jueves, 12 de enero de 2012

565 La religión y la ciencia


565  “LA CHISPA          

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”

LA RELIGIÓN DE LA CIENCIA

            La separación entre la religión y la ciencia hizo posible que esta creciera libremente sin el brutal tutelaje de aquella.  Las ideas se liberaron del dogma y el Hombre pudo proclamar sus verdades sin sujeción al clero o las interpretaciones bíblicas del mundo y la Naturaleza.  El Génesis dejó de ser la guía obligada de toda interpretación científica, y se abrieron las compuertas del sentido común, la lógica y la comprensión de las Leyes del Universo.  Como un potro salvaje y alegre, libre de las ataduras de la fe, la ciencia le dio rienda suelta a sus anhelos de libertad  por tanto tiempo reprimidos por la Iglesia.  Sin embargo, en su deseo de independencia, penduló hasta el otro extremo de lo que había sido la norma y, por su deseo de afirmarse como un adolescente rebelde, empezó a delimitar su propio territorio y a formular una metodología que se alejara lo más posible de las directrices del Vaticano.  Tanto era el malestar largamente acumulado, que la ruptura fue total, casi brutal, pues cualquier cosa que oliera a curas, de inmediato tenía la repulsa de los hombres de ciencia.  Y en esa actitud bastante cerrada, se acercaron mucho a lo que tanto odiaban: el dogmatismo.  De ahí al positivismo solo era un paso; y después, hundirse en el grosero materialismo desprovisto de todo principio metafísico, era inevitable.
            De esa manera la ciencia ha caído, en muchos aspectos, en aquello que tanto repudiaba de la influencia del credo y su particular interpretación  de la estructura del Universo y el origen de las cosas.  Especialidades de la ciencia que deberían ser totalmente abiertas a la discusión, se han refugiado en la receta básica de la época medieval: el principio aristotélico de autoridad (Magíster dixit).  Y se acabó, cállese.  La medicina alopática es el más claro ejemplo de lo que es la intolerancia de este gremio.  Si alguien NO tiene un título universitario en ese campo (alopático), solo es un charlatán que no debe opinar nada sobre SALUD.  La medicina oficial colegiada ha monopolizado este delicado campo que es competencia de todos.  Con una arrogancia increíble, los cultores de esta disciplina miran con desprecio cualquier cosa que no dimane de sus centros de poder: las universidades, colegios y academias.  Y bajo el lema de que aparte de ellos NADIE tiene derecho a opinar sobre salud, se han reservado la exclusiva en estos vitales servicios.  Y si alguien sin título se atreve a hacerlo, de seguro va a la cárcel acusado de herejía, como en la Edad Media.  La competencia solo está permitida en aquellos casos que tal categoría no erosione los bolsillos de los médicos. 
            La “titulitis” y los colegios le han puesto un bozal a la ciencia, haciendo que esta caiga en el más feroz dogmatismo.  Si usted no tiene un título que lo acredite sobre magia negra, no puede practicarla públicamente.  El colegio oficial de brujos titulados se lo prohíbe.  De esa manera, el ejercicio del pensamiento y la investigación sobre la Naturaleza se ha ido reduciendo a ciertos grupos limitados que tienen diploma en algo.  Ahora se dice: “Un grupo de científicos de alto nivel de la Universidad de Charingcopa lo afirma”.  “El doctor Chumico Lanta de la Universidad tal, lo asegura”.  Y sin importar que sea un disparate como uno de los tantos de los geólogos y sus famosas teorías de la duración de los períodos geológicos de la Tierra, la autoridad nos aplasta y tenemos que rendirnos ante la “Ciencia”.  Si lo dice la “Ciencia”, ese ente todopoderoso y omnisciente, DEBE ser cierto.  La “Ciencia” dice, afirma, asegura o niega esto o lo otro; y esa ES la verdad oficial.  Hasta que tengan otra ocurrencia “científica” que descalifique a la presente.  Y así se maneja, condiciona y dirige el pensamiento de las masas hacia objetivos que solo tienen que ver con los intereses de grupos de proveedores de objetos de consumo.  Solo en el último siglo, la industria alimenticia, farmacéutica y la medicina alopática han matado más gente que todos los que han muerto por enfermedades en el pasado milenio.  Sin embargo, esas actividades tienen el respaldo de la “ciencia oficial”.  Si esta dice que es bueno comer carne, así debe ser, sin importar que el sentido común señale lo contrario.   Si la ciencia dice que es vital “tomar lechita”, tenemos que hacerlo, aunque la lógica nos diga que la leche que fabrica la vaca es para “su” ternero y no para crías humanas.  Y aunque esta puede ser soportada por los lactantes, es un atentado contra la salud de los adultos.  Pero la “medicina oficial” dice que la leche es el mejor alimento.  Como el anuncio radial del pobre Mario, al que no dejan comer galletas ni papitas; solo leche “Esencial”.
            Pero el dogma más pavoroso de todos, y que ya está adquiriendo la categoría de verdad divina, religiosa y científica, es la alocada teoría del “Big bang” para explicar el origen del Universo.   Y aunque esta vez se han ido poniendo de acuerdo en los miles de millones de años que tiene de vida ese fenómeno, sus debilidades son terribles.  Sin embargo, de tanto oírlo de parte de “científicos, academias, astrónomos y autoridades”, la sociedad se la está empezando a creer.  El “Big bang” es la última ocurrencia de la Ciencia para explicar el origen de algo que no lo tiene, porque la Eternidad no tiene Principio ni Fin.  Solo ciclos dentro de ciclos infinitos. Pero si la teoría se refiere al principio del ciclo presente, andan bastante extraviados.  Además, las evidencias y el movimiento de las galaxias no coincide con la fuerza expansiva de ese supuesto fenómeno del cual no hay testigos.  Ese “acto espontáneo y caprichoso” de la Naturaleza, equivale a los tribunales que se montan en el cielo para juzgar a los muertosEl “Big bang” es un acto de Fe de los científicos, tan fanático, desesperado y tan sin respaldo, como cualesquiera de las más divertidas teorías de las religiones.  La ciencia y la religión se están reencontrando.  ¿Cuánto durará esta verdad irrebatible del Big bang?    ¿Tanto como la de Ptolomeo?    ¿O la Kant-Laplace?   Si tuviéramos presente la impresionante lista de errores históricos de la “Ciencia”, no seríamos tan ingenuos como para aceptar ciegamente cualquier ocurrencia de los tantos “científicos” que andan en busca de notoriedad.  La aplicación de sanguijuelas para curar enfermos fue una verdad “médico-científica” hasta no hace mucho.  ¿Qué les parece?
            Bingbanescamente
                                                Ricardo Izaguirre S.        E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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