739 “LA CHISPA” (24 diciembre 2009)
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PROSTITUCIÓN DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO
Cuando
Montesquieu concibió la idea de los contrapesos en el sistema democrático, no
hizo sino anunciar el peligro que representaba la colusión política de estos
poderes. Más aún, la sumisión de uno o
dos de ellos a otro, principalmente al Ejecutivo. Y esa desnaturalización
del principio original es lo que ha dado al traste con este modelo de gobierno,
que se ha convertido en una farsa tan arbitraria y maligna como cualquier clase
de absolutismo. El resultado de esa
absorción de Poder es lo que ha dado como resultado lo que llamamos “Democracia formal”, una forma viciosa
de Poder en donde el Legislativo es
un ente sumiso y servil del Ejecutivo;
y el Judicial, por la naturaleza del
mecanismo de nombramiento de los Magistrados (a través de la Asamblea) también
se convierte en un órgano dependiente del Ejecutivo; o por lo menos, con una actitud
complaciente parecida a la alcahuetería. Así que
en la realidad, la independencia de los
poderes no existe, y la concentración de fuerzas se ubica en manos del
Ejecutivo; este asume la “representación popular”, la emisión de leyes y la ejecución
de estas. En
suma, la democracia se convierte en autocracia.
La democracia formal es esta parodia
en la cual existe un Presidente que en realidad es un dictador solapado cuya
voluntad se cumple contra viento y marea.
Con una Asamblea dócil, y con un Poder Judicial integrado por miembros
de la misma pandilla del Ejecutivo, la independencia de poderes queda anulada y
surge el dictador absoluto tras la
fachada de la democracia. Y ¿cómo llegamos
a esta mascarada? Pues a través de los
partidos, la peor lacra organizada que
puede existir en cualquier sociedad.
Estos son el punto focal desde donde emanan todas las formas de carcoma política. Son antros de “trepadores” dispuestos a todo
tipo de villanía con tal de seguir mamando en cualquiera de las innumerables tetas
del Estado. Son manadas de gente
vendible, sin honor, desvergonzados que no tienen el menor indicio de dignidad
ni de auto respeto; son vulgares mercaderes de la decencia, dispuestos a vender
sus responsabilidades cívicas al mejor postor. La organización partidarista lleva en sí la
semilla de la corrupción, es genética
e inevitable. Es por eso que cuando uno
de ellos se sale de ese molde causa un enorme revuelo. Desde luego que hay excepciones…
El Autócrata suele ser un enfermo de
poder, un narcisista de su propia personalidad; un maniático que se supone
ungido por los dioses para ejercer el mando a como dé lugar. Alguien que no reconoce nada ni a nadie y que
solo vive inmerso en la fatuidad de su propio autobombo. Este sujeto es producto de los partidos políticos,
en donde la “democracia formal” reina indiscutida y soberana, y cuyo único
objetivo es adueñarse de todas las estructuras populares y ponerlas bajo el
mando absoluto del déspota. O cuando
este tiene los medios para ejercer el dominio de todo, o por lo menos, de
silenciar toda forma de oposición a sus caprichos o intereses. Esta etapa crítica se da cuando el Ejecutivo
ha logrado subordinar al Legislativo y ponerle el collar y la cadena al Poder
Judicial. Entonces el Autócrata hace lo que la da la gana de
manera desvergonzada y sin consideración alguna por la opinión de los demás. Él ha llegado a la conclusión de que ha
trascendido su naturaleza humana y se encuentra en la condición de los dioses y
puede decir satisfecho: “L’etat c’est
mois”. O por lo menos: “Lo mangoneo a mi antojo”. Entonces este tirano deja de ser interlocutor
de su pueblo y se convierte en un extraño, en alguien convencido de que solo él
tiene la razón, que los demás son recuas de tontos que están muy por debajo de
su Olimpo y que NO TIENEN JUSTIFICACIÓN EN
NADA.
(Chiste político de año nuevo: “Nos preocupa la independencia de poderes”)
Los
partidos son la fuente de donde se nutre esta corruptela institucional basada
en el control absoluto de esas estructuras de poder. Mientras estas existan en esa relación, solo
hay dos alternativas: 1) Un Estado inútil y paralizado. 2) Un Gobierno al servicio exclusivo del Autócrata y su camarilla de socios,
parientes, amigotes y serviles. Ambas
formas perjudiciales a los pueblos. Pero
al parecer, a los latinos poco nos importa esto, y no solo permitimos esta
manera de gobierno sino que los reelegimos.
También somos afectos a la continuidad de
lo malo, y dejamos que el dictador
demócrata nombre sucesores como si se tratara de una dinastía real. Mientras nuestra gente no entienda, O NO QUIERA ENTENDER esta viciada forma
de Gobierno, estaremos jodidos. Si continuamos
siendo cómplices pasivos o activos del caudillismo y partidarismo político,
seguiremos siendo naciones de retaguardia, pasajeros
del cabús del tren del progreso.
Si
queremos romper ese círculo vicioso que JAMÁS
nos va a llevar a una vida mejor, lo primero que tenemos que realizar es la eliminación de los partidos como
estructuras oficiales de poder, ya que ellas pertenecen a las Oligarquías (lo
ricos, los de arriba, los que siempre han tenido el Poder). Nos parece gracioso ser miembros de un partido,
votar por quien sea el Ayote que
nombren candidato y “ganar” las elecciones.
Ese es nuestro gran sueño cívico: “Ganar las elecciones” para fastidiar
a los contrarios y burlarnos de ellos. Aunque
sigamos llevando garrote. El nombramiento de candidatos debe ser una
acción del pueblo mediante los Cabildos. Que el ciudadano que aspire a la Presidencia salga
de los cabildos y no del cubil de los partidos.
Que el diputado por una región sea nativo de ahí, distinguido por sus
conciudadanos y nombrado por ellos a cualquier puesto de elección. Que no sea un desconocido que, por la corruptela
institucional, resulte nombrado por el Autócrata
para ser vicepresidente o diputado. O
Defensor de los Habitantes. Los candidatos a los puestos de elección DEBEN
salir del pueblo para que estos sean la expresión de la verdadera democracia. Y los Magistrados
deben ser elegidos por el Servicio Civil
según sus méritos y atestados profesionales.
Todo lo más ajeno a la politiquería y los compadrazgos. O por ucases y palancas del sátrapa de turno. En
suma, los Poderes de la República DEBEN
SER INDEPENDIENTES, incluso
antagonistas y en extremo celosos de sus funciones y poder. Solo así, el Legislativo volverá a tener el honor y derecho de llamarse “el Primer Poder de la República” y
volver a aspirar al respeto y confianza de sus electores. Por ahora, son la vergüenza y el hazmerreír
de esta sociedad. (¿Cómo se cocina este tamal en sus países?)
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