISPA
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA MAGIA EN LOS JUEGOS DE PEKÍN

    Muchas cosas para reflexionar nos dejaron los Juegos Olímpicos “de” la China. Y el primero es la realidad incontrastable del poderío deportivo de esa nación. Pedazo a pedazo, deporte a deporte, le fueron arrancando los comillos al feroz tigre norteamericano que, al final, y pese a toda la fanfarria que hizo la prensa mundial, tuvieron que conformarse con un lejano segundo lugar. De nada les valió la estridencia, arrogancia y los alaridos irrespetuosos de Phelps. Se quedaron a muchas, muchísimas medallas del Dragón Asiático. De nada les sirvió todo el servilismo de la prensa mundial; la China los aplastó sin apelación alguna. A pesar de todo lo que hizo la prensa occidental (gringa) cuando empezó a ver la realidad y los resultados en el medallero, nada pudo cambiar el curso de los acontecimientos que, implacablemente, iban apuntando hacia una sola dirección. Entonces trataron de opacar a los chinos con la cuestión de los fuegos artificiales falsos, o con la edad de las atletas chinas y cuanta suspicacia se les ocurrió. Pero nada pudo cambiar los hechos y, el Celeste Imperio se alzó con los laureles de la olimpiada, no solo por una organización maravillosa e inigualable, sino por la actuación de sus atletas que situaron a esa nación en la cúspide mundial de los deportes.
    A pesar de que los falderillos de esa prensa servil (como algún periódico de Costa Rica) hacían hasta lo imposible por deslucir a la China, esta siguió con su paso arrollador dándonos una demostración de poderío que va mucho más allá del plano deportivo. Nos dieron una ejemplar lección de estrategia general que hizo inútiles todos los esfuerzos de los Estados Unidos por imponerse; los chinos nos demostraron que no hay necesidad de ser gigantes de más de dos metros de estatura para vencer. Que hay otras cosas que cuentan, como la inteligencia, la astucia, la planificación cronométrica, el sacrificio, la entrega total y, sobre todo, la convicción. Los gringos centraron toda su propaganda en unos cuantos figurones con los cuales quisieron impresionar al mundo; y en cierta forma, lo lograron, pero no con los chinos. La samotana que formaron alrededor de Phelps y el famoso Dream team, aunque ganaron medallas, no les alcanzó para el resultado final. Y eso lo sabían muy bien los chinos; así que se prepararon sistemáticamente en aquellas disciplinas en las que no es necesario ser un súper hombre de tres metros para obtener medallas. Se olvidaron del fútbol, del béisbol, del básquet y un poco del boxeo, y concentraron sus baterías en todos aquellos deportes que eran susceptibles de ser adaptados con plenitud al tipo físico del chino. Y el resultado fue aplastante.
     Mientras los latinos y los gringos estábamos pendientes de Phelps, el fútbol, el beis y el boxeo, ellos se cuidaron de todos aquellos deportes casi insignificantes pero que, sumados, les dieron las medallas necesarias para proclamarse campeones olímpicos: ping pong, chumicos, trompo, papalotes, gimnasia, danza y muchas otras en donde solo es necesaria la constancia llevada al grado de locura. Y nos demostraron que sí se puede. Que los norteamericanos NO SON INVENCIBLES, como nos han querido hacer creer durante décadas.
    La segunda parte trata de la pequeña Cuba, que de nuevo sacó la cara por la América Latina, a pesar de la rabia de un periódico criollo que casi festejaba en sus páginas que sus atletas no hubieran ganado medallas de oro en el boxeo. Con titulares como “Cuba se fue a la lona”, “La caída del boxeo cubano” y otros por el estilo, demostraron la enchilazón de sus amos que, pese a toda la orquesta mundial de propaganda, se vieron borrados de la justa olímpica. En cambio Cuba ganó VEINTICUATRO MEDALLAS. Más que Canadá, Bielorrusia, España, Holanda, Polonia, Hungría, Noruega, Rumania y otras grandes naciones. Las mismas que Argentina, Brasil y México juntos. Tremenda cosecha para un paisito de apenas unos doce millones de habitantes. Y si proyectamos esos números, resultaría que si Cuba tuviera 120 millones de habitantes (como México, más o menos) habría ganado DOSCIENTAS CUARENTA MEDALLAS. Y si tuviera los mil trescientos millones de la China, su medallero hubiera sido de DOS MIL QUINIENTAS PRESEAS. Y todo eso a pesar de la furia de ese lambiscón periódico que tanta propaganda les hizo a los atletas norteamericanos.
     También quedó demostrado que la presencia latinoamericana, aparte de Cuba, no es más que una cuestión folclórica y ruinosa; vergonzosa, se podría decir. Delegaciones en donde van diez o veinte representantes por cada “atleta”, nada hicieron. ¿Qué van a hacer los latinos en esas justas? ¿A pasear? Oí a muchos que se pavoneaban de haber mejorado su propia marca personal. O de haber mejorado el récord de este, ese o aquel país latino, pero ¿a quién le importa eso? Allí se llega a romper el récord olímpico o mundial; a ganar medallas y no a encontrar el triste consuelo del “mejor esfuerzo que pude”. A una olimpíada se va a GANAR MEDALLAS. Y si se tiene la consciencia de que no se puede, lo menos que se debe hacer es no ir a hacer el RIDÍCULO de no pasar ni siquiera de las eliminatorias previas. Costa Rica ya saboreó la miel del oro y la plata en dos olimpiadas y, a partir de ese impulso descomunal, debió convertirse en una potencia mundial de la natación. Nada más. No es necesario competir en todo; basta hacerlo en uno o dos deportes, PERO BIEN. Véase el caso de Jamaica. ¿Cuántas piscinas públicas hay en Costa Rica? ¿Cuántas de tipo olímpico, con trampolines y todas las carajadas necesarias? ¿Adónde pueden ir a aprender y desarrollarse nuestros niños y jóvenes? Solo en los clubes elitistas y de paga es posible encontrar algo, pero la gente que pertenece a esos círculos, a excepción de las Poll, no tiene el “hambre” ni la necesidad que son dos de los grandes acicates para buscar la gloria. Como les pasa a los africanos, que corren por sus vidas.
Cada nación nuestra debería especializarse en un deporte y llevarlo a la cima de la perfección, y así nos garantizaríamos, como raza, una cosecha de al menos cuarenta medallas de oro; y entonces la América Latina sí estaría en el podio. Ni chinos ni gringos podrían ignorarnos.
Olimpiescamente
RIS

498 China y los derechos humanos

498    “LA CHISPA
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

CHINA, LOS DERECHOS HUMANOS Y LOS SINVERGÜENZAS

      No faltan voces que critiquen el estado de los derechos humanos en China, pero esa nación ha sido siempre lo mismo, durante miles de años. Ellos son una raza dura, acostumbrados por milenios, a sistemas de gobierno dictatoriales y crueles; esa es su naturaleza, y ningún chino encuentra nada raro en eso. Pero una cosa es segura: si China incurre en el mismo error que la Unión Soviética, se hunde en el mismo pantano en el que esta se encuentra atrapada y en manos de una mafia poderosa y mil veces más pérfida de todos los inquilinos que tuvo el Kremlin. Roto el férreo control del partido, la URSS cayó en el caos del cual todavía no se ha recuperado. Y no olvidemos que los rusos son como los chinos: gente curtida, acostumbrada a esa forma de vida desde hace milenios, y a los que no se les pueden dar ciertas libertades porque no saben que hacer con ellas y rápidamente caen en el desorden. Sobre todo, cuando esos países están plagados de sinvergüenzas que, eliminados los riesgos de muerte, de inmediato se convierten en parásitos del Estado y se enriquecen desaforadamente con los recursos de la nación, como sucede en la actualidad con la nueva clase de ricos que ha surgido en Rusia. Un ejemplo de estos es un tal Román Abramovich y sus paisanos “rusos” que, de la noche a la mañana, resultaron dueños de casi todos los bancos y grandes empresas semi estatales.
En Rusia la corrupción ha alcanzado el carácter de legal y todo el que está o estuvo relacionado con el gobierno, puede amasar enormes fortunas. La lista de estos maleantes que salieron de la nada y se han convertido en súper millonarios, alcanza a más de ciento veinte mil individuos con fortunas fabulosas. Desde luego que la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado; y aunque todavía no llega a la vulgaridad de los Estados Unidos, se mueve en esa dirección velozmente. Los chinos han visto este ejemplo y no están dispuestos a permitir que los pillos hagan festín con lo que tanto le ha costado a TODO el pueblo chino. Antes en Rusia todos tenían un poquito de algo; hoy la miseria se ha generalizado con la falta de todo, mientras que una elite de millonarios hace ostentación ofensiva de un capitalismo escandaloso surgido de maniobras ilícitas y de los contactos que ciertas minorías siempre han tenido con el gobierno, como el judío-ruso Abramovich y sus millares de consanguíneos. Así que bien hacen los chinos con mantener la línea de acero.
     Pueblos ásperos, poco refinados y de naturaleza revoltosa, tienen que ser contenidos mediante gobiernos que los mantengan a raya. No hay otro camino. Sobre todo, cuando en sus entrañas se encuentran grupos demasiado astutos en comparación con los nativos genuinos. A esta gente es necesario posibilitarles su desarrollo pero de forma lenta y bien encausada dentro de líneas muy claras y definidas que no permitan que los sinvergüenzas se apoderen de todo. La clave está en un gobierno “fuerte” pero que a la vez sea nacionalista o socialista en el buen sentido de la palabra; incluso comunista, siempre y cuando este mantenga el equilibrio y distribución justa de la riqueza entre todos los sectores de la sociedad. Es decir, una dictadura socialista en donde cualquier bellaco que intente sacar ventajas ilegales de su posición en el gobierno, tenga que enfrentarse a un castigo severo. Como hacen en China. Cualquier tramposo al que descubren, le pegan un tiro en la nuca y un cuento acabado. Muerto el perro, se acabó la rabia. Así, no es cualquiera el que se atreve a hacer fraude con los bienes del Estado, valga decir, del pueblo. Como es la norma casi general en los países de la América Latina, en donde cualquiera dispone a capricho incluso de dineros que han sido donados del exterior para fines específicos. Aquí nuestros funcionarios le dan otra “dirección” que casi siempre es la de sus bolsillos y los de sus allegados. Aquí los tramposos se dan el lujo de “renunciar”, hacerse los ofendidos e irse tranquilos para sus casas con el botín. En nuestras sociedades este tipo de pillos se permiten demandar al Estado y a los medios que han denunciado sus marrullerías, y ¡cosa increíble!, los tribunales suelen darles la razón y no solo salen bien forrados de plata, sino que a la campaña siguiente, están aspirando a la Presidencia de la República. América Latina es el Paraíso de los tramposos de la política.
      Cuando se habló de Cuba como centro de narcotráfico, el gobierno inició una investigación; hallaron a un general culpable y, sin mucho revuelo, lo llevaron al paredón y lo fusilaron. Y ahí murió cualquier posible tendencia a utilizar las influencias del gobierno para beneficios personales. No se puede eliminar la inclinación hacia los actos inmorales, pero sí se puede mantener a raya a los corruptos cuando se les hace saber, con un severo ejemplo, a lo que pueden enfrentarse si delinquen en contra del bien común. Si hiciéramos eso en cada país latino, nos salvaríamos a de ser víctimas de la rapiña de miles de parásitos que se enriquecen con el saqueo del erario de sus respectivos terruños. El ejemplo de México es terrible. Por lo tanto, tengamos cuidado cuando enjuiciamos a los chinos y su conducta en relación con los “desviados sociales” que ven en los negocios del Estado, la posibilidad de amasar fortunas ilícitas. El castigo a cada uno de esos malandrines, es la garantía de que millones de niños tendrán alimento, educación y salud, y que millones de hombres y mujeres recibirán mayores beneficios sociales de su gobierno, como está pasando en China. Pero recuerden que eso no es instantáneo, pues cuando Mao tomó la China, esta se encontraba en la era arqueozoica. Pero hoy apuntan hacia las estlellas, según hemos podido ver en esa vitrina que nos abrieron mediante los juegos olímpicos. Ellos saben cuál es el camino que les conviene y lo están siguiendo con paciencia y tesón, atributos milenarios de esa raza. Y si en el camino caen algunos, ¡pues que caigan! Dejemos que sigan su ruta a su estilo, y antes de criticarlos, echemos una mirada cuidadosa a nuestras propias comunidades latinoamericanas, hundidas en el hambre, la miseria y la corrupción derivadas del respeto a los “derechos humanos de los sinvergüenzas” de todos los niveles sociales y políticos. Antes de criticar a los chinos, observemos lo que tenemos en casa.
Derechescamente
RI S.