jueves, 24 de junio de 2010

812 complicidad ideológica

812     “LA CHISPA” (l9junio 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
COMPLICIDAD IDEOLÓGICA
Esta “Chispa” es una invitación a meditar serenamente sobre el concepto de ‘ideología’, sin fanatismo ni sensación de pertenencia. Sé que es muy difícil, pero es la única vía para encontrar las causas de nuestra conducta en relación con nuestra identificación política, social o religiosa. Desde el punto de vista doctrinario existen variadas definiciones de lo que significa esa palabra, pero para nuestro objetivo, debemos conformarnos con algo de lo más sencillo, y tenemos que situarnos en un espacio accesible a todos. Y ese es el que nos dice que una ideología es: “El conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, político o religioso”. Y si eso nos parece bien, podemos entrarle al tema. Pero antes, debemos hacer una aclaración necesaria: Las hay personales y colectivas. Las primeras se moldean al gusto del individuo y se pueden variar cuando a este le da la gana; el hombre tiene el control absoluto de sus gustos, pasiones e intelecto y los aplica sin consultar con nadie. Pero la ideología colectiva es otra cosa. Esta está por encima del individuo y este tiene que someterse a ella en forma total; no puede hacerlo a medias o por partes sino como un todo. Se puede tener un credo personal, único, ideal, pero es seguro que no encajará en su totalidad con el de nadie; habrá puntos de coincidencia y divergencia, lo cual es inadmisible cuando se trata de corrientes de masas (sociales, políticas o religiosas). Y es aquí donde se crea el problema moral de la identificación ideológica.
Cuando nos dan el manual del partido no es para que seleccionemos lo que nos gusta y rechacemos lo que nos desagrada; es para que nos informemos de todo aquello que TENEMOS QUE ACEPTAR para ser miembros. Lo mismo pasa con cualquier organización social o religiosa. Estamos obligados a aceptar todo el paquete. Y si no lo hacemos así, no entramos. Y si ya estando dentro protestamos por algo o lo rechazamos, nos convertimos en revisionistas o disidentes, pecados mortales que NO SON TOLERADOS por ninguna cofradía. Si alguien sostiene lo contrario a esto, solo puede ser con el ánimo de polemizar por gusto. Esa es la tónica bajo la cual se manejan todas las organizaciones de masas: o estamos plenamente identificados con ellas, o estamos fuera. Es la norma invariable que garantiza la seguridad del grupo: solidaridad absoluta aunque eso implique amordazar la consciencia en muchos casos. Cuando se dan estas circunstancias conflictivas, solo quedan dos caminos: callar y aprobar lo que sea, o renunciar. Y este compromiso, cuando es sincero o fanático, es lo que nos lleva a la complicidad ideológica.
Si nos declaramos y sentimos demócratas, nos vemos obligados a respaldar todas las acciones de aquellos que creemos correligionarios políticos; o por lo menos, hacer la vista gorda ante cualquier latrocinio que cometan. Si el presidente de mi partido resulta ser un pillo, me creo en la obligación de guardar silencio y, si es preciso, buscar justificaciones para su conducta. Si los Estados Unidos es el rey de la ‘democracia’, me siento forzado a respaldar el genocidio que han realizado en Irak, en donde han asesinado a casi UN MILLÓN de personas. Si soy católico, me siento obligado a callar o disimular la conducta de tantos sacerdotes pederastas que han sido acusados ante la ley. Delincuentes degenerados, en virtud de la religión, se convierten en aliados a los que tenemos que defender. La doctrina común nos compulsa a ignorar los vicios y corrupción de nuestros compinches de gremio. O por lo menos, a hacernos los tontos. O a hacer malos chistes. Tenemos que esperar por las declaraciones “oficiales” de la jefatura del grupo para tomar una posición personal. Si pertenecemos al cristianismo, nos vemos forzados a tolerar todos los crímenes que en nombre de este se realizan en contra de millones de personas (musulmanes) solo porque constituyen la competencia de nuestra religión. El lema democristiano es que todos los musulmanes son malos, y enfocan este problema con mentalidad de cruzados: exterminio de los herejes. Si somos “occidentales, demócratas y cristianos”, nos sentimos compelidos a ser socios de los judíos en su genocidio en contra de sus parientes palestinos.
La ideología total y dogmática es de masas, por lo tanto, de gente que carece de individualidad; de personas con “mentalidad colectiva” como las abejas, hormigas y termitas. Numerosas y eficientes pero nulas en cuanto a talento, capacidad de elección y libertad de consciencia. Dóciles miembros de la manada. Claro que hay lujosas excepciones dentro de esos grupos, pero estas siempre resultan una molestia dentro de los partidos o los gremios religiosos y terminan por ser purgadas. En los grupos oficiales NO TIENEN CABIDA los que poseen opinión. Los nazis aprobaban a ojo cerrado todo lo que hacía el partido, y tuvieron que cargar con el total de las consecuencias, aunque alegaran desconocimiento de lo que pasaba en los campos de concentración en donde minorías como los gitanos, rumanos y otros, fueron maltratados bajo la consigna de la inferioridad racial; fueron cómplices silenciosos de lo que pasó. Culpables por identificación con el partido. Identificarnos con una corriente nos hace responsables de todo lo que a nombre de esta se haga.
En resumen, toda asociación tiene un aire de confabulación que nos ata. Después de todo, esa es la idea madre que agrupa a los humanos en bandos designados como “NOSOTROS” y “ELLOS”. Esta connivencia empieza por el matrimonio, luego se extiende a los hijos y la familia, partido, religión, clan, tribu y nación. Es un principio básico de supervivencia, por lo tanto, no es mala en sí. Lo que la hace nociva es la perversión que se hace de sus postulados y que se corrompen en beneficio de unos pocos o ideas extremas. Es la aplicación de la astucia política y religiosa la que convierte a las doctrinas en fuerzas sociales negativas. Las dirigencias NO TIENEN interés alguno en la libertad de criterio ni en los hombres que piensan por su cuenta. Y los que lo hacen, son los dirigentes, o los que aspiran a serlo. Una última observación (por ahora): ¿Han resuelto las ideologías algún problema social en forma definitiva? Aun teniendo el Poder Absoluto. En el rebaño solo hay dos posiciones: Pastor y Ovejas, o lo que es lo mismo: líder y seguidores.
Ideologescamente
RIS

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