lunes, 10 de mayo de 2010

189 Los emigrantes

189     “LA CHISPA

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LOS EMIGRANTES

    Solo hay dos tipos de emigrantes: el que tiene dinero y practica esta actividad por el placer de la aventura, y el que lo hace por necesidad. El fenómeno de las migraciones en consustancial al ser humano y está ligado al más básico principio de supervivencia. Las grandes migraciones humanas siempre se han producido por una sola razón: la búsqueda de alimentos. Antes era muy fácil, pues había mucho terreno y muy poca gente; además, se puede decir que casi toda la humanidad se encontraba en un grado de avance tecnológico muy parecido. Pero cuando empezaron a darse las culturas con mayor desarrollo y esplendor, de inmediato se convirtieron en imanes irresistibles para millones de seres que se movilizaban hacia estos centros de riqueza y abundancia. Entonces comenzó a fortalecerse la unidad nacional ante los extranjeros, y empezó el “nacionalismo”. Se erigieron las barreras territoriales, sociales, legales y sicológicas, las cuales dieron nacimiento a los conceptos de “nosotros” y “ellos”. A la separatividad y todos los prejuicios nacidos al calor de la competitividad y al afán de prevalecer sobre otros grupos.
     Todos los inmigrantes son “raros”, y lo que es raro engendra desconfianza, y esta lleva al miedo, y el miedo al odio. Toda una cadena irracional formada sobre la base de los prejuicios. Es por eso que cualquier movimiento invasor de inmigrantes tiende a causar cierto resquemor entre los miembros del pueblo invadido. El nativo opta por cerrarse y cerrar las puertas de su hogar y su mundo al que considera un intruso. Le demuestra su odio, mala voluntad o envidia de las más diversas maneras, las cuales van desde las generalizaciones infundadas hasta las agresiones personales. Se puede decir que todos los pueblos son xenofóbicos en alguna medida, la cual guarda relación con el desarrollo sicológico de su sentido de nacionalidad. Los países fuertemente nacionalistas, son proporcionalmente intolerantes con los extranjeros. Es el caso de Alemania, nación dotada de un poderoso sentido racial y nacionalista que los ha llevado a innumerables problemas. Y véase que su natural xenofobia ni siquiera tiene un verdadero carácter racista, sino que es una cuestión sicológica en los casos normales, y una aberración en los extremistas cabezas rapadas y otros grupos neonazis. Se puede decir que tienen un mal concepto de los polacos, a los cuales menosprecian y tratan de vagos y otros epítetos denigrantes por el estilo, a pesar de que estos son tan europeos como ellos. A los turcos los consideran una especie de lacra molesta a la que no queda más camino que soportar. Y si es hacia los árabes, negros o latinos oscuros, su mala voluntad es terrible.
     El ejemplo de los alemanes es el más notorio por la forma de ser de estos; su franqueza al expresar sus emociones es tan brutal, que hacen que cualquier animadversión en ellos, alcance un nivel de grosería que otros pueblos suelen disimular en mejor forma. Caso de los ingleses, franceses y otros. Es una cuestión cultural que ni siquiera tiene que ver con la reciprocidad o la historia, pues naciones como España e Italia, tradicionales emigrantes en masa, ahora que han logrado un gran desarrollo económico y social, notorias capas de su sociedad se han vuelto bárbaramente racistas. Gente que anduvo dando lástima por todo el mundo, ahora presentan una actitud que dice muy mal de ellos y su memoria histórica colectiva. Pero eso es natural dentro de ciertos límites. A nadie se le puede obligar a querer a los extranjeros, así como no se puede forzar los sentimientos hacia aquello que no nos gusta. Que quede claro que nadie está obligado a querer a los foráneos, fraternizar alegremente con estos ni a sacrificarse por ellos. Nadie puede ser compelido al menoscabo de sus intereses económicos para servir a los de afuera. Ningún nacional puede ver con buenos ojos el deterioro de su condición económica personal o familiar, cuando esta se produce como consecuencia de imposiciones cuyos destinatarios sean gente extraña. Eso es natural.
    Sin embargo, hay que saber distinguir muy bien las causas que llevan a una xenofobia irracional y sin fundamento alguno más que la suspicacia, el que dirán o las calumnias masivas. O peor aún, de las generalizaciones arbitrarias o malignas. Hay que distinguir entre la inquietud natural que produce una masa considerable de inmigrantes, y los prejuicios nacidos al calor de las suposiciones y los miedos. Desde luego que los emigrantes constituyen una corriente invasiva a la intimidad de cualquier pueblo, pero ese ha sido, es y será, el destino de la humanidad como un todo. Ese fenómeno jamás ha parado ni se detendrá mientras las condiciones que le dan origen persistan. Este es un asunto de todos; ningún ciudadano consciente puede alegar que “ese no es su problema”. La emigración es problema de todos, pues nadie emigra porque sí. Irse de la patria es morir a poquitos; para el emigrante es dejar jirones del alma y corazón por cada uno de los recodos del camino que lo aleja de la tierra que lo vio nacer. Emigrar es agonía que requiere de un valor que va más allá de la comprensión de las personas insensibles. Emigrar es quedarse sin alma, es dolor, es martirio silencioso que tiene que sobrellevarse en soledad y amargura disimulada. Reír con el corazón sangrando y el amor estirado hasta la lejana tierra. Emigrar es morir dolorosamente un poquito cada día. Emigrar es arrinconarse en los recuerdos y allí llorar o reír a placer. Por eso los emigrantes ríen juntos, lloran juntos, se consuelan unidos, porque cada uno ve en los suyos, una parte viva de la lejana y querida tierra. Y ante el rechazo y el odio de sus anfitriones, se galvanizan, se curten y se hacen tan duros como el acero, la única forma de sobrevivir ante la adversidad.
      Hay que tener un coraje increíble para aventurarse en las inhóspitas arenas del desierto y las peligrosas aguas del Mediterráneo, para ir en busca de un sueño de libertad y abundancia a una Europa fría. Hay que ser un auténtico titán para lanzarse a las terribles y tempestuosas aguas del Caribe, infestadas de tiburones, sobre el frágil sostén de un neumático, para ir en busca de una quimera. Como la madre de Elián Guerrero. Hay que estar en el límite de la angustia, para meterse entre el tren de aterrizaje de un avión para huir en la búsqueda de una mejor vida. Había que ser mucho más que un hombre o una mujer, para lanzarse a través de los miles de obstáculos mortales que separaban a las Alemanias. Hay que ser un héroe de verdad para ir en busca de ese sueño de libertad y abundancia que hay detrás de la enorme barrera que los Estados Unidos han erigido en su frontera con México. Cada emigrante es una historia de dolor y angustia, pero sobre todo, de soledad, miedo e inseguridad.
     El emigrante es un problema de todos, porque todos, en alguna medida, con nuestros actos o indiferencia, hemos ayudado a crear las condiciones de injusticia que son la matriz de este problema de carácter mundial. Con nuestra deliberada complacencia, vemos como ciertos pueblos abusan de los más débiles, y nada hacemos para evitarlo. África está en la ruina, desertificada y hambrienta, porque los europeos la depauperaron hasta lo indecible; gran parte de Asia sufre lo mismo por la misma causa; y la América Latina no se queda atrás. Estas tierras seguirán siendo fuente de enormes masas migratorias hacia cualquier lugar en donde haya comida, sin importar las consecuencias, porque la causa es materia de vida o muerte. Así que, o resolvemos el problema entre todos, o todos sucumbiremos ante el peso de lo inexorable. Nadie puede lavarse las manos y decir que ese es un problema de los cubanos, mejicanos, nicas, árabes, salvadoreños o africanos y que solo ellos pueden y deben resolverlo. Eso es cerrar los ojos ante la realidad y hacer como el avestruz. Cualquier problema de cualquier ser humano en cualquier parte del mundo ES MI PROBLEMA, porque todos somos, nos guste o no, células de un único organismo llamado Humanidad, independientemente de cuál sea mi color, lengua, creencias o nacionalidad.
Incluso los judíos, con todo el resentimiento y odio que les profesan a los egipcios, tienen una ordenanza sagrada que los conmina en términos muy claros: “No torcerás el derecho del extranjero, ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda, sino que te acordarás que fuiste siervo en la tierra de Egipto y que de allí te rescató tu Dios”. (Dt. 24-17 y 18). Hoy por ti, mañana por mí.
    El emigrante es problema de todos.
    Si le gustó o no esta “Chispa”, no deje de pensar en su contenido, mucho más allá de las emociones y el malestar que causa una situación de incomodidad pasajera. Nunca se arrepentirá de extender su mano al prójimo, sobre todo, cuando este le cae mal, porque ¿qué mérito tiene ayudar a los que queremos o no necesitan?
Fraternalmente
RIS.

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