domingo, 7 de abril de 2013

996 ¡Qué falta hacen los locos!



996     LA CHISPA        
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¡QUÉ FALTA HACEN LOS “LOCOS”!         (Domingo siete)
            Pero los “locos alegres”, no los trágicos, amargados, pesimistas o furiosos.  El mundo está necesitado de gente simpática y divertida que lo haga reír y olvidar la rutina y pesadez de la vida ordinaria.  Estamos hartos de gente sentenciosa y fría que solo ve el lado negro de las cosas; de personas aburridas, serias y calculadoras que solo piensan en el aspecto material de la vida; de esa clase de profetas que suponen que el éxito y la plenitud de la existencia solo puede medirse mediante logros monetarios o ascenso en la escala social o política.   De los que valoran al ser humano por el tamaño de sus cuentas bancarias o por cuántos títulos ha obtenido.  De esos locos estamos ahítos.   Hacen falta los locos y locas que tienen el comentario y el chiste adecuado cuando las cosas se ponen tensas y dramáticas.  Cuando los serios se han adueñado de la escena privada o pública, hace falta el chispazo genial de una puntada cómica que nos relaje y haga reír.  Podrán parecer inadecuados, faltos de tacto, inoportunos e incluso irreverentes o vulgares, pero son la sal de la vida; los que nos hacen ver que esta es mucho más que una madeja de complejidades que solo podemos afrontar desde un ángulo severo y doctoral.
            Tengo un amigo taxista que hace unos cuantos meses sufrió un infarto y estuvo al borde del precipicio.  Sin embargo, en ningún momento perdió ese don que lo hace tan especial, y que yo envidio de corazón.  Sigue siendo jocoso, humorista y viendo la vida con un optimismo que va más allá de la formalidad ficticia con la que muchos enfocamos nuestros problemas.  El “Gato” como le dicen sus amigos, es una persona muy especial, con ese don que no se puede imitar porque es propio.  Ese tipo de virtudes NO se pueden copiar simplemente porque nos agradan; son algo que se tiene o no se tiene.  En estos casos, la impostura siempre produce un resultado mediocre.  ¿Y por qué?  Porque la “locura alegre” es un don que no se puede cultivar a capricho o conveniencia.  El que es gracioso, lo es.  Nada más.          
              Veamos el caso de Pilo Obando: es un gran señor.  No tengo autoridad para decir si es un gran locutor, de acuerdo con los parámetros profesionales que pudieran determinar esa condición, pero de una cosa estoy seguro: es el más simpático de todos los locutores que hay en el país.  Nadie le iguala en sus “ocurrencias”, y tiene la virtud, gracias a ellas, de transformar el más soso de los partidos en algo divertido, ameno y risible.   Su repertorio de anécdotas chistosas parece ser ilimitado, les cambia el nombre a los jugadores, se involucra personalmente en los partidos y, aunque a veces pierde los estribos, siempre lo hace desde una perspectiva agradable que no hiere ni ofende.
            Sin embargo, ese genio no es cuestión de esfuerzo y trabajo; el algo natural que surge espontáneamente, sobre la marcha, sin premeditación ni laboriosos procesos de “comicidad” (como en el cine o la política).  Algo así como el “despanoche” que introdujo una dama que trabaja en los medios.  El verbo (infinitivo) despanochar ya trascendió su sentido original para convertirse en un término corriente con el cual afirmamos que algo se echó a perder, se destruyó o malogró.  Dejó de ser una referencia sexual o a la vagina, para adquirir una nueva categoría lingüística; algo así como se “desmierdó” o “se hizo mierda”.  Hay infinidad de esas expresiones que ya no tienen el significado literal de su origen.  Ese es el caso de “hijueputa” o “jueputa”.  Ya no se trata de que alguien es hijo de una puta o ramera, sino de una clasificación que le endilgamos a alguien que consideramos indigno el algún aspecto, o en muchos.  Es un “hijueputa”, nada tiene que ver con la condición sexual de la madre al cual le aplicamos el término.  Es el mismo o parecido caso de “carepicha”, y como digo en mi libro “El Ameriñol”, es seguro que no salió de un laboratorio de fonética de alguna universidad.  Es el pueblo, creando nuevas y divertidas formas lingüísticas.  ¿Quién no ha dicho se “despanochó”, con un sentido que nada tiene que ver con el sinónimo de vagina o vulva (panocha)?  ¿Quién no le ha dicho “hijueputa” incluso a cosas inanimadas que lo han contrariado?  Esa hijueputa puerta”, “este hijueputa carro”.
            ¿Por qué, entonces, tanto alboroto y rasgarse las vestiduras por la ocurrencia de esta dama?  Ella solo tuvo el valor de decir en público lo que TODOS decimos en privado.  Como “carepicha”.  A mucha gente le repugna esta palabreja; a otros les da risa; pero nadie puede substraerse al embrujo imaginativo de una palabra tan absurda como imposible en su significado.  Todo el mundo entiende que tal término NO puede corresponder a la realidad.  Así es “despanochar”.    Si un carro colisiona, “se despanocha”, a pesar de no haber perdido la “panocha”, o de nunca haber tenido “panocha”.   ¿No es así?  Esa es la maravilla del lenguaje: el pueblo creando y recreando sus formas de expresión; el habla vulgar (de vulgo) elevada a la categoría de lenguaje televisivo.  Al fin y al cabo, allí circula de todo, y las palabras que un día fueron plebeyas, hoy gozan de la aceptación general y han adquirido la categoría de folclóricas.  Como maje (mae), cabrón, güevón, platanazo, culiolo y tantas otras cuyo significado salió de los límites de lo literal para convertirse en simbólico.
            No veo, pues, la razón de tanto exabrupto en contra de la muchacha que utilizó este término en una narración de la tv.  Talvez fue un poco atolondrada, pero nadie puede negar que nos ha hecho reír, y esta chamaca ha ingresado en el selecto club de los “locos alegres”, esas personas que, con sus puntadas graciosas y oportunas, nos endulzan la vida y nos dan material para estudiar las actitudes mojigatas de una sociedad que se espanta por un “panochazo”, pero que ve con indiferencia absoluta la corrupción que campea impunemente en casi todas las esferas de la actividad pública y privada.  Si esa capacidad de reacción se tuviera en contra de los desmanes de la administración, es seguro que esta sería más cuidadosa en su accionar.
            Panochescamente
                                           RIS           (Siete de abril de 2013)

           

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