miércoles, 28 de septiembre de 2011

69 El Metro josefino

69     “LA CHISPA           (4 de junio de 2003)

LEMA: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

EL METRO JOSEFINO

            San José es una ciudad colapsada.  ¿Ya lo había dicho?  ¡Claro que sí!  ¿Y eso quién no lo sabe?  Así que el problema no está en definir su magnitud o peligro, sino en buscar una solución definitiva no solo al tráfago vehicular, sino a la terrible erosión económica que representa la factura petrolera.  Se trata de cómo podemos reducir esos grilletes que nos encadenan a la larga lista de países esclavos de las transnacionales del petróleo.  Tenemos que aprender a ser autosuficientes en materia de transporte, porque tarde o temprano, la adquisición de combustibles fósiles se irá haciendo no solo más cara, sino difícil.  Si meditamos bien la situación, veremos que el futuro del transporte comercial y de pasajeros está en los trenes.  Y esto no es un sueño o profecía, es sentido común.  Nadie sabe qué habrá de pasar en los próximos años en cuanto a ese carburante, que puede convertirse en el arma de dominación total en manos de sus monopolizadores.  Pero una cosa es segura, cuando las reservas del oro negro empiecen a declinar, los Estados Unidos será el único país que cuente con él.  A las buenas o a las malas, serán los últimos en quemar la última gota de petróleo del planeta.  Y si esperamos hasta entonces, ¿qué haremos?  ¿Por qué no ir buscando desde ahora la solución a ese problema que, TARDE O TEMPRANO se nos vendrá encima?  La pregunta no es si esa situación se dará o no, sino cuándo.  Aquí no tenemos ese recurso, por lo tanto, debemos buscar una alternativa viable (estamos obligados a eso) no solo para el presente, sino para el futuro.  Y ¿cuál es esa opción?  La ELECTRICIDAD.  Eso es algo que también todo el mundo sabe.  Entonces ¿por qué invertir más dinero en la construcción de carreteras malas, costosas y de poca duración?  ¿Por qué invertir en algo que nos esclaviza cada día más?
            Es un estribillo que se repite todos los días en la prensa: “aumento en la gasolina”, “aumento en los taxis y autobuses debido al aumento en la gasolina”, “aumento del crudo en todo el mundo”.  ¿Adónde iremos a parar a ese ritmo?  Llegará un momento en que ni todas las exportaciones del país alcanzarán para pagar el crudo que importamos, y de esa manera, estaremos en manos de aquellos que controlan ese mercado en forma monopolística (Estados Unidos).  Estos ya son dueños de Arabia Saudita, los Emiratos, Kuwait e Irak, Venezuela, México e, incluso, del petróleo ruso; únicamente les falta Irán.  Y una vez que lo logren, podrán dictar sus términos de rendición al mundo entero.  ¿Parece una broma?  No lo crean.  El panorama es sombrío; pero nosotros tenemos una alternativa mediante la cual podemos resolver del setenta al ochenta por ciento de nuestras necesidades de transporte de una manera barata y limpia; además, inagotable: la electrificación.  Véase que tenemos la infraestructura necesaria, pues casi no hay lugar del país que no esté cubierto por un buen servicio eléctrico.  Y eso no lleva a la conclusión siguiente: no hay sitio de Costa Rica adonde no podamos llevar el ferrocarril eléctrico.  De mar a mar y de frontera a frontera.  Y por dicha la mayor parte de la población del país se encuentra concentrada en un  espacio pequeño que bien puede ser servido por un eficiente servicio de tren metropolitano. 
            San José todavía es una aldea grandota, sin muchos problemas de edificaciones altas y costosas, lo cual simplifica de manera importante la construcción del Metro.  En el círculo por donde pasaría el anillo periférico del Metro, solo se encuentran casuchas, casitas y viviendas de un piso y mediana calidad.  El precio de estas habitaciones es relativamente bajo y no significaría una suma fuera de las posibilidades del Estado. Además, como el Metro sería suspendido, únicamente habría que incautar y comprar los sitios en donde se levantarían las patas de los carriles.  Y a partir de este anillo periférico, saldrían varios ramales de servicio en diferentes direcciones.  Una hacia el este que llegara hasta Cartago y Paraíso; otra hacia el nordeste que cubriría Guadalupe, Moravia y Coronado.  Otra hacia el norte, que se extendería por Tibás, Santo Domingo, Heredia y Alajuela.   Otro ramal hacia Pavas y una serie de pueblos y barrios ubicados en esa dirección; y luego, otras tres líneas hacia las poblaciones situadas al sur, sureste y suroeste de San José.  Eso resolvería casi la totalidad del transporte de pasajeros hacia dentro y fuera del área metropolitana.  Y cuando fuera necesario podrían crearse más ramales a partir del periférico hacia todas aquellas zonas que ameritaran ese servicio.  Es decir, tendría una proyección futurista.  Y a partir de las estaciones alejadas del Metro, se ubicarían los servicios de buses y taxis hacia los sitios que el tren no pudiera servir.  Todas estas líneas férreas serían de doble vía, con lo cual el servicio sería mucho más fluido, rápido y sin riesgo alguno de choques.  Y también a partir de ese anillo suspendido, vendría el servicio hacia el centro de la capital.  ¿Cómo sería este?  Pues muy sencillo: una serie de rutas dobles este-oeste y norte-sur, distribuidas de manera adecuada para que las estaciones se encuentren en lugares estratégicos, accesibles y cercanos a todos los puntos importantes de la ciudad.   Nótese que fuera de la avenida central y las dos que le siguen paralelas al norte y el sur, no se encuentran edificaciones costosas ni de importancia histórica.  Todas son casuchas que bien pueden ser derruidas para dar cabida a las estaciones del Metro.  Y dado que este será suspendido dentro de la ciudad, ni siquiera habría que inutilizar las calles por donde circule el tren.  Algo así como el metro de Chicago y tantas otras ciudades de Estados Unidos y Europa.  Allí está la solución no solo al transporte masivo de pasajeros y carga, sino la salvación de esa vital dependencia de un combustible que no producimos y que cada día es más caro y problemática su adquisición.  Y los que tienen carro, ¿se imaginan el enorme descanso que significaría viajar desde Cartago a sus oficinas en San José, completamente tranquilos y sin preocuparse por los embotellamientos y otros problemas terribles que afrontan los conductores?
            Veamos cómo sería esa distribución urbana: desde el anillo periférico, para servir a todo el centro de San José, bastan cuatro rutas este-oeste y dos norte-sur. Y mediante una serie de estaciones adecuadamente situadas para hacer todos los cambios posibles, no quedaría un solo lugar de la ciudad al cual no se pudiera ir por una combinación del Metro y un máximo de cinco cuadras a pie. 
            Este sistema podría operar las veinticuatro horas del día variando su intensidad según las horas laborales.  Además, suministraría muchos de puestos de trabajo entre los maquinistas, conductores y policía de vigilancia en las estaciones y en el propio tren.  También los estacionamientos debajo del Metro producirían buenas ganancias a la Municipalidad.  Y las posibilidades comerciales de las estaciones son muy variadas.  Entonces, ¿por qué no podemos realizar ese proyecto que nos traería enormes ventajas a mediano y largo plazo?  ¿Qué nos impide liberarnos de la esclavitud del petróleo?  ¿Los intereses de unos pocos nacionales y de las empresas transnacionales?
            Por favor, suplico a algún interesado que me diga por qué no podemos llevar a cabo ese proyecto que sí resolvería el problema del transporte de pasajeros, y esa pesadilla de los embotellamientos en una ciudad agresiva contra el ser humano.  San José es una ciudad despiadada con el peatón; violenta, deshumanizada.  Y no es haciendo más carreteras o ampliándolas como se va a resolver ese problema.  La prueba irrecusable de este aserto está en los Estados Unidos.  Todos los años construyen cientos de miles de kilómetros de “freeways” de todos los tamaños y número de carriles, y de inmediato, aparecen nuevos millones de autos para congestionarlos. Podrán pavimentar todo el territorio de ese país, pero siempre habrá más y más carros.  JAMÁS resolverán ese problema si en cada familia hay tres o cuatro carros, o mientras los gringos se nieguen a hacer uso del transporte masivo.  Pero si ellos tienen el Poder para dilapidar los recursos colectivos de la humanidad, nosotros no.  ASI QUE LA SOLUCIÓN NO ESTÁ EN HACER CALLES MÁS ANCHAS O MÁS CARRETERAS.  Esa es una falacia claramente desmentida por los Estados Unidos, el país que tiene las mejores y más abundantes carreteras del mundo.  Sin embargo, también tiene los más serios problemas de congestionamiento vehicular.  Hay que manejar en Los Ángeles o Nueva York para saber lo que es el infierno.  Construir más carreteras no es la solución como creen algunos simplistas.  Esa vía nos esclaviza más a una dependencia muy cara y peligrosa que no podremos seguir sufragando indefinidamente.
            La solución a ese problema está en brindar al usuario una alternativa de transporte eficiente, seguro, rápido, puntual y barato.   ¿Qué necesidad tendría un dueño de carro de llevar su vehículo hasta el centro de San José, si el Metro lo puede llevar hasta allí de manera confortable y segura?  Si yendo en el Metro se economiza tiempo, pago de estacionamiento, derrame de bilis, riesgos personales y tranquilidad, ¿por qué no utilizar este servicio?   ¿Por qué ir a meterse dentro de ese infierno vehicular del centro de la ciudad si en el Metro puede ir tranquilo, sin riesgos, leyendo el periódico u oyendo música?   No se trata de prohibir el uso de carros particulares o públicos, sino de desestimular, racionalmente, su uso innecesario.  Aunque, desde luego, tendría que establecerse una zona de exclusión total de vehículos motorizados a partir del punto cero de la ciudad (cruce de avenida central con calle ídem) para garantizar la seguridad de los peatones.  Y allí si podría entrar la solución parcial del uso de bicicletas, que la gente podría llevar consigo en el Metro.  Podrían montarse decenas de ciclos de alquiler de esos vehículos.  La panacea.  ¿Afirman que no se puede?  Que alguien me diga por qué no. ¿La inversión inicial?   Si el Estado reparte semestralmente MILES DE MILLONES DE COLONES del erario entre los beneficiarios de los CAT, ¿por qué no se podría hacer esa inversión que sí sería recuperable en quince o veinte años?  Mientras los CAT son pérdida total para el pueblo, el Metro es una inversión invaluable que pasaría a formar parte del patrimonio nacional.  En todo caso, también podría encargarse a una empresa internacional que lo hiciera, administrara y pagara los impuestos respectivos.  Y como es seguro, consumiría electricidad suministrada por el ICE.  Además, generaría gran cantidad de puestos de trabajo.
            En otros países como Estados Unidos, las entregas de mercancía a los comercios se hacen durante la noche (de 12 m a 4 a.m.).  Entonces, ¿por qué aquí vemos que ese reparto se hace durante las horas de mayor congestión peatonal y de vehículos?  ¿Por qué no es posible meter en cintura a esos comerciantes y transportistas?  ¿Cómo es posible que un enorme armatoste repartidor de agua embotellada ande bloqueando las calles más céntricas a las diez u once de la mañana?  ¿Por qué se permite que un camión con botellas de gas propano (o lo que sea) ande haciendo su reparto en las horas llamadas “pico”?   Y peor todavía, ¿cómo se tolera la criminal acción de que un tanque gigantesco de gasolina ande circulando de día por las calles de San José, repartiendo ese combustible en las gasolineras?  Unas auténticas bombas ambulantes brincándose altos y estacionándose donde les da la gana, y poniendo en peligro la vida de tanta gente.  ¿Cómo es posible que las autoridades sean tan ineptas que no puedan hacer que la colecta de  basura se haga enteramente durante la noche?  Esos horribles carretones que dejan una estela de basura por donde pasan, no solo son malolientes, sino que causan embotellamientos indescriptibles.
            ¿Qué hace una carreta humeante (autobús) de bario La Cruz circulando por toda la avenida tercera; estorbando por el Mercado Central y causando grandes presas en las diversas paradas?  Hay que racionalizar el servicio de transporte público; pero también hay que obligar al usuario a entender que este no puede llevarlo hasta la silla de su oficina.  Que es bueno y saludable caminar unas diez cuadras al día.  No es un asunto de reformar la constitución, sino de poner orden, de la forma que sea necesario.  Ningún autobús o taxi debería andar por las calles o avenidas del centro.  ¿Qué hacen esos centenares de taxis por el Banco Central o el Mercado?  Hay muchas soluciones para el problema del congestionamiento; es solo cuestión de voluntad el ponerlas en acción.  No sé para qué tantos asesores presidenciales y ministeriales si son incapaces de resolver ni siquiera problemas como este.  Por eso estamos como estamos.  Vean a la ex ministra de Educación que con CINCUENTA ASESORES BIEN PAGADOS, según la diputada Nury Garita, fue incapaz de arreglar un problema de planillas de pago en ese Ministerio.  Y eso durante varios meses.  Por eso estamos como estamos.
            Si le gustó esta “Chispa”, sóplela para que pueda producir el incendio de la consciencia que todos necesitamos para poner al país en marcha de verdad.

                        Fraternalmente
                                               Ricardo Izaguirre S.                         E-mail:   rhizaguirre@gmail.com                                                                                                    

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