lunes, 16 de enero de 2012

539 La Biblia y el Nuevo Testamento


539           LA CHISPA  
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
LA BIBLIA Y EL NUEVO TESTAMENTO
            A raíz de “La Chispa” anterior, un amigo me pide una aclaración, pues yo digo en ella que la Biblia les enseña a los judíos un cierto proceder, y que los gentiles siguen otro.  Me dice que cómo es eso posible si ambas religiones se fundamentan en el mismo libro.  Y ahí está la interpretación errada de mi querido lector.  Mucha gente supone que el Nuevo Testamento y la Biblia son la misma cosa, pero eso es inexacto.  El Libro de la Ley, conocido como Torá, muy poco tiene que ver con el folleto catequístico de los occidentales.  Es más, los rabinos NO le reconocen valor autoritativo alguno a las “Buenas Nuevas” ni al resto de notas que forman el cuerpo doctrinario de la Iglesia.  Han sido los goyim los que, mediante un millar de tretas y maniobras artificiales, han tratado de asimilar su Manual al judaísmo ortodoxo, de manera que aquel pueda gozar de la “autoridad” de la Ley.  Han querido establecer un nexo que nunca ha existido entre el rabinato y el cristianismo; entre Yavé y Jesucristo, entre los profetas y los evangelistas.  Pero nada de eso es cierto.  Jesucristo NO es el Mesías esperado por los israelitas y “anunciado” en algún libro de la Ley. 
            Yavé NO es el “papá” de Jesús, ni este es aceptado por los que dieron origen a la leyenda mesiánica.  Y por más historias que haya inventado la Iglesia para vincular su Libro con la Biblia, no existe tal relación; y los inventores de la fábula general, no aceptan que eso sea así.  Entonces ¿a quién le podemos creer?  ¿A Moisés y los profetas, o a Jesús y sus seguidores?  Recuerden que toda esta literatura está influenciada por las culturas vecinas a Israel, nación bárbara que en ese tiempo, no tenían capacidad alguna para crear una mitología que no fuera basada en las leyendas de los países con una antigua historia religiosa, como Egipto, la Mesopotamia, Fenicia y, sobre todo, Grecia.  Tanto los rabinos como los evangelistas tomaron de ellos todas las leyendas con las cuales conformaron sus fábulas religiosas durante los siglos cercanos a Cristo. 
            Es intolerable que en el siglo XXI, todavía haya personas que puedan creer un cuento tan grosero como el de la “concepción virginal” de una hembra humana y Dios.  Semejante disparate no tiene cabida ni siquiera como una alegoría para aclarar temas religiosos.  Esas técnicas fueron utilizadas en épocas prehistóricas para ilustrar a pueblos ignorantes acerca de cuestiones que no podían ser comprendidos en su verdadero significado.   Entonces los sacerdotes inventaron algunas leyendas con propósitos didácticos, pero en ningún momento ellos creyeron que tales cosas fueran ciertas.  Algunos de esos cuentos fueron las relaciones entre dioses y mujeres, o entre diosas y hombres.  Eran formas abreviadas para explicar el origen de las cosas de manera que fuera comprensible a gente incapaz de profundizar en los misterios de la Emanación o las larguísimas etapas de la evolución humana.  La intervención mágica de los dioses simplificaba todo.  Tal es el origen de esos mitos que nos reseñan coitos entre dioses y mortales, como el de Yavé (NO Dios) y María.  O los de los hijos de Yavé que nos relata el Génesis 6- 1 y 2.   (Materia ampliamente tratada en “EL ANÁLISIS).
Aunque la Biblia está plagada de este tipo de leyendas absurdas derivadas de mitos que no entendían los exegetas, no cayó en el fallo garrafal que realizó el Nuevo Testamento al aparear a una mortal con el dios de la Biblia.  Semejante blasfemia no debería tener cabida en la mente de nadie, pues no solo nos narra una aventura imposible, sino que hace incurrir a la deidad del texto en una grosería inexplicable: cometer adulterio con una dama casada.   Todos los que han leído la mitología griega, saben que el don Juan olímpico Zeus, sedujo a infinidad de mujeres con las que tuvo hijos que fueron conocidos como semi dioses.  La lista de estos es bien grande, pero entre los más destacados se encuentran Dionisos, Heraclés, Hermes, Tántalo, Sarpedón, Epafo y otros.  Es seguro que esta temática fascinaba a los compiladores cristianos, y no dudaron en asignarle al dios de la nueva religión (Jesús), un origen semejante al de los héroes de la Hélade, y pusieron a Yavé a fornicar con María, a espaldas de José.  Suena ordinario, pero así está explícito en los evangelios, aunque de manera más tolerable al gusto de los creyentes; pero la esencia es la misma que señalamos aquí.  Solo lea su “Testamento” sin prejuicios ni complicidad religiosa; y sobre todo, sin miedo.  No va ir al Infierno por eso.
El ser nacido de semejante absurdo, no recibió la aprobación del rabinato, y eso ensanchó mucho más la brecha ideológica que hay entre judíos y cristianos, a quienes les “conviene” que su Breviario esté cobijado bajo la autoridad de la Torá y los profetas, y es por eso que tanto los mencionan.  Sin embargo, la zanja es infranqueable, y a Pablo no le quedó más camino que “racionalizar” sus leyendas de manera que fueran aceptables a las masas.  Y aunque era comprensible que aquellas gentes inmersas en los mitos de la cultura griega, aceptaran el desatino de la paternidad fisiológica de un dios, no es explicable, de ninguna manera, cómo ese error básico del cristianismo todavía se sostiene como el dogma principal de esas creencias.  Solo en los mitos se relacionaban los dioses con los humanos.  Sin embargo, todavía en el siglo XXI hay millones de personas que creen de buena fe en ese cuento infantil.  Los rabinos, respetuosos del celibato de Yavé, jamás se hubieran atrevido a asignarle esa grosera paternidad al Enviado que todavía esperan.  Y talvez eso sea lo que menos les perdonan a sus contrarios religiosos: haberles usurpado  su Mesías y haber degradado a su dios y a María a la condición de adúlteros.   
Esas son algunas de las razones por las cuales dije en esa “Chispa” que la Biblia es una cosa, y el Nuevo Testamento, otra.  No son equivalentes ni este último es la continuación o la versión mejorada del texto judaico, Pentateuco o Torá.  No importa lo que crean o quieran creer sus defensores, los judíos jamás aceptarán que el manual religioso de sus rivales sea parte de su Biblia.  Eso está fuera de toda discusión, y por eso es que aseguramos que nada tienen que ver las Escrituras con los Evangelios.  
Fraternalmente
                        Ricardo Izaguirre S.     E-mail:   rhizaguirre@gmail.com
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1 comentario:

  1. Excelente su libro don Ricardo, lo he leído como 10 veces y no me canso; cuando leo lo de José Smith y los lammanitas, o lo de José en Egipto traduciendo los sueños del faraón sospechosamente anónimo " con la precisión de un Pentium V de alta velocidad" es un no parar de reír... Me quedé esperando una continuación de tan magnífica obra literaria, y tambien que aceptara mi solicitud de amistad en el Facebook, me declaro admirador de su libro y su blog.

    Un saludo!

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