domingo, 22 de enero de 2012

560 Los moradores del umbral


560   LA CHISPA         

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LOS MORADORES DEL UMBRAL

            El “umbral” es una zona de la Consciencia en donde se fermenta nuestra Personalidad.  Es la residencia del YO.  Pero este no habita allí en condición de ocupante único, sino que le ha ido dando cabida a una serie de especímenes que, con el correr del tiempo, llegan a tener una importancia extraordinaria en nuestras vidas.  Esos inquilinos son los “moradores del umbral” y los que determinan el rumbo de nuestra conducta.  Ahí vive la consciencia del cuerpo astral; también la Mente que, en asociación simpática con el Deseo, influye en todas nuestras acciones.  También está la consciencia del YO SOY YO, la parte que cree ser el dueño único y quien determina qué es lo que debe hacer o pensar.   Sin embargo, esta idea que todos tenemos y manifestamos como “nuestra voluntad”, no es más que una serie de condicionamientos impuestos por Entidades que no tienen el menor interés en nosotros sino en su propia conveniencia.  Son los diablos personales que se alojan en la entrada.  Son muchos y muy variados, tantos que en algunos casos llegan a tomar el dominio completo de todo lo que hacemos, y el Hombre queda impotente y a merced de ellos.  Es la condición que se conoce como “endemoniado”, cuando los habitantes del limen se han hecho dueños absolutos de la situación.
            ¿Qué o quiénes son estos seres?  Algunos son parte de nosotros mismos, criaturas de nuestra mente o de nuestro cuerpo astral.  Producto de nuestras propias y reiteradas ideas que se convierten en obsesiones, en entidades independientes a las que llega el momento en el que no podemos dominar, sino que nos imponen su voluntad.  Son nuestros hijos, pero ya mayores y con voluntad propia que se rebela a las directrices que queremos marcarles cuando comprendemos que tal línea de pensamiento NO es correcta ni conveniente.  Los fanatismos religiosos, políticos, raciales y sociales son algunas de sus manifestaciones.  Cuando les damos cabida en nuestra mente a determinadas pasiones, estamos creando las bases sobre las cuales se apoyarán y crecerán firmes estos hijuelos de nuestra Personalidad.  Y una vez engendrados, deberán crecer y crecer hasta que logren plena independencia y tomen el control, pues ellos no aceptan menos.  Es un mecanismo implacable contra el cual el Hombre es muy poco lo que puede hacer.  A menos que esté muy pendiente de la naturaleza y calidad de cada uno de sus propios pensamientos.  Con eso se simboliza la “purificación”, que alegóricamente se representa como el hombre de corazón limpio, aunque en realidad se refiere a la Mente.
            Tengan presente que los pensamientos son cosas, materia viva que tiene existencia independiente de nosotros; materia de ese plano cuya sutileza nos hace creer que es “inmaterial”.  Se producen en nuestro cerebro mediante un complejo sistema que involucra la potencialidad extraordinaria de este órgano; pero también se deben a la influencia de la Mente que, en contubernio con los intereses de nuestro Cuerpo de Deseos, formulan  ideas que resulten agradables al Yo, a la Personalidad, de manera que esta crea que son productos de su iniciativa y voluntad y que corresponden a sus intereses.  Como la violencia verbal, el egoísmo, la separación de los “otros”, la consciencia del “mío y tuyo”, la certeza de la superioridad de nuestras ideas religiosas o políticas; en fin, todo aquello que conduzca a la formación de un clima de agresividad, pues esta produce ondas vibratorias de una frecuencia que constituyen el deleite de los “Moradores”.  Y lo paradójico de esto es que su trabajo maligno ni siquiera tiene la intención de perjudicarnos.   Ellos solo buscan aquello que les da placer, sin tener en cuenta nuestros intereses ni lo que resulte de una conducta social determinada por esos seres que controlan nuestro carácter.
            También existen los “Moradores Parásitos”, aquellos que no son engendrados por nuestra mente sino que se han ubicado allí porque nuestra Personalidad les ha dado alojamiento por empatía.   Eso significa que el individuo proclive al mal será víctima de estos invasores, y no porque estos tengan el poder de hacerlo en contra de la voluntad del Yo, sino porque este les abre las puertas y les da refugio.  Y una vez adentro, no hay manera de echarlos ni ponerlos bajo control, pues NO están al servicio del Hombre ni de la Personalidad.  Y aunque le pasan la brocha a esta, sus intereses son propios y específicos.  Esos son los “demonios foráneos” a los que nadie, aparte del Hombre mismo, puede echar fuera.  En el simbolismo de la Iglesia, ese intento se identifica con la Confesión, acto íntimo y anónimo con un testigo, mediante el cual el individuo reconoce sus malos pensamientos (causa de las acciones), los repudia, se arrepiente de ellos y se perdona, lo cual solo es una intención de rectificar su mala conducta en el futuro, la cual es la causa única de la falta de armonía (mal).  Recuerden que este se desarrolla a partir de cada vez que el hombre da cabida en su mente a ideas malignas que no son bien analizadas.  El mal no existe per se, solo en el hombre, el cual es el 666, la Bestia.   El  #  9.
            El Hombre Santo es aquel que mantiene limpio el santuario de su Mente, y que no permite la invasión de estas Entidades.  Que les pone un “hasta aquí” porque hace caso de los avisos del “Guardián del Umbral” (la Consciencia), que siempre le indica la naturaleza de aquello que piensa, de manera que no les dé alojamiento “en su corazón” (Mente) a ideas que puedan envenenarlo. El Guardián es como el antivirus de las computadoras: si lo ignoramos, nos lleva el Diablo.  Si descuidamos esa formidable defensa natural del Hombre, hemos abierto la puerta a los jinetes del Apocalipsis y tendremos perdida la guerra contra el Mal, el cual no es más que nuestro lado oscuro, nuestra propia debilidad para cumplir con el deber que SIEMPRE tenemos muy claro.  El Mal no proviene de una fuente externa sino de nuestra inclinación a las cosas malignas.  Nadie nos obliga.  Son nuestros propios Demonios los que lo hacen; aquellas criaturas que hemos amamantado cariñosamente y a las que les hemos permitido que se adueñen de nuestras vidas: los malos pensamientos.  Ahí está la raíz de todo mal.  Cuando pensamos mal, estamos haciendo el Mal.
            Fraternalmente        
Ricardo Izaguirre S.           E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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