746 “LA
CHISPA”
Lema: “En la
indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
ESO QUE LLAMAN DEMOCRACIA
Tanto
nos han idiotizado con este concepto, que hemos llegado a ignorar su verdadero
significado y nos conformamos con lo que creemos que es. El
DRAE nos da dos acepciones que dicen: 1)
Doctrina favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. 2)
Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. La
primera de ellas es tibia, pues favorable es un término tímido que
muy poco tiene que ver con la etimología de la palabra ni cómo la entendían sus
creadores griegos. La segunda es un poco
mejor, pues habla de predominio, lo que es más que la simple intervención. Sin embargo, ambas acepciones siguen siendo
cortas en relación con lo que es la soberanía nacional, la cual reside únicamente en el pueblo. Y según las reglas de la democracia, aquel
deposita en los “ADMINISTRADORES”
(elegidos o nombrados) este poder por un período a convenir, y que debería ser rescindible cuando exista
incumplimiento de los servidores. Entonces,
el funcionario es un empleado al
cual se le ha conferido ese mando para que lo aplique al servicio de la
población. Sin embargo, tal delegación
(discutible en muchos aspectos) no es un cheque en blanco para los sujetos que
forman el Gobierno; tampoco significa que el votante ha renunciado a su potestad
y que los mandatarios pueden hacer lo que les dé la gana. Los ciudadanos continúan siendo los dueños de
la soberanía, aunque esta haya sido delegada temporalmente en un equipo reducido
(por razones de practicidad).
Eso
es lo que hemos perdido de vista en la democracia formal: creemos que los presidentes
son una superestructura que está por encima de nosotros y que son una especie
de personas sagradas no sujetas a la ley, y que tienen patente de corso para
abusar de los bienes públicos (que son de todos) de la manera que se les
antoje. O a hacer negocios particulares al cobijo de su investidura. Esa es una de las peores interpretaciones que
hemos hecho de nuestro sistema político: que los elegidos tienen un
fuero especial que los ubica por encima de los demás ciudadanos, más allá y por
encima de la Ley. Hemos desarrollado una
mentalidad de vasallaje y suponemos que los gobernantes TIENEN que ser de familias ilustres, de noble prosapia y, además,
gente adinerada. No los concebimos de
otra manera y ni siquiera aceptamos la idea de algún pelagatos como posible
presidente o diputado. Creemos que tienen que ser ricos, y con
eso, sellamos nuestra condición de inferiores y sin derecho a demandar una
conducta apropiada por parte de ellos. Estamos domesticados para ser sumisos y
permisivos. Con nuestra indolencia y por comodidad, hemos
renunciado a nuestro deber de participar en el control de los desmanes de la Argolla
en el poder. De una plutocracia que se ha adueñado del comando
del Estado en forma exclusiva y permanente, pues el sistema ha creado una
especie de servilismo popular frente a la llamada “clase dirigente”. El individuo supone que solo esta es capaz
de conducir los asuntos del gobierno, y se hace a un lado dejándolos que hagan
todo aquello que solo es de conveniencia
para la Oligarquía.
En
nuestro “sistema democrático” el
hombre común NO TIENE NINGUNA OPCIÓN
para entrar al círculo del poder, sin importar cuál sea su capacidad
intelectual, honestidad o participación cívica en la búsqueda del bienestar colectivo. Si quiere hacerlo, TIENE que ser por medio de los partidos
políticos, antros en donde se desfigura por completo el concepto de
democracia. La potestad del pueblo se
convierte en ellos en una caricatura manipulable según los intereses. Además, el ciudadano da por un hecho que la
única salida ante un mal administrador es esperar cuatro o cinco años, para que
el próximo sí arregle los
problemas. En síntesis, el votante se
margina y da por un hecho que debe dejar los asuntos del Estado en manos “de
los que saben”, y con eso, se convierte en cómplice dócil y callado de todas
las formas de corrupción características de la democracia formal. Pero lo más relevante de esta forma de gobierno
es la manera cómo la Oligarquía se ha apoderado de ella para siempre. Mediante los partidos,
las clases adineradas se han asegurado la continuidad en el mando, pues gracias
a estos, el control de las masas es de
lo más fácil. Estas estructuras dan
la impresión de que todo es equitativo y que brindan a todos iguales
oportunidades de ser elegidos en cualquier cargo; incluso para el de
Presidente. Pero todo eso no es más que
pura ficción y ustedes lo saben muy bien.
La única libertad que se tiene dentro de estas jaurías es la de aullar y
votar por los candidatos que imponen las cúpulas de mando. Y dentro de ellas, todos sabemos de dónde
provienen las órdenes y nombramientos.
Si
usted no tiene plata ni pertenece a
las familias de abolengo, NO TIENE
OPORTUNIDAD ALGUNA de ser elegido a ningún cargo público. Esa es una verdad inapelable de la
democracia formal, y quien lo niegue solo puede hacerlo por tres razones: l) es
un bobo utilizable 2) es un trepador en busca de algo o 3)
pertenece a la clase pudiente. Ahí todo
se subasta al mejor postor, pues de no ser así, hubiera sido inexplicable el
nombramiento de la Defensora de los Habitantes, del postulante de la Unidad o del
candidato a vicepresidente del partido Liberación. Esta forma de democracia es la garantía
de que la autoridad JAMÁS saldrá de
las manos de los mismos, cualquiera que sea el bando que “gane las elecciones”, pues todos son propiedad de las Oligarquías;
incluso los de la extrema derecha o izquierda.
Mientras
la gente no se organice mediante los Cabildos
o cualquier otra forma de unión popular, nunca dejará de ser más que una manada
manejable por “los de siempre”. Si
recordamos que democracia significa “poder del pueblo”, tenemos el derecho a
rebelarnos en contra de esa vulgar manipulación de la que hemos sido víctimas
por cerca de dos siglos. Solo podremos
decir que vivimos en una democracia auténtica cuando TODOS los candidatos a los puestos de elección pública salgan de la
entraña de la sociedad, de los Cabildos de los barrios, cantones y
provincias. Cuando estos sean escogidos
y propuestos por los miembros de las comunidades, y que no sean producto de
imposiciones presidenciales o de las fracciones. Mientras tanto, seguiremos viviendo una
mascarada de conveniencia solo para la partidocracia.
Democratiquescamente (¿Pasa lo mismo en sus países?)
Ricardo
Izaguirre S. E-mail: rhizaguirre@gmail.com
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