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“LA CHISPA”
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos
del Poder”
LA BIBLIA Y EL NUEVO TESTAMENTO
A raíz de “La
Chispa” anterior, un amigo me pide una aclaración, pues
yo digo en ella que la Biblia
les enseña a los judíos un cierto proceder, y que los gentiles siguen
otro. Me dice que cómo es eso posible si
ambas religiones se fundamentan en el mismo libro. Y ahí está la interpretación errada de mi
querido lector. Mucha gente supone que
el Nuevo Testamento y la Biblia
son la misma cosa, pero eso es inexacto.
El Libro de la Ley, conocido como Torá, muy
poco tiene que ver con el folleto catequístico de los occidentales. Es más, los rabinos NO le reconocen valor autoritativo alguno a las “Buenas Nuevas” ni
al resto de notas que forman el cuerpo doctrinario de la Iglesia. Han sido los goyim los que, mediante un millar de
tretas y maniobras artificiales, han tratado de asimilar su Manual al judaísmo ortodoxo, de manera
que aquel pueda gozar de la “autoridad”
de la Ley. Han querido establecer un
nexo que nunca ha existido entre el rabinato y el cristianismo; entre Yavé y
Jesucristo, entre los profetas y los evangelistas. Pero nada de eso es cierto. Jesucristo
NO es el Mesías esperado por los israelitas y “anunciado” en algún libro de
la Ley.
Yavé
NO es el “papá” de Jesús, ni este es aceptado por los que dieron origen a
la leyenda mesiánica. Y por más
historias que haya inventado la
Iglesia para vincular su Libro con la Biblia, no existe tal
relación; y los inventores de la fábula general, no aceptan que eso sea
así. Entonces ¿a quién le podemos
creer? ¿A Moisés y los profetas, o a
Jesús y sus seguidores? Recuerden que
toda esta literatura está influenciada por las culturas vecinas a Israel,
nación bárbara que en ese tiempo, no tenían capacidad alguna para crear una
mitología que no fuera basada en las leyendas de los países con una antigua
historia religiosa, como Egipto, la Mesopotamia, Fenicia y, sobre todo, Grecia. Tanto los rabinos como los evangelistas
tomaron de ellos todas las leyendas con las cuales conformaron sus fábulas
religiosas durante los siglos cercanos
a Cristo.
Es
intolerable que en el siglo XXI, todavía haya personas que puedan creer un
cuento tan grosero como el de la “concepción virginal” de una hembra humana y
Dios. Semejante disparate no tiene
cabida ni siquiera como una alegoría para aclarar temas religiosos. Esas técnicas fueron utilizadas en épocas
prehistóricas para ilustrar a pueblos ignorantes acerca de cuestiones que no
podían ser comprendidos en su verdadero significado. Entonces los sacerdotes inventaron algunas
leyendas con propósitos didácticos, pero en ningún momento ellos creyeron que
tales cosas fueran ciertas. Algunos
de esos cuentos fueron las relaciones entre dioses y mujeres, o entre diosas y
hombres. Eran formas abreviadas para
explicar el origen de las cosas de manera que fuera comprensible a gente
incapaz de profundizar en los misterios de la Emanación
o las larguísimas etapas de la evolución humana. La
intervención mágica de los dioses simplificaba todo. Tal es el origen de esos mitos que nos
reseñan coitos entre dioses y mortales, como el de Yavé (NO Dios) y María. O los de
los hijos de Yavé que nos relata el Génesis 6- 1 y 2. (Materia ampliamente tratada en “EL ANÁLISIS).
Aunque la Biblia
está plagada de este tipo de leyendas absurdas derivadas de mitos que no
entendían los exegetas, no cayó en el fallo garrafal que realizó el Nuevo
Testamento al aparear a una mortal con el dios de la Biblia. Semejante blasfemia no
debería tener cabida en la mente de nadie, pues no solo nos narra una aventura
imposible, sino que hace incurrir a la deidad del texto en una grosería
inexplicable: cometer adulterio con una dama
casada. Todos los que han leído la
mitología griega, saben que el don Juan olímpico Zeus, sedujo a infinidad de
mujeres con las que tuvo hijos que fueron conocidos como semi dioses. La lista de estos es bien grande, pero entre
los más destacados se encuentran Dionisos, Heraclés, Hermes, Tántalo, Sarpedón,
Epafo y otros. Es seguro que esta
temática fascinaba a los compiladores cristianos, y no dudaron en asignarle al
dios de la nueva religión (Jesús), un origen semejante al de los héroes de la Hélade, y pusieron a Yavé a fornicar con María, a
espaldas de José. Suena ordinario,
pero así está explícito en los evangelios, aunque de manera más tolerable al
gusto de los creyentes; pero la esencia es la misma que señalamos aquí. Solo lea su “Testamento” sin prejuicios ni
complicidad religiosa; y sobre todo, sin miedo.
No va ir al Infierno por eso.
El ser nacido de semejante
absurdo, no recibió la aprobación del rabinato, y eso ensanchó mucho más la
brecha ideológica que hay entre judíos y cristianos, a quienes les “conviene” que su Breviario esté cobijado bajo la autoridad
de la Torá y los
profetas, y es por eso que tanto los mencionan. Sin embargo, la zanja es infranqueable, y a
Pablo no le quedó más camino que “racionalizar” sus leyendas de manera que
fueran aceptables a las masas. Y aunque
era comprensible que aquellas gentes inmersas en los mitos de la cultura
griega, aceptaran el desatino de la paternidad fisiológica de un dios, no es
explicable, de ninguna manera, cómo ese
error básico del cristianismo todavía se sostiene como el dogma principal de
esas creencias. Solo en los mitos se
relacionaban los dioses con los humanos.
Sin embargo, todavía en el siglo
XXI hay millones de personas que creen de buena fe en ese cuento infantil. Los rabinos, respetuosos del celibato de
Yavé, jamás se hubieran atrevido a asignarle esa grosera paternidad al Enviado que todavía esperan. Y talvez eso sea lo que menos les perdonan a
sus contrarios religiosos: haberles
usurpado su Mesías y haber degradado
a su dios y a María a la condición de adúlteros.
Esas son algunas de las razones por las cuales dije en esa “Chispa” que la Biblia es una cosa, y el Nuevo
Testamento, otra. No son equivalentes ni
este último es la continuación o la versión mejorada del texto judaico,
Pentateuco o Torá. No importa lo que
crean o quieran creer sus defensores, los judíos jamás aceptarán que el manual
religioso de sus rivales sea parte de su Biblia. Eso está fuera de toda discusión, y por eso
es que aseguramos que nada tienen que ver las Escrituras con los Evangelios.
Fraternalmente
PUBLICIDAD. Les recomiendo la lectura de mi
libro “EL ANÁLISIS”, de venta en la Universal, Aristos, Barrabás, Juricentro y
casi todas las buenas librerías del país.
Excelente su libro don Ricardo, lo he leído como 10 veces y no me canso; cuando leo lo de José Smith y los lammanitas, o lo de José en Egipto traduciendo los sueños del faraón sospechosamente anónimo " con la precisión de un Pentium V de alta velocidad" es un no parar de reír... Me quedé esperando una continuación de tan magnífica obra literaria, y tambien que aceptara mi solicitud de amistad en el Facebook, me declaro admirador de su libro y su blog.
ResponderEliminarUn saludo!