lunes, 14 de junio de 2010

269 La obesidad

269   “LA CHISPA”

Lema: “En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”.

LA OBESIDAD

    Como este es un problema muy serio, es necesario tratarlo con algo de humor para que no suene tan cruel; pero eso no significa que es un asunto para hacer chistes. Talvez lo hagan los gorditos como una defensa sicológica, pero quienes no lo son, nunca deben hacerlo delante de ellos. Es por eso que vamos a sugerir una serie de detalles que debemos recordar ante una persona obesa.
En una reunión en donde haya gente pasada de peso, nunca mencione ese tema ni pretenda dar cátedra sobre lo que usted nada sabe. Si usted no es médico especialista o alguien con un grado que lo acredite como consejero o dietista, evite dar sermones acerca de lo fácil que es adelgazar. ¡Y por favor! Nunca haga bromas sobre este asunto delante de ellos ni, mucho menos, alguna observación acerca de lo que han aumentado de peso. Eso es algo que a usted no le importa y no debe ser motivo de comentarios banales. Si usted piensa que una persona ha engordado en el tiempo que no la ha visto, ese no es su problema, ni eso tiene por qué ser parte de la conversación. No sea imprudente ni entrometido. Con ellos jamás haga uso de temas cajoneros que incluyan fórmulas mágicas para ponerse como Valeria Mazza, Cindy Crawford o la Schifter. Téngalo por seguro que ellos los conocen todos, y en ese campo, sus consejos son tan molestos como los que todos nos dan cuando estamos resfriados.
     ¿Sabe usted que hay millones de ofertas de dietas adelgazantes que prometen y prometen metas inalcanzables y que son fuente de grandes frustraciones? Que no sea usted parte de esa turba de personas que juegan con el dolor de la gente. Esta condición física es el resultado de muchos factores inexplicables e incomprensibles. No solo es cuestión de comer mucho y hacer poco ejercicio, y que el remedio es no comer y reventarse encima del Orbi Trek. La lógica dice que sí, pero la práctica afirma que no siempre es posible. Por lo tanto, jamás cometa la imprudencia de aparentar que usted tiene la solución al problema de la obesidad. No intente dar falsas esperanzas en una situación en la que los entendidos de verdad, actúan con mucha precaución y jamás prometen nada. Quien no es ni ha sido gordito-a, no tiene la menor idea de cómo se sienten estas personas en su interior.
No intente darles consejos sobre tal o cual dieta, y todo lo que puede rebajar con ella. Si usted no es ni ha estado en esa condición, no incurra en la necedad de creer que usted tiene la solución a ese complejo problema; tampoco haga gala de vacuidades que en realidad no le interesan y de las que nada sabe. No pretenda dar lecciones sobre una materia que implica tanto dolor para aquellos que son víctimas de ese suplicio; y peor aún, si usted no tiene conocimientos alguno sobre este problema. O experiencia como ex gordo.
      No subestime el problema de estas personas mostrándose condescendiente y tratando de que se “sientan bien” con su figura, pues nadie puede sentirse bien cuando el espejo le devuelve esa indeseable imagen. Usted no tiene ni la menor idea de lo susceptibles que son estas personas, ni del enorme daño que puede causarles con sus comentarios inapropiados o sus soluciones inventadas sobre la marcha y basadas en la fórmula única que conocen los que nada saben: “comer poco y hacer ejercicio”. Si usted no es un experto, nunca cometa la imprudencia de dar consejos sobre este problema. No se haga el gracioso ni pretenda que tiene algo nuevo que proponer.
Todos creemos que con “comer poco y hacer mucho ejercicio” nos pondremos delgados. Y siendo la fórmula tan simple, ¿por qué hay tanta gente que sufre por ese tormento y no le ponen un remedio tan fácil como ese? Jamás se le ocurra darle ese consejo tan idiota a ninguna persona que sufra ese mal. Decir eso es tan fácil que resulta ofensivo. Si usted es delgado, come poco y hace ejercicio, esa solución le parece obvia; sin embargo, para el obeso hay un enorme abismo entre decirlo y hacerlo.
      No simplifique la situación tratando de hacerlos creer que el problema no es tan grave, y que yendo a un buen gimnasio y siendo aplicados en una dieta determinada volverán a ser delgados y bonitos. Usted sabe que eso no es cierto en la inmensa mayoría de los casos; pero ellos lo saben mucho mejor que usted; por lo tanto, no haga uso de argumentos que están alejados de la verdad. No invente ejemplos de gente que usted conoció siendo gorda, y que ahora, con un poco de tenacidad, dieta sana y bastante ejercicio, tienen siluetas de pasarela. Ellos conocen todos esos cuentos y saben que no son más que mentiras piadosas que solamente logran irritarlos.
     Tampoco se muestre paternal o maternal ni trate de justificarlos de ninguna manera; cada uno de ellos libra en su interior una batalla terrible en contra de sus propios diablillos de la gula. Y es solo en ese campo, en el plano mental, en donde se puede ganar esta guerra: sin justificaciones, sin pretextos, sin mascaradas ni explicaciones plañideras; sin críticas, complejos de culpa ni acusaciones. El primer paso es estar en paz con nosotros mismos y admitir con honestidad la causa de este mal: somos glotones y comemos en exceso. Y solo a partir de ahí, se puede empezar la planificación de una estrategia general, basada en actitudes realistas y no en las fantasías que nos ofrecen los “mercaderes de la gordura” con sus aparatos mágicos y sus dietas milagrosas. El camino es lento y penoso; tan lento como el tiempo que hemos durado en “perder la línea”, por lo tanto, no esperemos resultados asombrosos en treinta, sesenta o noventa días. Una dieta para gordos, es una batalla para el resto de la vida. Una libra que bajemos por mes, es una victoria; pequeña, pero victoria al fin que, en cinco años, representa sesenta libras. Y eso es mucho peso. Recuerden mis queridos gorditos: NO HAY CAMINO FÁCIL hacia la silueta estilizada.
Fraternalmente
RIS

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