domingo, 22 de abril de 2012

679 Costa Rica, Argentina, el fútbol y los locutores. .


679   “LA CHISPA”                                   
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
COSTA RICA, ARGENTINA, EL FÚTBOL… y los locutores
            El fútbol es la pasión más violenta que nos consume a los latinos; más que la política, la educación, el hambre y cualquier cosa seria que podamos imaginar.  Incluso subordinamos la religión al fútbol para exigir de nuestros dioses, santos y vírgenes la victoria sobre el “enemigo”.    Pero si eso es perdonable en la masa delirante, es triste ver esa actitud en comentaristas deportivos o personas que, por su posición social, pueden exacerbar los ánimos de un pueblo o pueblos carentes de la cultura necesaria para ponerle freno a la demencia temporal que suelen producir estos lances deportivos.  Es por eso que me pareció muy bueno el comentario de un locutor mejicano que dijo: “Solo es un pinche deporte, en el que no está en juego la Patria, el honor, la gloria ni la deshonra del país.  Es un simple juego”.   Y aunque es capaz de producir inmensa alegría o dolor, solo sigue siendo eso, un pasatiempo en el que hemos invertido demasiado frenesí, hasta el punto en que hemos llegado a confundir el objetivo de este.   Fue penoso escuchar a un locutor deportivo de uno de los países involucrado en la eliminatoria, profiriendo toda clase de denuestos en contra de un árbitro; incluso veladas amenazas de muerte, pues se dejó decir: “¡Sabemos en qué hotel estás y veremos si sales del país!”.   O algo parecido, pero el mensaje era ese: una advertencia mortal.  Talvez solo hayan sido bravuconadas de parte de ese energúmeno, pero el efecto de sus palabras pudo ser terrible en una turba de gente inculta y fanática.  Por dicha el país de ese sedicioso ganó el juego y todo quedó en nada.  Sin embargo, todavía está muy fresco en la memoria histórica de Centroamérica la llamada “guerra del fútbol”, que se produjo por un motivo parecido y el azuzamiento de muchos locutores irresponsables y mal educados que no tienen ni la más ligera idea de lo que significa su labor de divulgación.
            Los locutores son y DEBEN SER MAESTROS.   Guías mesurados de la opinión pública; algo así como los señores Rafa Puente y Heriberto Murrieta de la televisión mejicana.  Unos caballeros equilibrados que no elevan la voz ni recurren al chovinismo futbolero; no desacreditan a nadie y mantienen su ecuanimidad a pesar de estar entre otros colegas mucho más calenturientos, como Carlos Albert.  Esos deberían ser los modelos de todos los locutores latinoamericanos: ser profesionales apegados a la realidad y que no anden “inflando” a sus respectivas selecciones para hacer creer a los aficionados que estas son lo mejor del mundo.   Este consejo es válido para todos, pero en especial para argentinos y ticos.  Y aunque sabemos que esto es un negocio para unos pocos, no es ético que ese grupo de beneficiarios del fútbol, engañen a los millones de aficionados sinceros que van a los estadios convencidos de la supuesta superioridad de sus selecciones. 
            Los locutores costarricenses pierden la perspectiva de su labor y actúan más como “hinchas” y astrólogos que como comentaristas profesionales conscientes de lo que es la realidad, y pretenden que Dios o la Virgen de los Ángeles vengan a compensar las carencias de una selección cuyo rendimiento era para entrar en pánico desde la tunda de San Pedro Sula.   ¿Qué pretendían?  ¿Qué creían que iba a pasar contra México?  La prensa no hizo ni dijo nada responsable y profesional en relación con ese ridículo.  ¿Creían que Aguirre no tenía bien estudiado ese libreto?    Aparte de tibios comentarios, no se atacó el asunto de fondo antes de que se diera el sopapo del Ricardo Saprissa.  ¿Suponían que todo se iba a arreglar por arte de magia?  La derrota en Honduras debió disparar todas las alarmas y prepararnos para la realidad, en lugar de seguir con una propaganda falaz que nos hacía creer que era posible vencer a México y que el estadio local jugaba como el futbolista doce.   Después de lo de San Pedro, lo primero era “cortarle el rabo” al director técnico y a todos aquellos mediocres que se consideran “estrellas” solo porque juegan en el extranjero.   En México han corrido a todos los que no dan el ancho como directores de la selección.  Si un técnico NO DA RESULTADOS, se va.  DEBE IRSE.  Así se llame, Hugo Sánchez, Lavolpe, Erickson o Maradona.
            La misma amargura que vivimos con lo del estadio Saprissa, vivieron los argentinos; sobre todo porque sus locutores no conocen la mesura cuando de ponderar a su selección se trata.  Han endiosado “al Diego” y, suponen que con el nombre basta para que sea buen director técnico.  Puede que haya sido el mejor del mundo como futbolista, pero eso no quiere decir que sea buen técnico.  Que Costa Rica sea derrotada por México no es gran cosa; después de todo, ellos son la potencia del área y siempre nos han ganado.  Pero que Bolivia le haya propiciado semejante garroteada a los bicampeones del mundo, es inadmisible.   A la selección de Messi y su constelación de genios millonarios dirigidos por el mago Maradona no tiene explicación.   Desde ese momento tenían que despedirlo y poner al frente del equipo nacional a un entrenador verdadero, pero se dejaron llevar por el sentimentalismo y el mito que han creado la prensa y televisión de ese país.   Debieron nombrar en la dirección de la albiceleste a alguien que, aunque no fuera tan querido como “el Diego”, supiera de fútbol en ese altísimo nivel.  Alguien con autoridad que no tema ponerles la paleta en su lugar a cada una de esas “vedettes”.  En el fútbol argentino todos se creen primas donnas merecedoras de trato especial, aunque digan otra cosa de los dientes para afuera.   Y de eso tienen gran culpa sus insufribles locutores y su manía de crear dioses y menospreciar a sus rivales sudamericanos.  La misma actitud que hundió a Uruguay después del año 1950.  Parecido nos está pasando en Costa Rica, aunque en una escala mucho menor, desde luego.  
            El fútbol, como pasión nacional, debe organizarse con mucho respeto hacia el público que paga y sufre o se alegra por los reveses o éxitos de la Sele.   Se debe prescindir de toda consideración afectiva viciosa e invertir lo que sea necesario para presentar en la cancha lo mejor que tenemos.  No se trata de escuchar disculpas ni promesas de enmienda: si el técnico falló, DEBE IRSE sin importar cómo se llame.   Después de las palizas de Bolivia y San Pedro Sula, los técnicos de Argentina y Costa Rica debieron ser cesados de sus cargos e iniciar la reestructuración total de las respectivas selecciones.  Este tema no es una cuestión romántica sino de realidad y respeto al público QUE PAGA en dinero y sufrimiento.              
            Triste, pero futboleramente
                                                          Ricardo Izaguirre S.                       E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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