996 “LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del
ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡QUÉ FALTA HACEN LOS “LOCOS”! (Domingo siete)
Pero los “locos alegres”, no los
trágicos, amargados, pesimistas o furiosos.
El mundo está necesitado de gente simpática y divertida que lo haga reír
y olvidar la rutina y pesadez de la vida ordinaria. Estamos hartos de gente sentenciosa y fría
que solo ve el lado negro de las cosas; de personas aburridas, serias y calculadoras
que solo piensan en el aspecto material de la vida; de esa clase de profetas
que suponen que el éxito y la plenitud de la existencia solo puede medirse
mediante logros monetarios o ascenso en la escala social o política. De los que valoran al ser humano por el
tamaño de sus cuentas bancarias o por cuántos títulos ha obtenido. De esos locos estamos ahítos. Hacen
falta los locos y locas que tienen el comentario y el chiste adecuado cuando
las cosas se ponen tensas y dramáticas.
Cuando los serios se han adueñado de la escena privada o pública, hace
falta el chispazo genial de una puntada cómica que nos relaje y haga reír. Podrán parecer inadecuados, faltos de tacto,
inoportunos e incluso irreverentes o vulgares, pero son la sal de la vida; los
que nos hacen ver que esta es mucho más que una madeja de complejidades que
solo podemos afrontar desde un ángulo severo y doctoral.
Tengo un amigo taxista que hace unos
cuantos meses sufrió un infarto y estuvo al borde del precipicio. Sin embargo, en ningún momento perdió ese don
que lo hace tan especial, y que yo envidio de corazón. Sigue siendo jocoso, humorista y viendo la
vida con un optimismo que va más allá de la formalidad ficticia con la que
muchos enfocamos nuestros problemas. El
“Gato” como le dicen sus amigos, es
una persona muy especial, con ese don que no se puede imitar porque es
propio. Ese tipo de virtudes NO se pueden copiar simplemente porque
nos agradan; son algo que se tiene o no
se tiene. En estos casos, la
impostura siempre produce un resultado mediocre. ¿Y por qué?
Porque la “locura alegre” es un don que no se puede cultivar a capricho
o conveniencia. El que es gracioso, lo es.
Nada más.
Veamos el caso de Pilo Obando: es un gran señor. No tengo autoridad para decir si es un gran locutor, de acuerdo con los parámetros profesionales que pudieran determinar esa condición, pero de una cosa estoy seguro: es el más simpático de todos los locutores que hay en el país. Nadie le iguala en sus “ocurrencias”, y tiene la virtud, gracias a ellas, de transformar el más soso de los partidos en algo divertido, ameno y risible. Su repertorio de anécdotas chistosas parece ser ilimitado, les cambia el nombre a los jugadores, se involucra personalmente en los partidos y, aunque a veces pierde los estribos, siempre lo hace desde una perspectiva agradable que no hiere ni ofende.
Veamos el caso de Pilo Obando: es un gran señor. No tengo autoridad para decir si es un gran locutor, de acuerdo con los parámetros profesionales que pudieran determinar esa condición, pero de una cosa estoy seguro: es el más simpático de todos los locutores que hay en el país. Nadie le iguala en sus “ocurrencias”, y tiene la virtud, gracias a ellas, de transformar el más soso de los partidos en algo divertido, ameno y risible. Su repertorio de anécdotas chistosas parece ser ilimitado, les cambia el nombre a los jugadores, se involucra personalmente en los partidos y, aunque a veces pierde los estribos, siempre lo hace desde una perspectiva agradable que no hiere ni ofende.
Sin embargo, ese genio no es
cuestión de esfuerzo y trabajo; el algo natural que surge espontáneamente,
sobre la marcha, sin premeditación ni laboriosos procesos de “comicidad” (como
en el cine o la política). Algo así como
el “despanoche” que introdujo una
dama que trabaja en los medios. El verbo
(infinitivo) despanochar ya trascendió su sentido original para convertirse
en un término corriente con el cual afirmamos que algo se echó a perder, se
destruyó o malogró. Dejó de ser una
referencia sexual o a la vagina, para adquirir una nueva categoría lingüística;
algo así como se “desmierdó” o “se hizo mierda”. Hay infinidad de esas expresiones que ya no
tienen el significado literal de su origen.
Ese es el caso de “hijueputa”
o “jueputa”. Ya no se trata de que alguien es hijo de una
puta o ramera, sino de una clasificación que le endilgamos a alguien que
consideramos indigno el algún aspecto, o en muchos. Es un “hijueputa”, nada tiene que ver con la
condición sexual de la madre al cual le aplicamos el término. Es el mismo o parecido caso de “carepicha”, y como digo en mi libro “El Ameriñol”, es seguro que no salió de
un laboratorio de fonética de alguna universidad. Es el pueblo, creando nuevas y divertidas
formas lingüísticas. ¿Quién no ha dicho
se “despanochó”, con un sentido que nada tiene que ver con el sinónimo de
vagina o vulva (panocha)? ¿Quién no le
ha dicho “hijueputa” incluso a cosas inanimadas que lo han contrariado? “Esa
hijueputa puerta”, “este hijueputa
carro”.
¿Por qué, entonces, tanto alboroto y
rasgarse las vestiduras por la ocurrencia de esta dama? Ella solo tuvo el valor de decir en público
lo que TODOS decimos en
privado. Como “carepicha”. A mucha gente le repugna esta palabreja; a
otros les da risa; pero nadie puede substraerse al embrujo imaginativo de una
palabra tan absurda como imposible en su significado. Todo el mundo entiende que tal término NO
puede corresponder a la realidad. Así es
“despanochar”. Si un carro colisiona,
“se despanocha”, a pesar de no haber perdido la “panocha”, o de nunca haber
tenido “panocha”. ¿No es así? Esa es la maravilla del lenguaje: el pueblo
creando y recreando sus formas de expresión; el habla vulgar (de vulgo) elevada
a la categoría de lenguaje televisivo.
Al fin y al cabo, allí circula de todo, y las palabras que un día fueron
plebeyas, hoy gozan de la aceptación general y han adquirido la categoría de folclóricas. Como maje (mae), cabrón, güevón, platanazo,
culiolo y tantas otras cuyo significado salió de los límites de lo literal para
convertirse en simbólico.
No veo, pues, la razón de tanto
exabrupto en contra de la muchacha que utilizó este término en una narración de
la tv. Talvez fue un poco atolondrada,
pero nadie puede negar que nos ha hecho reír, y esta chamaca ha ingresado en el
selecto club de los “locos alegres”, esas personas que, con sus puntadas
graciosas y oportunas, nos endulzan la vida y nos dan material para estudiar
las actitudes mojigatas de una sociedad que se espanta por un “panochazo”, pero
que ve con indiferencia absoluta la corrupción que campea impunemente en casi
todas las esferas de la actividad pública y privada. Si esa capacidad de reacción se tuviera en
contra de los desmanes de la administración, es seguro que esta sería más
cuidadosa en su accionar.
Panochescamente
RIS (Siete de abril de
2013)
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