560 “LA CHISPA
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LOS MORADORES DEL UMBRAL
El “umbral” es una zona de la Consciencia en donde se fermenta nuestra
Personalidad. Es la residencia del YO.
Pero este no habita allí en condición de ocupante único, sino que le ha
ido dando cabida a una serie de especímenes que, con el correr del tiempo,
llegan a tener una importancia extraordinaria en nuestras vidas. Esos inquilinos son los “moradores del umbral” y los que determinan el rumbo de nuestra
conducta. Ahí vive la consciencia del
cuerpo astral; también la Mente
que, en asociación simpática con el Deseo, influye en todas nuestras
acciones. También está la consciencia
del YO SOY YO, la parte que cree ser
el dueño único y quien determina qué es lo que debe hacer o pensar. Sin embargo, esta idea que todos tenemos y
manifestamos como “nuestra voluntad”, no es más que una serie de
condicionamientos impuestos por Entidades
que no tienen el menor interés en nosotros sino en su propia conveniencia. Son los diablos personales que se alojan en la
entrada. Son muchos y muy variados, tantos que en
algunos casos llegan a tomar el dominio completo de todo lo que hacemos, y el Hombre queda impotente y a merced de
ellos. Es la condición que se conoce
como “endemoniado”, cuando los habitantes del limen se han hecho dueños absolutos
de la situación.
¿Qué o quiénes son estos seres? Algunos son parte de nosotros mismos, criaturas de nuestra mente o de nuestro cuerpo
astral. Producto de nuestras propias y
reiteradas ideas que se convierten en obsesiones,
en entidades independientes a las que
llega el momento en el que no podemos dominar, sino que nos imponen su
voluntad. Son nuestros hijos, pero ya mayores y con voluntad propia que se
rebela a las directrices que queremos marcarles cuando comprendemos que tal
línea de pensamiento NO es correcta
ni conveniente. Los fanatismos religiosos, políticos, raciales y sociales son algunas
de sus manifestaciones. Cuando les
damos cabida en nuestra mente a determinadas pasiones, estamos creando las
bases sobre las cuales se apoyarán y crecerán firmes estos hijuelos de nuestra
Personalidad. Y una vez engendrados,
deberán crecer y crecer hasta que logren plena independencia y tomen el control,
pues ellos no aceptan menos. Es un
mecanismo implacable contra el cual el
Hombre es muy poco lo que puede hacer.
A menos que esté muy pendiente de la naturaleza y calidad de cada uno de sus propios pensamientos. Con eso se simboliza la “purificación”, que alegóricamente se representa como el hombre de corazón limpio, aunque en
realidad se refiere a la Mente.
Tengan presente que los pensamientos
son cosas, materia viva que tiene
existencia independiente de nosotros; materia de ese plano cuya sutileza nos
hace creer que es “inmaterial”. Se
producen en nuestro cerebro mediante
un complejo sistema que involucra la potencialidad extraordinaria de este
órgano; pero también se deben a la influencia de la Mente que, en contubernio
con los intereses de nuestro Cuerpo de Deseos, formulan ideas que resulten agradables al Yo, a la Personalidad, de manera que esta crea que son
productos de su iniciativa y voluntad y que corresponden a sus intereses. Como la violencia verbal, el egoísmo, la separación
de los “otros”, la consciencia del “mío y tuyo”, la certeza de la superioridad
de nuestras ideas religiosas o políticas; en fin, todo aquello que conduzca a
la formación de un clima de agresividad, pues esta produce ondas vibratorias de
una frecuencia que constituyen el deleite de los “Moradores”. Y lo paradójico
de esto es que su trabajo maligno ni siquiera tiene la intención de
perjudicarnos. Ellos solo buscan
aquello que les da placer, sin tener en cuenta nuestros intereses ni lo que
resulte de una conducta social determinada por esos seres que controlan nuestro
carácter.
También existen los “Moradores Parásitos”, aquellos que no
son engendrados por nuestra mente sino que se han ubicado allí porque nuestra Personalidad les ha dado alojamiento por
empatía. Eso significa que el individuo proclive al
mal será víctima de estos invasores, y no porque estos tengan el poder de
hacerlo en contra de la voluntad del Yo,
sino porque este les abre las puertas y les da refugio. Y una vez adentro, no hay manera de echarlos
ni ponerlos bajo control, pues NO
están al servicio del Hombre ni de la Personalidad. Y aunque le pasan la brocha
a esta, sus intereses son propios y específicos. Esos son los “demonios foráneos” a los que nadie, aparte del Hombre mismo, puede echar fuera. En el simbolismo de la Iglesia, ese intento se
identifica con la Confesión, acto
íntimo y anónimo con un testigo, mediante el cual el individuo reconoce sus malos
pensamientos (causa de las acciones),
los repudia, se arrepiente de ellos y se
perdona, lo cual solo es una intención de rectificar su mala
conducta en el futuro, la cual es la causa única de la falta de armonía (mal). Recuerden que este se desarrolla a partir de
cada vez que el hombre da cabida en su mente a ideas malignas que no son bien
analizadas. El mal no existe per se,
solo en el hombre, el cual es el 666, la Bestia. El # 9.
El
Hombre Santo es aquel que mantiene limpio el santuario de su Mente, y que
no permite la invasión de estas Entidades.
Que les pone un “hasta aquí” porque hace caso de los avisos del “Guardián del Umbral” (la Consciencia), que
siempre le indica la naturaleza de aquello que piensa, de manera que no les dé
alojamiento “en su corazón” (Mente) a ideas que puedan envenenarlo. El Guardián es como el antivirus de las
computadoras: si lo ignoramos, nos lleva
el Diablo. Si descuidamos esa
formidable defensa natural del Hombre, hemos abierto la puerta a los jinetes
del Apocalipsis y tendremos perdida la guerra contra el Mal, el cual no es más
que nuestro lado oscuro, nuestra propia debilidad para cumplir con el deber que
SIEMPRE tenemos muy claro. El Mal no proviene de una fuente externa sino
de nuestra inclinación a las cosas malignas.
Nadie nos obliga. Son nuestros
propios Demonios los que lo hacen; aquellas criaturas que hemos amamantado
cariñosamente y a las que les hemos permitido que se adueñen de nuestras vidas:
los malos pensamientos. Ahí está la raíz de todo mal. Cuando pensamos mal, estamos haciendo el Mal.
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