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“LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿NOS
ENCONTRAMOS CON NUESTRA FAMILIA EN EL CIELO?
Esa
idea parece estar implícita en el programa de todas las religiones occidentales. Estas nos dicen que, después de muchas
trifulcas (juicio, infierno, purgatorio, etc.) el plan divino nos tiene
reservado un glorioso y feliz encuentro con todos nuestros familiares y amigos. ¿Dónde?
En el cielo. Esto es muy reconfortante,
pues la idea de la ausencia definitiva de los seres queridos, es uno de los elementos de mayor tortura ante
la idea de la muerte. Una madre con
hijos chiquitos o grandes, sufre lo indecible ante esta inevitable realidad. Todos tenemos cierto grado de miedo o
angustia ante esa separación, por más que digamos que no nos preocupa. Incluso podemos ser cínicos y hacer chistes
al respecto; pero aunque solo se trate de una cuestión “social”, la verdad es
que ante la perspectiva de perder todo aquello (lo único) que conocemos, no
deja de producirse en nosotros un cierto grado de angustia, o por lo menos, de
interrogación. Aunque la persona sea
atea y niegue todo, la verdad es que sus conocimientos acerca de la muerte son
tan válidos o falsos como los del creyente.
El mascarón de proa del materialismo o el ateísmo, no libra a la mente
del enigma, no lo borra ni produce quietud.
Tampoco la fe confiere tranquilidad absoluta al creyente, pues el
elemento de duda persiste a pesar de la necesidad de creer. En algún lugar del intelecto se agazapa insidiosa
la duda.
No
es cuestión de miedo, pues ya el
Papa dijo que el Infierno no existe; y la misma generalización podría aplicarse
al Diablo, ese personaje aterrador con el que nos asustaron desde niños. Ese Demonio colorado con cachos y cola, no
parece tener cabida dentro del nuevo
esquema célico, ya que tal reino constituye una contradicción inadmisible
de acuerdo con la condición moral de los que serían sus pobladores. El asunto,
pues, es de duda. ¿Dónde y cuándo sería
la reunión con nuestra gente? ¿Cuánto
tiempo después de muertos? ¿Y con
cuántos parientes sería la fiesta? ¿Nos
reunimos con nuestros abuelitos que no conocimos? ¿También con nuestra descendencia que todavía
no ha nacido al momento de nuestra muerte?
Porque ellos tendrán que reunirse con la parentela que sí
conocieron. Entonces ¿estarán en dos o
más grupos a la vez? Situación por demás
compleja, para la cual nadie tiene una explicación convincente y que obedezca a
alguna lógica.
Se
dice que después del Juicio Final empieza la fiesta… o la tragedia, para los
que no cumplan los requisitos de admisión a la Gloria. Pero mientras tanto ¿dónde se ubican los
muertos buenos y los malos? ¿Están
juntos o separados, se ven, se hablan, están en contacto consciente? ¿Qué hay de los que murieron (buenos y malos)
hace millones de años? ¿Se mantienen
como esos reos a los que todavía no se les ha realizado un juicio? ¿Y cuándo será el Juicio Final? De acuerdo con la falta de información al respecto, podría ser dentro de
millones de años. Una eternidad en
términos humanos.
Parece
que el sentido común nos obliga a buscar explicaciones un poco más racionales,
aunque estemos tratando con una materia tan proteica como es el misterioso
territorio de la muerte. Para aclarar
algo, empecemos por los hechos conocidos y que son incontrastables: 1) todos
tenemos que morir 2) nuestros cuerpos
desaparecen por completo. Así que NO es en ellos como nos encontraremos
en el otro mundo. Y esto nos lleva a otro
problema, ¿cómo nos reconoceremos si no tenemos la figura que tuvimos en
vida? La gente da por supuesto que
seremos físicamente iguales al momento de la muerte, pero eso no es
demostrable, ni siquiera probable. El
alma es tan solo un “humito”, o un polvito. Entonces ¿cómo identificaremos a
los miles de parientes que murieron cuando no habíamos nacido; o a los que
nacieron después de nuestra muerte? Sin
explicaciones milagreras, esto es más enredado que un chop suey. Irresoluble, se podría decir. ¿O es que la reunión es solo con los que
conocimos? Pero de ser así, queda el
problema de los “intermedios”. Un nieto
que sí conocimos y está en nuestro grupo, tendrá nietos que NO conocimos, pero
que estarán en su grupo, mas no en el nuestro.
¿Cómo explicar esto? ¿O nos
reunimos con todos nuestros
parientes conocidos y desconocidos? ¿Con
los que nacieron desde el principio de la vida en el planeta, y los que lo
harán milenios después de que nosotros hayamos desaparecido? Eso sería un grupo casi infinito que nos
llevaría a un enredo mucho complejo.
¿Nos encontraremos en el cielo?
¡Ojalá que sí! Pero…
Esa
espera milenaria por un Juicio que no tiene fecha parece una injusticia atroz,
impropia de un Dios todo sabiduría y amor y, sobre todo, ECUÁNIME. Además, queda el
problema del tiempo de vida y los méritos acumulados para optar por una plaza
en el cielo. ¿Qué pasa con los que
mueren jovencitos? ¿Se van directo al
cielo como dicen ciertas teorías religiosas?
Eso no parece lógico, pues si ese fuera el caso, sería lícito que todos
deseáramos morir apenas nacemos; incluso sería una bendición que nos mataran al
nacer. La cuestión de la reunión célica
con todos nuestros parientes sigue siendo motivo de discusión… sobre todo, si
pensamos un poquito seriamente.
Utilizando unos centavitos de sentido común. Piénselo usted. Y si lográramos reunirnos allí (en el cielo),
¿qué haríamos, a qué nos dedicaríamos por el resto de la “eternidad”?
Dichosamente DEBE existir alguna verdad; lástima
que la mayoría tengamos que morir para averiguarla de fea manera pero, dicen
los que saben, que sí hay un mundo de posibilidades después de que finalizamos
nuestra existencia física. Nos hablan
del plano astral, región de los muertos que tiene siete subplanos diferenciados
y que, algunos de ellos corresponden al infierno y purgatorio; y los más
sutiles o “elevados”, a algo así como la contraparte del mundo físico, pero sin
los problemas de este. También nos dicen
que la “muerte” solo es una especie de sueño, un estado de consciencia en el que nos sumimos durante un tiempo
variable, mientras digerimos las experiencias de la vida y estamos preparados
para el descanso y felicidad celestial
(el Devachán, le llaman los
orientales). Sin embargo, este sigue
siendo un SUEÑO, una ilusión que
cada persona construye a su gusto. Allí
sí se reúne con todos sus seres queridos (los crea) y vive largos años de
absoluta felicidad; pero sigue siendo un sueño.
La fantasía de cada uno, por lo tanto, NO EXISTE la reunión real con los familiares. La manera como funciona esto es muy compleja,
pero su explicación y los resultados que produce, son de maravilla para los que
residen en ese plano durante el tiempo que lo hacen. Es el cielo.
Pero de mentirillas. ¿Entendemos
lo que significa ETERNIDAD?
Esto
puede ser un buen aviso para todos. Para
que pensemos en lo que tenemos aquí y
ahora; que tenemos la obligación de amar a los nuestros aquí y ahora, porque esa reunión en el
cielo está muy averiguada y no es consuelo suficiente para aplacar nuestra
conciencia por el abandono en el que hundimos a nuestros parientes, amigos y
prójimos en general. El cielo puede ser aquí y ahora. Solo depende de nosotros. Como paliativo para el dolor que provoca el
“viaje” de una persona querida, ese cielo religioso es una alternativa
aceptable para nuestro lado emotivo; pero no para la razón. Por lo tanto, estamos en la obligación de
buscar respuestas lógicas que, a la vez nos provean del valor y comprensión
necesarios para hacerle frente a esos trances siempre dolorosos y agónicos, nos
den algo de certeza. Pero mientras tanto, hagamos algo que está a
nuestro alcance: “vivamos” intensamente y con dulzura, a cada uno de nuestros
parientes y amistades. Hagamos con
ellos nuestro cielo aquí en la Tierra,
Cada día, cada momento, como si fuera el último. Recuerden que de nada sirve decirle a un
muerto cuánto lo amamos.
Fraternalmente.
RIS Correo: rhizaguirre@gmail.com
Entrada
al blog “LA CHISPA” http://lachispa2010.blogspot.com/
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