559 “LA CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Es interminable la legión de libros
que se han escrito en relación con este tema.
Es el punto culminante en donde terminan todas las novelas: cuando los
protagonistas vencen todos los obstáculos y se casan y, colorín colorado. Ningún autor pasa de allí, y jamás entran a
las minucias del matrimonio cincos años
después… si no es que ya se divorciaron.
También es la temática central y
casi única de todas las religiones occidentales: la felicidad eterna en el Jardín Celestial. Pero nadie nos explica qué sigue después de
que se llega a ese momento de clímax.
¿Cómo se puede vivir en una situación de éxtasis perenne? ¿Y qué es esa extraña cosa? En la “Chispa”
anterior dije algo, pero me temo que eso no sea más que uno de los billones de
fórmulas que todos conocen, pues no hay persona que, por desgraciada que sea,
no tenga un extenso menú de recetas para que otros logren la “Happiness”. Cuando alguien habla sobre sus deseos de ser
dichoso, sobran los entendidos que le
digan los pasos que debe seguir para lograr su objetivo. Warranty
or your Money back. No importa qué
tan desgraciados sean esos filósofos improvisados, todos cuentan con un arsenal
de respuestas para lograr tan elusiva meta.
Esto se parece un poco a la situación que vivimos cuando nos da
gripe. Sobran los curanderos espontáneos
con miles de recetas, pastillas, baños, abluciones, jarabes y cuanta cosa se
pueda imaginar para curar el mal. Hasta
que se llega el momento en que no sabemos qué es más molesto, si el catarro, o
la interminable catarata de recetas que
nos dan los amigos. Y todas bajo garantía certificada.
Yo no sé qué es la felicidad, pero
puedo proponerles varias preguntas para que hurguemos en nuestra mente cuál
podría ser más satisfactoria para explicarla.
Filosóficamente sería un estado de bienaventuranza total, sin cabida
para nada que no sea el gozo eterno. Algo parecido a lo que nos proponen las
religiones, pero sin explicarnos cómo es posible enfrentar semejante situación. Además con una agravante irresoluble: por
toda la eternidad. Sería sentirnos
plenos hasta reventar. Pero ¿es eso
posible en el mundo terrenal? No sabemos
si eso es factible en el cielo, pero en la tierra, la lógica nos dice que un grado
de euforia tal no existe, y que nadie podría vivir en esas condiciones sin
llegar a la insania. Y talvez lo que más
se acerque al concepto humano de felicidad “es estar conforme”, como decía el tío Teófilo. Entonces ¿tiene el cuerpo humano la capacidad
para resistir una plenitud tan grande que borre absolutamente todas las
preocupaciones que son inherentes a la vida cotidiana? Tal fase sería de enajenación mental. Una ventura continuada sería insoportable,
por linda y deseable que pudiera parecer.
Es por eso que NO debemos
desear cosas cuya naturaleza real ignoramos.
No discutiremos acerca de la
placidez en el cielo, porque eso solo es parte de una teoría indemostrable;
pero bien podemos hacerlo sobre esa posibilidad en nuestras vidas. ¿Existe alguien que esté conforme con todo lo que ES?
¿Es posible no tener NINGÚN
deseo? Porque UNO SOLO que tengamos, por pequeño e insignificante que sea, nos
hace entrar en el terreno de la insuficiencia y, por tanto, de la desventura. Entonces, si estamos plagados de toda clase de
deseos, los cuales generan angustias e insatisfacción, todos somos desdichados. Y eso nos lleva a descartar la posibilidad de lograr la felicidad como una condición
de placer en el que podemos sumergirnos a capricho; o en el cielo, cuando
sobreviene la muerte. Así que con gusto o sin él, arribamos a la conclusión de
que los estadios absolutos y permanentes no cuadran con la naturaleza efímera
del hombre, y que tenemos que conformarnos con los subitáneos, brevísimos y
raros momentos en los que alcanzamos ese nivel propio de los dioses. Apenas como un atisbo de algo que está muy
lejano de nuestra naturaleza, comprensión y capacidad para adaptarnos a ella.
Es probable que la felicidad humana
se reduzca a la amalgama de esos breves momentos en los cuales logramos,
mediante una carcajada, entrever el Paraíso.
La suma de todos esos instantes constituye la única satisfacción que es
posible y tolerable para los hombres y mujeres.
Y no son pocos, pero como estamos en la búsqueda de un ideal que ni
siquiera podemos definir o entender, los dejamos pasar sin pena ni gloria. Algo así como les pasa a los californianos,
que no sienten ni disfrutan de los terremotillos cotidianos, porque viven a la
espera del “Big One”, que talvez
nunca vean. Es muy fácil dar recetas
para que otros experimenten, pero nadie puede enseñar de verdad aquello que
jamás ha vivido en persona, como es el júbilo o las condiciones de la vida en
el cielo. Creer es una cosa, y SABER, otra. El encanto de la vida no es cuestión de
fórmulas ni de teorías sino de atención, de cuidado, de vivir el presente
instante a instante, valorando cada suceso por mínimo que parezca, y cuando lo
hacemos, nos damos cuenta de las innumerables razones que tenemos para ser dichosos
con aquella diminuta capacidad que tenemos para medio entender un estado
sublime que todavía no podemos digerir a cabalidad.
La DICHA eterna
debe ser muy aburrida para nosotros; además, muy peligrosa. Es por eso que los dioses solo nos dan
probaditas, para que no muramos empalagados.
Nuestro paladar no está listo para el néctar y la ambrosía, y esa es la
razón por la cual solo nos dan pan y agua, y nuestra existencia solo tarda un día, pues todavía no
sabemos qué hacer con la eternidad ni con los absolutos. De ahí se deriva la brevedad de los placeres
sublimes, como lo orgasmos. Porque si
estos fueran eternos como el goce que pretendemos, seríamos fulminados y nos
pasaría lo mismo que a Ícaro y
tantos otros majaderos mortales que se han querido acercar o igualarse a los
que viven para siempre.
Si ustedes conocen otra forma de
felicidad que no sea “estar conformes”,
háganmelo saber, pues hasta ahora, no he podido encontrar una definición
superior a la que hace tantos años me dio el tío Téofilo. Pero no se embarquen por su aparente simplicidad, piensen bien en lo que significa esa
enigmática frase.
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