viernes, 27 de enero de 2012

693 Una escuela nacional de fútbol


693    LA CHISPA                              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
UNA ESCUELA NACIONAL DE FÚTBOL
            Si imitamos, estamos perdidos, pues por bueno que sea el plagio, siempre será inferior al original.  Y eso es lo que nos está pasando en el fútbol.  Intentamos remedar un modelo inventado por los europeos para ponerse en práctica con atletas de características diferentes a las nuestras.  Con mentalidad diferente.  En general, estos hombres son más altos, más fuertes y resistentes; pero sobre todo, mucho más DISCIPLINADOS.  Ellos se aplican terca y tenazmente a los libretos de una escuela que tiene plena validez para ellos (también para los gringos), pero no para nosotros.  Así que si jugamos el juego bajo las reglas de los europeos, no tenemos oportunidad alguna.  Vean que esto es parte de una guerra sicológica con la que nos han venido lavando el coco.  Y son precisamente nuestros paisanos que juegan en Europa, los voceros de una serie de mitos con los que pretenden socavar nuestra moral.  A todos estos jugadores argentinos, brasileños  etc., los hacen creer y repetir ciertas consignas acerca de la velocidad, la potencia, el nivel de exigencia, el método y mil cosas más que hacen que el fútbol europeo “sea superior”, que sus ligas sean mejores.   Así lo repiten los nuestros pero, ¿por qué estos siguen brillando por encima de los europeos?   Vean que casi todas las estrellas de esas ligas son latinos.  No es cierto el cuento de que los europeos son mejores; pero nos quieren convencer de eso.  Les conviene porque no tienen con qué contrarrestar la magia del fútbol latino.  La picardía, el genio, la improvisación milagrosa, la malicia y falta de un método previsible son nuestras ventajas. 
            Los europeos actúan como robots; es fácil predecir qué harán y hacia dónde se mueven sus jugadores en cada lance; es simple saber dónde estarán y cuáles son las jugadas y movimientos que harán de acuerdo con el esquema básico de cada equipo o selección.  En ellos no hay sorpresa, todo está planificado y se ajusta a una monotonía que no ofrece novedad.  Es por eso que en la medida que nos ASIMILEMOS a los sistemas europeos, les estamos dando una gran ventaja.  Si renunciamos a lo nuestro y jugamos el juego bajo sus términos, estamos fritos.  ¿Y por qué?  Porque ellos son más grandotes, más fuertes, mejores atletas, más veloces y disciplinados.  A un europeo NUNCA se le ocurriría ni se atrevería a realizar un “solo” de fútbol como el que hizo Maradona contra Inglaterra en el mundial de México.  JAMÁS.  Tal travesura no está en sus chips ni su programa general robótico.  ¿Por qué les encanta Ronaldiño a los europeos?  ¿Por fuerte, disciplinado y veloz?  ¡No!  Porque es un mago del fútbol.  Porque hace cosas que no están en libreto alguno, porque crea fantasía.   Y en eso se resume la belleza última de este deporte.  Se puede admirar la precisión táctica de los europeos, pero nada iguala o supera cualquiera de las “brujerías” u ocurrencias de Diño.   Y eso los vuelve locos.  Nuestro fútbol es MEJOR porque es emotivo, porque ha sido elevado a la categoría de arte revuelto con magia, santería, tango, merengue y samba.  Porque es irreverente, impredecible y embrujador.
            Si nos subordinamos a la escuela europea, estamos acabados; les damos la ventaja porque renunciamos a nuestras armas y peleamos con las de ellos, en su terreno, bajo sus condiciones.  En ese fútbol mecánico no hay sorpresa ni encanto; talvez el placer del triunfo grisáceo, pero nada más.  Como el que desplegó Italia en la penúltima copa: trabajo pertinaz y monótono de termitas sin imaginación.  Eficaces pero aburridoras.   Pero el fútbol no es eso; por lo menos, no para los latinos.  Tanto es así, que decenas de equipos europeos están “plagados” de los nuestros.  ¿Y por qué será, si sus futbolistas y su fútbol son mejores?  ¿Por qué llevar jugadores tercermundistas a las “tecnológicas” ligas del Viejo Continente?  Lo hacen porque desean, desesperadamente, que los suyos APRENDAN de nosotros.  Lo que no saben es que esa habilidad es genética, congénita, que no se puede asimilar; que se tiene o no se tiene, como dice el anuncio de Chivas Regal.  Y eso es lo que debemos fomentar en nuestros jugadores para que lo desarrollen al máximo.  Y de esa gran escuela latina debe partir cada país para crear su propia modalidad, Costa Rica incluida.
            ¿Por qué ha crecido la liga española?  Por la presencia de cientos de los nuestros; también la italiana, francesa e incluso la de los toscos y tenaces alemanes, cuyas victorias solo se sustentan en su fuerza, terquedad y disciplina tan brutal como la de ejército de tambochas.  O la de un tejón.  No en balde les dicen “los jornaleros del fútbol”.   Incluso los arrogantes ingleses han tenido que contratar latinos para observarlos y tratar de entender en qué se basa esa habilidad que no se puede enseñar en ninguna escuela, con  ningún programa, con ninguna tecnología.  Es una magia que ellos NO PUEDEN aprender.  Esta capacidad de los futbolistas latinos es para los europeos algo así como el merengue o la lambada, que por más que intenten bailarlos, solo logran verse ridículos, torpes y fuera de lugar.   Porque está en los genes… en el alma… en los sueños.
            Eso es lo que el fútbol de Costa Rica debería priorizar: un retorno a las raíces de aquel fútbol “autóctono”, en la medida de lo que eso tenga sentido.  El que jugaban aquellos chicos que eran capaces de quitarse en encima a dos o tres defensores en el área de un ladrillo.   Como Cuty Monge, Álvaro Murillo, Juan Ulloa, Leonel Hernández, Rubén Jiménez, Cuca Herrera y toda aquella pléyade de jugadores que nos hizo figurar en la principal vitrina del fútbol regional.  No mundial, porque esa no es nuestra liga, pero sí en el área de la CONCACAF.  Re-crear esa escuela no significa volver al futbolito inoperante sino a una especie de mezcla balanceada entre lo moderno y lo viejo; entre las mejores técnicas europeas y la habilidad personal inherente a nuestros jugadores.  No se trata de anular las cualidades naturales de nuestros chamacos, sino de incorporar en su bagaje deportivo personal todo aquello que pueda mejorarlos.  Una síntesis de todo lo que pueda ofrecernos la tecnología, con la magia natural de nuestros jugadores.  Si copiamos lo bueno del fútbol europeo y lo amoldamos a nuestra capacidad e ingenio, seremos invencibles.  Pero si sacrificamos lo nuestro para imitar lo ajeno, estaremos condenados a que nos pase lo que ya nos está sucediendo con los gringos y su  fútbol artesanal, pero metódico y demoledor como el de los europeos.  Desde luego que ellos apostaron por ese estilo no solo porque son europeos, sino porque tampoco saben bailar el merecumbé ni el danzón.  
            Escuelerescamente                 Blog: “LA CHISPA   http://lachispa2010.blogspot.com/
                                                Ricardo Izaguirre S.            E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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