domingo, 29 de mayo de 2016

1055 Los vicios morales



1055  LA CHISPA                   
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS VICIOS MORALES
         Se supone que todos estamos dotados de un núcleo moral como parte esencial de nuestra personalidad.  No importa que tratemos de ignorarlo o no, es el que regula y ordena nuestra conducta social; la fuerza irrefrenable que determina nuestra potencialidad de causar daño a nuestros semejantes, incluso a nosotros mismos, pues en la gran mayoría de los casos, somos las víctimas principales de este mecanismo evolutivo que, implacablemente, nos conduce por ese sendero que no es arbitrario ni corresponde a “castigo” alguno, sino que es el producto inevitable de lo que hemos hecho (sembrado, como dicen poéticamente las religiones).  Es el resultado de la indulgencia que aplicamos con nuestras tendencias malignas.  Porque NADIE, nadie puede alegar desconocimiento de la naturaleza de nuestros pensamientos y sus secuelas, que son las acciones que nos llevan a los resultados que obtenemos en la vida, y a través de las vidas.  Se llama Karma, y NO PERDONA.
         La cuestión moral del hombre es algo que siempre ha preocupado a las religiones y filósofos; pero también, en alguna medida, en algún momento de su vida, a cada persona en particular, cuando tratan de explicarse o comprender la naturaleza de su conducta, de la cual, suelen ser víctimas indefensas.  ¿Por qué actúo así?  ¿Por qué no puedo refrenar mi lengua?  ¿Por qué pierdo el control de mi carácter a la menor provocación o incomodidad?  ¿Qué es lo que determina el carácter, esa potencialidad o carencia que nos hunde socialmente o que nos conduce por el camino correcto y envidiable?  ¿Por qué hay gente CORRECTA y legiones de insensatos incapaces de un comportamiento decente y aceptable?  ¿Por qué hay miríadas de zopencos que, conociendo la conducta correcta siempre escogen el camino errado?  ¿Por qué?  Es indudable que ante cualquier situación que no plantee la vida, SIEMPRE CONOCEMOS la elección correcta.  Vean que siempre sabemos qué es lo que nos conviene, protege y nos libera de resultados desagradables.  Solo meditemos ante un lance social sumamente abundoso: la infidelidad marital.  ¿Sabemos o no, a lo que nos puede conducir y todas las desgracias que de él pueden derivarse?  ¿Hay alguien, hombre o mujer; que crea honestamente que puede salir incólume de una aventura “amorosa”?  Todos SABEMOS los riesgos y sus consecuencias.  Conocemos el peligro y las dolorosas consecuencias que entraña la infidelidad y, sin embargo, SABIENDO, siempre estamos dispuestos a jugárnosla bajo la ingenua teoría de que solo es un pasatiempo del que nadie se va a dar cuenta; que nadie va a salir lastimado, que solo es un juego ingenuo que no entraña daño para nadie.
         ¿Qué es lo que determina esa conducta suicida a pesar de que conocemos las inevitables consecuencias?  El núcleo moral del cual estamos dotados; mejor dicho, las deficiencias de ese mecanismo que, en forma general, conocemos como CARÁCTER.  ¿Y por qué casi todos carecemos de ese elemento de la personalidad que nos haría invulnerables a los ataques de nuestras propias debilidades?  Porque todos somos diferentes, con distintos grados de desarrollo personal que nos sitúan en un infinito número de posiciones en el camino evolutivo.  Eso se llama carácter, y es el indicador primario del sitio que ocupamos en la manada evolucionante.
         Carácter NO es violencia ni imposición de la voluntad; es el dominio sobre las tendencias negativas y destructivas que residen en nuestro núcleo moral y que son el producto de cientos de inclinaciones “malignas” cuya génesis se encuentra en nuestra mente (parte de la personalidad).  El dominio de esos vicios es la gran batalla del hombre; es el camino que conduce a la “santidad”.  A ser un hombre correcto que, ante la oferta de sus instintos, sabe distinguir y elegir el BIEN, la conducta adecuada e incapaz de causarle el mínimo dolor; tampoco a sus semejantes.
         Las religiones han luchado en contra de estas tendencias, pero con una metodología diferente y dudosa: haciéndonos creer que el “castigo” será en el Infierno, un sitio hipotético y discutible; además, sujeto a la posibilidad de evadirlo mediante la triquiñuela del perdón de los pecados, una especie de amnistía que promueve la impunidad del mal.  Aunque se han escrito códigos morales variados, los más notorios son los religiosos.  Por desgracia algunos de ellos, como el bíblico, fundamentados en leyes tan severas, hicieron que otras asociaciones religiosas se fueran a los extremos de flojera y al clientelismo.  Optaron por ofrecer a sus feligreses, diversos caminos fáciles para evadir las consecuencias de sus actos, algo impensable desde el punto de vista de la filosofía o de las religiones orientales, en las cuales el principio de la Justicia Eterna está representado por el Karma. 
         No es sino hasta que entendemos la naturaleza educativa de la Ley, que focalizamos nuestra atención en nuestro núcleo moral, fuente de todas nuestras desgracias o felicidad.  Solo cuando entendemos eso, dejamos de quejarnos y de buscar culpables exteriores: prójimos, diablos, dioses.  Solo cuando fijamos nuestra atención en nuestro interior (mente), es cuando nos damos cuenta de que todo está en nosotros.  Que todas nuestras circunstancias derivan de nuestra conducta, y que esta está determinada por ese núcleo moral que nadie, salvo nosotros mismos, puede hacer cambiar.  Nadie nos puede absolver, ni siquiera un dios.
         Esa será la temática de esta serie de “Chispas”: hacer un brevísimo análisis de algunos de esos vicios morales que TODOS tenemos, y que TODOS minimizamos hasta el punto de creernos libres de ellos.  Esas explicaciones que nos damos ante nuestras faltas de moral, serán el punto focal de estas notas.   Desde luego que cada uno de nosotros deberá practicar una metodología que suele ser extraña (o inexistente) cuando establecemos juicios sobre nuestra  conducta, vicios y deficiencias morales.  Pero si no somos honestos y críticos, permanecemos en el engaño, lo cual no nos ayuda en nada.  Tampoco es cuestión de afligirse, pues en el camino de la evolución, disponemos de millones de años para hacer los correctivos necesarios.  La Rueda de Samsara, si creemos en la transmigración, nos garantiza todo el tiempo del mundo para obtener la purificación por nuestra propia voluntad y ser nuestros propios salvadores.
         La Iglesia empezó señalando unos pocos de estos vicios que, finalmente quedaron en siete.  “Los siete pecados capitales”, lista engañosa que nos lleva a creer que solo son siete “pecadillos” lo que nos separan del cielo y que, con buen y oportuno arrepentimiento, podemos borrar de nuestra carga moral y colarnos en el Paraíso.  Incluso nos señalaron las “vacunas” que nos protegen de ellos.
         En la lista que aquí se elaboró, se incluyen más vicios que no pueden ser negados,  ya que su presencia es evidente en casi todos los seres humanos.  Es por eso que les pedimos que sean honestos en su análisis y estudio de esos vicios.  Sin ser condescendientes ni tolerantes.  Con rigor científico, pues eso nos puede llevar a darnos una idea aproximada de la clase de personas que somos.  El siguiente es uno de esos vicios del cual casi TODOS  creemos estar libres; y nos indignamos si alguien sostiene lo contrario.  Ese mote se convierte en el disparador de todos los demás vicios que hemos incluido en esta lista de estudio: MALEDICENTE.  Si alguien nos acusa de eso, de inmediato se despiertan en nosotros la intolerancia, vanidad, soberbia, ira, necedad, cinismo, patanería, irrespeto, grosería y muchas otras de esas criaturas que moran en el interior de nuestro núcleo moral.    ¿Empezamos?
         Fraternalmente
                       Ricardo Izaguirre S.         Correo:   rhizaguirre@gmail.com
                

No hay comentarios:

Publicar un comentario