jueves, 20 de mayo de 2010

502 Reflexiones olímpicas

502     “LA CHISPA (30 de agosto 2008)

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

REFLEXIONES OLÍMPICAS

    Cantó la Gorda y, asistimos a un relevo necesario en esta competencia mundial; pero más que eso, pudimos entrever ciertas posibilidades a las que hice mención en la “Chispa” anterior: crear un sistema para vencer a un enemigo muy poderoso al que NO se le puede ganar frontalmente. Hay que seccionarlo, como hizo la China que, con ayuda de otros, fue limitando la capacidad norteamericana de alzarse con todas las medallas. Así que si los chinos no ganaban ciertas disciplinas, se vieron beneficiados con que otros, muy atomizados, les fueran sustrayendo más y más medallas al “tigre de papel” como llamaba Mao a los yanquis. Con el fútbol les quitaron toda posibilidad de medallas, con el béisbol los relegaron al tercer lugar; y así, con una gran cantidad de deportes les fueron cerrando el camino de la victoria; además, si le sumamos el enorme esfuerzo y capacidad de los dueños de casa, el resultado era predecible. En una disciplina en la que los Estados Unidos eran reyes, Jamaica los borró del mapa. En lanzamiento de bala, jabalina, salto largo, alto, fondo, medio fondo, pértiga, pesas, boxeo, tenis y balonmano también se vieron diezmados. Un periódico nacional festejaba de la siguiente manera: “Cuba se fue a la lona”, aduciendo que los isleños no ganaron ninguna medalla de oro en boxeo, pero, cuidadosamente, omitieron decir que Amerrica, la superpotencia deportiva, tampoco ganó ninguna. También se cuidaron de mencionar que Cuba ganó cuatro medallas en ese deporte (dos de plata y dos de bronce), mientras que los gringos no ganaron ni una, ni de lata.
     Me decía un amigo escéptico que qué podían hacer en básquet nuestros inditos alimentados con arroz y frijoles ante esos negrazos de la NBA. Me preguntaba, ¿qué pueden hacer nuestros chaparritos contra esos negros y blancos gigantescos, transgénicos engordados con esteroides? Parece que nada, pero no hay que olvidar que en todas las batallas impera la mente sobre el músculo y la fuerza bruta; más técnica y más velocidad. Los argentinos, cubanos y brasileños van por ese camino. Deben crear su propio estilo que difiera del de la NBA. Jugando por debajo, como se hace en el fútbol cuando las defensas son muy altas. Los enanitos argentinos dieron una clara demostración de esta teoría, y se llevaron la medalla de oro en el fútbol.
Es seguro que están enchilados y que para Londres se van a preparar furiosamente para que ese torneo sea del dominio absoluto de los de “lengua inglesa”. Entonces, ¿cuál debe ser la estrategia de los demás, en especial la de los latinos? ¿Qué podemos hacer para neutralizar el poderío de los “ingleses”? La especialización. Esa es la respuesta y la lección que ya nos enseñó Jamaica. Brasil debe ir como una gran potencia, con todos los deportes en forma masiva. Argentina debe seleccionar unas cuatro o cinco disciplinas en las que pueda asegurarse medallas. México también debe hacerlo en forma global, pues una nación de más de cien millones de habitantes, debe tener una presencia total. Pero no de gente que vaya a ver si de casualidad logran ganar algo, sino de atletas convencidos de que pueden alcanzar los más altos niveles de competencia. México debió, como Francia, haber ganado unas cuarenta o cincuenta medallas. Pero para que eso sea realidad, deben imitar el ejemplo más inmediato y eficaz que conocemos en la América Latina: el de Cuba. ¿Cómo es posible que un país pobre y bloqueado económicamente pueda producir semejante cantidad de atletas de nivel mundial? Mediante la disciplina y preparación responsable y seria; con el gobierno involucrado activamente.
      No es posible que países como Inglaterra, Italia, Bielorrusia, Holanda, Ucrania, Rumania, Etiopía y Kenia (estos dos últimos tercermundistas) hayan superado a Brasil, México y Argentina en el “medallero”. Y Colombia, con más de cincuenta millones de habitantes y un millón de kilómetros cuadrados, apenas ganó dos medallitas (una de bronce y otra de plata), lo cual luce ridículo ante la demostración de poderío de los jamaicanos, otro país tercermundista que se debate entre los límites de la miseria. Así que con Cuba y Jamaica, la pobreza dejó de ser un buen pretexto para justificar nuestra inutilidad. La América Latina debe tomar una decisión honesta en conjunto: o se preparan adecuadamente, o no participan en más olimpíadas. Bien podemos hacer unas “latiniadas” mediocres en donde, con toda seguridad, Cuba aplastaría al resto de sus competidores, incluso en fútbol. No es decente que vayamos a hacer el papelón de “punching ball” de los que pueden. Tampoco a servir de petate o escalera para los demás; o como dice una amiga muy jocosa: “Idiay, nosotros vamos para que los otros tengan a quien ganarle”.
Costa Rica debe competir solo en natación. Ya tenemos un glorioso precedente que nos califica para competir con “autoridad”: las hermanas Poll. Chile en tenis, Colombia en levantamiento de pesas, Bolivia en ping pong, Perú y Ecuador en canotaje, Nicaragua y Panamá en boxeo, los grandes en fútbol, Dominicana en béisbol y así por el estilo. Que sepamos que cada uno de nuestros pequeños países es grande en una, dos o tres disciplinas y que llegan a una olimpiada con aquel lema tan conocido: “No venimos aquí a ver si podemos, sino porque podemos vinimos”.
      Jamaica y Cuba, dos países tercermundistas nos demostraron, junto con Kenia y Etiopía, que la pobreza no es una limitación definitiva cuando hay corazón. Nos enseñaron que el dinero no establece ni fija el nivel de los sueños, y que un hombre con deseos es invencible. Que los gringos y europeos pueden tener cien mil pistas de primera, pero que la determinación y fiereza de una exhalación verde-amarilla conocida como Usain Bolt las redujo a cenizas. Incluso la paupérrima Mongolia se dio el lujo de llevarse dos medallotas de oro. Entonces ¿qué debemos hacer los latinos? Prepararnos debidamente para la batalla de Londres. O no ir, que sería lo más honesto en virtud de nuestra crónica e insuperable mediocridad. Debemos hacer una presentación orgullosa y triunfal, o difuminarnos decorosamente en una ausencia que nadie notaría.
Olimpiescamente
RIS

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