domingo, 18 de septiembre de 2011

739 La prostitución del sistema democrático


739    LA CHISPA          (24 diciembre 2009)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA PROSTITUCIÓN DEL SISTEMA DEMOCRÁTICO
            Cuando Montesquieu concibió la idea de los contrapesos en el sistema democrático, no hizo sino anunciar el peligro que representaba la colusión política de estos poderes.   Más aún, la sumisión de uno o dos de ellos a otro, principalmente al Ejecutivo.   Y esa desnaturalización del principio original es lo que ha dado al traste con este modelo de gobierno, que se ha convertido en una farsa tan arbitraria y maligna como cualquier clase de absolutismo.  El resultado de esa absorción de Poder es lo que ha dado como resultado lo que llamamos “Democracia formal”, una forma viciosa de Poder en donde el Legislativo es un ente sumiso y servil del Ejecutivo; y el Judicial, por la naturaleza del mecanismo de nombramiento de los Magistrados (a través de la Asamblea) también se convierte en un órgano dependiente del Ejecutivo; o por lo menos, con una actitud complaciente parecida a la alcahuetería.   Así que en la realidad, la independencia de los poderes no existe, y la concentración de fuerzas se ubica en manos del Ejecutivo; este asume la “representación popular”, la emisión de leyes y la ejecución de estas.    En suma, la democracia se convierte en autocracia.
            La democracia formal es esta parodia en la cual existe un Presidente que en realidad es un dictador solapado cuya voluntad se cumple contra viento y marea.  Con una Asamblea dócil, y con un Poder Judicial integrado por miembros de la misma pandilla del Ejecutivo, la independencia de poderes queda anulada y surge el dictador absoluto tras la fachada de la democracia.   Y ¿cómo llegamos a esta mascarada?  Pues a través de los partidos, la peor lacra organizada que puede existir en cualquier sociedad.  Estos son el punto focal desde donde emanan todas las formas de carcoma política.  Son antros de “trepadores” dispuestos a todo tipo de villanía con tal de seguir mamando en cualquiera de las innumerables tetas del Estado.  Son manadas de gente vendible, sin honor, desvergonzados que no tienen el menor indicio de dignidad ni de auto respeto; son vulgares mercaderes de la decencia, dispuestos a vender sus responsabilidades cívicas al mejor postor.   La organización partidarista lleva en sí la semilla de la corrupción, es genética e inevitable.   Es por eso que cuando uno de ellos se sale de ese molde causa un enorme revuelo.   Desde luego que hay excepciones…
            El Autócrata suele ser un enfermo de poder, un narcisista de su propia personalidad; un maniático que se supone ungido por los dioses para ejercer el mando a como dé lugar.  Alguien que no reconoce nada ni a nadie y que solo vive inmerso en la fatuidad de su propio autobombo.  Este sujeto es producto de los partidos políticos, en donde la “democracia formal” reina indiscutida y soberana, y cuyo único objetivo es adueñarse de todas las estructuras populares y ponerlas bajo el mando absoluto del déspota.  O cuando este tiene los medios para ejercer el dominio de todo, o por lo menos, de silenciar toda forma de oposición a sus caprichos o intereses.  Esta etapa crítica se da cuando el Ejecutivo ha logrado subordinar al Legislativo y ponerle el collar y la cadena al Poder Judicial.  Entonces el Autócrata hace lo que la da la gana de manera desvergonzada y sin consideración alguna por la opinión de los demás.   Él ha llegado a la conclusión de que ha trascendido su naturaleza humana y se encuentra en la condición de los dioses y puede decir satisfecho: “L’etat c’est mois”.  O por lo menos: “Lo mangoneo a mi antojo”.  Entonces este tirano deja de ser interlocutor de su pueblo y se convierte en un extraño, en alguien convencido de que solo él tiene la razón, que los demás son recuas de tontos que están muy por debajo de su Olimpo y que NO TIENEN JUSTIFICACIÓN EN NADA.                                       
(Chiste político de año nuevo: “Nos preocupa la independencia de poderes”)
            Los partidos son la fuente de donde se nutre esta corruptela institucional basada en el control absoluto de esas estructuras de poder.  Mientras estas existan en esa relación, solo hay dos alternativas: 1) Un Estado inútil y paralizado.  2) Un Gobierno al servicio exclusivo del Autócrata y su camarilla de socios, parientes, amigotes y serviles.  Ambas formas perjudiciales a los pueblos.  Pero al parecer, a los latinos poco nos importa esto, y no solo permitimos esta manera de gobierno sino que los reelegimos.  También somos afectos a la continuidad de lo malo, y dejamos que el dictador demócrata nombre sucesores como si se tratara de una dinastía real.  Mientras nuestra gente no entienda, O NO QUIERA ENTENDER esta viciada forma de Gobierno, estaremos jodidos.  Si continuamos siendo cómplices pasivos o activos del caudillismo y partidarismo político, seguiremos siendo naciones de retaguardia, pasajeros del cabús del tren del progreso. 
            Si queremos romper ese círculo vicioso que JAMÁS nos va a llevar a una vida mejor, lo primero que tenemos que realizar es la eliminación de los partidos como estructuras oficiales de poder, ya que ellas pertenecen a las Oligarquías (lo ricos, los de arriba, los que siempre han tenido el Poder).   Nos parece gracioso ser miembros de un partido, votar por quien sea el Ayote que nombren candidato y “ganar” las elecciones.  Ese es nuestro gran sueño cívico: “Ganar las elecciones” para fastidiar a los contrarios y burlarnos de ellos.  Aunque sigamos llevando garrote.   El nombramiento de candidatos debe ser una acción del pueblo mediante los Cabildos.  Que el ciudadano que aspire a la Presidencia salga de los cabildos y no del cubil de los partidos.  Que el diputado por una región sea nativo de ahí, distinguido por sus conciudadanos y nombrado por ellos a cualquier puesto de elección.  Que no sea un desconocido que, por la corruptela institucional, resulte nombrado por el Autócrata para ser vicepresidente o diputado.  O Defensor de los Habitantes.  Los candidatos a los puestos de elección DEBEN salir del pueblo para que estos sean la expresión de la verdadera democracia.   Y los Magistrados deben ser elegidos por el Servicio Civil según sus méritos y atestados profesionales.  Todo lo más ajeno a la politiquería y los compadrazgos.  O por ucases y palancas del sátrapa de turno.  En suma, los Poderes de la República DEBEN SER INDEPENDIENTES, incluso antagonistas y en extremo celosos de sus funciones y poder.  Solo así, el Legislativo volverá a tener el honor y derecho de llamarse “el Primer Poder de la República” y volver a aspirar al respeto y confianza de sus electores.   Por ahora, son la vergüenza y el hazmerreír de esta sociedad.          (¿Cómo se cocina este tamal en sus países?)
            Republicanamente                                                                   Blog:  http://lachispa2010.blogspot.com/
                                             Ricardo Izaguirre S.                               E-mail: rhizaguirre@yahoo.es
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