jueves, 24 de junio de 2010

814 El tacto político

814 “LA CHISPA” (20 junio 2010)
Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
EL TACTO POLÍTICO: RARA AVIS EN NUESTRO MEDIO
La política es el arte del engaño creíble, de las apariencias aceptables; de las palabras y gestos adecuados en el momento preciso, de saber callar cuando hay que hacerlo. El tacto político es la esencia de la conducta que produce el menor número de reacciones negativas o suspicacia. Es saber valorar qué es de importancia y qué, superfluo y prescindible. Es no comprometer la gestión de todo un gobierno con unas palabras desabridas o una acción idiota o carente de valor. Es la capacidad de supervivencia al avanzar por un campo minado y, simultáneamente, aparentar tranquilidad y dominio de la situación. Tacto político es escoger las palabras como si se tratara de seleccionar los trozos comestibles del pez globo; es elegir cada palabra, cada mímica, entonación, fuerza o debilidad; es seleccionar la ropa y tono de voz para que combinen con cada ocasión y situación particular. Incluso el tipo de sonrisa. Es mantenerse siempre en una tarima por encima de los demás, aunque solo sea un milímetro, pero a la vez, producir la ilusión de igualdad y capacidad de admitir el tuteo con la chusma. Es dar la impresión de familiaridad sin perder la figura de líder con carácter y superior criterio. En fin, es saber mantenerse en la cuerda floja sin dar la impresión de miedo o inseguridad. Pero tampoco es pendular hacia el punto de la arrogancia y las poses de infalibilidad. Es crear la apariencia de ser popular, corriente, tocable, pero conservando el aura de superioridad que marca la diferencia entre los “seguidores” y los que mandan. Decenas de nuestros políticos comprometen toda la labor gubernativa por hablar idioteces fuera de lugar, o por llevar a cabo acciones que a nada conducen. El buen tacto es producto de la inteligencia superior, pero también puede cultivarse con mucho esmero y reflexión.
Es cierto que todos los gobiernos tienen que hacer reformas y cambios, pero estos deber ser tan sutiles que casi pasen inadvertidos para los pueblos, a menos que se haya hecho una evaluación previa que garantice su aceptación masiva. Si no cumplen esos requisitos, son una provocación. Obstinarse en hacer cambios impopulares solo porque al político se le antoja, es falta de tacto. Como aquello de eliminar a Dios de la Constitución. El riesgo político que aparejaba semejante necedad, no podía ser compensado por el supuesto logro que traería su aprobación. O la supresión de “Cocorí” de los programas escolares. O la de “Mamita Yunai” que es, al parecer, el último desafío que la falta de tacto le hace a uno de los grandes íconos de un sector importante de la sociedad. ¿Cuál es la necesidad política, social, económica o educativa para borrar esa obra del catálogo literario del que disponen los maestros para referirse a una parte de nuestra historia? No es creíble que el embajador de Estados Unidos le haya pedido al gobierno que lo hiciera; esos son tiempos superados (¿?). Entonces ¿cuál es la intención al llevar a cabo semejante simpleza? El comunismo ya no es un peligro para el “mundo libre” liderado por USA. Tampoco existen la “Yunai Frut” ni otras de esa naturaleza; ahora los bananeros forman parte del honorable “sector productivo” nacional y se han convertido en TRANSNACIONALES, con socios nativos y capital externo. Además, la trama de esa novela es historia antigua que ya a nadie le interesa desde el punto de vista político o social; es la lírica de un segmento histórico cuyo valor solo es simbólico para una sociedad en donde ya no tiene aplicación práctica.
“Mamita Yunai” y la beligerancia comunista ya casi han muerto por consunción, por lo tanto, descabellarlas resulta una maniobra no solo falta de respeto y tacto político, sino que su efecto inmediato es el de revivir con gran fuerza aquello que se pretendía inhumar. Es falta de tacto prohibir la lectura de un libro que NADIE lee ya. Aparte de unos cuantos viejos románticos que vivieron esa época, y que fueron correligionarios políticos de Calufa, nadie tiene interés en hechos que son parte de la prehistoria para una juventud que solo lee resúmenes de resúmenes de la literatura nacional o extranjera. La innecesaria exclusión de “Mamita Yunai” solo logró revivirla y enardecer a sus larvados custodios que, hasta hoy, estaban en paz y tranquilos en el olvido. Tal acción fue como darle un manotazo a un avispero. Además, ¿cuál es el propósito de semejante decisión? Su exclusión bien pudo hacerse por la segura ruta de la indiferencia: sugerir un centenar de obras modernas, no editar ese libro o simplemente, dejarlo como una lectura facultativa, y es seguro que nadie la leería. ¿Por qué? Porque esa novela es como “Los miserables”, “El elogio a la Locura”, “Don Quijote” o cualquiera de las obras de Shakespeare a las que si no las llevan al cine con mucho sexo, nadie se toma la molestia de leer. Y cuando digo “nadie” me refiero a una gran parte de la juventud, a ese sector de la población entre 12 y 18 años. Los viejos son otra cosa. Acciones como esa, solo ponen de manifiesto la falta de tacto político de los que gobiernan, porque por más que le doy vueltas al asunto, no puedo entender el porqué de semejante bobería. Si Carlos Luis Fallas hubiera sido MUSULMÁN, talvez sería explicable su inclusión en el Índice; pero resulta que este caballero era COMUNISTA, doctrina venida a menos desde la disolución de la Unión Soviética, y que ya dejó de ser el “Coco” del Mundo Libre.
Condenar libros es el acto anti cultural por excelencia que nadie debe llevar a cabo, mucho menos, un “Ministerio de Educación”. Es una acción INQUISITORIAL, provocativa e irrespetuosa con la Historia. Nadie debe arrogarse el derecho de decir a los demás qué pueden leer o no. ¿No son acciones de ese tipo las que han llevado a la humanidad a rechazar al nazismo, cuya brutalidad quedó impresa en aquellas fotos inolvidables de piras de libros a cuyo alrededor se veía a los SS atizándolas con libros? Verdad o montaje, esas imágenes son repulsivas porque constituyen la negación absoluta de lo que la civilización debe ser. Quemar simbólicamente a los autores de líneas de pensamiento, es el más aberrante acto que puede realizar un gobierno, sobre todo, cuando no hay una razón valedera que pudiera justificarlo.
Muy mala decisión del Ministerio, que revela no la falta de experiencia de su máximo jerarca sino su carencia de tacto político, si es que esa decisión fue su iniciativa. No se atenta en contra de los iconos populares sin peligro de despertar fuerzas sobrenaturales. No se perturba la paz de los muertos con pequeñeces sin importancia e innecesarias. El tacto político es la corona de los grandes estadistas.
RIS

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