martes, 31 de enero de 2012

708 Los latinos nunca aprendemos


708    LA CHISPA         
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS LATINOS NUNCA APRENDEMOS     Blog:   http://lachispa2010.blogspot.com/
            Hay animalitos en la naturaleza que realizan ciertas obras a la perfección: hormigas, abejas, avispas y termitas.  A base de tanta repetición, por millones de años, su trabajo es óptimo, pero son incapaces de introducir alguna novedad o variante en su monótona labor; son predecibles y siempre hacen lo mismo.  Así somos los latinos: incapaces de aprender alguna nueva conducta en relación con los problemas sociales centenarios que nos aquejan.  Y el peor de ellos es la política (como la entendemos nosotros), ante la cual no tenemos ninguna respuesta racional, a pesar de que sabemos bien cómo se lleva a cabo este juego de unos pocos pero que nos afecta a todos.  Conocemos bien cómo funciona la maquinaria política, quiénes la manejan y hacia dónde se mueven los resultados económicos de esta actividad, y parece importarnos un chayote.  Impávidos vemos maniobrar a esta gente, como si no nos afectara su maligna labor. 
            Como borregos seguimos el ritual, hipnotizados por palabras y promesas que nunca se cumplen.  Y con la indolencia propia de una raza decadente y destinada a la desaparición, observamos los resultados con la resignación de los cristianos que mandaban al Coliseo.  Hemos renunciado a la agonía (lucha) y toleramos que otros jueguen con nuestras vidas como si fuera un asunto baladí.  Dejamos que otros decidan sobre cuestiones vitales que afectan nuestra existencia y la de nuestras familias.  Hemos permitido que pequeños grupos de cabrones se hayan hecho dueños del Poder en forma permanente y que, mediante un sistema falaz, nos hagan creer que todos participamos en la escogencia del Gobierno y el rumbo de los negocios de la nación.  Hasta el más torpe de nosotros conoce la mecánica básica de nuestro sistema político y está enterado de cómo funciona y en manos de quiénes está.  Sin embargo, tanto el bruto como el hombre culto, son víctimas de la misma abulia ante los asuntos del Estado.  Todos nos hemos entregado a la fatalidad, y eso ha permitido que cualquiera pueda ser candidato y, eventualmente, gobernante de nuestros países.  Basta con tener dinero en abundancia, y cualquier partido los nombra y hace presidentes… o vicepresidentes. 
            No es necesario que los conozca el pueblo, tampoco se precisa una vida pública al servicio de los conciudadanos; basta ser banquero, tener mucha plata para comprar la nominación ¡y listo!  La política en la América Latina es una subasta en la que participan siempre los mismos: los que tienen la chochoska para comprar lo que les gusta o con lo que quieren hacer negocios.  Solo es cuestión de tener sentido de la oportunidad.  Por ejemplo, el candidato a vicepresidente por un partido político, un ABSOLUTO DESCONOCIDO para el pueblo, salió “elegido” sin hacer el menor esfuerzo cívico o de proselitismo por ganarse los votos que recibió.  Fue suficiente que asistiera a dos o tres desfiles de la candidata, y ya.  En un sistema democrático de escogencia directa, este señor solo hubiera sacado UN VOTO.   Entonces, ¿cómo es que la gente no entiende O NO QUIERE ENTENDER la trama de semejante mascarada a la que le llaman “democracia” con libre elección de los gobernantes?  Y no se puede alegar el interés de triunfar, porque eso no es más que un cuento.  ¿En qué triunfa el pueblo cuando alguno de esos individuos es elegido?  ¿Cómo es posible que alguien pueda ser vicepresidente de la República con solo un voto?  Tecnicismos de la “democracia formal”…  ¿Lo habían pensado?      Estribillo:   “Nos preocupa el pueblo”
            Todos los políticos nos dicen lo mismo, nos prometen lo mismo y siempre hacen lo mismo por nosotros: NADA.  Tan indolentes nos hemos hecho ante esta situación, que todo nos parece un chiste que debemos repetir cada cuatro años.  Sabemos que son mentirosos y que nada les importa la suerte de los pueblos, pero seguimos participando y legitimando esta farsa eterna con nuestros votos.  Somos dóciles como ovejas, y ellos lo saben.  Por eso hacen lo que les da la gana.  Pero hagan lo que hagan, los latinos NO APRENDEMOS y siempre estamos dispuestos a poner el otro cachete.  Hablar de corrupción y mentiras de los políticos ya no tiene sentido, nuestros gobernantes han entrado en otra dimensión de cinismo imposible de clasificar; su  desfachatez va más allá de cualquier denominación.  Veamos un ejemplo que creo talvez sirva para ilustrar lo que digo en relación con la actitud de los políticos.        Jingle político: “Estamos escuchando al pueblo”.
            Hace tiempo recibí un bellísimo proyecto legal que era un propósito nacional para crear los mecanismos y entidades capaces de poner freno a la corrupción estatal de manera eficaz: “Conferencia Nacional para la Presentación de la Legislación para Prevenir la Corrupción”.  Era un proyecto extraordinario que contemplaba casi todo lo necesario para crear instituciones que velen en forma eficaz por la transparencia en los asuntos del Estado.  A los que no lo hayan leído y quieran estudiarlo, se los puedo enviar para que lo valoren.  Fue leído ante altas autoridades como la presidenta de la Corte Suprema de Justicia y el delegado de la OEA en Costa Rica el día 5 de julio del año 2001.  Es una verdadera pieza jurídica destinada a poner los controles necesarios para prevenir la corrupción en el Estado.  Discurso adornado con citas de Séneca, Aristóteles y uno que otro personaje moderno, daba la impresión de ser una seria tentativa para ponerle coto a la corrupción.  Pero parece que se quedó en nada, como todos los proyectos políticos que puedan comprometer a sus proponentes en algún momento de su carrera como funcionarios.  ¡Ah!  Este discurso fue leído por el Presidente de la República en ese momento, don Miguel Ángel Rodríguez.      (¿La seguridad ciudadana?)
            Parece que los latinos estamos incapacitados genéticamente para aprender nada sobre política, y mucho menos, sobre politiquería.  Somos tan dóciles que en realidad damos la impresión de ser como dicen que dijo don Pepe: “pueblos domesticados”.  El jolgorio de las campañas políticas nos vuelve locos, sobre todo, si hay cimarronas y buen guarito de por medio.  Lo que importa es “ganar las elecciones”, y mañana, ya veremos…
            Esa es toda la filosofía que anima nuestra actividad cívica.  Todo el mundo nos agarra de chanchos.  ¿No tenemos capacidad alguna para discernir?  ¿Seguiremos haciendo lo mismo hasta que desaparezcamos de la faz de la tierra?  Por desgracia, hacia ese final apuntan todos los indicadores.         Somos una raza mansa. 
            Hormiguescamente                                                                     ¿Sucede algo parecido en su país?
                                            Ricardo Izaguirre S.                          E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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