miércoles, 4 de enero de 2012

680 ¿Se puede estandarizar el éxito?


680    LA CHISPA              
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
¿SE PUEDE ESTANDARIZAR EL ÉXITO?
        Si me pusieran al frente de Microsoft, como amo absoluto, estoy seguro de que llevaría a esa empresa a la quiebra en menos de un año.   ¿Y por qué?  Porque yo no soy Bill Gates ni tengo su genio o habilidades.  El “éxito” de cualquier empeño humano individual o colectivo no consiste en hacer lo que otros hicieron; ni siquiera copiado al pie de la letra.  Diez, cien o mil personas pueden hacer lo mismo, de idéntica manera, pero los resultados siempre serán diferentes dentro de ciertos parámetros.   Aunque se parezcan, tienen ese toque que corresponde a lo que cada persona es.   Desde luego que esto no rige para actividades vulgares como vender aguacates en la calle sino en aquellas en donde se ve el “toque” personal y distinto de los que las realizan.   Sin embargo, si esculcamos, veremos que siempre hay diferencias en los resultados, aunque se trate de cuestiones sin relevancia.  Entonces ¿qué significa eso?  Pues que cada individuo es único, con un potencial específico y una serie de imponderables (destino, karma, ayuda divina o lo que usted quiera) que lo hacen especial y le otorgan lo que a otros no, sin importar que sean más capaces o que hayan llegado primero.
            A veces decimos que hay naciones así o asá, y las clasificamos como pobres, ricas o mediocres; no obstante siempre encontramos en ellas todas las clases imaginables de triunfadores, independientemente del estatus de sus respectivas sociedades en la comunidad mundial.  Y muchas veces, estos hombres exitosos no son precisamente profesionales distinguidos por su saber, sino personas que encontraron “algo que hacer”, que vieron la fortuna allí donde los demás no vemos nada.  Son individuos que saben qué hacer.  ¿En qué consiste esa visión para los negocios?   Nunca me he explicado cómo, pero ellos lo saben y eso es lo que cuenta.   Muchos podemos estar en el mismo sitio, tiempo y situación que ellos y no logramos nada.  Y eso produce frustración, celos, envidia y cierto resentimiento en contra de la vida.  “¿Cómo es posible, si yo soy más inteligente que ese tipo”?  “Trabajo más y sé más del asunto y no he obtenido el éxito”  ¿Cómo responder a esas eternas preguntas que parecen dirigirse hacia un arcano que nunca nos dará una respuesta?   “Yo soy mejor profesional que él, obtuve mejores notas y me gradué con honores en la Universidad y no he tenido tanto éxito como él.”   Este enigma crea legiones interminables de resentidos que llegan a creer que existe un inmanente principio de injusticia en la forma como “se otorgan” los bienes materiales.   E incluso se llega a culpar a Dios cuando se piensa que existe multitud de pillos exitosos a la par de miríadas de hombres buenos y profesionales competentes que apenas se mantienen a flote.
            Entonces ¿cómo es que se sabe qué hacer, cuándo y de que manera?  ¿Qué es lo que nos hace diferentes de los demás y qué es lo que hace que el éxito no sea algo que se pueda estandarizar a partir de ciertos principios generales?  ¿Es el éxito un privilegio divino de unos cuantos?  Y de ser así, ¿qué o quién concede esas ventajas y por qué?  Y si tenemos las mismas oportunidades que otros, ¿por qué los resultados suelen ser tan variables?  A veces ni siquiera importa que hayamos nacido en un país “rico”, pues incluso en los Estados Unidos hay millones de pobres que viven como si estuvieran en el tercero o cuarto mundo.  Y así, queramos o no, el círculo de respuestas se va estrechando a unas cuantas causas, muchas de las cuales no se pueden catalogar como elementos científicos que puedan ser sometidos a un análisis estadístico o matemático.   ¿Por qué dos o más personas de la misma profesión, con parecida capacidad y condiciones sociales obtienen diferentes resultados al dedicarse a la misma actividad económica?  Eso si estamos hablando del éxito material, pues el otro no es posible observarlo ni someter a escrutinio alguno.
            Un título universitario NO es garantía de éxito; solo en los Estados Unidos se gradúan millones de profesionales en todas las ramas del saber, y muchos de ellos ni siquiera encuentran trabajo en su profesión.  Desde luego que eso no quiere decir que hay que ser analfabeto para triunfar, pero eso sí, que no basta una buena educación para destacarse en el mundo de los negocios o profesional.  Parece que hay un imponderable que determina quiénes son los “elegidos” de la diosa Fortuna, y que los designios de esta no están sujetos a ninguna regla conocida por los hombres.  En donde casi todos fracasan, siempre hay unos cuantos que salen victoriosos y ricos de la aparente desgracia general.  Desde luego que una buena educación es un respaldo social muy importante; sin embargo, NO asegura el éxito en la medida de lo que consideramos un TRIUNFADOR; algo así como Bill Gates y tantos como él.   Yo he conocido a muchas personas trabajadoras, inteligentes y con una capacidad laboral de hormigas, que se han esforzado durante décadas y que, no obstante, NUNCA se han visto “tocados” por la elusiva dama de la Cornucopia.
            No en balde hay tanto dicho en la sabiduría popular relacionado con este tema.   “El que nace para maceta, del corredor no pasa”.  O algo así.  También: “El que nace para chancho del cielo le cae la horqueta”, y así por el estilo.   Entonces, después de ciertos años de lucha ¿debemos abandonar la pelea y considerar que estamos fuera del círculo de los escogidos?   ¿Cuándo debemos rendirnos y entregarnos a la fatalidad?   También en este sentido hay mucha literatura positiva que nos insta a seguir en el frente de batalla hasta el momento final, y que cuando la muerte nos sorprenda, que sea al pie del cañón.   ¿Usted que cree?  ¿Si es un pelagatos, cuántos pretextos tiene para justificar su fracaso?   Y si es una persona exitosa, ¿a qué le atribuye su fortuna?   Porque debe existir alguna CAUSA ORIGINAL.   No es posible que solo unos cuantos alcancen la riqueza si muchos han hecho lo mismo, de igual manera y en el mismo tiempo, lugar y circunstancias.   ¿Cómo explicar esas diferencias de fortuna en hombres de naturaleza semejante?   ¿Será en realidad una cuestión kármica la que determina aquello que podremos obtener en la vida presente?   Después de pensarlo mucho y de observar y obtener el testimonio de muchos frustrados que siguieron al pie de la letra los ejemplos de los exitosos, me inclino a aceptar la teoría kármica.  ¿Y usted qué me dice?  ¿Cómo explica su fracaso?  ¿Sigue el fácil método de culpar a los “demás”?  Y si es un triunfador, ¿podría darnos el santo?
            Fraternalmente
                                    Ricardo Izaguirre S.                           E-mail:  rhizaguirre@gmail.com
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