lunes, 31 de mayo de 2010

668 El doctor House

        668   “LA CHISPA”                    (17/07/09)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL DOCTOR CASA (HOUSE)
     Si enfermara de cualquier cosa, me encantaría caer en manos del Doctor House y su competente equipo de diagnosticadores que parecen saberlo todo. Con todo lo patán, irónico, descreído y burlesco que es, resulta ser una persona encantadora pero, sobre todo, un genio en el cual se puede confiar abiertamente desde el punto de vista médico. Tanto es así, que sus subalternos lo respetan profundamente y le toleran sus excentricidades y ordinarieces porque reconocen su altísima calidad profesional; pero lo que es más importante, ellos “saben” que detrás de aquel renco lunático con apariencia estrafalaria, se encuentra un hombre sensible y atormentado que usa la coraza del sarcasmo para que nadie vea sus debilidades. En su fase externa es un científico perfecto que casi nunca permite que sus juicios se vean obnubilados por sus sentimientos humanos; y en eso se empeña de manera tan terca, que llega a convertirse en un tipo odioso socialmente, en un inadaptado incapaz del menor gesto de reconocimiento a la valía de los demás. No al menos públicamente. Sus sentimientos son un enigma complejo, aunque su capacidad como doctor está fuera de toda discusión.
     La combinación mágica que resulta de su talento y su aspecto desvalido, deviene en un ser patético digno de las más enredadas consideraciones, pues en cuanto lo odiamos, le sentimos cariño y reverencia. El más claro ejemplo de este embrujo que ejerce el Dr. House es la sensual doctora Cameron (Jennifer Morrison), la cual lo mira con una admiración casi sagrada; en sus ojos y semblante, incluso en sus juicios, captamos el amor contradictorio que siente por este individuo cuyo contacto o aproximación es tan peligroso y refractario, como el intento de establecer alguna relación con un puerco espín. A pesar de lo irritante y grosero que es, ella lo ama por encima de todo, y lo transpira por todo su cuerpo. Es una entrega total que debería traducirse en un encuentro apasionadamente sexual; sin embargo, la serie se ha mantenido a buena distancia de algo que parece inevitable. Y aun cuando en algunos momentos llega a situaciones comprometedoras del sesgo académico de esta película, los guionistas cuidan esmeradamente este aspecto y no incurren en las vulgaridades de las telenovelas corrientes en donde todo acaba en la cama sin ton ni son.
Es ingeniosa, inteligente, bien actuada y concebida por sus creadores, es de lo poco bueno que podemos ver en la televisión. Ojalá que se mantenga dentro de su calidad artística y no la conviertan, como todas las series exitosas, en una cuestión política y propagandística judía. En los clásicos culebrones en donde los judíos son perseguidos, torturados, discriminados y humillados. Y en las que, sin embargo, son los genios, los que más saben y de los que depende la marcha correcta del Universo. Sería una lástima terrible, pues la pondría en un terreno ideológico chocante con las personalidades de los actores, que se desarrollan por sus condiciones humanas e intelectuales y no por cuestiones étnicas o de pertenencia a la “raza elegida”. Hasta el momento de escribir este comentario, el Dr. House NO es judío, aunque ya lo escuchamos en un capítulo pronunciar la expresión yidish (judía): “Mazel Tov”, una especie de conjuro para que haya buena suerte. Sería una pena que la arruinaran con ese tipo de idioteces y que nos salieran con el Bar Mizvah, el Holocausto, la Janucá, el Yom Kipur, el Rosh Hashaná o el Purim. Pero lo harán… se los aseguro.
     La cuestión racial es bien manejada en la relación de House (Hugh Laurie) y el doctor Erick Foreman (Omar Epps), pues en ella no salen a relucir los tradicionales argumentos de la discriminación, tema que convierten los cineastas judíos en la cuestión medular de todo su trabajo fílmico. La personalidad del doctor House es tan avasalladora que, incluso su jefa, la doctora Cuddy (Lisa Edelstein), está inmersa dentro del aura poderosa de este extraño sujeto inmune a toda autoridad. Y ella también lo ama, aunque con más proyección sensual, con la misma intensidad emocional que Allison. La relación de House con el australiano Chase (Jessie Spencer) es casi paternal, aunque no haya ni el más leve indicio de afecto por parte del repulsivo lisiado. Sin embargo, aquel también lo admira y reconoce su capacidad a prueba de todo. Todos estos jóvenes están sometidos al hechizo del papá de “Stuart Little”; pero hay un protagonista que se sale del guacal: el doctor James Wilson (Robert Sean Leonard). Este no está sujeto la autoridad médica directa de House, y aunque es víctima de las pesadas bromas de este, goza del reconocimiento y cariño del chiflado Dr. Casa. Y aunque Wilson es un competente oncólogo, también se encuentra sujeto a la influencia emocional de ese agraciado e impredecible individuo, poseedor de una lógica intimidante.
     El enfoque casi imposible que la serie les da a todos los personajes, apresa al público en una especie de atmósfera que, aunque irreal, nos atrapa en un suspenso casi perfecto; con muy pocos vacíos o inconsistencias técnicas. Tanto médicos como enfermos, van creando una telaraña tan bien vinculada que no para de revolver nuestras emociones en una especie de licuadora sentimental que nos lleva del odio a la lástima, del juicio violento al perdón, de la certeza al desconcierto. A veces vemos a House como un tipo aborrecible y, en el mismo capítulo, oteamos en la intimidad de su ser, algunos rasgos tan dulces que es imposible ver en su flaca y peluda cara casi infantil, de niño travieso. El arcano de la personalidad de House es algo que nos captura de inmediato; es el clásico individuo al que tenemos que odiar o amar, o ambas cosas. Nos ofende y nos hunde en la perplejidad de sus juicios ácidos acerca de la naturaleza humana, pero a la vez, sin expresarlo con palabras, nos hace sentir y compartir la justicia y corrección de sus apreciaciones profundamente sabias y ajustadas al supremo objetivo de la medicina. Y aunque a veces parece poco ortodoxo en sus métodos, al final siempre nos da lecciones éticas invaluables. El doctor House es todo un carácter magníficamente interpretado por el británico Hugh Laurie. Vale la pena verlo mientras se conserve sin contaminar con temas políticos o raciales.
     La pasan de lunes a viernes a las 6 P.M. en el canal 50 de Cabletica, a quienes les doy las gracias por este refrescante regalo que me ha devuelto el placer y la ansiedad de “ispiar” la tele. Como cuando veía “La Zulianita”, hará cuestión de treinta o más años. Cuéntenme qué les parece. ¡Ah!, no me pagan nada!
Televisorescamente
 RIS

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