565 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA RELIGIÓN DE LA CIENCIA
La separación entre la religión y la
ciencia hizo posible que esta creciera libremente sin el brutal tutelaje de
aquella. Las ideas se liberaron del dogma
y el Hombre pudo proclamar sus verdades sin sujeción al clero o las
interpretaciones bíblicas del mundo y la Naturaleza. El Génesis dejó de ser la
guía obligada de toda interpretación científica, y se abrieron las compuertas
del sentido común, la lógica y la comprensión de las Leyes del Universo. Como un potro salvaje y alegre, libre de las
ataduras de la fe, la ciencia le dio rienda suelta a sus anhelos de
libertad por tanto tiempo reprimidos por
la Iglesia. Sin embargo, en su deseo de
independencia, penduló hasta el otro extremo de lo que había sido la norma y, por
su deseo de afirmarse como un adolescente rebelde, empezó a delimitar su propio
territorio y a formular una metodología que se alejara lo más posible de las
directrices del Vaticano. Tanto era el malestar
largamente acumulado, que la ruptura fue total, casi brutal, pues cualquier
cosa que oliera a curas, de inmediato tenía la repulsa de los hombres de
ciencia. Y en esa actitud bastante
cerrada, se acercaron mucho a lo que tanto odiaban: el dogmatismo. De ahí al
positivismo solo era un paso; y después, hundirse en el grosero materialismo
desprovisto de todo principio metafísico, era inevitable.
De esa manera la ciencia ha caído,
en muchos aspectos, en aquello que tanto repudiaba de la influencia del credo y
su particular interpretación de la
estructura del Universo y el origen de las cosas. Especialidades de la ciencia que deberían ser
totalmente abiertas a la discusión, se han refugiado en la receta básica de la
época medieval: el principio aristotélico de autoridad (Magíster dixit). Y se acabó, cállese. La medicina
alopática es el más claro ejemplo de lo que es la intolerancia de este
gremio. Si alguien NO tiene un título universitario en ese campo (alopático), solo es un charlatán que no debe opinar nada sobre SALUD.
La medicina oficial colegiada
ha monopolizado este delicado campo que es competencia de todos. Con una arrogancia
increíble, los cultores de esta disciplina miran con desprecio cualquier cosa
que no dimane de sus centros de poder: las universidades, colegios y
academias. Y bajo el lema de que aparte
de ellos NADIE tiene derecho a
opinar sobre salud, se han reservado la exclusiva en estos vitales servicios. Y si alguien sin título se atreve a hacerlo,
de seguro va a la cárcel acusado de herejía,
como en la Edad Media. La competencia solo está permitida en
aquellos casos que tal categoría no erosione los bolsillos de los médicos.
La “titulitis” y los colegios le han
puesto un bozal a la ciencia, haciendo que esta caiga en el más feroz
dogmatismo. Si usted no tiene un título
que lo acredite sobre magia negra, no puede practicarla públicamente. El colegio
oficial de brujos titulados se lo prohíbe.
De esa manera, el ejercicio del pensamiento y la investigación sobre la Naturaleza se ha ido
reduciendo a ciertos grupos limitados que tienen diploma en algo. Ahora se dice: “Un grupo de científicos de alto nivel de la Universidad de
Charingcopa lo afirma”. “El doctor Chumico Lanta de la Universidad tal, lo
asegura”. Y sin importar que sea un
disparate como uno de los tantos de los geólogos y sus famosas teorías de la
duración de los períodos geológicos de la Tierra, la autoridad
nos aplasta y tenemos que rendirnos ante la “Ciencia”. Si lo dice la “Ciencia”, ese ente
todopoderoso y omnisciente, DEBE ser
cierto. La “Ciencia” dice, afirma,
asegura o niega esto o lo otro; y esa ES
la verdad oficial. Hasta que tengan otra
ocurrencia “científica” que descalifique a la presente. Y así se maneja, condiciona y dirige el
pensamiento de las masas hacia objetivos que solo tienen que ver con los
intereses de grupos de proveedores de objetos de consumo. Solo en el último siglo, la industria
alimenticia, farmacéutica y la medicina alopática han matado más gente que
todos los que han muerto por enfermedades en el pasado milenio. Sin embargo, esas actividades tienen el
respaldo de la “ciencia oficial”. Si esta dice que es bueno comer carne, así debe ser, sin importar
que el sentido común señale lo contrario.
Si la ciencia dice que es vital “tomar lechita”, tenemos que hacerlo,
aunque la lógica nos diga que la leche que fabrica la vaca es para “su” ternero
y no para crías humanas. Y aunque esta
puede ser soportada por los lactantes, es un atentado contra la salud de los
adultos. Pero la “medicina oficial” dice
que la leche es el mejor alimento. Como
el anuncio radial del pobre Mario, al que no dejan comer galletas ni papitas;
solo leche “Esencial”.
Pero el dogma más pavoroso de todos,
y que ya está adquiriendo la categoría de verdad divina, religiosa y científica,
es la alocada teoría del “Big bang”
para explicar el origen del Universo. Y
aunque esta vez se han ido poniendo de acuerdo en los miles de millones de años
que tiene de vida ese fenómeno, sus debilidades son terribles. Sin embargo, de tanto oírlo de parte de
“científicos, academias, astrónomos y autoridades”, la sociedad se la está
empezando a creer. El “Big bang” es la última ocurrencia de la Ciencia para explicar el origen
de algo que no lo tiene, porque la
Eternidad no tiene
Principio ni Fin. Solo ciclos dentro de
ciclos infinitos. Pero si la teoría se refiere al principio del ciclo presente,
andan bastante extraviados. Además, las
evidencias y el movimiento de las galaxias no coincide con la fuerza expansiva
de ese supuesto fenómeno del cual no hay testigos. Ese “acto espontáneo y caprichoso” de la Naturaleza, equivale a los tribunales que se montan en el cielo
para juzgar a los muertos. El “Big bang” es un acto de Fe de los científicos,
tan fanático, desesperado y tan sin respaldo, como cualesquiera de las más
divertidas teorías de las religiones. La ciencia y la religión se están
reencontrando. ¿Cuánto durará esta verdad
irrebatible del Big bang? ¿Tanto
como la de Ptolomeo? ¿O la Kant-Laplace?
Si tuviéramos presente la impresionante lista de errores históricos de
la “Ciencia”, no seríamos tan ingenuos como para aceptar ciegamente cualquier
ocurrencia de los tantos “científicos” que andan en busca de notoriedad. La aplicación de sanguijuelas para curar enfermos fue una verdad “médico-científica”
hasta no hace mucho. ¿Qué les parece?
Bingbanescamente
Ricardo Izaguirre S. E-mail:
rhizaguirre@gmail.com
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